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LA BICICLETA, EL CICLISTA Y LA COMPARSA Mario Unda

29 de enero de 2013

 

Están los encantados (y las encantadas) con la bicicleta. No se trata de la bicicleta como medio alternativo de transporte, como descontaminador de las ciudades, como deporte o como esparcimiento. No, esta es una bicicleta como símbolo político. Dizque la bicicleta refleja y condensa las virtudes humanistas de Correa. Creo que los entusiastas ya no pueden ver más que las visiones que ellos mismos se inventan.

 Pero el spot de la bicicleta merece analizarse un poco más. Porque muestra mucho del alma del correísmo, y no es precisamente lo que sus admiradores (y admiradoras) dicen ver.

 Al principio, aparece Correa en el despacho presidencial, cambia su atuendo posmoderno de terno con camisa bordada por un traje de ciclista. Y comienza el recorrido por postales escogidas: el centro de Quito, el malecón de Guayaquil, montañas, lagunas, el mar, las gaviotas y botes de pesca, un edificio del 911, el ferrocarril, las aspas para la energía eólica, una casa indígena.

 Sin embargo, es Correa solo, todo lo demás es únicamente comparsa. Los militares de la guardia a la salida del despacho, inmóviles, a quienes no se digna dirigir ni una mirada. Las calles del centro por donde avanza la bicicleta de Correa, pero calles que son sólo calzada y adoquines, nadie, excepto la virgen del Panecillo al fondo (que sigue dando la espalda al sur). Nadie tampoco en los puentes que atraviesa, nadie de a pie en su arribo triunfal a la noche de la 9 de Octubre, con el monumento de Bolívar y San Martín iluminado al fondo. Nadie, excepto una figura difusa de buses, mientras pedalea de nuevo en la carretera. Uno, dos espectadores viéndolo avanzar, y nuevamente sólo en camino. Correa pasa y un grupo de niños se acerca, lo acompaña un trecho y desaparece. Luego, nuevamente solo en la playa, con el mar al fondo. Correa solo, con el sol y el horizonte. Dos figuras más, apenas parte del paisaje, igual que los árboles y las barcas, mientras Correa toma su bicicleta al hombro y camina. Tres jinetes que lo siguen un segundo. Un cultivador de arroz, que desaparece con rapidez de la escena. Correa solo en la costa, en la sierra. Niños que lo saludan desde la ventana de una escuela. El tren que pasa al fondo y Correa pedalea solo. Solo de nuevo, pedaleando con el fondo de una montaña, con el fondo de bosques. Otra vez pedaleando solo. Y siempre sólo, siempre único, otra vez con el lago al fondo. “Es la hora de sumar fuerzas”, dice, llegando a una casa de familia indígena, y ofrece que “será la victoria definitiva de todo un pueblo”; saluda con estrechón de manos y beso y dice un par de frases en quichua. “Yo sólo estoy de paso”, les dice Correa, “el poder es de ustedes”. Da su mensaje electoral de voto en plancha, sale de la oscuridad de la vivienda hacia el paisaje soleado. La luminosidad del paisaje que lo espera contrasta con la penumbra de la vivienda que abandona. Correa bajo un árbol, con una cuesta a sus pies; atrás los montes y el lago. La toma se aleja, la imagen se difumina. Fin. Han pasado tres minutos y algo más de la versión extendida.

 Y entonces, ¿de qué es símbolo la bicicleta? Del líder que reemplaza al pueblo, del líder que avanza sólo, ceñudo, esperando que “su” pueblo lo siga. Pero “su” pueblo no se diferencia en nada del paisaje de fondo. Es un elemento más de las postales, como las montañas y los lagos, como las calles, las playas y el mar. Es un pueblo que se diluye y desaparece mientras el líder avanza adelante, siempre sólo. La historia es la historia del caudillo, del pueblo no queda nada, apenas una imagen borrosa. Si acaso lo acompaña, mayormente no hace más que observar su paso. Ha desaparecido su historia propia, la historia de luchas y resistencias que frenaron la implementación del neoliberalismo y recuperaron la dignidad de todos.

