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jueves, noviembre 21, 2024

Nombres y resignificaciones revolucionarias

Por Jaime Chuchuca Serrano*

El bautizo y el cambio de los nombres es habitual en varias culturas, por ejemplo, Jesús cambió el nombre de sus apóstoles. El bautizo en varias culturas está rodeado de ritualidades, entre ellas, la nominación que reivindica la cultura, posición e identidad. Los cambios de los nombres van atados a la comprensión de los contenidos en las efervescencias revolucionarias.

El proceso de resignificación de las palabras, nombres, significantes y significados es permanente en la lucha histórica por la emancipación. José Gabriel Condorcanqui Noguera, hijo directo del Inca de Vilcabamba, dominaba el quechua, el castellano y el latín. Condorcanqui Noguera siguió un proceso judicial en contra de los españoles para que se le reconociera como heredero inca, sin lograrlo. Más tarde se hizo llamar Túpac Amaru y empezó la organización y la lucha por la emancipación de los indígenas. Con su gran oratoria, en 1780 comandó la sublevación más grande conocida hasta la época española en los Virreinatos del Perú y el Río de la Plata. Tembló el reino imperial español en América y fue excomulgado por la Iglesia Católica. Los indígenas organizados prohibieron la extracción minera del Potosí. Túpac Amaru decretó la abolición de la esclavitud en 1780, prohibió los impuestos y el trabajo en las minas. Reconquistaron territorios y comunidades, retomaron su lengua (el quechua), sus nombres y palabras. Los españoles castigaron con suplicios hasta la muerte a Túpac, su esposa, hijos y a los rebeldes que lo acompañaban. A Túpac Amaru le cortaron la lengua, como una forma de extinguir sus palabras, su nombre, sin saber que lo inmortalizarían como paradigma del germen revolucionario  (Chuchuca Serrano, 2019).

Luis Chusig, nacido en Cajamarca, se cambió el apellido a Benítez para aprender a leer y escribir; los indígenas tenían prohibido aprender estas habilidades. Más tarde, Luis se cambiaría el apellido a Santa Cruz y Espejo. Su hijo Eugenio fue inscrito en el Libro de Blancos, documento negado para los indígenas. Por intervención de su madre, María Catalina Aldás Larraincar, Eugenio estudio en el Colegio San Luis, donde se codeó con la aristocracia quiteña. El joven Eugenio, gracias a su intelecto y su don de gentes, fue elegido en representación de sus compañeros varias veces. Más tarde batalló por ingresar en la universidad, se doctoró primero en medicina y después en jurisprudencia. Espejo se encontró con Antonio Nariño y Francisco Zea, otros ilustrados colombianos, y por sus actividades culturales fue procesado en Bogotá. Francisco Xavier Eugenio de Santa Cruz y Espejo fue bibliotecario, periodista, orador, científico, escritor prolífico de ensayos y panfletos; los textos más comprometedores fueron firmados con pseudónimos. Escribió sus Reflexiones sobre las Viruelas, con un probable tratamiento de la viruela antes que Louis Pasteur. El gran ilustrado ecuatoriano sufrió persecución, prisión y murió en 1795 enfermo, poco tiempo después de salir de la cárcel.

“Los derechos a los nombres, apellidos y sus cambios van abrazados al derecho al uso del lenguaje de la cultura de su predilección, el derecho a la elección de la vestimenta, a llevar el cabello del modo que más guste a la persona, el derecho a los tatuajes, las artesanías y demás formas que son parte de la estética individual y colectiva”.

“Luchar o morir; la lucha sangrienta o la nada. Es el dilema inexorable”, escribía George Sand, seudónimo de Amantine-Aurore-Lucile Dupin (1804-1876); probablemente la ocurrencia de este pseudónimo de hombre para una mujer surgió para poder publicar sus obras  (Marx, 1987, pág. 121). En su época Sand logró tanta fama como Víctor Hugo, Honoré de Balzac y Frédéric Chopin. Fue una socialista utópica convencida, provocaba a los prejuicios aristocráticos fumando, vistiendo pantalones y administrando por su cuenta sus propiedades y dinero. Creía en el amor libre, se divorció y tuvo varias relaciones amorosas que pasaron a la literatura y el cine. En vida publicó más de cien novelas, relatos y ensayos. Nos legó grandes novelas como Indiana (1832), Lélia (1833), El compañero de Francia(1840), Consuelo (1842-43), Los maestros soñadores (1853). Sand participó en el Comité Central por la República en la Revolución Francesa de 1848.

Los revolucionarios/as rusos del siglo XIX y el siglo XX tejieron varias organizaciones clandestinas e insurreccionales en el vasto territorio zarista. Las organizaciones anarquistas y comunistas formaron una fuerte cultura política en Rusia: modos de vida, vestimenta, nombres, pseudónimos, música, frases, eslóganes. Aprendieron a manejar el arte de la imprenta y difundieron sus textos plasmados en hojas, periódicos, folletos, hablando de una nueva concepción del mundo. Es famoso el pseudónimo de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, que significa habitante del río Lena, torrente que se encuentra en Siberia, lugar donde eran desterrados los revolucionarios/as rusos. Lenin adoptó este apodo para dar la contra al pseudónimo de Gueorgui Valentínovich Plejánov, otro revolucionario ruso con una concepción menos radical, quien se había hecho llamar Volguin, habitante del río Volga, río que atraviesa San Petersburgo. Lev Davídovich Bronstein, firmaba como Trotsky, Iósif Vissariónovich Dzhugashvili era apodado Stalin, palabra que significa acero, por haber sobrevivido de niño a la viruela. Gracias a los pseudónimos, estos y otros revolucionarios podían escribir y hacer actividades sin que se relacionaran con sus nombres legales. Tal resignificación de los nombres fue usada por todos los partidos comunistas y guerrillas del mundo, como ejemplos en Latinoamérica se pueden mirar las listas de nombres y pseudónimos de las FARC y el ELN.

