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sábado, mayo 4, 2024

EL SUMAK KAWSAY REVOLUCIONARIO (SKR) Y LA ECONOMIA. por JORGE OVIEDO RUEDA

¿QUÉ ES LA ECONOMÍA?

Terminada la evolución biológica de nuestra especie, comenzó la evolución social. Con ella se inicia la economía. Desde la humanización del mono, los seres humanos hemos producido para vivir y lo haremos mientras existamos como especie. Producir para vivir, esa es la mejor definición de economía.

Producir es transformar. ¿Qué transformamos? La naturaleza. El ser humano convierte en bienes para la vida los recursos que están en ella. Alimentación, vestido, vivienda y bienes intangibles sin los cuales no podemos vivir. Esa simbiosis -ayuda mutua entre el ser y la naturaleza-,  constituye la vida humana. La naturaleza en si ha existido, existe y seguirá existiendo independientemente del homo sapiens. Nuestra especie apareció en un momento infinitesimal de la historia de la naturaleza y estamos en ella, como quién dice, desde hace unos segundos. Podemos prolongar nuestra existencia sólo si somos capaces de comprender la simbiosis, si no, estamos condenados a desaparecer.

Para producir hemos tenido que valernos de herramientas que inventamos para interponerlas  entre nosotros y el medio natural que transformamos. Hemos ido del hacha de piedra al chip, inventos todos que han tenido como fin último, elevar la productividad del trabajo. El trabajador de la comunidad primitiva es diferente del trabajador contemporáneo sólo en su capacidad de producción. Las necesidades de ambos han sido y seguirán siendo las mismas.

No es posible hallar una sociedad humana que haya vivido sin trabajar. La historia del ser humano es la historia de la producción. Se produce por medio del trabajo. El trabajo es el traslado de la energía física y mental al objeto, lo que significa que todo objeto del trabajo está, en cierta forma,  humanizado, por eso, el consumo, en un sentido esencial, es consumo de naturaleza humanizada. La simbiosis entre ser y naturaleza no es un proceso eterno, depende del hombre para que lo sea, depende de que el consumo humano nunca llegue a ser superior a la oferta de la naturaleza.

Sin embargo, esa anomalía está presente en la sociedad humana desde el advenimiento de la producción capitalista. Es tal su desarrollo tecnológico que ahora tomamos de la naturaleza recursos a un ritmo mayor de su recuperación, lo que convierte en falsas a las actuales definiciones de economía. Nunca la economía será “la administración de los recursos escasos de una sociedad,” porque la escasez es una falacia. Lo que existe es un consumo irracional que ha terminado por romper el equilibrio entre el ser y la naturaleza, lo que quiere decir que se ha falseado el concepto de producción, transformándolo en crimen y agresión.

 Desde la revolución industrial (primera mitad del siglo XIX) hasta nuestros días, los objetos del trabajo (mercancías) contienen cada vez menos trabajo humano, lo que significa la banalización de la vida y la deshumanización de la civilización. Lo paradójico de esto en el capitalismo es que, a mayor desarrollo tecnológico, menor importancia tiene el ser humano en el proceso. Las élites han concentrado privadamente todos los beneficios del desarrollo científico-técnico hasta convertir al hombre-masa en un verdadero “objeto desechable”.

 A lo largo de la historia la producción ha estado en manos del ser como individuo y como colectivo, pero la tendencia actual es a robotizar la producción, excluyendo de la misma al ser, lo que sería positivo si el sistema socializaría los resultados; pero todos los logros de la ciencia y la tecnología en manos privadas, servirán sólo para hacer tangible la esclavitud de las masas. Mientras la tecnología esté en manos de las élites no hay esperanza para la humanidad ni para la naturaleza y seguiremos encaminándonos irremediablemente al abismo.

Hay que volver a la producción, entendida como la transmisión de valor humano a la naturaleza, volver al concepto esencial de economía. Se necesita un cambio, un profundo cambio civilizatorio.

