No existe nada nuevo bajo el sol, dice el dicho… excepto el covid-19. Luego de los dantescos efectos de la primera ola, es evidente que el agudo retroceso del bienestar humano, en unos países más que en otros, es consecuencia de algo más que la pandemia. Países con liderazgo, instituciones y recursos (científicos, tecnológicos y económicos) la han enfrentado mejor que los desorganizados, improvisados y sin instituciones.
Según un reportaje del Financial Times de 22 de junio de 2020, Ecuador sería uno de los países de peor desempeño frente a la pandemia, al registrar en 2020 un incremento del número de decesos por semana (por todas las causas) de 122%, en relación con años anteriores, solo detrás de Perú (141%), pero muy por delante de España (56%) o Italia (43%). Países como Noruega, Islandia o Israel no registran incrementos significativos. Si se considera solo las áreas urbanas, el incremento del número de muertes por semana en la provincia del Guayas es de 276%, solo inferior al incremento registrado en Lima (289%), y mayor al de Nueva York (251%), Manaos (152%) o Santiago de Chile (109%). El equipo periodístico del Financial Times agrega que en la “provincia del Guayas han muerto más de 10.000 personas más que lo normal desde inicios de marzo, un incremento de más del 300 por ciento.”[1]
Hace poco la periodista-investigadora Romina Mella, de IDL-REPOTEROS, publicó una entrevista al exalcalde de Guayaquil, “…la persona que todas las fuentes señalan como líder de este esfuerzo…” (las cursivas son nuestras) titulada “Del desastre a la victoria: cómo Guayaquil venció al Covid-19” (https://www.idl-reporteros.pe/del-desastre-a-la-victoria-como-guayaquil-vencio-al-covid-19/). Mella afirma que “el 10 de mayo, por primera vez no se registró ningún fallecido por Covid-19 en Guayaquil.”
Mientras IDL-REPORTEROS recoge las opiniones del exalcalde (ojo: del exalcalde, no de la actual alcaldesa, ¿por qué?) sin cuestionarlas, los periodistas del Financial Times abundan en respaldos metodológicos y estadísticos para fundamentar sus conclusiones. Fenómeno digno de investigación para estudiosos de la comunicación social. Por un lado las opiniones del exalcalde; por otro, el análisis objetivo de cifras y registros estadísticos, como argumento de base para las conclusiones.
Sería ingenuo preguntar en cuál de estas dos noticias se percibe la realidad desde la caverna de Platón. La pregunta pertinente es quién, para qué y cómo pretenden manipular la percepción de la realidad de los ecuatorianos. Y, a partir de esto, verificar si existe algún dispositivo social capaz de evitar estas manipulaciones. En una sociedad con instituciones pervertidas, gobernada entre amigos y con altas probabilidades de que los actos de corrupción queden impunes, muy probablemente no. Pero esto requiere algún cuidado; no todos los amigos son iguales, unos son más ambiciosos que otros; unos pasan por honestos, otros no. Si las instituciones sociales se encuentran pervertidas, lamentablemente discriminar entre unos y otros se vuelve una tarea subjetiva.
La pregunta pertinente es quién, para qué y cómo pretenden manipular la percepción de la realidad de los ecuatorianos.
Julio Oleas-Montalvo
Amigos
En el jardín de infantes los niños brindan trato especial a sus amigos, se agrupan entre ellos para jugar, comparten sus juguetes y sus golosinas. Tratar a los amigos mejor que a los demás es algo explicable entre niños y entre adultos en el ámbito de las relaciones personales, de los círculos cerrados de los clubes sociales y de otras organizaciones deportivas.
En el ámbito de los negocios privados se supone que en las sociedades capitalistas actúan “agentes económicos.” Son personas que maximizan su utilidad o sus beneficios mediante transacciones de mercado, sin importar si son o no amigos. La competencia y los precios guían las acciones de seres humanos egoístas y una “mano invisible” (literal: nadie la ha visto) conducirá a todos al equilibrio. La satisfacción económica no necesita de la amistad. Para el capitalismo, que la dueña de la tienda de la esquina sea una persona simpática es deseable, pero no es necesario.