En el deporte y el activismo antirracial es ejemplar el caso de Cassius Clay. Primero se denominó Cassius X, después eligió el nombre de Muhammad Ali propuesto por el líder islam Elijah Muhammad. Cuando Cassius Clay se cambió el nombre por el de Muhammad Ali, los blancos estadounidenses saltaron criticándolo. Le gritaban en la calle “¡Para mí siempre serás Cassius Clay!”, como una forma de decirle “los blancos te dimos el nombre de esclavo: Cassius Clay”. El nombre Muhammad Ali reivindicaba su religión y origen árabe africano. El conocido boxeador, “campeón de campeones”, llevó su lucha ideológica reivindicando los nombres y las ideas de los pueblos negros, de la liberación y emancipación; sigue siendo un gran ejemplo de lucha y persistencia para los jóvenes de todo el mundo. 

En distintos momentos han existido varios cambios de nombres en el Ecuador colonial y la formación de la república. En las conversaciones coloquiales de la calle, la academia e instituciones se tilda despectivamente a las personas de “indio”, “mitayo”, “indio alzado”, pero cuando la persona asume esa posición exponiendo: ¡de verdad soy indio!, se grita con estertores: ¡Ese no es indio! El sistema de inferiorización de acuerdo a la perspectiva del terrateniente es aún frecuente en los bautizos, cambios de nombres, cortes de cabellos, cambio de vestimentas; un proceso lleno de coacción y violencia.







 

Cuando se confirmó la candidatura de Yaku Pérez a la Presidencia de la República, las redes sociales se llenaron de mensajes cuestionando su autorreconocimiento como indígena.

A partir del levantamiento indígena de los años noventa, los efectos de la nominación y denominación tuvieron grandes efectos en el reconocimiento de la cultura ancestral indígena y los idiomas. Los padres indígenas y mestizos empezaron a usar con mucha más soltura nombres en kichwa, shuar, achuar, cañari y otras lenguas. Cuando antes un indígena se cambiaba el nombre o apellido por uno español, se cortaba el cabello y se cambiaba de vestimenta, se le criticaba diciendo que esta persona no era blanca; ahora cuando alguien que se considera indígena se cambia el nombre español al de una nacionalidad indígena se le cuestiona como pseudoindígena. Lo más irritante del caso es que surgen toda una pléyade blancos mestizos enjuiciadores con un indigenómetro en la mano. Recuerdo como fue criticada de modo inmisericorde la intelectual indígena María Estela Vega Conejo que cambió esta denominación por el hermoso nombre kichwa: Nina Pacari, que significa amanecer del fuego, un nombre impensable en el español reinante. El escritor y poeta Jacinto Conejo Maldonado se renominó como Wankar Ariruma Kowii. El abogado y activista político Carlos Pérez Guartambel cambió su primer nombre por Yaku, que significa agua en kichwa, como una manifestación propia en medio de las luchas históricas por la defensa del agua. 

Los derechos a los nombres, apellidos y sus cambios van abrazados al derecho al uso del lenguaje de la cultura de su predilección, el derecho a la elección de la vestimenta, a llevar el cabello del modo que más guste a la persona, el derecho a los tatuajes, las artesanías y demás formas que son parte de la estética individual y colectiva. En los procesos revolucionarios se profundiza la estética de la liberación que se concentra, no sólo en el cambio del nombre por el nombre, del color por el color, o de la forma por la forma, sino al cambio del contenido y la forma del oprimido. Parafraseando a Marx, la revolución social saca la poesía del porvenir, no de las frases que desbordan el contenido, sino de los contenidos que desbordan las frases (Marx, 2003, pág. 16).

Cuando Cassius Clay se cambió el nombre por el de Muhammad Ali, los blancos estadounidenses saltaron criticándolo. Le gritaban en la calle “¡Para mí siempre serás Cassius Clay!”, como una forma de decirle “los blancos te dimos el nombre de esclavo: Cassius Clay”.


*Jaime Chuchuca Serrano es abogado, licenciado en Ciencias Políticas y Sociales, licenciado en Ciencias de la Educación, en Filosofía, Sociología y Economía. Magíster en Sociología. Doctorando en Ciencias de la Educación.


La Línea de FuegoBibliografía

Chuchuca Serrano, J. (11 de Diciembre de 2019). Túpac Amaru. Obtenido de jaimechuchuca.blogspot.com: http://jaimechuchuca.blogspot.com/2019/12/tupac-amaru.html?q=amaru

Marx, K. (1987). Miseria de la Filosofía. México D. F.: Siglo XXI Editores.

Marx, K. (2003). El 18 Brumario de Luis Bonaparte. Madrid: Fundación Federico Engels.

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