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viernes, mayo 3, 2024

Filosofías vs. Autoayudas

Por Samuel Guerra Bravo*

¿Qué pueden enseñarnos las sabidurías antiguas, hoy? Esta humilde pregunta puede ser evocada tanto desde el más genuino interés por el pensamiento antiguo, como desde los más oscuros intereses del mercado capitalista. 

 

En los últimos años hemos asistido a una suerte de actualización o modernización del pensamiento de algunas de las más famosas escuelas filosóficas de la antigua Grecia, lo cual puede verse en libros como: Filosofía para la felicidad. Epicuro (García Gual y otros, 2013); Manual para la vida feliz. Epicteto (Hadot, 2015); Cómo ser un estoico. Utilizar la filosofía antigua para vivir una vida moderna (Pigliucci, 2018); Cómo ser un epicúreo. Una filosofía para la vida moderna (Wilson, 2020)[1]. Esto por una parte[2].

Por otra parte, si vamos a las librerías, encontraremos títulos que a veces recogen ideas de las filosofías antiguas con la finalidad de mejorar la vida, alcanzar la felicidad o ser exitoso, mediante mecanismos como aumentar la autoestima, establecer metas, dejar de posponer, cambiar de hábitos y valores, eliminar el autosabotaje, dejar de sentirse culpable, tomar la libertad en las propias manos, superar el fracaso, ser el agente del propio desarrollo, etc. Este tipo de libros constituyen la llamada sección de Autoayuda que ocupa varios estantes en las librerías mejor estructuradas. 

Durante un tiempo, las secciones de Filosofía y Autoayuda se mantuvieron separadas, pero últimamente se les ha dado por colocar algunos libros de Autoayuda en la sección de Filosofía, de tal manera que el lector poco avisado ya no sabe qué es qué. El objetivo de este artículo es hilvanar un conjunto de reflexiones que pretenden orientar y ayudar a que todos distingamos con claridad lo que es un libro de filosofía de lo que es un manual de autoayuda.

Patrones que permiten distinguir entre filosofías y autoayudas

1. Lo que suele llevar a confusión es que tanto la filosofía como las autoayudas se ocupen de la vida humana y sus manifestaciones. Pero una cosa es que te den un conjunto de reglas o normas sobre “el arte de vivir y ser feliz” (igual que te dan una serie de reglas sobre el arte de cocinar, por ejemplo) y, otra, que te ofrezcan la posibilidad de reflexionar sobre el “arte de vivir con sentido”. Las reglas de autoayuda son normas para la práctica o la acción inmediata; las filosofías son doctrinas o visiones del mundo (cosmovisiones) destinadas a problematizar la vida, la felicidad, la angustia, el amor, el dolor, la muerte, etc., en busca de su significado, justificación, propósito u orientación última. 

Bajo esta premisa: ¡las filosofías greco-romanas antiguas (estoicismo, epicureísmo, cinismo, escepticismo) no son autoayudas! Constituían sistemas de pensamiento que entendían la filosofía como “arte de saber vivir”, a diferencia de otras visiones del mundo (platonismo, aristotelismo) que entendían la filosofía como especulación teorética (puramente conceptual) sobre el Bien, el Ser, Dios (como fundamento racional del mundo, no como Creador Supremo y Eterno), lo Uno, etc. Todas esas escuelas o tendencias estaban respaldadas por arquitecturas conceptuales rigurosas que cumplían las condiciones imprescindibles de toda filosofía (racionalidad, logicidad, visión de totalidad, sistematicidad, universalidad, criticidad, etc.) y que se ocupaban de asuntos ontológicos (sobre lo que es o existe), lógicos (sobre el conocimiento), cosmológicos (sobre el mundo), antropológicos (sobre el hombre), éticos (sobre el obrar humano), políticos (sobre el Estado), estéticos (sobre la belleza), etc.

Si usted encuentra libros que hacen mención de diversas escuelas filosóficas greco-romanas, pero prescinden de sus construcciones  racionales (procesos de pensamiento que les permitieron avanzar desde las experiencias ordinarias hasta los conceptos abstractos) y se limitan a tomar afirmaciones sueltas (desgajadas tanto de su corpus teórico como de su contexto e implicaciones históricas) que son inmediatamente aplicadas a circunstancias o problemas de la vida moderna, tenga la seguridad que están ante libros que han manipulado esas filosofías/sabidurías para convertirlas en catálogos de autoayuda. El mercado capitalista que, en su afán de lucro, no le importa explotar y expoliar el pensamiento antiguo, es el que está detrás de tales actividades.

