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domingo, noviembre 24, 2024

Yo sí me vacuno, soy ministro, pero no “gil”

Por Hugo El Búho

Habrá que aplaudirle al ministro de Salud, Juan Carlos Zevallos, que conjuga el verbo rebuznar de memoria. Habrá que felicitarle por lo pilas que es. No se iba a perder la oportunidad de vacunarse siendo una especie de iluminado de la salud pública. “En homenaje a los médicos que han muerto y se han sacrificado”, él se arriesgará y pondrá el hombro, vacunándose, a pesar del riesgo que implica. Claro, no ven que no se ha comprobado si la vacuna es eficiente para deficientes mentaficientes. 

Mi abuelita decía que el ministro al ser funcionario público, hasta por delicadeza, debería abstenerse de ciertos privilegios. Pero no. Claro, con ese Presidente “destextuado” ¿qué se puede esperar del resto? Nada. Sólo vergüenzas. Sólo asco. Sólo risa. Solo rabia. 

De cuatro millones a dos millones, de ochenta mil llegaron ocho mil vacunas, y los fans Moreno-Zevallistas festejan como que hubieran descubierto la cura para el cáncer. La vicepresidenta -con su atuendo de santurrona de invierno- ahí sí asomó, seguramente elevando plegarias, agradeciendo a la santísima divinidad por tanto milagro de enero. Y los “medios  independientes”  que nunca fallan, felices, sonriendo porque a ellos nunca les falta la vacuna gubernamental. ¿Ocho mil vacunas? ¡Se les cayó un cero por la oreja derecha! Y la distribución será -sin duda- como el ejercicio del morenismo de estos cuatro fatales años: desastroso. Lo único que uno puede esperar del Gobierno -sobre ruedas lisas- es que ya se acabe, o que alguna cepa bienhechora de covid se lleve a todos sus integrantes en combo, pero ya! 

El Zevallos es un espécimen raro que respira decadencia. Primero les echa la culpa a los médicos por ser ellos los que han llevado el covid 19 a los hospitales; mientras los hospitales estaban saturados y a tope, él se va a la playa para convencernos de que todo está bien, que el covid se esconde en los feriados y que los mariscos nos aman; y, ahora, se hace vacunar primerito, como si a los ecuatorianos les importara si va o viene, si vive o muere.

Juan Carlos Zevallos, junto a su asesora, Gabriela Gómez, en un club privado de Playas Villamil, en agosto de 2020, mientras el personal médico estaba impago y sin implementos de bioseguridad.

Y al menso del Boltaire se le ocurrió la grandísima idea de obsequiar ocho mil pistolas a la Policía Nacional, el mismo día que llegan las vacunas. ¿Cuál es el mensaje? ¿Si no funcionan las vacunas, funciona el plomo? ¿Quién carajos nos heredó esta porquería de gobierno para agradecerle en vivo y en directo? ¿Qué van a hacer cuando se les acabe su pilche reinado? ¿Se van a refugiar en la mansión del Matraca? ¿Les darán una chambita en el Banco de Guayaquil? ¿Tendrán colchón y café pasado en el FMI?

Tres meses más hay que soportar a estos MI-SE-RA-BLES con mayúsculas, a estos alma bendita de inspiración de Bucaram. ¿Qué nomás harán en las sombras el tiempo que les falta? ¿Qué chanchullos estarán arreglando entre ellos? ¿Cuántos Julios Buenos saldrán de sus panaderías e irán a los distintos ministerios a maquillar el desastre que dejan? ¿Cuántas vidas y cuántos millones nos costarán las últimas medidas sanitarias que maquinan los Zevallos de la salud? 

¡Ojalá le sirva la vacuna al doctor, porque lo torpe ni con veinte dosis de alcanfor!

“Y al menso del Boltaire se le ocurrió la grandísima idea de obsequiar ocho mil pistolas a la Policía Nacional, el mismo día que llegan las vacunas. ¿Cuál es el mensaje? ¿Si no funcionan las vacunas, funciona el plomo?”

 

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