20 agosto 2013
Nunca entendí porque el “Proyecto Yasuni” era revolucionario, innovador y otras calificativos positivos que tanto el gobierno como sus verdaderos proponentes, los amigos ecologistas auténticos, lo dicen.
Hay el uso político hecho de la propuesta, por el gobierno, y su contenido. Sirvió la idea para que el gobierno se de una imagen de ecologista y condene a las grandes potencias por contaminadoras, ganó así Correa una imagen impecable de izquierda ecológica en la escena internacional.
Pero sobre el contenido, es una monetarización de la conservación. Que el mundo nos pague para conservar la naturaleza!, culpabilizando a los donantes con la idea de que al ser contaminadores nos paguen (¿pero por qué a Ecuador?); cuando la conservación debería ser una defensa sin miramientos, por principios y por razones de fondo sobre la pervivencia nuestra y del planeta, por responsabilidad con las generaciones venideras y el planeta entero al proteger uno de los diez sitios del planeta con mayor biodiversidad que se lo debemos al hecho de estar en esta confluencia de climas y geografía que significa el Ecuador.
Este espacio, tan pequeño pero tan rico en biodiversidad, es una riqueza incalculable para el futuro, por los conocimientos a descubrir, por las virtudes de la biodiversidad para nuestra vida (salud, estética, etc.), por la economía que tendrá un valor superior al petróleo, etc.. Deberíamos haber asumido plenamente la responsabilidad social de crear una idea de que este espacio debe ser intocable, una prohibición colectiva de no amenazarle, esos principios que las sociedades crean para proteger algo de un valor superior. Ecuador comenzó ello con la anterior ley del ambiente, con su estrategia ambiental que privilegiaba el ecoturismo y la puesta en valor de la biodiversidad, con un discurso público en consecuencia, con declaraciones sobre espacios intangibles, por su estrategia de declarar parques naturales o a conservar, por su rechazo a la minería mientras los vecinos lo promovían, lo cual ahora ha sido al contrario legitimado por el gobierno de Correa que lo hace precisamente con su visión que extraer es más importante por que responde a necesidades primarias.
Estas en su visión de desarrollo tienen una sola vía, tener recursos monetarios para importar una modernización de infraestructura, gestión y servicios. Modernización que puede ser necesaria al igual que luchar contra la desigualdad social pero que sabemos tiene más de una vía y posibilidades. Alguna idea, como las que oficialmente se dice, no tanto en los hechos, de responsabilidad con la conservación y de puesta en valor de la biodiversidad debería aliarse con un proyecto de sociedad en la que su población cuenta primero con sus propias fuerzas para generar un cambio de condiciones, mayor igualdad social y desde luego otro sistema socioeconómico.
Y las prioridades de la conservación como es el caso de una zona de tan fuerte conservación como es el fondo del Parque Yasuní debería ser, por lo mismo, una responsabilidad a asumir sin cálculo alguno. Existen pues prioridades en este dominio como en otros. Pero al pretender defenderlo poniendo un precio, un valor monetario para conservarlo, provengan de donde provengan las monedas, es ya definir que en ausencia de éstos simplemente se puede ir a su explotación, la cual por más meticulosa sea en el aspecto técnico y con prevención ecológica es evidentemente una amenaza como ahora frecuentemente lo constatamos en el mundo (el desastre del Golfo de México, por ejemplo) y lo será aún más en un suelo frágil y con riesgos sísmicos como lo constatamos tantas veces en Sucumbíos. Pedir a la sociedad internacional que nos dé dinero para ser responsables y asumir lo que sin argucias debemos hacerlo, es mercadear la responsabilidad.
Un calculador nato como Correa aprovecho muy bien la idea primera y se abanderó con doble discurso, como hasta ahora lo hace en lugar de saber asumir sus opciones, ha requerido culpar a los países amigos de ser los responsables de su opción de extraer el petróleo en un sitio de alto riesgo para el medio ambiente. Y eso por una entrada que significará algo así como más o menos del 2% del presupuesto estatal. Pues nada o poco se dice que para extraer en un sitio tan complejo y apartado, con las protecciones mínimas que el gobierno indica se tomarán, incrementará los costos significativamente, con la consiguiente reducción de los ingresos.
Y se puede comprender que los donantes no se multiplicaron o no hayan dado el dinero, no sólo porque desde el inicio Correa jugo con el doble discurso (plan B) y obstaculizó la negociación, sino porque precisamente la espada de Damocles estaba ahí: si no hay donaciones, se explota, hoy o mañana. Si las donaciones, por ciertas circunstancias, podían llegar hoy, pero ¿que tal si la crisis europea se reforzaba y las arcas fiscales debían definir otras prioridades internas?.
Simplemente se extraía lo que en principio estaba protegido, es decir, ¿cómo no pensar en un eventualidad de estas antes de hacer la donación? Era pues dar dinero ante un incertidumbre a la vuelta de la esquina. Cuanto más que Correa en su florido lenguaje dijo alguna vez que si los donantes ponían condiciones sobre el destino de esos recursos, podían metérselos en los oídos.
Como sociedad, Ecuador debía asumir claramente el deber de conservar una riqueza de esta naturaleza. De suplemento, se podría pedir apoyos internacionales para lograr mayor conservación (ecoturismo, puesta en valor de la biodiversidad, etc.) como lo hace Alemania, todo lo cual es otra cosa de lo planteado.
Además había una argumentación incoherente e insostenible de lo ambiental. Se decía que al no sacar el petróleo se limitaban las emanaciones contaminantes. ¿Por
Cuál milagro? Si el mundo sigue consumiendo igual o más petróleo. Si el plan B estaba desde siempre y los técnicos lo preparaban. Tampoco se aporta así a la lucha contra el cambio climático. Ecuador no reducía sus emanaciones tóxicas. Eran pues argumentos pegados con babas. En cambio, es nuestra obligación social luchar contra la contaminación, proteger la biodiversidad, ser promotores en la lucha contra el cambio climático, no sólo en discursos sino casa adentro.
Yasunizarse sin plata de por medio eso es lo que corresponde hacer.
Cuanto más que simbólicamente lo que está en juego es construir en la sociedad la concepción que podemos tener otra vía para resolver nuestras necesidades y pobreza, sin centrar todo en la abundancia que termina por convertir a la sociedad en mendigante de los que se sacan la lotería y juegan al papa-noel de todos. La austeridad puede ser mejor escuela para la creatividad que la simple generosidad de gastar y gastar para importar modernidad. Que yasunizarse sea también crear o innovar sin que todo dependa de la abundancia, sino primero partir de nuestro esfuerzo colectivo. Eso sí puede ser revolucionario.
Para Linea de Fuego. 20 de agosto de 2013.
Con alguna frecuencia nos dejamos llevar por el arrastre de la corriente de una versión que ha logrado posicionarse en el mercado, sería el caso de la iniciativa de dejar el petróleo en donde esta a cambio de dinero, algo similar a lo que sucede con la creencia de que no hay nada mejor que la democracia representativa, cuando con la democracia directa a un pueblo le puede ir mucho mejor. Pura inercia.