Adam Smith, el padre de la ciencia económica, escribió dos obras fundamentales. Una investigación sobre la naturaleza y causa de la riqueza de la naciones (1776) trata sobre el individuo egoísta que habita los mercados para enriquecerse y ha sido ampliamente difundida como matriz de la ideología del capitalismo. La otra, Teoría de los sentimientos morales (1759) trata sobre la empatía (la capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos), es casi desconocida, pues no sirve para justificar las esencias del capitalismo: el individualismo, la competencia y el atomismo social.
Smith escribió antes de que la Revolución Francesa (1789) destruyera el régimen de los luises y proclamara la libertad, la igualdad y la ?tan venida a menos? fraternidad. Y mucho antes de que Alexis de Tocqueville ?miembro de la Academia de Ciencias Morales y Políticas de Francia (las cursivas son nuestras) ? estudiara la (supuesta)preferencia de las sociedades modernas por la igualdad, y la tensión que se genera entre esa preferencia y la libertad (De la democracia en América, 1835-1840).
A partir de estos ingredientes básicos se han escrito mares de tinta para entretejer la idea de que el mejor sistema económico (¿el capitalismo?) va de la mano con el mejor sistema político (¿la democracia?). El primero impersonal y competitivo; el segundo igualitario y libre. Se entiende por democracia esa organización social en la que existen pesos y contrapesos políticos; los poderes del Estado son independientes (generalmente son tres: ejecutivo, legislativo y judicial); los ciudadanos están comprometidos a pagar impuestos para financiar los servicios y la administración públicos; y los mandatarios, elegidos por votación, son responsables de sus actos.
Capitalismo más democracia forjarían instituciones sociales fuertes y estables, aptas para canalizar las conductas de los individuos, penalizar el fraude y el engaño, y esparcir comportamientos honestos, previsores y cívicos que contribuyen a promover el bienestar general.
Pero en muchas sociedades los adultos se resisten a abandonar sus hábitos infantiles, debilitando las instituciones que fortalecen la democracia. En la política práctica el amiguismo se muestra como la preferencia por los amigos, sin considerar sus calificaciones, su afinidad ideológico-política o su perfil y carrera profesional. Se propaga con más facilidad cuando la burocracia estatal ha sido sistemáticamente vilipendiada por la opinión pública y sometida a reformas del tipo aconsejado por el Banco Mundial o el FMI, enfocadas a reducir el gasto fiscal pero despreocupadas de perfeccionar la carrera profesional del servicio público. En este proceso, la formación y capacitación de la burocracia se reduce a la iniciativa individual y el mandatario de turno puede complacer a sus amigos, lo que no necesariamente reduce el “tamaño del Estado”.
En la política práctica el amiguismo se muestra como la preferencia por los amigos, sin considerar sus calificaciones, su afinidad ideológico-política o su perfil y carrera profesional.
Julio Oleas-Montalvo
En donde prevalece el amiguismo, los amigos, parientes y allegados son preferidos para desempeñar cargos públicos, sin importar su preparación y méritos. Aunque parezca un contrasentido, el amiguismo ha llegado a institucionalizarse, como cuando se fija una “cuota política” para servicios públicos tan sensibles para el Estado como el servicio exterior. Sin referentes institucionales robustos ?es decir un servicio civil amparado en leyes que no sean letra muerta, que exijan eficiencia y conocimientos para servir? calificar de amiguista un nombramiento bien puede depender del punto de vista: la oposición por lo general lo considerará como tal.