2. El “diálogo” o “encuentro” entre escuelas filosóficas greco-romanas y mundo actual supone un ejercicio filosófico que responde a la búsqueda de un saber (sabiduría) que arroje luz sobre las causas/fundamentos/sentido de los problemas existenciales actuales. Esto requiere un cuidadoso trabajo hermenéutico para acercar mi horizonte contemporáneo de comprensión al/a los horizonte(s) greco-romano(s) de comprensión, con el objetivo de establecer puentes entre ellos y llegar finalmente a una “fusión de horizontes”, es decir a una síntesis/simbiosis de lo esencial de las sabidurías antiguas con lo esencial de los problemas existenciales contemporáneos. Tal síntesis permite que el mundo actual aporte a una mejor comprensión/interpretación de las filosofías antiguas y éstas, a su vez, “iluminen” y “enriquezcan” con sus doctrinas la comprensión de los problemas contemporáneos. Lo otro, el cortar-pegar que hacen algunos libros de autoayuda con respecto a las sabidurías antiguas, no es una tarea filosófica sino una vulgar explotación económica del pensamiento antiguo.

La Línea de Fuego

Por cierto, los libros sobre el estoicismo, el epicureísmo y el existencialismo mencionados al principio, son filosofía y no autoayuda, porque recuperan esas filosofías junto con su elaboración doctrinal, a partir de problemáticas contemporáneas requeridas de esclarecimiento racional. Pero algún lector (de aquellos que no faltan) podría replicar: ¿y el Enquiridión o Manual de Vida, que es una mera recopilación de máximas de Epicteto[3], no es un libro de autoayuda? La respuesta es “no”, porque esa recopilación la hizo su propio discípulo Flavio Arriano, para fines didácticos, teniendo como base las lecciones que Epicteto impartía en su Escuela y que luego fueron recogidas por el mismo Arriano[4]

3. La filosofía es una reflexión (o un conjunto de reflexiones) que busca, a base de preguntas y respuestas, los fundamentos últimos (esencias, sustancias, causas primeras) de la realidad, del mundo, de la vida, del amor, de la felicidad, del dolor, de la muerte… Su preguntar es generalmente de este estilo: ¿qué es –o qué es esto de– una vida feliz?, ¿cuál es el fundamento de una vida feliz?, ¿qué es vivir con sentido?, ¿qué significa una vida feliz?, ¿cómo es posible o cuáles son las condiciones de posibilidad de una vida feliz? 

Las preguntas filosóficas implican la búsqueda racional de una explicación o de un horizonte último de comprensión que, mediante argumentos, proporcionen una visión de totalidad. Lo que caracteriza a la filosofía no es tanto el resultado al que se llega, que será cuestionable una y otra vez, sino la capacidad de preguntar,  repreguntar, cuestionar y encontrar los límites a los argumentos de uno mismo o de otros. En la filosofía, como en las ciencias experimentales, no hay verdades definitivas; hay verdades que pueden sostener su consistencia y coherencia durante lapsos más o menos largos, pero siempre estará abierta la posibilidad de superarlas, pues el pensamiento no descansa nunca.

“Lo que suele llevar a confusión es que tanto la filosofía como las autoayudas se ocupen de la vida humana y sus manifestaciones. Pero una cosa es que te den un conjunto de reglas o normas sobre “el arte de vivir y ser feliz” (igual que te dan una serie de reglas sobre el arte de cocinar, por ejemplo) y, otra, que te ofrezcan la posibilidad de reflexionar sobre el “arte de vivir con sentido””.

Samuel Guerra Bravo

4. Si usted encuentra libros que le dicen o le sugieren: “haga esto y será feliz”, está ante un manual de autoayuda y no de filosofía. Las Autoayudas son recetarios que operan como un conjunto de reglas, normas o pasos que, de cumplirse, conducirán supuestamente a la vida feliz, al éxito, al amor, a la riqueza… Igual que los recetarios médicos frente a los cuales uno sabe que si toma los remedios prescritos se sanará, las autoayudas prescriben recetas para el desarrollo personal, la felicidad o el éxito. 

