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sábado, mayo 18, 2024

GUSTAVO GARZÓN: ENTRE EL OLVIDO, EL TIEMPO Y EL ESTADO. Por Mayra Caiza*

02 de febrero 2018

En cinco meses cumplirá 60 años de edad. Es el eje de la familia, muy alegre, lucido, calmo, reservado, buena gente. Seguidor de la música de Pink  Floyd y de la mujer de los zapatos azules que le despertó la esperanza. Él es César Gustavo Garzón Guzmán, estudió la primaria en la Escuela Simón Bolívar y la literatura lo encontró en las aulas del Colegio Montúfar donde comenzó a escribir sus primeras líneas narrativas, sus cuentos.  Truncados la madrugada del 10 de noviembre de 1990, en el norte de Quito, cuando desapareció.

Tenía 32 años de edad y había publicado el Libro de posta (1983); Quito: del arrabal a la paradoja (1985); Ensayo: Coplas populares del Azuay (1987) y estaba en la imprenta su obra: Brutal como el rasgar de un fósforo (1991), que no la pudo presentar. Tampoco logró concluir su tesis sobre la poesía de Euler Grande para su doctorado de Literatura en la Pontificia Universidad Católica.

La noche del 9 de noviembre de 1990, a las 21:00, llamó por teléfono a su madre, doña Clorinda Guzmán para avisarle que estaba junto a unos amigos y se iba a demorar un poco. No regreso, dice Clorinda, de 84 años de edad, que vive en el mismo lugar donde vio por última vez a su hijo.

Ese día Gustavo junto a Martha Palacios,  Liliana Vascones y Alfredo Pérez Bermúdez fueron a la discoteca Son Candela, ubicada en la calle Carrión y Reina Victoria, en La Mariscal. “Fuimos a divertirnos como cualquiera lo hace”, dice su amigo Alfredo, 27 años después en un café cercano a la Universidad Central del Ecuador donde ahora es docente de la cátedra Sumak Kausay.

“Cuando estuvimos bailando – dice Alfredo- me parece que Gustavo se quedó en la mesa, regresamos y ya no estaba. Pensamos que fue al baño, lo esperamos un rato y no volvió. Nosotros salimos de lugar y al otro día lo llamamos, pero no llegó”.  Lo buscaron entre amigos, en los hospitales, centros y hasta en la morgue, pero no lo encontraron. “El ambiente era horrible porque mientras más tiempo pasaba era más la angustia y la desesperación”, recuerda Alfredo quien hasta ahora se pregunta: ¿por qué Gustavo salió solo cuando siempre le decían que debe cuidarse, que debe tomar un taxi o que los amigos le iban  a dejar, como en otras ocasiones, pues sospechaban que la Policía lo estaba vigilando? Quizá, la respuesta es que: “Gustavo salió solo con la madrugada y un posible desengaño amoroso”.

Alfredo no entiende qué pasó esa noche. Su mirada se inquieta y parece rebuscar en el pasado. Se cuestiona: “por qué no nos quedamos sentados en la mesa y no nos preocupábamos de la farra, por qué no fuimos a su casa a ver si llegó”. Es difícil saber cómo encaminar esos minutos. “No puede ser que caminando se desapareció Gustavo, ninguna persona se desaparece caminando. A él lo cogieron, lo llevaron. No quisiera pensar que lo mataron, pero le hicieron algo y hasta ahora la familia y los amigos lo esperamos”.

El escritor ecuatoriano, Gustavo Garzón, desapareció la madrugada del 10 de noviembre de 1990, cuando gobernaba el presidente Rodrigo Borja, que conservó la unidad policial clandestina denominada Servicio de Inteligencia Criminal de Pichincha (SIC – 10) creada por el ex presidente León Febres Cordero para eliminar al grupo Alfaro Vive Carajo (AVC) y a Montoneras Patria Libre (MPL).

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Cada miércoles durante 17 años Doña Clorinda salió a la Plaza Grande con el cuadro de Gustavo.