No siempre es fácil precisar cuándo una relación entre amigos se circunscribe al ámbito estrictamente privado. Un amigo puede pedir a su amigo que le haga una entrevista para que la tragedia vivida en Guayaquil parezca una victoria de liderazgo y organización. No habría nada de malo si la información fuese un servicio parecido a un corte de pelo: si el cliente recibe un tijeretazo, el único perjudicado es él. Este no es el caso de la entrevista de IDL-REPORTEROS, que bien merece un “estudio deontológico,” como dirían los entendidos. El muy publicitado “modelo exitoso” ha servido de caldo de cultivo de uno de los focos de covid-19 más letales del planeta.
Amiguismo y clientelismo son difíciles de distinguir. El DRA define a este último como la “práctica política de obtención y mantenimiento del poder asegurándose fidelidades a cambio de favores y servicios.” Supone una relación conmutativa que tiene como quid pro quo el poder político. El amiguismo no requiere esta motivación esencial ni la conmutatividad, pero en la práctica la línea que los diferencia es sinuosa e indefinida.
Amigotes
La anhelada igualdad de los liberales del siglo XIX da sentido a la competencia en mercados perfectos que no requerirían de la intervención del Estado (técnicamente, los que no generan externalidades, no presentan rendimientos crecientes o no tienen información asimétrica). En este caso el éxito económico del empresario dependería de su eficiencia. Pero en la vida real ocurre que los mercados no son perfectos, están regulados de alguna manera y el éxito económico depende de las relaciones entre el gobierno y los empresarios. El Estado liberal se corrompe cuando los permisos legales, las concesiones, estímulos fiscales u otras formas de intervenciones estatales en los mercados sirven para canalizar rentas hacia los bolsillos de los amigos favoritos, los amigotes. Transferencias monetarias directas, cláusulas de exclusividad, regulaciones para bienes sustitutos o complementarios y controles de precios evidencian tratos no igualitarios que consagran conductas rentistas, no competitivas. Para Mancur Olson, teórico de los grupos de presión y de la acción colectiva, el crony capitalism? como se lo conoce en la literatura anglosajona? sería el causante de la decadencia de las naciones.
El estudio de cómo los amigotes se valen del gobierno para canalizar rentas requiere enfocarse en los casos y en las personas que intervienen. Con frecuencia es necesario nombrarlos en forma específica, para evidenciar sus prácticas ocultas tras acuerdos opacos y secretos. En el capitalismo moderno esto ya sería una institución de hecho, dado el floreciente negocio del lobby en las democracias occidentales. Paul Rubin, catedrático de la Universidad de Emory en Atlanta-Georgia, afirma que el capitalismo de los amigotes ocurre cuando “alguien que no me agrada hace lobby por algo que no me gusta.” Lo que implica que en ciertos casos las exigencias de los amigotes podrían servir para reducir los costos de las intervenciones gubernamentales (leyes, regulaciones, impuestos y subsidios) que frecuentemente incrementan la ineficiencia de los mercados.
Para Todd Zywicki, catedrático de la Escuela de Derecho de la Goerge Mason University, el capitalismo de los amigotes es un sistema en el cual el gobierno, los grandes empresarios y poderosos grupos de presión trabajan en conjunto para promover sus intereses en una relación simbiótica, más compleja que la simple canalización de rentas. En esa simbiosis se confunden los negocios con la política, como cuando un monopolio de sal organiza todo el aparato estatal para declarar que su producto previene el bocio, mientras que la sal de la competencia externa no lo hace: la entidad de salud “prueba” que la sal producida en los países vecinos no contienen ni el nivel suficiente ni la calidad de yodo requerido para prevenir esa dolencia; el ministerio de comercio prohíbe la importación del producto y el monopolio nacional recibe todo el beneficio generado por el mercado cautivo gracias al poder público, reciprocando esa renta en forma de apoyo político.
El capitalismo de los amigotes es un sistema en el cual el gobierno, los grandes empresarios y poderosos grupos de presión trabajan en conjunto para promover sus intereses en una relación simbiótica, más compleja que la simple canalización de rentas.
