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GUARDARSE DE LOS ADULADORES. por Samuele Mazzolini

El Telégrafo

17 febrero 2015

Hay que desplegar un ahínco extraordinario y una paciencia militante para no pensar que la brújula se haya extraviado en esta Revolución. Hay que tener con fijeza bien presente el peligro del regreso de la derecha, de los de siempre, e imaginarse a estos personajes incluso mucho peor de lo que realmente son para que el aguante no desvanezca, para no perder del todo la esperanza. Otro método es el de aferrarse a los logros del pasado, a lo innegablemente superlativo de la primera etapa, como me confesaba hace no mucho tiempo un altísimo exponente del Gobierno, refiriéndose a la forma en que maneja la decepción que lo acongoja. Vivir del recuerdo, para no mirar en los ojos al presente.

Es que el empeño para estropear lo bueno tiene tintes históricos y parece responder a una intención casi deliberada. “Toda revolución se evapora y deja atrás solo el limo de una burocracia”, decía Franz Kafka. En Ecuador no se está haciendo nada para desmentir al escritor praguense: todo lo contrario, es el horizonte al cual nos adscribimos con aplicación hasta metódica.

El papelón que el comediante John Oliver impartió al Presidente debería regalar un poco de perspectiva, un don cuya acogida me doy cuenta no es fácil, pero que podría prevenir ulteriores deslices de la envergadura de la cual hemos sido testigos recientemente. Organizar guerras de trolls en Twitter, hacer muestra de una sensibilidad desmesurada y desubicada con respecto al rol ocupado, perder tiempo detrás de ‘memes’ inocuos y que suscitan una natural hilaridad es la mejor manera para hacer olvidar internacionalmente las proezas políticas de las cuales Ecuador también ha sido capaz en los últimos años. Restituye a la política nacional esa aura circense que la hizo tristemente famosa en un pasado que ya creíamos remoto.

Detrás de todo esto, vemos la pretensión del control, la intolerancia hacia la irreverencia, el deseo de repartir lecciones con la fuerza en vez que con la parábola. El control total es una tentación peligrosa, que revela la incapacidad de mantener una sana distancia entre el mundo deseado y el material contingente del cual está hecha la realidad. No solamente eso: reemplaza el trabajo pedagógico con la acción forzosa y persigue una política de la literalidad que estuvo a la base del colapso del socialismo real. Si se quiere achicar la brecha entre el pensamiento oficial y las expresiones de disenso, he ahí la aparición de los ‘síntomas’: desmentidas funestas que persiguen la aplicación de la verdad.

Pero más triste aún es ver a los muchos que rodean el Presidente y lo apoyan incondicionalmente, sin proferir palabra alguna que exprese duda, perplejidad, cuestionamiento. ‘Errare humanum est’, pero lo que es diabólico aquí no es solamente la perseverancia, sino ponerse en la condición para que esta se verifique.

Escribía Machiavelli: “Ahora un tema importante: guardarse de los aduladores. Por desgracia, los hombres tienen la tendencia a escuchar complacidos lo que va a su favor. El príncipe debe hacer comprender que no se le ofende cuando se le dice la verdad”. A buen entendedor, pocas palabras bastan.

http://www.telegrafo.com.ec/opinion/columnistas/item/guardarse-de-los-aduladores.html

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