Entre la incertidumbre y el dolor de no saber dónde está su cuarto hijo, doña Clorinda encontró entre libros, hojas y revistas una carta.  Gustavo sabía que pensar diferente o buscar un mundo de igualdad lo llevaría a dos cosas: ser asesinado o desaparecido. En el texto muestra sus raíces y escribe [las citas entrecomilladas son textuales]: las ganas de luchar las saqué  de mi padre y las fuerzas para no claudicar ante las cosas difíciles de mi madre, pero lo más más valioso que me dieron fue su cariño, por eso Gustavo no entiende la vida sin amor. No entendía cómo el ser humano no podía inmutarse ante el dolor del otro.  Él sentía que nació en una época donde había circunstancias de violencia no solo de las armas sino de la pobreza y la desigualdad social. Decía: unos  me llamarán loco,  otros, idealista – soñador; “pero soñar no es querer tener una casa o querer que los hijos estudien”, nos pregunta. Gustavo conocedor de su destino, alertó a la familia  para que acudan a los organismos de derechos humanos  tras cumplirse lo anunciado y dice: “continuar la lucha porque que esas son las mejores lágrimas que podrán derramar por mí”.

En 1985, Gustavo dijo a sus amigos de La Mosca Zumba, revista de crítica literaria creada por él junto a Pablo Salgado y Rubén Darío Buitrón en la década de los 80, que se alejaba temporalmente de las letras y de la revista que el colectivo editaba, por una convicción ideológica. Para Alfredo, la vinculación de Gustavo con el grupo Montoneras Patria Libre fue casual.

Cuatro años después,  7 de agosto de 1989, Gustavo junto a Marcos Checa fueron detenidos por el SIC – 10, en la ciudad de Quito, mientras circulaban en un auto. La policía, aseguró que ellos se reconocieron como miembros del Movimiento Patria Libre y los detuvo luego de encontrar en el vehículo una pistola Browning 9 mm, un revólver Smith Weston calibre 38 y literatura subversiva.

Gustavo fue encerrado con su compañero en los calabozos del SIC – 10, ubicado en la calle Montúfar y Manabí, actual Regimiento Quito Nº 2. Ahí le arrancaron el cabello, lo golpearon y  lo aislaron para que escuche los gritos de sus compañeros torturados.  Ocho días pasó desaparecido antes que la Policía acepte que él se encontraba retenido en aquel lugar, dice su hermano Rodrigo Garzón, que en ese entonces tenía 20 años de edad.

Cada fin de semana, Rodrigo visitaba a su hermano mayor en el Pabellón de Presos Políticos del ex Penal García Moreno, donde el escritor plasmó sus cuentos y ensayos en más de 10 cuadernos que necesitan salir a la luz y ser parte de la biblioteca de Gustavo que se mantiene intacta en el segundo piso de la casa de su madre.

La lectura,  el ejercicio físico, las escuelas políticas e incursionar en la filosofía oriental fueron el sostén del escritor en su encierro, comenta Alfredo que lo visitaba todos los sábados. Dice, que Gustavo no solo hablaba de literatura o  política, sino también de las cosas que le inquietaban. El escritor comenzó a desconfiar de sus compañeros porque dentro de la cárcel vio relaciones de poder que se iban dando. “Intuía que algunos del grupo estaban vinculado al mismo Estado – precisa Alfredo – creía que muchos fueron denunciados por gente que estaba adentro mismo. Uno de ellos, específicamente fue parte del gobierno de la Revolución Ciudadana”.

Un año después, el 7 de septiembre de 1990, Gustavo fue liberado. El juez ratificó su inocencia y lo sobreseyó. Regresó a casa, pero no solo. Varios carros polarizados – a una cuadra de su residencia – lo vigilaban. Dos meses después desapareció.

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En Ecuador, la desaparición forzada fue tipificada como delito en agosto de 2014 en el Código Orgánico Integral Penal (COIP). Sin embargo, hasta el momento, de los 17 casos de desaparición forzada que se encuentran en el Informe de la Comisión de la Verdad que registra las graves violaciones de derechos humanos ocurridos entre 1984 a 2008, ninguno ha recibido sentencia.