5. No hay que dejarse engañar por el hecho de que estoicos, cínicos y epicúreos entendieron su filosofía, no solo como un corpus racional riguroso, sino también como una “terapia del alma”, es decir como “cura” para los males del alma de su tiempo. ¿Cuáles eran los males del alma más comunes de la antigüedad? El temor a los dioses, el sentimiento doliente de la vida, las nefastas inclinaciones, las falsas creencias, los convencionalismos, las pasiones contrarias a la recta razón y a la naturaleza (ira, envidia, ambición…), los deseos vanos y tiránicos, los prejuicios provenientes de las costumbres sociales o de la estructura de la ciudad-estado, el miedo al porvenir, el temor a la muerte… Frente a estos males del alma, las escuelas griegas estructuraron diferentes “terapias” racionales: la “vuelta a la naturaleza” (cínicos), el “placer/ausencia de dolor” (epicúreos), la “imperturbabilidad” (estoicos), la “suspensión del juicio” (escépticos). 

El método de curación de las escuelas griegas no consistía en la prescripción de recetas, sino en el esclarecimiento racional (mediante argumentos y mediante el diálogo con el “paciente” atribulado por problemas existenciales) de las causas últimas de tales “males”. Para los griegos, “alma” era lo mismo que “razón”, por tanto la curación de los males del alma tenía que provenir del ejercicio argumentativo y esclarecedor de la razón y no de la aplicación sin más de tal o cual prescripción/receta. Para estas Escuelas, ser filósofo era ser sabio, maestro y “médico del alma”.

6. Cada época ha tenido sus “males del alma”. Los males del alma más comunes en la edad media eran, por ejemplo: la vanidad de la razón y el conocimiento profano (frente a la fe dominante), los placeres de este mundo, el sexo fuera de los mandamientos de la ley de Dios, el apego a las cosas perecederas, la excesiva preocupación por lo corporal y lo material, la felicidad de los sentidos, los siete pecados capitales… La cura universal para estos males era la religión y el sometimiento absoluto a la ley divina y a las prescripciones eclesiales.

7. Ocurre que también nuestro tiempo tiene sus males del alma. Por ejemplo: las desviadas maneras de conducir las relaciones personales, los dilemas morales cotidianos, la carencia de sentido ético en las cosas ordinarias de la vida, el temor al cambio, la incapacidad para encontrar sentido a la existencia, las crisis de valores, los conflictos entre razón y emoción, las dificultades con la identidad personal, la incertidumbre y ansiedad generadas por macro-eventos (como la pandemia de coronavirus, el cambio climático, la posibilidad de un conflicto nuclear…), los cambios de mediana edad, la desvalorización de la ancianidad, la ambición desmedida, el consumismo desaforado, la inmigración, el racismo, los desenfoques ante la propia mortalidad… La filosofía actual ya no ofrece “terapias” para estos males del alma y esta es quizá una de las razones para que hayan proliferado las “autoayudas” y… las confusiones entre éstas y la filosofía.

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El grito de Edvard Munch (1863-1944). Una imagen que refleja el torbellino emocional producido por la pandemia del coronavirus.

La filosofía práctica contemporánea frente a las crisis existenciales

8. La función problematizadora de la filosofía conduce siempre a niveles de abstracción y esta comprensión de los problemas más allá de su experiencia empírica ha dividido sus campos de estudio en puramente especulativos o metafísicos (cuestiones acerca del Ser, Dios, la inmortalidad…) o concretos y prácticos (el sentido de la existencia vista en el terreno de la vida cuotidiana, del dolor, del amor, de la angustia, de la felicidad, de la política, de la ciencia, de la muerte, etc.).

Actualmente, hay una orientación filosófica muy extendida, llamada “filosofía práctica” (o también: filosofía aplicada, consultoría filosófica, asesoramiento filosófico) que plantea su quehacer, ya no como una “terapia”, ni como alternativa a las terapias médicas, sino como una reflexión conjunta con un “consultante” para dilucidar o esclarecer los problemas existenciales que a éste le causan desorientación y angustia. Si nos encontramos con afirmaciones del tipo: “la filosofía práctica contemporánea ya no es una “terapia”, pero sigue siendo “terapéutica”, no debemos resbalar por la superficie de las palabras: significa que la filosofía conserva el significado de terapeutikós (acompañamiento, auxilio, servicio, cuidado de) y puede funcionar como un “acompañamiento/servicio” racional a un “consultante” (ya no un “paciente”) que busca dilucidar la problemática existencial que le afecta. 

