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viernes, enero 10, 2025

CAMINO AL 2025: EL DERECHO A UN AMBIENTE SANO EN UN PLANETA EN CRISIS

Por María Inés Rivadeneira H.*

La salud de las personas y comunidades depende en gran medida de la salud de la naturaleza.  La pe?rdida de biodiversidad, los impactos negativos del cambio climático y la contaminación pueden afectar de forma desproporcionada a los derechos humanos de las personas en situación de vulnerabilidad, en especial a pueblos indígenas, comunidades locales,  afrodescendientes, mujeres, jóvenes, niñas y niños u otros, según informes de los programas de Naciones Unidas para el Ambiente (PNUMA) y Derechos Humanos (ACNUDH). En el mismo sentido, los Principios Marco sobre los Derechos Humanos y el Medio Ambiente de la ONU (2018), establecen que los grupos humanos somos parte de la naturaleza; por tanto, nuestros derechos están interrelacionados con el entorno en el que vivimos. De tal manera que, los daños ambientales, interfieren en el disfrute de los derechos humanos y el ejercicio de los mismos contribuye a proteger la naturaleza y promover el desarrollo sostenible. 

Varias organizaciones internacionales señalan que América Latina y el Caribe (ALC) es la región más desigual del mundo, con la mayor caída del Índice de Desarrollo Humano a nivel global durante 2020-2021 (PNUD, 2024). A pesar de presentar una ligera mejora en el 2022, hasta el momento, ALC no se ha recuperado de los impactos de la pandemia. Por otro lado, el reporte del Estado global del clima 2023 de la Organización Mundial Metereológica muestra que el 2023 fue el año más caliente registrado, con una temperatura media mundial cercana a la superficie de 1,45°C por encima de la línea de base preindustrial. Aunque la región sólo genera el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero, ya sufre los peores efectos del calentamiento global (CAF, 2023). 

Olas de calor, inundaciones, sequías, incendios forestales, ciclones tropicales y el deshielo de los glaciares, son algunos de los fenómenos extremos que están impactando en la vida de millones de personas en las ciudades y el campo de Latinoamérica. Esos eventos climáticos también afectan a las infraestructuras básicas, al suministro de agua potable, la producción de alimentos y la generación de electricidad. Además, ponen en riesgo los medios de vida de la población y los servicios básicos, con pérdidas y daños cuyo valor económico puede superar el 2% del PIB anual de la región

Nuestros esfuerzos por conservar la biodiversidad y proteger el medio ambiente se mueven en un escenario poco optimista. Durante el período de diez años más cálido jamás registrado en el planeta, también se perdió un número significativo de poblaciones de especies. De acuerdo al Informe Planeta Vivo 2024 de WWF en la región se ha perdido un 95% de mamíferos, anfibios, reptiles y peces entre 1970 y 2022, siendo la tasa más alta en el mundo, que perdió en promedio un 73% de las poblaciones de vida silvestre monitoreadas. 

Tanto como la salud de las personas está interrelacionada con la salud de la naturaleza, también lo está con el cambio climático y la contaminación debido a que sus causas tienen que ver con actividades humanas realizadas en forma insostenible. Factores como cambios en el uso del suelo, sobreexplotación de plantas y animales, la quema de combustibles fósiles, la contaminación por plásticos o metales pesados, dan cuenta del impacto humano sobre las especies y los ecosistemas, lo que está llevando al planeta hasta límites peligrosos. Estos fenómenos afectan a toda la población; sin embargo, recaen de forma desproporcionada sobre las comunidades más empobrecidas y marginadas (WWF, 2022).

Varios estudios científicos dan cuenta que ecosistemas vitales para la salud del planeta se están acercando a un punto de no retorno ecológico. Debido al impacto de la deforestación, el cambio de uso del suelo, estrés térmico o hídrico, entre otras causas, ecosistemas frágiles como la Amazonía podrían convertirse en desiertos. El Panel científico de la Amazonía sostiene que la cuenca Amazónica ha perdido un 17% de su cobertura vegetal y casi un 20% en la Amazonia brasileña, lo que se traduce en una pérdida incalculable de biodiversidad, carbono y, a su vez, de bienestar humano. Especialistas advierten que si la deforestación y el cambio climático continúan al ritmo actual, este punto crítico significar el cambio irreversible de este ecosistema. Este cambio dramático influye directamente en el ciclo hidrológico, lo que no se limita a la región misma, sino que también tendría una afectación a regiones como Los Andes, la Plata y los Humedales en el Pantanal. Además, se presentarían cambios en los patrones de lluvia a nivel global, pérdidas irreparables de biodiversidad, liberación de carbono -lo que exacerbaría el cambio climático- y pérdidas en los medios de vida de comunidades locales y pueblos indígenas. 