Uno de los 17 casos, es la desaparición de Gustavo que fue denunciada el 11 de noviembre de 1990 y aceptada cinco días después por el mismo SIC- 10. Durante dos décadas el caso no fue investigado – asegura Rodrigo -,  que informa la investigación nuevamente se reabrió en el año 2010 con la creación de la Comisión de la Verdad. Pero el escenario no cambió, la fiscal a cargo del caso – aún en la actualidad en funciones en la Dirección de la Comisión-, dijo: el caso de Gustavo no es prioritario y no hay nada que hacer. Cuatro años después, Rodrigo recuerda esta respuesta fiscal y se pregunta cómo es posible que una funcionaria pública le diga a un familiar de un desaparecido, que su caso no es prioritario. Afirma, que cualquier otra respuesta pudo ser mejor.

Han pasado doce presidentes por el Ecuador y ninguno, incluido Rodrigo Borja, ha logrado responder ¿dónde está Gustavo? El pasado 10 de octubre, el presidente Lenín Moreno a nombre del Estado pidió perdón a quienes fueron víctimas de violaciones de derechos humanos y solicitó a la Fiscalía adelantar los procesos judiciales de la Comisión de la Verdad. “Sin verdad no hay justicia”, dijo. Por eso,  “estos casos no pueden quedar en el olvido y la impunidad”.

Rodrigo, espera que este anunció sea efectivo y así lo hizo saber al presidente Moreno mediante una carta donde solicitó que se siga con la investigación para judicializar el caso y que su madre, doña Clorinda sea reconocida como una madre coraje que protestó en la Plaza Grande junto a la familia de Santiago y Andrés Restrepo Arismendi, desaparecidos el 8 de enero de 1988.

Doña Clorinda, cada miércoles durante 17 años, salió a la Plaza Grande con el cuadro de Gustavo. En todos los gobiernos protestó, pero ni Borja, ni Sixto Durán Ballén, Abdala Bucaram, Fabián Alarcón, Jamil Mahuad, Lucio Gutiérrez, Gustavo Noba y Alfredo Palacio dieron una respuesta sobre el paradero de Gustavo.  Solo buscaban sacarlos de la plaza, Sixto Durán Ballén cercó el  Palacio de Carondelet y decía que vayan a la Plaza de Santo Domingo, pero los familiares se quedaron fijos en la esquina de la Iglesia de la Compañía.

Diecisiete años bajo lluvia y  sol; reuniones, plantones, marchas, festivales, encuentros literarios…afectaron la salud de doña Clorinda y provocó que  su familia le pida dejar la plaza.  “Pararon la protesta,  por cuestiones de salud, tanto el señor Restrepo como mi mamá – dice Rodrigo-. Se dejaron los plantones, pero esto ha tenido consecuencias, en la actualidad mi mamá tiene cáncer de piel y supongo que es porque estaba en la Plaza Grande y se exponía al sol”.

Pero, el mensaje enviado al Presidente no se entendió, dice Rodrigo, pues respondió remitiendo el oficio al Ministerio de Justicia y a la Fiscalía General del Estado solicitando asesoría jurídica, psicológica y otras para la familia Garzón. Sentado en la sala de su casa, Rodrigo asegura que este apoyo psicológico ya no es necesario. “Es extemporáneo”, no pueden aparecer 27 años después.

Por eso se han negado acudir a todas las charlas y terapias psicológicas, solo quieren una cosa que investiguen. Por eso, tampoco la familia Garzón ha iniciado los procesos de reparación material en inmaterial con el Ministerio de Justicia ni Defensoría del Pueblo.  “No queremos dinero, ni monumentos, ni plazas, lo que queremos es que se investigue, que se llegue a la verdad, porqué se lo llevaron, porqué lo eliminaron – dice Rodrigo – . Estoy seguro, que ellos saben qué pasó”.

