Diego Armando Maradona ha muerto. Argentina y el mundo le lloran y le rinden homenaje. Hasta los más incrédulos, hasta sus detractores, hasta sus enemigos, se han inclinado ante su memoria. ¿Por qué? ¿Qué ocultos designios giraban alrededor del más mortal de los mortales?
Era un dios pagano del fútbol, un dios trágico, caído, que fue convertido en hombre como castigo por haber robado la alegría de los dioses para traérsela a los humanos.
Como los dioses trágicos, era una leyenda desde que aprendió a hacer malabares con un balón de fútbol.
Como los dioses trágicos, ganó y perdió en las batallas del fútbol y de la vida. Rompió todas las reglas y las volvió a crear a su medida.
Como los dioses trágicos, hizo del fútbol una inconmensurable donación de sí mismo.
Como los dioses trágicos, se involucró con el mundo de los humanos y se hundió en océanos de excesos y desvaríos.
Como los dioses trágicos, le dio a la gente felicidad y sufrimiento, magia y poesía, momentos sublimes y dolorosas decadencias.
Como los dioses trágicos, devoró a otros dioses y reinó desde antes de morir en el panteón mundial del fútbol.
Como los dioses trágicos, era arte, pasión, entrega, desafío.
Como los dioses trágicos, nos ofreció su soberbia y su descaro, sus habilidades infinitas con el balón y sus desencuentros con los poderosos.
Como los dioses trágicos, murió y resucitó varias veces, e inspiró una religión: la religión maradoniana.
Como los dioses trágicos, ascendió a la gloria desde los infiernos y reivindicó en las canchas de fútbol a quienes no tenían quién los represente.
Como los dioses trágicos, convirtió el futbol en redención simbólica de pobres, locos, marginales y olvidados.
Como los dioses trágicos, transformó el fútbol en re-dignificación de los derrotados en la guerra.
Como los dioses trágicos, su fuerza, habilidad y convicciones miraron hacia la izquierda. Siempre.
Hoy se ha ido, como los dioses trágicos, a descansar en el reino de su poder y tragedia.
Gracias, Diego, por la pasión y el coraje que derrochaste, por el desbordamiento con el que construiste tu vida en las canchas y fuera de ellas.
Gracias por la belleza y significación de tu fútbol.
Hasta siempre, Maradona.
*Samuel Guerra Bravo es investigador independiente. Ha sido profesor en la Escuela de Filosofía de la PUCE. Autor de libros y artículos de su especialidad.