El Informe Amazonía Viva 2022 de WWF ya advertía que si se continúa con el ritmo actual de pérdida de la Amazonía, se puede afectar el sustento de alrededor de 47 millones de personas, poniendo en riesgo su seguridad alimentaria, además que sería imposible mantener el aumento de temperatura del planeta por debajo de 1,5°C.

Al momento, la discusión sobre los puntos de no retorno o puntos de inflexión ecológica está tomando mucha relevancia y pone sobre la mesa la necesidad urgente de definir sinergias en los compromisos globales de biodiversidad, clima y objetivos de desarrollo sostenible. Desde la Cumbre de la Tierra en 1992, los Estados han tratado de adoptar medidas para detener la pérdida de ecosistemas y especies, limitar el calentamiento de la tierra y la desertificación mediante la adopción de acuerdos multilaterales, protocolos y metas globales. Por otro lado, la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible adoptada en 2015, presenta una visión transformadora hacia la sostenibilidad económica, social y ambiental. 

En el 2025 se llevará a cabo en Belém do Pará el encuentro más importante a nivel global sobre cambio climático. La Conferencia de las Partes o COP30, representa una oportunidad única para que los países de América Latina y el Caribe muestren su liderazgo en integrar las agendas de biodiversidad, clima y desarrollo sostenible. De acuerdo a la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, 2018), la región “tiene el 40% de la capacidad de los ecosistemas mundiales para producir materiales basados en la naturaleza que consumen las personas y para asimilar los subproductos de su consumo”; en consecuencia, la región es decisiva para resolver la crisis climática ya que “está dotada de una capacidad de la naturaleza para contribuir a la calidad de vida de las personas muy superior a la media mundial”. 

En febrero de 2025, los países deben presentar ante la Convención Marco de Naciones Unidas para el Cambio Climático CMNUCC la actualización de las Contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC) para el cumplimiento del Acuerdo de París adoptado en 2015, cuyo objetivo es limitar el calentamiento mundial a 1,5°C. 

Los gobiernos de América Latina y el Caribe deben demostrar su liderazgo mediante un abordaje integrador de las metas globales al 2030 que detengan la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y aseguren condiciones habilitantes para el desarrollo sostenible (Breaking Silos, WWF, 2023).

Es indispensable avanzar en procesos conjuntos de planificación, implementación y financiamiento que integren a todos los actores de la sociedad y aseguren un enfoque de derechos humanos. Entre las acciones clave señalamos:

  • Garantizar que los procesos nacionales de planificación de políticas sobre clima y biodiversidad se integren en el desarrollo de estrategias sectoriales; 
  • Priorizar y establecer estrategias financieras con participación de banca nacional de desarrollo, banca multilateral, sector privado y cooperación internacional de países desarrollados, con miras a implementar soluciones basadas en la naturaleza que puedan contribuir tanto a los objetivos climáticos como a los de biodiversidad y el ejercicio de los derechos humanos; 
  • Aumentar la representación y recursos para que pueblos indígenas y comunidades locales afrodescendientes, campesinas, pesqueras, mujeres, jóvenes, niñas y niños y otros actores afectados desproporcionadamente por su vulnerabilidad o nivel de marginación, actúen sobre el cambio climático y la biodiversidad a través de enfoques holísticos; 
  • Apoyar las asociaciones público-privadas, junto con las iniciativas no estatales, como catalizadores clave para una acción integradora

El futuro de Latinoamérica y del planeta depende de nuestra acción inmediata. Proteger ecosistemas vitales es crucial para asegurar la salud del planeta y de las comunidades. El umbral del 2030 para alcanzar los objetivos globales de desarrollo sostenible, conservación de la biodiversidad y mantener la temperatura del planeta en 1.5°C se acerca peligrosamente. Es momento de romper los silos y avanzar con acciones que permitan encontrar sinergias entre las agendas económicas, sociales y ambientales. El díalogo deber ser más que una utopía, una herramienta para concretar las transformaciones que necesita este mundo en crisis.

* Investigadora en derechos humanos y ecología política. Líder de Políticas en WWF América Latina y el Caribe, y Gerente de Políticas y Gobernanza- WWF Ecuador

Foto: David Suarez

 

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