Hay personas que no pueden encontrar nada positivo en las olvidadas comunidades indígenas y ocuparse de ellas no sería sino un desperdicio político. Así parece que piensan los candidatos presidenciales que no les prestaron ninguna atención. Posiblemente consideran que solo son organizaciones arcaicas y que sus años de vida están contados. Sin embargo, si se las conoce de cerca, se concluye que es precisamente de ellas de donde debemos tomar ideas de renovación social.
En el voto indígena a favor de los candidatos oficiales jugó un papel decisivo la repartición del bono entre algunos comuneros. En este caso, el bono no solo sirvió para obtener votos sino también para destruir valores éticos ejemplares e irremplazables. Si de verdad se hubiese querido ayudar a las comunidades, se habría atendido algunas de sus múltiples necesidades en materia de infraestructura, educación, producción. La cantidad de cincuenta dólares no es despreciable, más aún para los indígenas de las comunidades, pobres entre los pobres y acostumbrados, por su manera de subsistencia campesina y marginados socialmente, a manejar ínfimas cantidades de dinero. Los bonos no solo cumplieron su papel de compra votos, sino también de agentes destructores de cultura y creadores conflictos tan graves, como llevar a las muchachas a embarazarse con la finalidad de recibir el bono mostrando su condición de madres solteras. En la comunidad hay reglas establecidas para mantener la igualdad, si alguna persona descuella por tener más que los otros, se impone una manera simbólica correctiva: el priostazgo de la fiesta. Ser prioste es a la vez un honor y una obligación. El prioste debe correr con los gastos de alimentación, música, trajes, a medida de sus posibilidades. Su prestigio está a salvo y su igualdad en relación a los demás, asegurada.
Hace algunos años cuando Lourdes Tibán ocupaba su primer cargo como abogada de la República, se compró un auto, pero entonces, fue elegida prioste de la fiesta comunal. Vendió el carro y dedicó el dinero a financiar la festividad comunal, respetando la tradición de solidaridad que preserva la equidad social y económica al interior de la comunidad.
Al enterarse del trágico deceso de Antonio Llumitaxi, presidente de la Organización Jatarishun de Cotopaxi,el 17 de febrero último, Lourdes Tibán y su esposo Raúl Illaquiche, que ostenta el premio “Príncipe de Asturias” por la defensa de los derechos nacionales de los indígenas ecuatorianos, concurrieron al lugar del accidente y se afanaron en ayudar a organizar el homenaje que le bridaron los comuneros de la zona a su querido líder. “Tres mil personas tenían que comer”, comentó Lourdes, elegida una vez más asambleísta por Pachacutic.
Hay algo históricamente reconfortante en estas últimas elecciones, y es que precisamente, tres de los líderes enfrentados al poder del gobierno por defender las causas indígenas, estarán ahora en la Asamblea. A más de Lourdes Tibán, tendrán curul César Umajinga, destituido de su cargo de Prefecto de Cotopaxi sin derecho a la defensa y Pepe Acacho acusado de incitar al terrorismo contra el Estado sin pruebas suficientes.
[…] Fuente: lalineadefuego.info […]