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miércoles, mayo 8, 2024

IDEOLOGÍA, PENSAMIENTO Y PODER. Por Tomas Rodríguez León

La sociedad insiste en algo ajeno; vida y  libertad.  Hoy todo se mueve por intereses  de poder entre  viejos vicios que anulan  la ética  vital y  una  libertad  viciada de  injusticias.

La ideología tiene que ver directamente con el encubrimiento de la verdad de los hechos, con el uso del lenguaje para ofuscar u opacar la realidad al mismo tiempo que nos vuelve “miopes”.

Paulo Freire

Lo material  magnifica  carencias con dolores  en  protervo  énfasis que va  relativizando el pensamiento.  Marx  en su pensar como trasformador  y  Sartre con su libertad en acción,  quieren ser excomulgados por post modernos antojadizos  y así,  fundamentalismos de diestra y siniestra confunden pensamiento libre  con ideología. Lo   crítico racional ya no busca respuestas a  causas primeras y razones últimas  en la naturaleza y la sociedad sino en la creencia, la nueva fe de las ideologías, que  es cumulo de  convicciones inducidas  desde un  sistema cerrado,  lejano a la reflexión  que pretende  conducirnos  a una verdad localizada e inmóvil en el tiempo y en el espacio.

Las ideologías poco margen tienen para  la discusión,  se aceptan  o rechazan, pero en  las  religiones y  partidos políticos  escasea el pensamiento y se vive abundante ideología. Por ello  en su propensión a lo  dogmático rebasan  el campo de la razón para hacer promesas de poder y marcar la vida como catecismo o manual.

Otra manifestación ideológica   “moderna” es el sentido de utilidad  que toca la sensorialidad común para que todo individuo se transforme  en instrumento técnico  apto para construir  un mundo gobernado por deseos, ahí, donde la realidad  virtual es más “evidente” que  la realidad real.

Entonces nos separan del mundo para introducirnos en una trama ideal “construido” en deseos objetivos y subjetivos donde  sucede la promesa por la cual merece la pena morir.  Muchos perecen  por la moralidad ideológica y luego sus camaradas sobrevivientes reconocen  lo erróneo de las ideas ¿vale la pena morir por ideales? Más bien vale la pena seguir viviendo aunque sea con ellos.

La ideología,  gobierno y dependencia mental, limitan la libertad individual a despecho de la  autonomía  que realiza  al <ser>. Autonomía,  sitio donde radica la dignidad.  Y algo más, la libertad es humana  asumida y disfrutada desde la conciencia. El  mundo animal solo existe  azar y  necesidad, pero no la libertad porque esta es un acto de conveniencia y de convivencia, como también es un acto de discernimiento. Hay quienes quieren poner al ser humano en la misma condición de la vida animal o vegetal y siembran una ideología de muchedumbre sin el valor jerárquico de la vida humana,  otra ideología.

La voluntad, prioridad  sobre la razón para decidir y ordenar conductas y no para  no  sobrecargar  ideas, será tangible como  relativas serán las razones, será como deseo sensible o  como deleite  que  respeta la voluntad ajena ¡Buena nota¡ y  hay que ponerle el ojo a quienes gobiernan  vida,  enfermedad,  vulnerabilidad crónica,  muerte; asumiendo poder sobre  la piel del  prójimo (próximo) desde el poder médico, militar o sexual. Insistir; todo poder se explica en el marco  ideológico.

Si las ideologías gobiernan la existencia, poco nos queda en libertad porque sus ideas  deshumanizan. Las decisiones que atañen a la vida suponen la asunción de la ética de la voluntad extraviada porque los gobernados creen que el gobierno en la sociedad o la piel son necesarios. Es el Estado legitimado  como administrador de  la  libertad como  ideología que presume  la prerrogativa  de examinar hasta  el modo de entender voluntad y libertad. Kant   advertido de estos riesgos,   propone  la universalización de la moral, pero  se queda impávido.

Las ideologías con deseos  de poder son la esencia del poder: indican lo absoluto del poder  y lo absoluto  del deseo, deseo que solo se quiere a sí mismo. Por eso  el deseo de poder es conservar el poder y buscar su  acrecentamiento.   Las ideologías marcan  su origen en el deslizamiento al piso de la verdad a partir de las mistificaciones o los fetiches de la alienación. La verdad se convierte así  en función ideológica. El deseo de poder quiere el imperante dominio de lo real aparente. El poder como  deseo es  quien ordena la eficacia práctica y operativa de lo real.

