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jueves, mayo 2, 2024

RECOLECCIÓN DE FIRMAS PARA ELIMINAR EL CPCCS. Por Alfredo Espinosa Rodríguez

La década perdida dejó como legado la exportación del odio y la ruindad en los más fieles seguidores del correísmo. Los cobardes de carne y hueso como Graciela Mora y Fausto Ortuño, así como los que encubren sus rostros tras una red social, difamaron hasta la saciedad a Julio César Trujillo, en la ceremonia de cierre de gestión del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social – Transitorio (CPCCS-T), que presidió desde marzo de 2018 hasta el 19 de mayo de 2019. 

¿Qué provocó la ira enfermiza de los correístas, causantes en gran medida del accidente cerebro-vascular que días después desencadenó en la muerte de Trujillo? La desestructuración en 14 meses de gestión al frente del CPCCS-T, del andamiaje de corrupción edificado por la Revolución Ciudadana desde las distintas aristas del Estado.

Los tentáculos de un partido político -que operaba como organización delincuencial- estaban siendo cercenados porque hicieron de la ilicitud el leitmotiv de la política. A lo cual se suma la apabullante humillación que enloda el ego del narcisista exmandatario y prófugo de justicia, Rafael Correa, al ver que un octogenario en el ocaso de su carrera política, a paso lento –pero seguro-, con nada más que su honradez como carta de presentación; combatía esa mala política que embriagó a buena parte de los ecuatorianos con mentiras y alaridos pseudo-izquierdosos sacados de una película de terror.

Hasta el último de sus días, el doctor Trujillo puso en contraste los valores y antivalores del quehacer político, demostrando que una buena política (no la del insulto, la tarima, la represión y el financiamiento ilícito), así como el activismo ciudadano no son un mito. Desde luego, a lo largo de su trajinar, Julio César tuvo errores, pero en ningún momento su condición humana fue puesta en tela de duda como sí ocurre con sus agresores, quienes rumean amarguras desde la clandestinidad, tal como lo demostraron al proferir insultos de la peor estirpe –durante la transmisión en Facebook de la misa y honores de Estado- hacia el féretro del maestro.

La tarea por sostener la transición a la democracia no es nada sencilla, aunque la hoja de ruta para la reinstitucionalización del país quedó trazada. Por eso, el mejor homenaje al trabajo inclaudicable de Trujillo es la recolección de firmas para poner fin al Consejo de Participación Ciudadana y Control Social, entidad bajo la cual se escudó Correa para –a nombre de los ciudadanos- ubicar a sus amigos y compinches en los puestos de control estatal bajo el estandarte de la meritocracia del 100/100.

Consulta que vale indicar, debe ser promovida previo a un debate abierto entre los distintos actores de la sociedad civil, política y académica del país.

Siempre y cuando la propuesta no sea gubernamental, sino más bien ciudadana, vale la pena firmar y poner fin a ese vestigio del hiperpresidencialismo correísta. Incluso si sus funciones fueran limitadas o si sus nuevos integrantes tuvieran igual o mayor robustez ética que los integrantes del CPCCS-T, esa institución debe desaparecer.

En este nuevo proyecto deben enrumbarse los ciudadanos que no necesitan un ventrílocuo que hable por ellos. Ese es el legado que deja Julio Cesar Trujillo a los jóvenes, la honradez y la buena política como trinchera de lucha por la defensa de la democracia.

*Licenciado en comunicación por la Universidad Central del Ecuador; maestrando en investigación de estudios latinoamericanos. Analista en temas de comunicación y política.

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