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CARTA ABIERTA A EX ASAMBLEÍSTAS CONSTITUYENTES DE ALIANZA PAÍS. por Fernando Vega, Gustavo Darquea, Alberto Acosta.

 27 de junio de 2014
Quito, Guayaquil y Cuenca
Ex asambleístas constituyentes de Alianza País:
 
El cruce epistolar constituye una forma de debate plural y es también una buena fuente para la investigación de la historia. Por lo mismo, este intercambio de cartas, podrá resultar interesante para quienes, en el futuro puedan contar con pronunciamientos públicos que dejen claras las posturas del presente. Una vez que la propaganda del poder baje su tono y los hechos se juzguen con la adecuada perspectiva y serenidad, el tiempo y los acontecimientos surgidos de nuestras decisiones darán la razón a quien la tenga. Pero sobre todo, con estas reflexiones queremos sensibilizar y concienciar a la sociedad sobre las amenazas que representan para la vida democrática del Ecuador la reelección indefinida y otras reformas constitucionales que se están preparando. Esto es lo fundamental, más allá de cualquier otra explicación.
 
Lo primero que hay que decir sobre la carta pública a Alberto Acosta, sin fecha, firmada por treintaicinco ex asambleístas constituyentes de Alianza País, en relación a su primer párrafo, en donde dicen que nuestra misiva podría haber sido firmada por una serie de personajes e instituciones identificadas con una postura de la derecha política, es que manifiesta una vieja forma de hacer política. Pero su descalificación argumenta a nuestro favor, la tesis de “la reelección indefinida para todas las autoridades de elección popular” pretende ser el nuevo dogma de fe de la ahora mal llamada “revolución ciudadana” y cualquier otra opinión en contra seguramente será perseguida y proscrita, como ocurre con formas de poder que demonizan al pensamiento crítico, algo propio de gobiernos totalitarios.
 
El tema medular no es la alternabilidad, que se ridiculiza, sino su contrario: la reelección indefinida para todas las dignidades de elección popular. Abundando en el tema, en nuestra carta no hemos mencionado para nada ni hemos avalado bipartidismos, ni estadounidense, ni español. Sin embargo, los ex constituyentes en mención colocan en nuestras palabras argumentos que no hemos utilizado para pretender rebatirnos. Este proceder demuestra una inconsecuencia.
 
Más adelante la carta, como ya es habitual en los razonamientos de algunos voceros de Alianza País, pretende invalidar nuestra oposición a la reelección indefinida aduciendo argumentos totalmente externos a la discusión como es el caso de apelar a los resultados electorales del año 2013. Al parecer el hecho de que Alberto Acosta recibiera una limitada cantidad de votos en aquellas elecciones, anularía nuestra tesis en contra de la reelección indefinida. Seguro olvidan que el revés electoral de Alianza País en febrero de 2014 fue el punto de partida para sugerir la reelección.
 
Pero no podemos dejar de rechazar la calumnia al imputar al entonces presidente de la Asamblea Constituyente, Alberto Acosta, uno de los firmantes de nuestra misiva, cuando se le endilga haber acordado con la derecha la ampliación del plazo del debate en Montecristi. Es lamentable que treintaicinco ex asambleístas de PAIS hayan firmado sobre semejante mentira.
 
Por esa razón hoy cobran nuevamente fuerza las palabras de Alberto Acosta, cuando renunció hace seis años a la Presidencia de la Asamblea, para continuar luchando por la Constitución: “Siento que el ejercicio de la autoridad, responsable con quienes le designan, respetuosa del mandato encomendado, ennoblece. Lo contrario, el ejercicio del poder por el poder, embrutece. Y ese riesgo no me corro, prefiero seguir siendo fiel a mis principios, aun cuando mi renuncia no sea adecuadamente comprendida”. Solo cuando los principios están por encima de las conveniencias y los oportunismos personales se pueden comprender estas decisiones, lo que está muy lejos de la capacidad de quienes un día defienden una cosa y al siguiente, lo contrario.
 
En lo de fondo, en lo que tiene que ver con los cambios propuestos, los actuales asambleístas, pretenden transformarse en una legislatura-constituyente indefinida para continuar reformando y enmendando la Carta Magna a la medida de las necesidades e intereses de ciertos grupos económicos y del caudillismo que nos gobierna, tal como se acostumbraba en la época de la partidocracia. Y para lograrlo cuentan con el contubernio de una Corte Constitucional, que hace honor a instituciones “gelatinosas” al servicio de cualquier interés y que no ha cumplido ni cumple con su tarea de velar por la vigencia plena de la Constitución.
 
Nuestros contradictores perciben en nuestro escrito un “dejo aristocrático de salvadores que desconfían en la capacidad democrática del pueblo”. Que sepamos, tanto en Ecuador, como en cualquier parte del mundo, las aristocracias se han construido precisamente por largas permanencias de ciertos gobernantes, que producen el milagro de que pequeños grupos concentren el poder y que sus patrimonios se engorden a costa del pueblo.
 