La visión de la vida ha devenido en la ideología que crea la ilusión de que ya no hay vida”.

Theodor Adorno

La voluntad cumplida del poder  será la voluntad derrotada del dominado. El  deseo de poder se hace  gobierno para insistir en el dominio o sometimiento de otros que deben además ser muchos, pues la cuantificación de esclavos es parte del negocio, los sometidos deben estar afuera, abajo y ser bastos.  Así,  para hacerse sentir en la abstracción, la ideología  se da la forma neutra, no aparenta verdad ni mentira, importa  que  el discurso ideológico  perciba como “real”, como evidencia.  Hay cuestiones y temas que actualizan el peso hegemónico o contra hegemónico del discurso ideológico,  entre ellos  la ecología,  el género, la guerra,  que actúan  en función de los intereses sociales y de dominio, asumiendo un formato de  tipo político, ya sea de izquierda o  conservador,

El concepto de ‘ideología’ como  “falsa conciencia  encubridora de la realidad” es del maestro y muchos discípulos  se comportan al revés. Contundente, es Marx  quien dijo   que “La ideología es la  inversión de la realidad que  toma como sujeto lo que es predicado”, su crítica al poder y a la religión, implica a Dios y al Estado como sujetos con vida propia y con prioridad respecto de los predicados que serían el hombre y la sociedad civil.

La conciencia no puede ser  otra cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real. En toda  ideología los hombres y sus relaciones aparecen como imágenes  invertidas, cámara oscura, fenómeno que responde a su proceso histórico de vida (Marx y Engels).  Los “reflejos”, “sublimaciones” y “ecos”  califican a las ideas falsas de quienes adjudican vida propia a ideas, sin llegar a visualizar ni el tipo de influencia que  pudieran tener en el mundo material, ni que son el resultado de las contradicciones sociales y económicas de la formación social a la que pertenecen: las formaciones nebulosas que se condensan en el cerebro de los hombres son sublimaciones necesarias de su proceso de vida, proceso empíricamente registrable y sujeto a condiciones materiales (Marx  Engels).

La infraestructura   corresponde a lo económico y la superestructura a las instancias ideológicas (derecho,  moral,  filosofía,  religión,) y políticas (derecho, Estado,).  En la sociedad los individuos  contraen  relaciones  independientes de su voluntad, las  más significativas son las que  hacen posible la vida y la sobrevivencia. Las relaciones de producción  están en armonía o conflicto con los modos de producción social. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia (Marx  Engels).

La crítica  de Marx  a la ideología va más allá,  avanza hacia la dilucidación social  que  tiene   como eje de  reproducción  funcional, la presencia de  la clase que domina en la economía.  Marx acusa  de  ideólogos a  quienes priorizan al  pensamiento  desvinculándolo  de la práctica social.  La clase dominante universaliza y naturaliza las relaciones vigentes para esconder  las contradicciones  que nutren  al sistema e imponer sus intereses materiales haciendo creer a las clases dominadas que los intereses que defiende no son de su uso  exclusivo, sino  de toda la sociedad, más aún, son los intereses de la humanidad entera. Esta forma ideológica de universalizar sirve, según Marx, para que una ideología conquiste el poder, se mantenga en él y extienda su dominio.

El Estado nunca deja de reproducir ideología, para esto se activa  el aparato represivo policial, jurídico espiritual y comunicacional  que ofertan un dominio de un modo no transparente, porque la relación de poder debe permanecer oculta para que sea efectiva. La ideología  trabaja  para que el deseo de poder tenga finalidad  concreta y sea fuerza motora  que empuja  al pensamiento social

La perversión del socialismo real fue  el fortalecimiento del  Estado en detrimento de la organización consejista de obreros, campesinos y pobres (soviets) y la ideologización de la realidad a través de la política dominante. El comunismo libertario fundamenta su concepción de clase en la capacidad de realización de los sujetos sociales que se implican en la transformación del mundo sustituyendo el poder dominador de la sociedad por un poder autogestionario. Para hacerlo, es imperativo un ejercicio pedagógico y no ideológico.

 

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