Raúl Borja
14 febrero 2025
“Al actual presidente de Estados Unidos, unos le consideran “loco”, otros le llaman “payaso”. Por ahí le dicen “bocón”. Por allá le tildan de “ignorante”, más que todo, del entramado jurídico de Estados Unidos. ¡La ignorancia de la ley no exime de culpa!”
- A confesión de parte…
Confieso que pensé titular este artículo de otro modo: ¡Muera Trump! ¡Viva Trump! Desistí, pues esa exclamación esteticiza la maldad. Luego dudé si titularlo ¡La Bestia del Apocalipsis al poder! parafraseando al apóstol Juan, quien, en su Revelaciones inscritas en el texto bíblico, dice:
“Y adoraron al dragón porque este dio la autoridad a la bestia salvaje, y la adoraron con estas palabras: ¿Quién es semejante a la bestia salvaje? ¿Quién puede combatir contra ella? Y se le dio (a la bestia) una boca que hablaba cosas grandes y blasfemas. Y se le dio autoridad para actuar 42 meses. Y la bestia abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre y su residencia, hasta de los que residen en el cielo. Y se le concedió hacer guerra contra los santos y vencerlos. Y se le dio autoridad sobre toda tribu y pueblo, lengua y nación. Y todos los que moran en la tierra la adorarán… Y si alguno tiene oído, que oiga. Y si alguno está para cautiverio, que se vaya en cautiverio. Pero si alguno mata a espada, tiene que ser muerto a espada. Aquí está lo que significa el aguante y la fe de los santos.”
Finalmente, confieso que me decidí por un título trivial, ¡Un latino en Nueva York! cuando anoche me desperté en mi usual insomnio, recordando una rumba de La Sonora Dinamita.
- La resistencia civil ganó la partida
Cuando apenas tuve 11 años, mejor aún, a partir de entonces, tenía la buena costumbre de ir a leer El Universo, el mayor diario nacional, en la peluquería de mi tío Luis Alfonso, ubicada en la plazoleta de La Merced, frente al Conservatorio Nacional de Música. Sentado sobre una banca forrada de cuero y oliendo las fragancias de las colonias de una peluquería tradicional de Quito, introspecto, me ilustraba de lo que pasaba en Nueva York, la metrópoli del capitalismo, que ya se llamaba cosmopolita y que sobrevivía entre las ruinas del Bronx, el barrio marginal habitado por la gente negra y pobre, y Wall Street, en el distrito rico del Lower Manhattan.
Leyendo con avidez El Universo conocí del gran suceso de entonces: el Give Me Liberty, ese fenómeno de masas, cuando la gente negra desafiaba al racismo blanco, violento e inhumano, y a los toletes e insultos de los miembros de la Guardia Civil. Más adelante, cuando en Quito se inauguró la TV, vi con emoción contenida, las marchas milenarias contra la guerra en Vietnam, que, se decía, veníase luchando contra dos imperialismos: el de Francia y el de Estados Unidos. Luego me enteré de los asesinatos a Martin Luther King, Malcom X, John F. Kennedy, entre otros. ¿Cómo no recordar el discurso de Martin Luther King traducido al castellano en un reportaje excelente de la televisora alemana ZDF, proyectado en pantalla de cine, cuando el líder negro de la no-discriminación racial dijo: “Tengo un sueño: que un día esta nación se pondrá en pie y alcanzará el verdadero significado de su credo: Afirmamos que estas verdades son evidentes, que todos los hombres han sido creados iguales…”
Recuerdo también a Cassius Clay, no dando sus patentados saltitos sobre la lona del ring antes de meterle al rival su golpe fantástico, de nocaut seguro; sino rebelándose a la orden de la US Army, de unirse a las filas del Ejército para ir a luchar en Vietnam; por tal acto de resistencia le quitaron su licencia de boxeador, tratando de denigrarlo como si fuese un “traidor a la Nación”. Él, en un acto de dignidad, humanidad y conciencia, siendo ya campeón mundial de los pesos pesados, rechazó indignado esa orden y sintió vergüenza de que, en Vietnam, Estados Unidos lance napalm sobre los caseríos de habitantes vietnamitas y riegue con TCDD (“agente naranja”) los sembríos de arroz, mientras en tierra los soldados yankis asaltaban los túneles de los Vietcong usando lanzallamas y disparaban sobre las cabezas de los soldados enemigos capturados.