 LAS RAÍCES  DEL MAL

Hay mucha razón para pensar que la invención de la agricultura significó el paso histórico del reino de la necesidad al reino de la abundancia. La agricultura permitió a nuestra especie producir un excedente económico que venía a librarnos de la escasez.  El excedente hizo posible, también, que por primera vez en la historia un grupo de individuos saliera de la esfera productiva y pudiera vivir sin trabajar, dedicado a cuidar ese excedente. La producción colectiva comenzó a ser cuidada de forma privada. Con el transcurso del tiempo esos guardianes particulares se sentirán dueños del excedente económico colectivo y en el derecho de reclamar, por la fuerza, la contribución del productor. Con la propiedad privada y la diferenciación de las clases surgirá el Estado y juntos serán la base de las sociedades clasistas. Los avances tecnológicos que la agricultura trae servirán para dar confort y bienestar a una casta primero, que con el tiempo se convertirá en una clase. La agricultura será la base estructural de la sociedad esclavista, la primera forma de sociedad clasista que conoce la humanidad.

Cuando los pueblos “bárbaros” -sobre todo las tribus teutonas-, introducen en Occidente la innovación productiva de la marka, el esclavismo estuvo destinado a desaparecer. En los feudos los siervos revitalizan la producción agrícola y toda la tecnología que son capaces de inventar, servirá, esta vez, para el bienestar de los señores feudales. La renta en trabajo da lugar a la servidumbre que será la nueva forma de explotación al trabajador agrícola.

 A mediados del siglo XVIII, Smith será uno de los primeros en advertir que la humanidad había comenzado a vivir de la industria y no de la tierra. Las nuevas relaciones de producción que Smith percibe son las relaciones capitalistas, en las que capital y trabajo vienen de la mano de un impetuoso desarrollo tecnológico. El siervo de la gleba se ha convertido en trabajador libre, que vende ahora su fuerza de trabajo por un salario.  La economía del capital comienza a funcionar como una maquinaria perfecta que ha descubierto la forma ideal de hacer justicia por medio del salario. De aquí en adelante, se dice, el ser humano recibirá lo justo de acuerdo a su trabajo.

En el siglo XIX Marx se encargará de explicarnos que el salario no es la medida del trabajo, que en él se esconde la explotación del asalariado. Al desentrañar las leyes que mueven la economía capitalista hará un aporte a la cultura universal tan importante como el que hizo Newton a la física al formular la ley de la gravitación universal. Por Marx sabemos que la tendencia al crecimiento y la acumulación del capital es inexorable y que la alienación del trabajo conduce, inevitablemente, a la deshumanización. La ciencia cartesiana respaldará este proceso.

 Si aceptamos que ahora la humanidad vive una crisis multidiversa, en estos dos aspectos hay que darle la razón a Marx, porque en ellos se encuentra la raíz del mal: 1) la inexorable acumulación del capital sobre la base de la propiedad privada de los medios de producción y 2) la inevitable alienación del trabajo.

¿Qué alternativa existe?

LA ECONOMIA DEL SUMAK KAWSAY REVOLUCIONARIO (SKR) ES LA ALTERNATIVA.

Las políticas para el desarrollo en el capitalismo han fracasado todas, aún las del postmodernismo. De forma obstinada y mentirosa vienen siendo propuestas por los gobiernos de derecha, centro e izquierda desde comienzos del siglo pasado. Los resultados de su aplicación saltan a la vista: sociedades polarizadas, sin excepción, tanto en el mundo desarrollado como en el no desarrollado; opulencia por un lado, pauperismo por otro; despilfarro en un extremo, escasez en otro. En términos generales el capitalismo es una máquina asombrosa de contaminación que se retroalimenta sin descanso destruyendo las fuentes de sustentación de la vida. La libertad y la democracia -que dicen ser sus ideales supremos-,  han sido superadas por la realidad. No hay libertad en un mundo de necesidades; no hay democracia en un mundo controlado por las élites del poder mundial.

El Estado Social es el logro mayor del capitalismo que en el fondo funciona como una compañía anónima cuyos accionistas mayoritarios tienen el poder de decisión. Ni aún en el supuesto no consentido de que sus beneficiarios estuvieran cargados de intenciones benéficas, sería imposible ignorar el peso determinante que tienen los intereses de la gran propiedad privada sobre las decisiones políticas. El Estado, históricamente, ha sido instrumento de las clases dominantes y, a través de sus políticas económicas, ha hecho su voluntad. Así, pues, propiedad privada sobre los medios de producción, intereses de clase y Estado, siguen configurando hasta hoy el engranaje de la dominación y explotación de las masas trabajadoras.