Este esclarecimiento/dilucidación de los problemas existenciales lo hace el “consultante” por sí mismo, con la ayuda/acompañamiento/auxilio de un filósofo profesional, pero es el propio consultante quien llega (luego de una o varias sesiones) a esclarecer sus problemas. El filósofo solo juega un papel metódico: conducir/canalizar el diálogo desde las experiencias sensibles que narra el consultante al inicio de la consulta hasta conceptos cada vez más generales y abarcantes que permiten que éste “vea” o comprenda los desajustes o desorientaciones en la comprensión de sus propios problemas. Mediante la aplicación de métodos propios de la filosofía (analítico, sintético, inductivo-deductivo, hermenéutico, dialéctico, fenomenológico, etc.), el filósofo conduce el diálogo hacia las causas-no-vistas de los problemas existenciales del consultante, con el objetivo de que éste, cuando las vea/comprenda, las resuelva por sí mismo y ante sí mismo. En esta tarea, el filósofo puede poner también sobre la mesa ideas o doctrinas de escuelas o de filósofos si es que vienen al caso y pueden ayudar en la comprensión de los problemas.

En Europa y EE.UU. existen muchos consultorios filosóficos en los que atienden filósofos profesionales que han obtenido la certificación en “Consultoría/Asesoramiento Filosófico”. En Latinoamérica, región de resistentes complejos filosóficos, está poco extendida todavía esta “práctica teórica”. En Ecuador, por esas cosas de la vida, contamos con un “Consultorio filosófico” en la Escuela de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica (Quito).

“En Europa y EE.UU. existen muchos consultorios filosóficos en los que atienden filósofos profesionales que han obtenido la certificación en “Consultoría/Asesoramiento Filosófico””.

Samuel Guerra Bravo

Conclusiones

9. La autocomprensión de las escuelas filosóficas de la antigüedad como “terapias del alma” iba en el sentido de disponer de conceptos  (argumentos, razonamientos, visiones del mundo) que permitían “curar” los males del alma de su tiempo. La filosofía práctica actual coincide con las escuelas antiguas en considerar que los males del alma o conflictos existenciales eran y son “enfermedades” del pensamiento, es decir  comprensiones/visiones equívocas y equivocadas que generaban y generan desorientación, desenfoques, carencia de sustento racional para la acción o para los asuntos de la vida práctica[5]

10. Ni las filosofías o “sabidurías” antiguas ni la “filosofía práctica” contemporánea son autoayudas o recetarios de/para la vida feliz. Son búsquedas/exploraciones de la razón que piensa y dirige su pensar, mediante la reflexión y los métodos propios de la filosofía, a los fundamentos (principios, causas) que permiten comprender/dilucidar los desajustes de pensamiento/visión que radican en los trasfondos de los problemas existenciales que afectan a los seres humanos. 

Ninguna filosofía, ni las que en la antigüedad se autocomprendieron como “terapias del alma” y mucho menos la actual “filosofía práctica” que trabaja con asesoramiento racional, ofrece recetarios del tipo “haga esto y será feliz”. Todas las filosofías, las estrictamente “especulativas” que se ocupan de problemas metafísicos y las “prácticas” que se ocupan de cuestiones éticas, estéticas o de cómo vivir con sentido, son “teóricas” porque operan con elucidaciones racionales a priori (las especulativas) o a posteriori (las prácticas) y no con fórmulas automáticas y milagrosas. 

Las filosofías requieren de rigurosas estructuras conceptuales, que no se encuentran en las autoayudas. Otro problema es que el capitalismo voraz tome ideas sueltas de filósofos antiguos o modernos y las acomode como recetarios de felicidad o de éxito. Pero éste ya no es un problema filosófico, sino de mercado y de consumo.

“Ninguna filosofía, ni las que en la antigüedad se autocomprendieron como “terapias del alma” y mucho menos la actual “filosofía práctica” que trabaja con asesoramiento racional, ofrece recetarios del tipo “haga esto y será feliz””.

