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viernes, mayo 3, 2024

Afganistán, una historia de invasores de toda laya

Por Tomás Rodríguez León*

EE.UU. y sus acólitos de la OTAN libraron en Afganistán una guerra imposible de ganar. Invasores–tierra de insurgencias–guerras–invasiones, siempre fue codicia de imperios.  La nueva ocupación debe situarse en el plano de conflicto de la guerra fría y la geopolítica que aun no culmina. Los intereses del sistema capitalista y  el socialismo siguen en boga, antes fue el eje  soviético y ahora  es China el gran contradictor.

En Afganistán, a finales de la década de los 70 del siglo anterior, hubo una izquierda  activa que logro hacerse del poder, y aunque pocos lo reconozcan logro que  el arte, la cultura, la arquitectura, la música y la liberación social de la mujer  fueran lo más avanzado de esa región.  Kabul era conocido como el París de Oriente.

La  izquierda prosoviética de entonces   introdujo cambios radicales para la historia afgana, cambios muy centralistas  que miraban solo a Kabul y no a las montañas campesinas.   Se prohibió la venta de mujeres y la usura, se intentó  una gran reforma agraria,  se hicieron reformas en la sanidad y la educación, se logró reducir el analfabetismo en un 40% y  se impulsó  la expropiación del capital privado o extranjero. Pero Afganistán   era  otro experimento de revolución desde arriba  impulsada por la burocracia estalinista de Moscú.

El imperialismo norteamericano que no acababa de reponerse del golpe de la revolución iraní   se sacudió a fondo y organizó la contrarrevolución con lo más atrasado  del clero y los Mulás  rabiosos cuyos  privilegios se basaban en el oscurantismo. La CIA lanzó su estrategia de apoyar una  Yihad   anticomunista  con apoyo de Arabia Saudita y Pakistán, sus  aliados perennes.

En  diciembre de 1979,  la izquierda afgana acorralada y viviendo sus propias contradicciones  se entrega como tabla de salvación a  una decadente URSS, los rusos intervinieron para defender lo que quedaba del proceso y de sus propios intereses. Éste es el camino que tomará el “Partido Comunista”, que detenta el poder con poca fortuna  frente a la estrategia norteamericana  que alimenta el fanatismo religioso y la periferia contra el centro, las montañas contra Kabul.

Los EE.UU. alimentaron  a los talibanes como lo hicieron con Al Qaeda y más tarde con ISIS, así pudieron derrotar  a los soviéticos preludiando solamente su propio desastre. Los rusos se retiraron en febrero de 1989 y  llegó el caos, la anarquía y la destrucción. Las fracciones muyahidines en guerra pulverizaron Kabul y Afganistán. La ruina de la arquitectura y la brutalidad social, económica y cultural fue un desastre. Los yanquis que pensaban que sus aliados optarían por el modelo occidental y capitalista  se equivocaron, llego la barbarie.

Los talibán primero aliados de USA y luego con agenda propia  provocaron una gran turbulencia  a gran escala y esta  talibanización  se apartaba de los  objetivos del capitalismo como lo hicieron con el socialismo. Figura preponderante del momento  fue Osama Bin Laden,  reclutado para la “yihad” por Zbigniew Brzezinski, asesor de seguridad nacional del presidente Carter en 197. El monstruo creado por la CIA se convirtió en un  Frankestein  que causaría muchos dolores de cabeza a sus creadores.

Esta sociedad  mezcolanza de tribalismo, feudalismo, capitalismo bajo el yugo imperialista, retrocedió a niveles impensados. Los Mulás continuarán con su yihad porque esta  resultaba  una empresa muy rentable dado el negocio de armas y de heroína. Los que creían que la intervención de la ONU o la OTAN traería algo de estabilidad pudieron ver  resultados catastróficos. Pero la perdida del sueño imperialista se hizo pesadilla cuando los ex aliados de USA se fueron a la ofensiva un 11 de septiembre.

La ofensiva criminal de EE.UU. y la OTAN  se hizo regional con la primavera árabe, la invasión a Irak, Libia, Siria y el acoso a Siria, la fobia  contra Al  Qaeda y los talibanes convocaba cada día  a venganza y sangre. Situación  que no podía  durar eternamente, la resistencia se amplió a todos los pueblos agredidos y ya no son pocos  los que piensan  que solo una victoria socialista puede cambiar el destino de Afganistán, aplastar la barbarie, romper las cadenas imperialistas, conseguir una ruptura decisiva.

Los imperialistas que  impusieron la democracia como una tragedia y, al mismo tiempo como  comedia, ven una realidad que choca contra sus intereses y sus afanes coloniales,  mientras los talibán  que  subieron  gracias  a los gringos y, que cortaban  los dedos a mujeres porque estaban manchados de tinta al acudir a sufragar, parecerían que están más prestos para la mutación, obligados por las circunstancias y ejemplo de ello son los emisarios diplomáticos desplegados para los diálogos con Trump y el rápido envío de la delegación a China que fue la primera nación en reconocer al gobierno talibán. Hasta los gobiernos europeos hablan de diálogo con el nuevo régimen.

La pobreza   asola esta región  muy rica en recursos.  Siguiendo esta pista,  la línea trazada por los chinos de renunciar a la guerra genocida ofrece  una atractiva política de inversiones  para el desarrollo y mutua conveniencia. La gran mayoría de  afganos oprimidos sometidos a bombardeos feroces y a “daños colaterales”,  también optarían un cambio de ruta en su historia.

Hasta el propio Pakistán aliado de riesgo de EE.UU.  se ve tentado  a tenderse como puente entre los talibán, Irán y China,  porque China ya esta invirtiendo en sus tierras. Parecería  que la guerra histórica y decadente de EE.UU. y Europa  da paso al mundo de los  negocios en la zona.

Así  la guerra “contra el terrorismo” de la OTAN intensificado con  la agresión imperialista  hoy día nos presenta un  panorama   cada vez es más sombrío, cuando el gigante asiático  les escupe en la cara diciendo:   “La  guerra no es terriblemente rentable como creían”.

Así  observaremos muy pronto un epílogo que ojalá sea alentador  y todo el pasado de  sangre y resistencia en Afganistán  dejen en la historia a invasores de toda laya, los colonizadores e imperialistas que  recurrieron al Gran Juego para controlar este país estratégico desde un punto de vista militar. La mayoría de los señores de la guerra y los jefes tribales afganos que solo fueron  simples títeres, ahora tienen la oportunidad de no serlo.

La ofensiva criminal de EE.UU. y la OTAN  se hizo regional con la primavera árabe, la invasión a Irak, Libia, Siria y el acoso a Siria, la fobia  contra Al  Qaeda y los talibanes convocaba cada día  a venganza y sangre.


*Tomás Rodríguez León, máster en gerencia de salud pública, especialista en salud y educación; magíster en epidemiología. Docente universitario.

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