Nos estamos acostumbrando a la sistemática y cotidiana muerte provocada por la violencia del Estado o por la violencia contra el ciudadano, esta banalización se está interiorizando en la conciencia colectiva, como conciencia pasiva que lo justifica o lo asume todo; asume hasta lo inverosímil –con susto– y si no es así, lo admite con buena dosis de indiferencia.
Los dispositivos que vuelven trivial el acto de morir asesinado están presentes en el imperativo del cuerpo, por acción de una ideología promovida directa o indirectamente a través de los medios de comunicación que hacen noticia de prácticas de terror en todos los entornos. Se asesinan entre presos, hoy llamados graciosamente privados de libertad. ¿Dónde hay libertad? Y se exponen en la TV y en las “redes sociales”, muestran el juego de pelota con las cabezas degolladas, se contabiliza a las mujeres asesinadas hasta por los administradores de justicia; se narran las historias de niños con la más prematura de las muertes que es el asesinato. A eso le llamamos noticia.
Trivialización cruel que nos está llevando a la indiferencia ante el dolor de los “otros”, indiferencia con ingredientes de imágenes saturadas de destrucción genocida. ¡Maldito hábito de consumo de rutina diaria! Hasta los noticieros serios ya siguen el ejemplo de diario Extra con sus páginas de sangre en crónica roja. Las imágenes de sufrimiento pasaron de las telenovelas a hechos de la vida real y mejor aún si se exponen en vivo y en directo. Toda una característica metodológica que construye mecanismos de un nuevo mercado que se instala en la subjetividad del colectiva, ávida de un consumo espectacular.
La narcomúsica, las narconovelas con la Reina del Sur a la cabeza, la brutalidad hasta enternecida de la policía de Chicago, completan el cuadro bien elaborado que crea una hegemonía violenta distractiva/destructiva, ajena a los bajos salarios, los desalojos, la vida costosa para los pobres y los “emprendedores” de venta callejera que emprenden su huida ante la presencia de los violentos policías municipales.
Los televidentes incorporados a un nuevo sentido simbólico deconstruyen el orden ético preexistente que delimitaba el bien del mal a la forma de la vieja cristiandad. Hoy, se exponen sicarios jóvenes devotos a la virgen, a los cuales un periodista les pregunta si no han leído el “No matarás” como mandamiento y los jóvenes sicarios responden que también las escrituras dicen: “Comerás el pan con el sudor de la frente”.
Narrativa de verosimilitud, sociología del lenguaje cruel con sentido simbólico que sucede con relatos, sonidos y silencios donde una imagen es mejor que mil palabras enredadas en entornos que banalizan el mal más radical con la representación de los crímenes actuados. Los pervertidos o sádicos son parte de la noticia terrible y terrorífica, la notica normal, la del día a día.
El mal radical dejó de ser un pecado original, es ya la manera histórica y política “cristalizada” que reduce la vida a una condición superflua y hace de la cotidianidad una sobrevivencia, donde los que no mueren ven destruir sin escrúpulos una parte de la existencia que se vuelve más ajena que nunca.
Cuando el horror hace acto de presencia, los ciudadanos debemos rechazar la contemplación y repudiar los nuevos campos de concentración y de extermino. No es posible que las ciudadelas cerradas sean garantías de seguridad y la ciudad se multiplique con guetos y toques de queda autoimpuesto por el poder del miedo donde las casas, el pronto refugio, sean otra fuente de neurosis y donde la convivencia comunitaria se ausenta
Esta realidad, nueva banalidad del mal, asfixia la libertad aun en escenarios liberales, nos impone un poder totalitario-terrorista que intenta conformarnos como sujetos incapaces de pensar sobre el sentido moral de convivir en paz, es núcleo perverso de ideología dominante.
Ideología dominante y perversa donde morir deja de ser un acto heroico y matar un ejercicio de progreso, porque como Camilo Torres lo señaló: “La violencia abrió canales de ascenso social. Los jóvenes llaman naciones a sus barrios y para matar contratados como sicarios se sienten soldados con “harta demencia”.
“El bien es lento porque va cuesta arriba. El mal es rápido porque va cuesta abajo.”
–AleJandro Dumas
*Tomás Rodríguez León, magíster en Gerencia de Centros y Servicio de Salud Pública por la Universidad Autónoma de Barcelona; magíster en Epidemiología 2002. Ha sido docente en la Universidad de Guayaquil, consultor de la OPS y OMS, sobre la Caracterización de la epidemia de VIH en Guayaquil. Epidemiólogo en diferentes casas de salud en Guayaquil.
Donde esta la violencia del estado? Ud. no la describe, solo describe la violencia de los delincuentes que estan aliados con funcionarios del estado; eso no lo describe Ud. pero esta claro.