Este mecanismo de explotación ha agotado prácticamente todas sus posibilidades. La única que le queda es la autofagia, pues ya comenzó en esta civilización la etapa de la auto aniquilación. Como el Catoblepas mítico de Borges, esa horrible criatura que para sobrevivir comienza a comerse a sí mismo desde los pies. Esta es la etapa final del capitalismo, la del capitalismo del shoch o del salvajismo terminal.

No podemos sentarnos a ver pasar el cadáver del sistema porque sería como resignarnos a ver llegar nuestra propia muerte. Tampoco podemos esperar que nos den elaborando soluciones, ni confiar en los poderosos que se disfrazan de ovejas, ni esperar que intervengan los alienígenas, peor seguir elevando plegarias al Todopoderoso. Nada nos podrá salvar que no sean nuestras propias ideas, la fuerza poderosa de las multitudes.

El Sumak Kawsay Revolucionario (SKR) es esa fuerza, enraizada en nuestros ancestros, reconstruida y defendida por quienes sentimos la América de nuestros antepasados en la sangre y creemos que de los Andes vendrá la propuesta de Nueva Civilización que los seres humanos humildes del planeta estamos esperando.

En lo económico el SKR tiene tres ejes fundamentales: la tierra, las artesanías y el comercio. La industria es un cuarto elemento, complementario y los servicios.

El nervio principal de la economía en el Ecuador debe ser la agricultura. Desde siempre hemos vivido de la tierra. Los problemas que hoy afrontamos como nación obedecen, principalmente, a que procesos postizos de industrialización nos han apartado de nuestra vocación agrícola. Hoy por hoy, la actividad agrícola en el Ecuador se demuestra irracional. Apenas poco más de siete millones de hectáreas están dedicadas a la producción agrícola y en esta cifra se esconde la irracionalidad. Los porcentajes más altos están dedicados a pastizales y cultivos no productivos como el de la palma africana. Los cultivos productivos de ciclo corto y largo son porcentualmente menores y denotan, por desgracia, una muy baja productividad por hectárea. Hay que invertir esta realidad en las tres regiones de la nación, porque en Galápagos se debe privilegiar el turismo.

Nada es posible sin una reforma agraria que elimine la gran propiedad terrateniente, que respete la mediana y pequeña propiedad, proteja la propiedad comunitaria de la tierra y cree un sector estatal agrícola. Hacer esto es crear las bases del Ecuador del futuro. Existen todas las condiciones históricas para hacerlo, pero,  mientras se encuentren coaligados los intereses internos dominantes con los del capital mundial esto nunca se hará. Históricamente el poder ha privilegiado los proyectos de desarrollo procapitalistas.

El SKR cree que la reforma agraria tiene que hacer un inventario de los adelantos tecnológicos aplicables al agro ecuatoriano y estimular la recuperación de técnicas ancestrales que siempre han dado resultados positivos, así como estimular la investigación científica para encontrar nuevos métodos de producción que sepan guardar el equilibrio entre el ser y la naturaleza.

Haciendo de la agricultura el eje medular de nuestro desarrollo, se estimulará el fomento artesanal para lo cual nuestro país es naturalmente privilegiado. La artesanía puede cubrir un mercado interno y encausar sus excedentes a la exportación. La producción agrícola exportable nos servirá principalmente para adquirir bienes de capital que nos son necesarios.

Una industria nacional moderna de mediano desarrollo controlada por el Estado servirá, sobre todo, para cubrir las necesidades del mercado interno. Esto es posible si el poder encuentra fórmulas para trabajar mancomunadamente con un empresariado con sensibilidad social que privilegie al ser humano y no al lucro y la acumulación monopólica.

Sabe también que las trabas a una economía de esta naturaleza son de carácter político. La revolución ciudadana de Rafael Correa no lo puede hacer, se encuentra comprometida con el oprobioso pasado de los intereses dominantes, camuflada en un pensamiento económico heterodoxo que toma de todas las matrices capitalistas lo que supone rescatable y comete el crimen de salpiconearlo con matices del pensamiento ancestral. Todo su discurso es para ocultar esta verdad evidente, por eso usa el concepto del Sumak Kawsay como el ladrón que corre gritando que cojan al ladrón.

Quienes nos identificamos con el SKR planteamos una abierta discusión de estos temas, socializarlos con todos los sectores. Sabemos que es un pensamiento en construcción y creemos que el aporte que cada sector haga, servirá para construir la teoría basal de una nueva civilización, la civilización del Sumak Kawsay Revolucionario.

 

 

 

 

           

 

           

 

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