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martes, abril 30, 2024

2017: EL PLAZO DEL ABSURDO. por Napoleón Saltos Galarza

Febrero 2014

István Mészáros relata una historia de los tiempos de la planificación del “socialismo real”:[1]

“El caso que citaré realmente ocurrió, pese a que hoy pueda parecer bastante increíble. Pero ocurrió. Cuando me enteré del caso, en el verano de 1954 (no por la prensa, donde estos asuntos no podían mencionarse, sino en la sala de un hospital y de boca de un individuo que lo sufrió: mi vecino, involucrado directamente), en la primera oportunidad que tuve, expuse públicamente el disparate de lo que denominé una “sátira de la vida real”: en un pequeño condado en el sudoeste de Hungría “algunos burócratas sin sentido común sumaron la fecha, 1952, multiplicada por 100 kilos, a la remesa de carne de cerdo que obligatoriamente debía enviar el condado al Estado”. Lo que fue especialmente absurdo en este caso no es que hubiera pasado, sino más bien el hecho de que resultó completamente imposible corregir la situación –cancelando el astronómico recargo al compromiso de una entidad económica relativamente pequeña– incluso después de que se revelara el error obvio y de que las autoridades competentes tuvieran que reconocer que había sido una terrible equivocación, con graves consecuencias para las ya precarias condiciones económicas de uno de los condados más pobres de Hungría, el condado de Zala. Por el contrario, las autoridades decretaron arbitrariamente que no era admisible ninguna reducción, porque entre tanto el compromiso exagerado se había convertido en una parte legalmente sancionada del “Plan Nacional” y, por consiguiente, debía cumplirse.”

Es verdad que no podemos bañarnos dos veces en el mismo río, porque la segunda vez el agua está más sucia. Sin embargo pareciera que la historia se repite, sobre todo por su lado absurdo.

Podemos contar una historia en nuestro país, “una sátira de la vida real”, instaurada en nombre de la planificación de la educación superior, convertida en control. 

De acuerdo al Reglamento de Tipología de las Universidades, expedido por el CEAACES, el 19 de junio de 2012, Art.2., la planta docente de las universidades de docencia con investigación “debe estar conformada con al menos con el 70% de profesores con el título de doctor, Ph.D o su equivalente.”

¿De dónde salió el porcentaje? No hay ninguna explicación. Tal vez, como en el relato de Mészáros, hay un cálculo esotérico combinado con  la cifra del año del plazo, 2017. Pues si hacemos un cálculo racional no hay ninguna base.

Sólo en el caso de la Universidad Central para el año 2017 se contaría con 1.700 profesores titulares. De acuerdo a la exigencia del CEAACES se requeriría 1.190 profesores con Ph.D., si pretende ser universidad de docencia con investigación.

En el país, al momento, en total, hay alrededor de 700 profesionales con título de Ph.D. Y hasta el 2017, en el mejor de los casos, se puede duplicar esa cifra, con becas y todo. De modo que se tendría que contratar al 85% de todos los Ph.D. del país para que la UCE pueda aspirar a ser universidad de docencia con investigación.

Aunque puede haber otra explicación: la planificación oficial apunta a dejar a las universidades públicas como universidades de docencia, pues no podrán llenar el requisito. Y entonces las cuatro universidades creadas por el gobierno, sobre todo, la universidad Yachay, quedarán como “las universidades del conocimiento”, encargadas de producir ciencia y formar los cuadros de dirección del país y del Estado. Las universidades públicas tendrán que contentarse con ser universidades de segunda, clase B, formar profesionales medios y reproducir el conocimiento construido afuera. Y quizás ni siquiera puedan llenar en el plazo señalado la exigencia del 40% de docentes con Ph.D. para ser universidades de docencia. Y entonces quedarán reducidas a universidades de educación continua: el sueño oficial de reducir el tercer nivel a bachelor se habrá cumplido.

Y entonces habrá que regresar a la conclusión de Mészaros:

Por esta razón, dadas las circunstancias, sostuve que: Es evidente que detrás de estos accidentes se encuentra la inhumanidad de la burocracia. En efecto, éste es el contenido social y la fuerza característica del acontecimiento, incluso si tan sorprendente acción no hubiera sido cometida por un burócrata nato, sino accidentalmente por un simplón subjetivamente bien intencionado. En el fondo, la acción tiene su lógica interna objetiva, que apunta su dedo acusador en contra de la burocracia.” 

Una burocracia que no sólo desconoce y desvaloriza la realidad del país, sino que se empecina en su dislate para confirmar su poder, mientras repite el discurso de la calidad: hay que llegar a los estándares internacionales, el signo es el fetiche de los títulos.


[1] MÉSZÁROS, István, La teoría económica y la política: más allá del capital, Revista Herramienta, Nº 21, octubre de 2002, http://www.herramienta.com.ar/revista-herramienta-n-21/la-teoria-economica-y-la-politica-mas-alla-del-capital, consulta, febrero de 2014.

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