Julio Oleas-Montalvo
Con frecuencia la acción estatal requerida por los amigotes sirve para monopolizar, más todavía, mercados ya imperfectos. En 2013, la autoridad de salud de un país suramericano elevó el estándar de pureza del oxígeno terapéutico de 93 a 99,5 por ciento. Esta decisión, que a primera vista parece apropiada para defender la salud pública, expulsó del mercado a todos los oferentes, menos a dos que, desde entonces, gozaron de un cómodo duopolio. Siete años más tarde apareció el covid-19 y el duopolio no pudo abastecer los requerimientos de ese insumo médico. Los resultados son conocidos por todos.
El origen de estas simbiosis suele encontrarse en las campañas políticas. Salvo que sea un multimillonario excéntrico o un banquero superpoderoso, los candidatos requieren de los aportes económicos de los amigotes para financiar gigantescos gastos de campaña. Esas transacciones se asientan en arcanos registros, lejos de la opinión pública. Los amigotes suelen aportar a más de una campaña, como si apostasen en un hipódromo. Una vez ganada la apuesta, como las rentas exigidas por los aportantes son escasas (con relación a sus demandas), es necesario gestionarlas con funcionarios ad-hoc, relacionados con alguna empresa del amigote con la aportación más significativa. Se conoce de un caso en que tal gestión resultó tan eficiente que las empresas del amigote, que copaban el 20% del mercado de importación de vehículos al comenzar el gobierno, diez años más tarde daban cuenta de más del 80%.
Este argumento no pretende sugerir que serían preferibles los candidatos multimillonarios. Basta imaginar lo que podría suceder si la oferta y la demanda de los privilegios estatales llegasen a confundirse en un solo monopolio personal, en un país acostumbrado al capitalismo de amigotes. Existe al menos un caso en Suramérica que también permite correlacionar mala gestión de covid-19 con capitalismo de los amigotes acaudillado por un multimillonario.
¿Estamos condenados a los gobiernos de los amigos y al capitalismo de los amigotes? En tiempos de covid-19 amigos y amigotes se aprestan a iniciar una nueva campaña electoral. Muy probablemente les importe menos fortalecer la democracia que perfilar la forma de canalizar rentas en su beneficio. La realidad, cada vez más incierta por el cambio climático y el aparecimiento de nuevas pandemias, requiere gobiernos eficientes y profesionales capaces de conjugar ciencia, tecnología y administración pública. La pobreza y la desigualdad claman por una organización económica democrática, capaz de bloquear el apetito rentista de los amigotes de campaña y de promover políticas públicas distributivas fiscales, de salud y educación.
Se podría comenzar por dar más transparencia a la información. Sería interesante saber qué motivó al Financial Times, a IDL-REPORTEROS o a END CORONAVIRUS.org a afirmar lo que afirman sobre el covid-19 en Ecuador. En cuanto a la próxima campaña electoral, se daría un gran paso si se transparentan las chequeras de las campañas. Las verdaderas, no las cuentas que se suelen presentar al CNE para acatar la ley electoral.
La realidad, cada vez más incierta por el cambio climático y el aparecimiento de nuevas pandemias, requiere gobiernos eficientes y profesionales capaces de conjugar ciencia, tecnología y administración pública.
Julio Oleas-Montalvo
*Julio Oleas Montalvo, docente universitario, es doctor en historia económica ecuatoriana por la UASB-Ecuador.
Fotografía principal: Cuenta de Twitter de Daniel Salcedo.
[1] Al 25 de junio las cifras oficiales a nivel nacional indicaban que habían fallecido 4.343 personas por causa del COVID-19.
END CORONAVIRUS.org (https://www.endcoronavirus.org/), website dirigido por Yaneer Bar-Yan, doctor en física del MIT, fundador de New England Complex System Institute, divide a los países en tres grupos: los que están derrotando al COVID-19, como Cuba, Irlanda o Nueva Zelanda; los que “casi lo han logrado”, como Australia, China, Francia o Italia; y los que “requieren tomar acciones”, como Brasil, Chile o Ecuador (https://www.endcoronavirus.org/countries).