Los pueblos indígenas están amenazados: la población disminuye, las lenguas se debilitan, las culturas son asediadas, los territorios invadidos, los símbolos usurpados. Sin embargo, ¿se puede imaginar una América Latina sin indígenas? ¿Cómo sería América Latina sin las melodías de sus antiguos cantos sagrados? ¿Sin su refinado gusto artístico? ¿Sin su visión poética del mundo? ¿Sin el destello de esperanza que hay en las comunidades? Sería una América Latina mutilada, falta de singularidad histórica. Frente a esta situación, los líderes políticos de los distintos estados aseguran que las cosas avanzan, que el producto interno bruto crece, que se construyen escuelas del milenio y kilómetros más kilómetros de carreteras.
Entre tanto, los indígenas buscan sus propios caminos para no dejarse atrapar por la avalancha de la modernidad desenfrenada. En México, Bolivia y Ecuador proponen la creación de estados plurinacionales, pero tienen que enfrentar la oposición de los gobiernos.
1995: el gobierno mexicano suscribe junto con el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional un acuerdo mediante el cual el primero se compromete a cambiar la Constitución y a otorgar derechos, justicia e igualdad a los pueblos indígenas. Sin embargo, el régimen no respetó lo convenido. El pasado 21 de diciembre, fecha símbolo del calendario maya, cuarenta mil indígenas salieron de sus comunidades en una marcha silenciosa pero que retumbó en todo el mundo, para mandar un mensaje de perseverancia: no se ha bajado la guardia, la lucha continúa.
En Bolivia, la Confederación de Pueblos Indígenas y el Consejo Nacional de Ayllus y Markas se han unido para protestar contra el gobierno de Evo Morales, que no ha cumplido las decisiones tomadas conjuntamente con las organizaciones indígenas. Álvaro García Linera, vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, el 2011, tuvo que reconocer que “hay una contradicción entre el Estado como máquina de centralizar decisiones y los movimientos sociales como máquina de descentralizarlas y democratizarlas.” Queda claro que en Bolivia el estado plurinacional sigue siendo solo un proyecto.
El movimiento indígena y la Conaie, su representante, con el apoyo del Ministerio de Educación, habían logrado en 1988 establecer la Dirección de Educación Intercultural Bilingüe, espacio autonómico que mostró la manera de alcanzar paulatinamente la expresión creativa de las organizaciones indígenas. Cuando se consiguió, en la Constituyente de Montecristi, incluir en el texto la declaración del Ecuador como estado plurinacional, se pensó que los indígenas iban a tener oportunidades reales de emancipación política, pero el gobierno de Correa echó por tierra lo resuelto y, para peor, encadenó la Educación Bilingüe al poder estatal, privándola de su perspectiva revolucionaria. Con camisas presidenciales y blusas ministeriales, bordadas al estilo otavaleño, unos cuantos funcionarios indígenas en el gobierno, y unas pocas expresiones balbuceadas en quichua no se hace el estado plurinacional.
Construir el Estado nacional implica incluir como ecuatorianos a los indígenas con sus propias culturas. Hay una política nacional estatal que homogeneiza a todos y todas bajo el nombre de ecuatorianos, una política educativa estatal . Los indígenas viven una fuerte aculturación, la migración es una de sus causas, por ello no se puede imputar totalmente al gobierno esta situacion
He compartido toda mi vida con grupos y personas que guardan los rasgos físicos de los antiguos habitantes de los Andes. He dedicado 25 años al estudio y compenetración (interiorización transpersonal) de las culturas ancestrales andinas, y estoy convencido que ser y estar indígena no tiene que ver con una forma física sino principalmente con una condición espiritual, mental y emocional. De ahí que la forma física o color de piel de alguien, no determina una condición por sí mismo. En realidad, el color de la piel es simplemente más o menos cantidad de melanina, y eso no necesariamente determina la existencia de una raza, cultura, o condición especial. Recordemos que solo existe la raza humana, como lo ha demostrado el genoma humano.
Ser y estar indígena es un estado de conciencia o de estar en la vida, enmarcado dentro de un cosmocimiento que mira a la vida en forma transversal, vital e integral. Como era la cultura milenaria andina o tawantisuyana, y en general todas las culturas solares y lunares del mundo entero -sin excepción alguna-, hasta su reducción, especialización y domesticación. Proceso que se diera en un período de alrededor de 4000 años, a través de sucesivas invasiones y guerras de conquista, dominación e imposición civilizatoria monarquiteista (monarquía monoteísta).