Por esos mismos días, en las principales ciudades de Estados Unidos, las marchas multitudinarias de personas de todas las edades, sexos, color de piel e ideologías, reclamaban al gobierno, por la paz y el respeto a los derechos civiles, tomándose de los brazos miles de veteranos de guerra (muchos de ellos desfilando en sillas de ruedas y con sus miembros mutilados en la guerra); junto a obreros y sindicalistas, a hippies y miembros de las iglesias, académicos, estudiantes, negros y puertorriqueños… Y las mujeres que pedían que se levante el veto a la pastilla anticonceptiva y no se las acose por ejercer la libertad de hacer el amor.
Con tanto sacrificio, en la década de los 60 triunfó la resistencia civil en Estados Unidos. En 1960 se legalizó el uso de la píldora anticonceptiva en nombre de los derechos de la mujer y la salud de la familia. En 1964 se firmó la Ley Federal que prohibía la discriminación por raza, color de la piel, religión, así como el discrimen en las plazas de empleo. Ese mismo año, Cassius Clay cambió su nombre a Muhammad Ali, se hizo musulmán y adhirió a la Nación del Islam. En 1973 se firmó en París el Acuerdo por la Paz entre Estados Unidos y Vietnam.
Por su política interna de discrimen racial y a consecuencia de su política externa, imperialista, Estados Unidos como sociedad, pagó un alto costo moral y político. Se ganó la repulsa de una gran parte del mundo, particularmente en América Latina. El grito emblemático Yanki go Home, en Ecuador se convirtió en Gringo Llucshi Kaimanta. Aquella resistencia civil nos conmovía y dividió nuestros sentimientos. Nosotros admirábamos a los jóvenes rebeldes que desfilaban en Nueva York y Washington, por el respeto a los derechos civiles; a los que resistían en San Francisco a la barbarie en Vietnam; a los que desplegaron su alegría y dolor existencial en el Festival de Rock de Woodstock, de donde nos quedó resonando la voz de Janis Joplin y la guitarra eléctrica de Carlitos Santana.
Cierto es que muchas conquistas se quedaron pendientes para jornadas de lucha posteriores. Estados Unidos continuó con su política agresiva en muchos lugares del mundo. Chile, 1973, fue un horrible “botón de muestra” del imperialismo. Internamente, la brecha entre riqueza y pobreza siguió agrandándose. Sin embargo, lo que se conquistó en aquella memorable década de resistencia civil en Estados Unidos, fue moral, cultural y políticamente, invalorable. No obstante, quedó sembrada la cizaña en terreno fértil, hibernando junto al trigo de buena estirpe, esperando la oportunidad para renacer como mala hierba. Donald Trump es ahora el cosechador de la cizaña.
- ¿Cosechador de cizaña o sembrador de tempestades?
Al actual presidente de Estados Unidos, unos le consideran “loco”, otros le llaman “payaso”. Por ahí le dicen “bocón”. Por allá le tildan de “ignorante”, más que todo, del entramado jurídico de Estados Unidos. ¡La ignorancia de la ley no exime de culpa!
De mi parte, valiéndome de la IA, construí un test de personalidad y lo apliqué al hombre más poderoso del mundo (¿cierto?), que objetivamente está al timón de un barco trasatlántico más grande que el Titanic. El test es simple (es hijo putativo de la IA) y consta de 10 preguntas. Invito a quien desee relajarse un poco, a aplicarlo sin ínfulas psicologizantes. Dice:
Donald Trump ¿Es empático o antipático? ¿Revela tener remordimientos de conciencia? ¿Respeta las normas sociales o es anómico? ¿Tiene conciencia de los derechos de los demás? ¿Es impulsivo? ¿Culpa a los demás de graves defectos? ¿Se siente superior al resto de personas y del mundo? ¿Manipula a los demás? ¿Es obstinado y revela placer cuando alcanza su objetivo? ¿Recurre a la mentira y al timo con frecuencia?
Si de estas 10 cuestiones, al menos 6 son positivas, el sujeto es un sociópata. Lo dice la IA.
No es un asunto personal. Es que el sujeto en el diván, es el mandatario del país que es, o que dice ser, el más poderoso del planeta. En sus primeros diez días de mandato, Trump le ha puesto a bailar al mundo entero, su rock and roll favorito. Ha amenazado y ha cumplido sus amenazas. Se ha saltado las vallas de la ley y ha ordenado las medidas que él cree convenientes. Ha hecho alarde con soberbia, de sus maniobras. Ha mentido a saco lleno. No ha respetado a nadie que él considera su opositor. No hay adversarios, sino enemigos. Ha pretendido avasallar a sus vecinos. A los aliados europeos les ha hecho “un corte de manga”. Se ha abierto demasiados frentes, internos y externos, sin calcular los contragolpes. Trump es un Napoleón enano, un sembrador de tormentas y un cosechador de tempestades.