Estamos de acuerdo con que la Constitución es un “instrumento dinámico”, que puede ser mejorado pero partiendo de dos de sus conquistas principales: el Sumak Kawsay o Buen Vivir y el Estado Plurinacional, respecto de los cuales hasta el día de hoy no se dan pasos prácticos, concretos y efectivos por parte del Gobierno de Alianza País. No defendemos la Constitución por la Constitución; la defendemos en su sentido original, cuyo núcleo fundamental se viene pervirtiendo desde los días posteriores a su aprobación como ocurrió con la metamorfosis del Tribunal Constitucional en Corte Constitucional de Transición sin mandato constitucional alguno, la aprobación de la ley de minería sin consulta prelegislativa, “la metida de mano a la justicia” impidiendo tener por primera vez en la historia del país una función judicial independiente y autónoma, las triquiñuelas de la Corte Constitucional y del Consejo Electoral para escamotear el derecho a una consulta solicitada por los Yasunidos, y ahora la pretensión de enmienda constitucional vía Asamblea para instaurar la reelección indefinida, así como privar de sus competencias a los gobiernos autónomos descentralizados en la línea concentradora de poder del Ejecutivo, entre otros puntos que los iremos analizando oportunamente.
 
Lo descrito no perfecciona la Constitución ni fortalece la institucionalidad democrática. Este manoseo adapta la institucionalidad, no a las necesidades del pueblo, sino a los intereses y conveniencias del Gobierno y de poderosos grupos económicos claramente identificados, que quieren lucrar del poder desaforado. Si se quiere profundizar la democracia, como declaran nuestros ex compañeros de Alianza País nada mejor que permitir que el pueblo se pronuncie en un referendo sobre la reelección indefinida y sobre las otras propuestas de reformas constitucionales que se están cocinando a sus espaldas.
 
Debemos recordar los ideales que nos llevaron a la Constituyente. Lo dijimos con claridad en el Plan de Gobierno de Alianza País, escrito por muchos de nosotros en el año 2006: “No proponemos seguir a líderes mesiánicos. La construcción de un nuevo país no implica crear un nuevo régimen de dominación”. Decíamos también que queríamos “diseñar nuestros propios programas de vida sin atenernos a mensajes y normas emanadas de alguien que pretender asumir el papel de un iluminado; no creemos en liderazgos individuales que conduzcan a la constitución de estructuras verticales y caudillescas, sino en liderazgos colectivos sustentados en la autocrítica, en la toma colectiva de decisiones, en el respeto a otras opiniones y en la humildad”.
 
A los ex asambleístas constituyentes de Alianza País, que firman la carta distribuida el día 20 de junio, se les invita a recordar esos principios básicos, así como a releer las actas de los debates constituyentes en el pleno y también en las mesas en donde se debatió este asunto, para comprender los argumentos esgrimidos con el fin de impedir el “absurdo” de la reelección indefinida, como decía en ese entonces el Presidente de la República, quien ahora, ante las ambiciones coyunturales, niega paladinamente su anterior posición.
 
Recordemos la categórica posición de Rolando Panchana, a modo de ejemplo, de lo que aseveramos: “Yo me pronuncio categóricamente: Sí, señor, una sola vez (a la reelección). No más perpetuidad en el poder, auspiciada desde los partidos políticos”. Más aún les invitamos a leer las observaciones a los textos de la Mesa 3 de Estructura del Estado presentadas el 15 de mayo de 2008, con la firma de los constituyentes Virgilio Hernández, Beatriz Tola, Marisol Peñafiel, Linda Machuca, Alexandra Ocles, Pedro de la Cruz, Amanda Arboleda, María Paula Romo, Norman Wray, Tania Hermida y María José de Luca, miembros de la Mesa 2, en el que podemos leer el texto siguiente: “De acuerdo con el principio de reelección por una sola vez, sin embargo, es necesario recalcar y asegurar que dicho principio debe ser igual para todos los cargos de elección popular. Se debe incluir también la prohibición expresa de la reelección indefinida”. Lo recordamos por si hayan perdido la memoria, y para dejar retratada la inconsecuencia histórica hoy reiterada en la mencionada carta por los ex constituyentes. ¿Tanta doblez será parte de su incondicionalidad al caudillo? Nos preguntamos.
 
Pero como dicen los ex asambleístas constituyentes, que ahora siguen siendo asambleístas, tenemos un año para pensar y debatir, esperamos seguir haciéndolo con todo derecho y libertad, con apertura y sin calumnias. Y en ese empeño nosotros seguiremos defendiendo los principios fundamentales de la Constitución de Montecristi, cuyo cumplimiento posibilitaría poner en marcha una transformación radical, es decir una verdadera democracia de la mano de una sociedad que limite los excesos del poder, porque le serán incómodos mientras más se fortalece.
 
Es a eso a lo que apelamos ciudadanas y ciudadanos ecuatorianos.
 
Fernando Vega, Gustavo Darquea, Alberto Acosta.
 
 
 
lalineadefuego
lalineadefuego
PENSAMIENTO CRÍTICO
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1 COMENTARIO

  1. Felicitar y apoyar el trabajo permanente en especial de Alberto Acosta en favor de un país democrático, y al que nos unimos incondicionalmente, tenemos que hacerlo por deber y derecho.

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