El propósito fundamental del proyecto civilizatorio era terminar con los indígenas de todo el mundo, empezando por los indígenas europeos, para que a su vez ellos, lo hagan con los “indígenas salvajes” del resto del mundo. Proceso que se denominó de extirpación de idolatrías, y de evangelización y culturización de los paganos (civilizamiento). Logrando -a estos momentos- adoctrinar a casi la totalidad de la población mundial.
INDIGENAS EXTIRPADOS
En este sentido, no es extraño de que hayan habido y de que existan actualmente muchos personajes con rasgos físicos de los antiguos habitantes de Amaruka o Atlántida (nombres antiguos de América), pero que su corazón, su mente y su espíritu ya no es indígena (indio, originario, nativo, aborigen, ancestral, arcaico, natural) sino monarquiteista (contranatura y contracultura) a diferentes niveles, grados y variables.
Por lo tanto, no debería extrañarnos que ciertos personajes insertados en movimientos que reivindican lo indígena, pero que tan solo lo utilizan como un instrumento o un pretexto para sus intereses reduccionistas personales, desde el otro lado de lo mismo. Se aprovechan de una cierta expresión física para asumirse defensores de una cultura, cuando en muchos casos lo que hay es un racismo encubierto e incluso en ciertos de ellos una vergüenza por tener cierta presentación física.
En el caso del Ecuador, uno de los ejemplos más claros es la FEINE (Federación de Indios Evangélicos). Nombre que ya de entrada resulta un absurdo o una aberración al mezclar lo indio con evangélico, pues al calificarse así ya están rechazando y menospreciando a la espiritualidad indígena de los Andes. Lo indio está enmarcado dentro de cierta estructura de principios, códigos y formaciones. Como de igual manera lo evangélico que está encuadrado dentro de otro paradigma, siendo ambos no complementarios, tanto en el fondo como en la forma. Si fueran prototipos similares se podrían asimilar uno al otro, pero al no ser complementarios se anulan mutuamente.
El evangelismo ha guardado (y guarda) una composición que al momento de extenderse -con la cruz y la espada- por el mundo, simplemente fue añadiendo elementos formales nuevos, pero en la esencia guardando su raíz configuradora y sostenedora. Lo indio al mantener un contacto con alguna otra expresión hacía lo mismo, integrando ciertas particularidades pero su matriz fundacional y estructural seguía siendo la misma. Y esto lo podríamos aplicar a cualquier tipo de expresión (arte, ciencia, espiritualidad) y situación (economía, política, militar), que pudiera sucederse en toda manifestación en cualquier lugar del mundo.
Pero cuando se produce un proceso violento y transgresor, como por ejemplo, en el caso de la imposición y deslegitimación contra lo indio por parte de la conquista evangelizadora civilizatoria, se llega a la modificación y reajuste de lo primigenio hasta traspasarlo hacia lo impuesto. Proceso paulatino que en el caso de los indios americanos o atlántidos se lo realizó en un período de 500 años (1000 años en el caso de los indígenas europeos). Siendo los indios urbanizados (civilizados) los primeros que adquirieron las categorías de los evangelizadores. Por lo que lo indio fue quedando paulatinamente solo en lo físico y en ciertas expresiones folclóricas, con lo que ya no es un hombre indio en esencia sino un hombre evangelizado y adoctrinado a los nuevos parámetros, pero con piel de indígena andino.
El proceso de transición es durísimo para los desterrados en su propia tierra, especialmente a nivel psicológico y espiritual, dándose expresiones de suicidio, alcoholismo, pobreza económica, etc., como ha sido (y sigue siendo) el caso de muchos indígenas en el mundo entero. Personajes que viven entre el uno y el otro lado, que no saben desde que elementos manejarse, o que actúan a ciertos momentos dentro de uno u otro, lo que les ocasiona un gran conflicto interior. Proceso doloroso al que en forma simplona ciertos antropólogos llaman mestizaje, cuando es el acto de indefinición o proceso de reconducción hacia otra estructura. Y el concepto de mestizaje, como la forma de convencimiento de la supuesta mezcla, cuando realmente es el acto de asimilación sutil por el otro modelo, a pretexto de “incorporación a los beneficios del desarrollo y de la modernidad”.