Samuel Guerra Bravo


*Samuel Guerra Bravo es investigador independiente. Ha sido profesor de la Escuela de Filosofía de la PUCE. Autor de varios libros y artículos de su especialidad. 


La Línea de FuegoFotografía: Pixabay

La Línea de FuegoBibliografía:

Bakewell, Sara (2016), En el café de los existencialistas: sexo, café y cigarrillos o cuando filosofar era provocador, Barcelona, Ariel.

Cox, Gary (2011), Cómo ser un existencialista o cómo tomar el control, ser auténtico y dejar de tomar excusas, Barcelona, Ariel.

Guía existencialista para la muerte, el universo y la nada, Madrid, Alianza Editorial.

Gabriel, Marcus (2020), Neoexistencialismo. Concebir la mente humana tras el fracaso del naturalismo, Barcelona, Ediciones de Pasado y Presente.

García Gual, Carlos; Hadot, Pierre y Lledo, Emilio (2013), Filosofía para la felicidad. Epicuro, Madrid, Errata Naturae.

Hadot, Pierre (2015), Manual para la vida feliz. Epicteto, Madrid, Errata Naturae.

Marinoff, Lou (2000), Más Platón y menos Prozac, Barcelona, Ediciones B.  

Pigliucci, Massimo (2018), Cómo ser un estoico. Utilizar la filosofía antigua para vivir una vida moderna, Barcelona,  Planeta.

(2019), Mi Cuaderno Estoico: Como Prosperar En Un Mundo Fuera De Tu Control, Barcelona, Ariel. 

Wilson, Catherine (2020), Cómo ser un epicúreo. Una filosofía para la vida moderna, Barcelona, Ariel. 

La Línea de FuegoReferencias:

 

[1] Incluso un movimiento filosófico contemporáneo como el Existencialismo presenta: Cómo ser un existencialista o cómo tomar el control, ser auténtico y dejar de tomar excusas  Guía existencialista para la muerte, el universo y la nada (Cox, 2011 y 2020 respectivamente); En el café de los existencialistas: sexo, café y cigarrillos o cuando filosofar era provocador (Bakewell, 2016); Neoexistencialismo. Concebir la mente humana tras el fracaso del naturalismo (Gabriel, 2020).

[2] En el campo de las sabidurías orientales encontramos títulos como: Filosofía del budismo zen, de Byung-Chul Han (Barcelona, Herder, 2015); Tao: el camino: todo lo que la filosofía china puede enseñarte para tener una vida mejor, de Michael Puet y Cristine Gross-loh (Barcelona, Martinez Roca, 2018); Hinduismo para la vida moderna, de Jeremías Naren Herrero (Barcelona, Kairos, 2019), o las múltiples versiones y adaptaciones al mundo moderno del Tao Te King (Lao Tse), El Arte de la Guerra (Sun Tzu), etc. En este artículo sólo vamos a referirnos a las sabidurías occidentales. 

[3] Filósofo griego, nacido en Hierápolis en el año 50 y muerto en Nicópolis en el 125 de nuestra era. Fue esclavo en Roma, donde siguió las lecciones del estoico Musonio Rufo. Luego de ser liberado se dedicó a la filosofía. Fue echado de Roma, junto con otros filósofos, por el Emperador Domiciano. Se radicó en Nicópolis y abrió allí una escuela filosófica que se volvió famosa y a la que acudían numerosos patricios romanos, entre ellos Flavio Arriano que recogió para la posteridad las enseñanzas de su maestro. 

[4] Las Lecciones-Enseñanzas de Epicteto han tenido en las últimas décadas varias ediciones en español. Por ejemplo: Epicteto, Pláticas por Arriano, Barcelona, Alma Mater, 1957, 4 vols.;  Epicteto. Disertaciones por Arriano, Madrid, Gredos, 1993;  Epicteto. Disertaciones, Madrid, Planeta, 1996.    

[5] Si los “males del alma” actuales llegan a somatizarse y se convierten en enfermedades del cuerpo o de la mente, el consultor filosófico debe derivar al consultante a su tratamiento clínico por las ciencias médicas, psiquiátricas o por la psicología experimental.

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