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jueves, noviembre 21, 2024

El mundo poscovid y la medicina colonial

Por Tomás Rodríguez León*

Se comprende mejor la situación pandémica si se reconoce la relación de los sistemas locales con las agencias internacionales de salud, en ellas se observan los vínculos de las metrópolis con las periferias, esquema secular de una historia que sigue lastimando. La teoría crítica de la descolonización planteada por Frantz Fanon no admite poscolonialidad, la realidad global moderna aún es colonial. Se presenta una nueva versión del mapa político y económico donde se ratifica el modelo opresivo que tributa al sistema industrial europeo-norteamericano. Pero surge una nueva polaridad que parece reeditar el conflicto entre dos modos de producción: el capitalismo imperialista y la nueva versión de socialismo de mercado.

El capitalismo preserva la colonización añadiendo la desestructuración ecológica que aumenta la prevalencia de enfermedades y extiende la migración epidemiologia a mayor velocidad. El modelo alternativo no es muy diferente en la dimensión del mercado pero insiste en la protección preventiva a la población. El mundo sanitario se centra en la producción de salud industrializada con sello colonizador y elabora oferta de sanación desigual donde deja fuera de cobertura a gran parte de la población, en particular a los habitantes del ámbito rural vulnerable como mujeres, niños y pobres. Inefablemente se presenta una asistencia selectiva que se activa en la capacidad de pago y los pacientes son más que nunca agentes del mercado, la misma relación entre naciones desarrolladas y pobres expone otra ruralidad global

Predomina así, un modelo asistencial que rechaza los sistemas autóctonos de salud y que vincula el concepto de sanidad con costes de producción, centrándose fundamentalmente en un desarrollo de tecnologías médicas que solo son próximas a las ciudades grandes. Las agencias internacionales han respaldado estas pautas de actuación, enfatizando que la respuesta especializada no les pertenece a los pueblos periféricos, esto supone otra reproducción de los patrones coloniales que reafirma el formato médico occidental. Por tanto, tecnología, política y economía son los cimientos de las propuestas imperiales en la configuración de los sistemas médicos locales. La independencia es menos que relativa, la impronta del modelo de gestión occidental, seduce también a los profesionales sanitarios y a la academia que los forma, otro escenario de la reproducción orgánica del capital

Las campañas poblacionales preminentemente se enfocan a la farmacología y la vacunología, siempre ancladas desde una organización piramidal con programas verticales estandarizados por la OMS,  es decir, programas desarrollados en su totalidad en Occidente por las potencias imperiales. Todo esto deriva en la generación de los centros de control político de la salud financiados por los propios gobiernos colonizados que obedientes actúan en sujeción a ejes de decisión internacional no pocas veces dulcificados con matices de paternalismo.

Así, con estos antecedentes llegamos a la cuarentena global en un sombrío panorama de un mundo ancho y ajeno que amanece con un nuevo genocidio de conquista, esencialmente con el mismo formato que es continuidad irracional de un virus colonial más que neoliberal que para desgracia de los condenados de la tierra en América viene prolongándose desde 1492.

Entonces a pesar de la predica vieja y liberal se  demuestra que todos los seres humanos no son iguales ni tampoco lo son los pueblos, la humanidad es apenas una antropología segmentada para el mercado gobernado por hegemonías expansivas que insisten en lo geopolítico considerando las relaciones asimétricas centro-periferia en su esencialidad, y con otra legitimidad aritmética califica a quienes son menos productivos y decide quienes sobran, una obra de ingeniería social de la que nace una necropolítica autolesiva pues se dispara hasta con los propios pueblos de las naciones ricas.

Y no es que se hayan inventado una pandemia, les rebasó el monstruo que  escapó de sus conjuros, después del susto la médula del capitalismo se recupera para dar paso a las oportunidades de nuevos negocios, entonces la epidemia es razón no suficiente para detenerse en moralismos, las teologías del mercado y del Estado se reconstituyen rápidamente e instalan negocios mortuorios que resurgen de la ecuación costo-efectividad para admitir los sacrificios humanos como otros lamentables daños colaterales que hay que asumir con convicciones de desarrollo. 

El mundo libre ha fracasado pero eso es lo de menos ya hay quienes no repiten más las narrativas de los derechos civiles y de proximidad de masas, desde ahora la palabra clave es aislamiento social pues se ha clausurado para el ser humano el tiempo y el espacio que será desde ahora otra agenda de estados gendarmes.

Pues toca resistir y buscar aliados en pueblos del mundo donde la vida importa y la guerra convencional o sucia no es parte del juego.

No es que se hayan inventado una pandemia, les rebasó el monstruo que  escapó de sus conjuros, después del susto la médula del capitalismo se recupera para dar  paso a las oportunidades de nuevos negocios.


*Tomás Rodríguez León, máster en gerencia de salud pública, especialista en salud y educación; magíster en epidemiología. Docente universitario.

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