Aunque, no quieren monumentos, Rodrigo aclara que no pueden excluir a Gustavo de la historia y de crearse el Museo de la Memoria, Gustavo debe ser parte de él. Su descontento con la reparación inmaterial se muestra por la falta de trabajo coordinado entre las víctimas, las familias y el Estado. Rodrigo comenta que tanto el mural como la Plaza de la memoria ubicados en los exteriores de la Fiscalía General del Estado no contaron con la participación de todas las familias y víctimas. “Si es que hay una real intención de reivindicar a las persona de esa época,  se debería hacer con la participación de todos.  No sirve de  nada un parque de la memoria si no están ahí las personas que deben estar. No es cuestión de colocar unas siluetas negras, sino que se debe nombrar a cada uno de los desaparecidos”.

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Garzón fue escritor, autor de varias colecciones de cuentos.

“La memoria tiene que permanecer siempre viva porque cuando la sociedad olvida, los hechos se vuelven a repetir necesariamente. Eso es siempre, dice el abogado César Duque, asesor legal de la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (Cedhu) que lleva el caso -. La sociedad tiene que saber lo que ocurrió en el pasado y exigir que se identifique, aunque muchas veces se dice: es que hay que perdonar y olvidar para volver a seguir como sociedad. Muy bien,  se puede estar dispuesto a perdonar, pero es necesario saber a quién puedo perdonar, cuando el Estado no me dice quiénes fueron los que violaron los derechos, quienes fueron lo que encubrieron esas violaciones, entonces  a quién se puede perdonar (…) mientras el Estado no esclarezca ni otorgue el derecho a la verdad, no puede haber perdón”.

Cuando desapareció su hermano, estudiaba en la Universidad Técnica Equinoccial, tenía 20 años Rodrigo.  La desaparición de Gustavo fue determinante, cambió el desarrollo ´normal´ de su familia. Explica con un ejemplo, lo que ocurrió:  “en Chile hay la gente que lucha para que no se pierda la memoria, para que se recuerde, para que se aclare el caso y haya justicia y  verdad; mientras, que otras personas  por lo traumático del asunto tratan de olvidar, de no hablar. Hay diferentes posturas ideológicas dentro de mi familia”.

Pero Rodrigo, le apuesta a la primera opción.  Sale cada que puede a los plantones y marchas organizados por otros familiares de personas desaparecidas. Dice que ha optado continuar, participar y ser solidario con las otras familias que pasan por la misma situación, pero también sale porque es necesario reivindicar la memoria de Gustavo.  Aunque, piensa que es complicado su caso, porque el Estado estaría involucrado en la desaparición de su hermano, como publicó el diario El Comercio en el año 2003: “Un ex oficial de inteligencia del ejército asegura que el general Edgar Vaca conoce dónde están los restos del escritor Gustavo Garzón (…)”. En junio de ese mismo año, el dato toma fuerza: “(…) Un miembro de inteligencia reveló a este diario que el general Edgar Vaca conocía exactamente donde se encuentran los restos del escritor Gustavo Garzón (…)” y al día siguiente se publicó “(…) Un oficial de inteligencia militar dio una pista (…) que detrás de la desaparición del escritor estuvieron las fuerzas de seguridad del Estado (…).

Vaca falleció el año anterior. Rodrigo, dice que muchas personas que conocen el caso quizá ya murieron, se fueron del país o ya no trabajan en la Policía, pero también reconoce que hay personas que continúan en sus funciones, así como uno de los edecanes de la Asamblea Nacional que trabajaba ahí, pero también era responsable de la muerte de Consuelo Benavidez.  Algo similar ocurrió, cuando el 2013 Carlos Alulema asumió la presidencia de la Dirección Nacional de Delitos contra la Vida, Desapariciones, Extorsión y Secuestros de Personas (Dinased), pero también era hermano de Wilson Alulema, es funcionario del SIC – 10. El espíritu de cuerpo, es muy fuerte en las instituciones, relata Rodrigo.