- ¿Qué hacer?
Leo en Wikipedia: “La resistencia civil es una forma de acción política no-violenta, para luchar por los derechos civiles y la justicia, y para convencer a la opinión pública de que no cabe colaborar con un régimen de opresión. La resistencia civil puede ser utilizada en situaciones como invasiones, ocupaciones, golpes de Estado, usurpaciones del poder. Son tácticas de resistencia civil las huelgas, paros, boicots al consumo de productos y al uso de servicios, las protestas masivas, pacíficas. Para tener éxito en la resistencia civil se requiere unidad, planificación y actitud no-violenta. En todo el mundo, la resistencia civil ha sido utilizada por movimientos sociales y de liberación nacional…”
Mientras camino como un latino en Nueva York ¡pura imaginación! recuerdo al movimiento de resistencia civil y a la lucha no-violenta más emblemáticos de la historia, el liderado por Mahatma Gandi. Todo empezó en 1906 con la resistencia a vender sal a los británicos y terminó en 1948, doblegando en la mesa de negociaciones, al imperio británico, el músculo más fuerte del imperialismo mundial en la primera mitad del siglo XX. La desobediencia civil fue el principal recurso de Gandi. La lucha no-violenta ganó la guerra sin disparar un tiro. La resistencia del pueblo indio junto a la verdad como principio ético de lucha, se impusieron a la violencia, la discriminación racial y el poder de la libra esterlina. Política y éticamente, Gandhi y el pueblo de la India vencieron a las armas y a la legendaria prepotencia de los británicos.
¿Es posible ahora responder a Trump con la desobediencia civil en Estados Unidos?
El presidente de esa nación tiene el respaldo de una mayoría de la sociedad que votó por él en noviembre pasado. Así mismo, él ganó el poder por que expresa los intereses de una parte poderosa del capital de Estados Unidos. Él ganó la batalla por la hegemonía cultural sobre un conjunto profundamente fragmentado de dicha sociedad. Trump se impuso jugando a la democracia, a la misma que cuatro años atrás venía denigrándola. Trump ganó por que cuenta con el respaldo de ciertos poderes fácticos: la maquinaria armamentista que está ganando fortunas incalculables con todas las guerras que suceden ayer y hoy en el mundo. Trump se asienta en los intereses de los capitalistas más atrasados dentro del sistema, la clase anti-globalista y excluyente. ¡América primero! en un mundo globalizado.
En lo que aparenta ser una paradoja, han sumado respaldos a Trump los grupos de poder capitalista más avanzados, que puntean la carrera global en lo tecnológico, representados por Musk, Bessos y Zukenberg. Unos cínicos en esencia, que si hubiese ganado las elecciones de noviembre la demócrata Kamala Harris, también se habrían plegado a ella, pues, lo más importante para ellos es la disputa estratégica mundial con la China.
- El deber ser
Finalizo. Soñando en mis momentos de insomnio, creo que, ante la avalancha de poder del psicópata, no cabe otra que oponerle la resistencia civil con estas estrategias:
El pacifismo. Por la paz mundial. Que frente a las guerras, se impongan las mesas de negociación y se firmen los acuerdo de paz. Sobre la locura armamentística, que se actualicen y redoblen los compromisos de bajar los gastos militares al 1 % del PIB mundial. ¡Ser pacifistas!
Por el respeto a los derechos humanos que han avanzado desde 1948 hasta acá, en particular, los derechos de quienes son (o quieren ser) diferentes, por su opción sexual, religiosa o política. ¡Ser humanistas!
Por la distribución de la riqueza que se desborda en los países ricos, para superar la pobreza, que también existe en Estados Unidos, donde hay millones de personas sin cuarto donde dormir, sin servicios de salud pública, con mala educación y pésima cultura, miles de desocupados y sub ocupados. ¡Ser socialmente justos!
Contra la xenofobia. Defender a la Nación (a la que sea) no anula ser internacionalistas. Las fronteras están dibujadas en la mente y los muros levantados en las conciencias. ¡Ser cosmopolitas con raíces nacionales!
Raul Borja N. (Quito, 030225)