Muero, qué feo llegar a viejo para algunitos. Dios no quiera y el diablo no permita que una, ya abuela, y a estas alturas de la vida, vaya dando vergüenza con los que medio le conocen. Yo, que tengo la misma edad que Don Diego Oquendo, les tengo dicho a los verdugos de mis hijos: si ven que desvarío constantemente, si quedo en ridículo tres veces por semana y antes que cante el gallo; por dios, ya no me dejen hablar cualquier cosa, quítenme la computadora, bloquéenme el facebook y el twitter. Hay que envejecer con dignidad.
Pero al parecer, cierto comunicador social, ni cuenta se dan que la chochez les cosquillea el ombligo. Para muestra un botón: ahí está Don Oquendo, mamitico. Desde hace rato opina con la arruga catorce del supracirial derecho. ¡Qué horror, ahora dice barbaridades sin despeinarse! Una que siempre le escuchaba en sus entrevistas, que hasta quería un autógrafo antes de que la huesuda le haga striptease en la alcoba; ahura mejor cambio de emisora.
Vea Don Dieguito, ¿desde cuándo acá un periodista hecho y derecho le rinde pleitesía al poder? Usted que siempre les ha dicho sus largas y cortas a todo gobierno, ¿qué le pasó con este mamotreto de carne y hueso que firma como Presidente? Hasta ahora me cuesta creer que defienda a este grupo de maleantes que nos gobiernan. ¿Es la vejez, no cierto? ¿Se escuchó lo que dijo el otro día? Le recuerdo, algo así más o menos:
“¿Para qué van a protestar por las medidas económicas, por los miles de despidos, por la nueva ley de la esclavitud? Que esas prácticas nocivas son de los sesenta. Que la izquierda ya tuvo su oportunidad…”
¡Diosito!, no es por nada, pero ese rato, -no me va a creer-, le lancé el jarro de café a la radio, apuntando a su dial. ¿Acaso ese Correa –el que nos dejó endosando este tipejo- era de izquierda? No me haga reír vea, mayorcito.
¿O sea que la gente debe dejarse pisotear después de que le jodieron el futuro de su familia, después que se limpiaron con sus derechos adquiridos por largos años de sangre, sudor y lágrimas? Nunca creí que un periodista de su trayectoria terminaría por cambiarle el pañal al poder. Nunca. Pero así estamos. Algunos periodistas se han dedicado a pasarle la lengua a los poderosos desde la corbata hasta las medias, pasando por las posaderas de la banca y el gran empresariado.
¿O empujarle la silla de ruedas mientras le dice mimos es por la chambita que -dicen- le dieron a su hijito, el Bernardito, como segundo Secretario de la Embajada de Ecuador en Canadá? ¿Será? No creo que haya caído tan bajo; debe ser una feliz coincidencia. Las ventajas de ser un Oquendo. ¡Qué bellos!
Ya pues Diego Jr. Ya pues Michelle, ya quítenle el micrófono al papá. Sean responsables y hagan que la gente le recuerde de otra forma. Que se jubile ¡pero ya! Que vaya a jugar con los nietos y que por las noches escriba poesía. Salven a su padre de la vergüenza familiar. ¡Con toda la cordialidad, Buenos días!
Su ex seguidora, que ya se jubiló antes que usted.
“¿O sea que la gente debe dejarse pisotear después de que le jodieron el futuro de su familia, después que se limpiaron con sus derechos adquiridos por largos años de sangre, sudor y lágrimas?”