Actualmente, hay ciertos grupos que todavía logran conservar y desovillar su modo de estar en la vida sin dejarse avasallar, aunque utilizan ciertos elementos formales del otro lado. Pero también hay aquellos grupos (mal llamados no contactados) que prefieren no mantener ningún tipo de acercamiento porque puede significar un instrumento o un peligro de extirpación de su raíz primordial. Tal como ha sido la experiencia de los otros hermanos indígenas que han sucumbido a los cantos de sirena de los evangelizadores, a pretexto de “salvación de las almas perdidas”.
Proceso similar que se diera en la propia Europa (y en todo el mundo) donde los indígenas europeos fueran exterminados por el evangelismo romano, y en donde prácticamente casi ha desaparecido el celtismo indígena. Y hoy después de 2000 años de evangelización monoteísta son la manifestación clara del otro sistema. El cual está manejado por elementos axiológicos, epistemológicos, y ontológicos de patrones racionalistas, mecanicistas, materialistas y reductivistas. En visión no complementaria con la otra matriz -que a su vez- tiene un carácter vitalista, integrativo, recíproco, relacional.
LOS CIVILIZADOS
Recuerdo que en una ocasión llevé a unos amigos franceses, (a quienes podría calificar de indígenas europeos porque han rescatando su espíritu celta), hasta una comunidad asentada en las faldas del Chimborazo para que aprendan y conozcan más de la tradición andina. Mientras yo les explicaba sobre espiritualidad andina y nos aprestábamos a hacer un ritual ancestral, se me acercó un hombre de rasgos físicos andinos para solicitarme que le diera un espacio para hablarles sobre la religión evangélica. Me indigné y le respondí: “Ellos han hecho un viaje tan largo para aprender la espiritualidad de nuestros abuelos, la espiritualidad propia y originaria de estas tierras, no aquella impuesta por los colonizadores. Ellos vienen desde la Europa colonial a hacer un reconocimiento y brindar su respeto a nuestras tradiciones ancestrales. Si usted les puede enseñar algo en ese sentido, le puedo dar un tiempo.” El hombre solo agachó la cabeza y se fue.
A estas alturas de la vida, ya deberíamos aprender a mirar más allá del color de la piel para no caer en la trampa de la expresión física y poder mirar al fondo, y así no quedarse en superficialidades a todo nivel. Caso contrario es seguir con la imposición colonizadora que nos hace mirar y actuar segregadamente de acuerdo a la manifestación corporal de cada ser humano (incluidos los “discapacitados”). Todo lo cual denota un racismo y una superficialidad enfermiza (complejo de superioridad). ¿Cuántos son los que se han sanado del racismo o de la corporalidad, y no miran prejuiciosamente a los seres humanos por su color de piel o por su presentación física?
Ni las mismas organizaciones indígenas se han librado de aquello, hay en el fondo una otra forma de racismo solapado o un resentimiento –que es lo mismo-. Habría que preguntar: ¿Cuántos de los líderes indígenas conocen de cosmovisión andina? ¿Cuántos se manejan por los principios, fundamentos y valores indígenas de complementariedad, reciprocidad, estabilidad, ciclicidad, etc. en su vida privada y política? ¿Cuántos viven como indígenas dentro de una arquitectura y filosofía andina? ¿Cuántos envían a sus hijos a formarse dentro de los conocimientos occidentales, e igual -o más- en los cosmocimientos andinos? ¿Cuántos han retomado la vestimenta indígena originaria o han inventado una nueva?, que no es el poncho ni la alpargata de origen español, que les fuera impuesto por la Corona para despersonalizarlos. Y por otro lado, para poder controlarles de mejor manera, les uniformaron dentro de ciertos colores para identificarlos a cuales haciendas correspondían y así tratar de evitar que fugasen.
Incluso hay algunos dirigentes que se han visto obligados a aprender el Kichwa para poder decir que eran indígenas o para poder comunicarse con algunas comunidades y ciertas cosmunidades. Es más, se ha dado el caso de que ciertos “mishus” (mezclado en kichwa), como yo -que me califican así- cuando soy más indígena andino que muchos de ellos, hemos ido formando y capacitando a muchos dentro de la cosmoconciencia andina.