La lista puede continuar. Otras de las personas activas, es el actual alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, que fue mencionado en el Informe de la Comisión de la Verdad. “A Nebot ahora se lo caricaturiza con eso del miau – dice Rodrigo – es como el gurú de la política nacional que le dan el micrófono para que opine, decida sobre cosas y se ha adoptado como un personaje benefactor de la sociedad ecuatoriana, cuando fue una de las personas más radicalmente envenenadas de esa época”. Un asesino, agrega doña Clorinda.

Ella, una mujer canosa y de largo caminar, dice que la gente quiere olvidar la época de Febres Cordero, pero eso es un fallo en la memoria,  completa Rodrigo. Él archiva cada libro, cuento, antología y revista que haya escrito Gustavo. Aunque asegura que aún le falta los cuadernos que escribió en la cárcel y una filmación donde relata cómo fue torturado en el SIC – 10.

En otro documento, Rodrigo guarda un anillado de decenas de hojas que  registra una fotocopia de la cronología de los hechos, de las noticias publicadas en los medios de comunicación, de cartas y todo pronunciamiento que se haya dado por su hermano desde el año 90. También guarda los afiches de festivales y las banderas de protesta. Sobre todo una que habla de los 500 años de resistencia y de los presos políticos, que lo pintó el cantautor Jaime Guevara. Pero también considera que es un reto organizar todo el archivo, pues le falta rescatar algunos documentos y lograr una biblioteca con acceso al público.

Para Alfredo Pérez Bermúdez otra forma de mantener la memoria del escritor ecuatoriano, que sobrepase a la familia y al círculo de amigas y amigos, es que el Ministerio de Cultura o la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión declaré a Gustavo como escritor nacional así como lo hizo El Salvador con el escritor Roque Dalton, desaparecido en 1975. Además, se podría institucionalizar los talleres literarios bajo el nombre de Gustavo que se realizaron de forma auto gestionado hace unos años, pero que ya no se efectúan. La razón: falta de presupuesto, pero también ya no están todos los que impulsaban el taller.

Tras la desaparición de Gustavo, se publicó su obra: Del virus humano y su circunstancia, Vivo en medio de tantos muertos  y Más allá de la transparencia, este último recoge su tesis de investigación.

El tiempo asusta a Clorinda, pues los escenarios cambian y la gente ya no está. Es una realidad latente sostiene Rodrigo, pero por ni por segundo titubea cuándo le pregunto: qué pasará con Gustavo cuando tú y la familia ya no esté. “La lucha seguirá indefinidamente, porque “si logró que en las siguientes generaciones: mi hijo, sobrino y nietos haya la conciencia, ellos continuarán”.

Son las 11:00 de última semana del 2017, Rodrigo atiende una llamada para coordinar la hora y fecha de la sesión fotográfica para doña Clorinda. Su foto ahora es parte de la muestra artística ‘TransInDiciplinar’ que se inauguró la anterior semana en el Museo de la Universidad Central del Ecuador (MUCE). La exposición se realiza en el marco de los 20 años de la despenalización de la homosexualidad en Ecuador, pero la muestra ofrece un espacio sobre las “Madres vinculadas a procesos de lucha”. Esta exposición estará abierta hasta el mes de marzo. Entrada libre.

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Edgar Vaca, General de policía Nacional “Un miembro de inteligencia reveló a este diario que el general Edgar Vaca conocía exactamente donde se encuentran los restos del escritor Gustavo Garzón”

La desaparición de Gustavo no solo fue denunciada en la justicia ecuatoriana, sino también ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) en Estados Unidos. En Ecuador, el caso se encuentra en la fase de investigación previa, por eso el departamento de Comunicación de la Fiscalía General del Estado asegura que no puede pronunciarse en ningún sentido.

Escenario diferente se presenta en la CIDH. El 26 de enero de 2018, se cumplió la segunda prórroga que dio la Comisión al Estado ecuatoriano para dar información sobre la desaparición forzada del escritor Gustavo Garzón que fue denunciado en este organismo en 1994.

El  18 de marzo del año anterior, la CIDH emitió el informe de fondo reservado sobre la desaparición de Gustavo, en el que dicta cinco recomendaciones al Ecuador:

  1. Investigar de manera completa, imparcial y efectiva el paradero de Cesar Gustavo Garzón y, de ser el caso, adoptar las medidas necesarias para identificar y entregar a sus familiares los restos mortales según sus deseos.
  2. Llevar a cabo los procedimiento internos relacionados con la violación de derechos humanos declarado en el presente informe y conducir los procesos correspondientes por el delito de desaparición forzada a César Gustavo de manera imparcial y efectiva, dentro de un plazo razonable con el objeto de esclarecer los hechos de forma completa e identificar a todos los responsables e imponer las sanciones que correspondan.
  3. Reparar adecuadamente las violaciones de derechos humanos declaradas en el presente informe tanto en el aspecto material como moral, incluyendo una justa compensación, el establecimiento y difusión de la verdad histórica de los hechos, un acto  público reconocimiento de  responsabilidad y la implementación de un programa adecuado de atención a sus familiares en consulta con estos.
  4. Disponer las medidas administrativas, disciplinarias o penales correspondientes frente a las acciones u omisiones de los funcionarios estatales que contribuyeron a la denegación de justicia e impunidad en la que se encuentran los hechos del caso, incluyendo las acciones u omisiones de autoridades que hubieran obstaculizado la realización de diligencias de investigación.
  5. Adoptar las medidas de no repetición necesarias para evitar que en el futuro se produzcan hechos similares, las medidas de no repetición en el presente caso deberán incluir medidas legislativas, administrativas o de otra índole para que las investigaciones sobre desaparición forzada de personas en Ecuador cumplan con los estándares escritos en el presente informe.

Según César Duque, asesor legal de la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (CEDHU) que lleva el caso, el Estado ecuatoriano debe implementar cada una de estas recomendaciones, porque caso contrario la Comisión podría publicar el informe o presentar el caso en la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH) con una demanda contra el Estado, es decir, que Ecuador podría recibir una sentencia por parte de la Corte, esta con carácter vinculante.

Ir a la Corte preocupa al Ecuador, por ello en este momento las autoridades buscan llegar a un acuerdo con la familia Garzón para evitar que el Estado vaya otra vez a la Corte. Sin embargo, hasta ahora la familia no quiere negociar con el Estado ecuatoriano porque desconfía que al hacerlo se podría parar las investigaciones. Duque, dice que: “si la familia se ratifica en que no quiere negociar con el Estado, la Comisión emite un informe, lo publica para que vea si el Estado lo cumple o no, si no, pasa a la Corte”.

Para Rodrigo, el caso debe pasar a la Corte para que se sancione al Ecuador, y para que este continue la investigación que en los últimos tres años fue llevado por el fiscal Byron Uzcateguí. Este incluyó en el proceso otras conjeturas y  nombres, lo que demuestra que sí hay indicios para dar con los responsables de los hechos.

A parte de este informe, el Estado ecuatoriano también es observado por Naciones Unidas. El 19 de abril del año pasado, el Comité de Desapariciones Forzadas de la ONU dijo a los representantes del Estado ecuatoriano en Ginebra que le preocupaba que de las 17 personas desaparecidas registradas en el Informe de la Comisión de la Verdad, 12 continúen desaparecidas y, más aún, que no se haya judicializado estos casos. Recomendó que el Estado adopte las medidas necesarias para agilizar los procedimientos judiciales por desaparición forzada que se encuentren en curso; que judicialice a la mayor brevedad posible los casos que se encuentren en indagación previa; que asegure que todos los presuntos perpetradores sean enjuiciados y, de ser declarados culpables, sancionados de conformidad con la gravedad de sus actos. Además, el comité precisó que el Estado debe intensificar sus esfuerzos con miras a localizar a las personas desaparecidas y, en caso de fallecimiento, identificar los restos, y asegurar su respeto y restitución en condiciones dignas.

Este 17 de marzo, se cumple el plazo para que el Estado ecuatoriano envie información sobre la aplicación de estas recomendaciones; el informe completo de cumplimiento se debe presentar en el 2023.

*Periodista

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