Entonces, ya es hora de sincerarnos por todos los sectores y de quitarnos las caretas que nos ha puesto la vida para mirarnos realmente quienes somos: monarquiteistas o indígenas. Quizás todos deberíamos responder a la pregunta: ¿Qué es ser y estar indígena? Empezando por la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), para que no siga cayendo en la misma trampa del color de la piel al identificar lo indígena. O al menos contesten esa pregunta para que tengan bien claro qué es lo indígena, pues de lo que se les escucha o se les ha conocido, se enmarcan principalmente en la apariencia física.
Para que quizás de esta manera la CONAIE no siga siendo aprovechada ni manipulada tanto por los de un color y los de otro color. Para que sepa acoger a sus miembros, no porque parezcan indígenas por su forma física sino porque su corazón y su conciencia son indígenas. Para que no pase que gente de color europeo insertos en el movimiento les traicionen y luego califiquen a todos aquellos de ese color, diciendo que el problema es porque ellos son mestizos, como que fuera posible mezclar el agua (indígena) con el aceite (monarquiteismo). Cuando el asunto es de matriz, es de conciencia, y no de color o de razas (que no existen). Es hora que con todas esas experiencias rebasen la envoltura física de cada ser humano y puedan mirar la conciencia del ser. Este es el momento, para que tanto los unos y los otros sanen sus racismos abiertos y encubiertos.
En este sentido, no es remedio el expulsar a algunos de color indio o europeo o intermedio de sus organizaciones, sino de también mirar casa adentro y ver qué está pasando para que suceda todo aquello. Analizar cuál es el asunto central, y no creer que es una simple traición racial sino que como organización algo falla -y más que todo algo está pasando en las comunidades-. Todo lo cual no es cuestión solo de color de piel sino de color de conciencia. ¿O acaso se ha visto que las personas del mismo color de piel piensan igual?
Es el momento en que debe haber un “baño de verdad” para limpiar todas esas deformaciones coloniales, si realmente el movimiento indígena quiere convertirse en una fuerza de conciencia o quiere aspirar algún día a gobernar el Ecuador (y así en el mundo entero). Caso contrario nunca lo llegarán, o si llegan, será como el caso de Evo Morales en Bolivia, a quien se ha calificado como el primer presidente indígena de América, cuando en el fondo su conciencia es socialista del siglo XXI y no del Suma Qamaña.
Lo único que estamos viendo es que el suma qamaña y/o sumak Kawsay, solo es un acto folclórico de ese gobierno que viene cometiendo cantidad de “evadas”, al igual que las correadas, ortegadas y chavezadas que vienen haciendo los socialistas del siglo XXI en diferentes lugares, y a eso le llaman Buen Vivir o Vivir Bien. “Revoluciones” o contrarevoluciones que se están convirtiendo en un nuevo chasco, como fueran las experiencias libertarias, emancipatorias y guerrilleras que hemos vivido en estos 500 años, y en la que todo sigue igual -o más bien dicho- peor.
En realidad, actualmente se está produciendo la conquista de Amaruka o Atlántida (América). Hace 500 años fue solo la invasión, en la cual pese a todo se mantuvo la cultura ancestral durante todo este tiempo. Pero a este momento, ya muchos están civilizados, catequizados, adoctrinados, alfabetizados, dogmatizados, desarrollados… (monarquiteistas) para convertirse en nuevos artífices del “progreso”, es decir, de la destrucción de la Madre Tierra a pretexto de “salir de la pobreza”. Algunos ya están PHDs para transformarse en nuevos ricos consumidores en medio de una naturaleza cada vez más pobre, y a eso le llaman primer mundo, evolución, cambio.
A este punto, bien vale llamar a que cada ser humano renazca o despierte al verdadero indígena o indio que vive en cada uno. Que es aquel ser humano equilibrado y armónico, estable y complementario, simbiótico y sinérgico, en otras palabras, el “naturalito” como decían los conquistadores, o más claramente el salvaje. Es decir, remover y alumbrar al individuo pleno y sabio que convive en la profundidad de la naturaleza sagrada, y no aquel que vive en la banalidad y la frivolidad del claustro moderno, llamado civilización.
Ya es suficiente de mentiras, engaños e hipocresías. Dicen los sabios indígenas que estamos viviendo el tiempo del renacimiento del indígena compenetrado con su madre la tierra y su padre el sol, del ser sabio que camina bellamente por la vida, aquel que marcha fusionado en la conciencia total.
Aquí estamos nuevamente. Hemos regresado otra vez los indígenas cósmicos, los hombres y mujeres de corazón.
Atawallpa Oviedo Freire
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