 El pueblo del correísmo es el sujeto ausente, porque su papel ha sido expropiado  por el líder y por el Estado. El pueblo del correísmo no tiene voluntad propia, no tiene voz propia: la única voz que se escucha es la voz de Correa. De hecho, ese pueblo no tiene existencia propia, sólo existe en la medida en que lo convierten en telón de fondo de la historia del caudillo, la única historia que existe. El pueblo del correísmo no es más que comparsa. Comparsa, dice el diccionario, “conjunto de personas que en las representaciones teatrales o en los filmes figuran y no hablan”. Masas incapaces de representarse por sí mismas, sujetos anulados, sacrificados en el altar del culto al caudillo.

 De esto se trata, finalmente. Para el correísmo, el pueblo no puede existir como sujeto autónomo. Y si tiene la osadía de reclamar él mismo por su dignidad, si tiene la pretensión de construir él mismo su libertad y su destino, si comete la grave ofensa de retomar por sí mismo sus palabras y su voz, entonces la difuminación no será solamente metafórica ni poética. Pero eso es lo que queda “fuera de cuadro”, lo que está más allá del marketing y de la propaganda, la contracara de los “valores humanistas”: la persecución, la división de las organizaciones, la cooptación de dirigentes, las amenazas, los juicios por terrorismo y sabotaje.

 Sin embargo, los caudillos “sólo están de paso”. Su tránsito victorioso, así dure seis años, o diez, no asegura el cambio ni la permanencia de las conquistas sociales. La liberación, si habrá de ser, sólo será obra del pueblo mismo. Y eso es lo que está en juego ahora: hay una parte del pueblo que se rehúsa a ser “el pueblo de Correa”, ese pueblo pasivo, observador y comparsa; hay una parte del pueblo que no renuncia a su derecho a ser soberano, a construir el presente y el futuro con sus propias manos, y no a través de terceras personas. La lucha es dura y desigual, pero ¿cuándo ha sido distinto?

 

lalineadefuego
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PENSAMIENTO CRÍTICO
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12 COMENTARIOS

  1. Con mi más profundo respeto señor Unda. Nada más lejano a mi ánimo que hacer antítesis a su magistral escrito (bello estilo y ritmo, por cierto). Pero, permítame hacer unas reflexiones (que a lo mejor le resultan extrañas y/o extravagantes). ¿Acaso no es ese el retrato de todo líder? ¿Acaso no es la última visión de los redentores el pueblo por el que lucharon vuelto contra sí? ¿No es esa la historia de Bolívar, Alfaro, Jesús…? ¿No es la soledad el escenario natural de los líderes? ¿No están lo pueblos destinados a seguir las huellas de sus líderes? ¿No es el papel de los pueblos solamente el de cambiar directivos cuando ya no les sirve? En fin… Le ruego que me disculpe por estas necedades… Un abrazo. JAIME BARAHONA

    • Gracias por su comentario, que no me parece ni extraño ni extravagante. No concordamos, simplemente, y eso es bueno, porque el pensamiento avanza también gracias a las discusiones y a los debates. La diferencia es que usted ve a los líderes y a los caudillos como los constructores de la historia, y yo veo a los como actores centrales, no solamente como acompañantes silenciosos (por eso usé el término “comparsa”, en el sentido que le da el diccionario: “figuran y no hablan”). Me parece, además, que una lección de la historia es que los cambios que dependen de un líder terminan desnaturalizados, convertidos en su contrario, agotados o destruidos. Los cambios (y más los grandes cambios) se dan cuando el pueblo es el sujeto. ¿No terminó Cristo crucificado, y el pueblo cristiano sometido a los mercaderes y a los fariseos por otros dos mil años? ¿No terminó Bolívar muriendo casi en soledad y camino al exilio, y las repúblicas que él contribuyó a fundar apropiadas por oligarquías que plegaron a la independencia sólo para convertirse ellos mismos en los nuevos tiranos? ¿No terminó Alfaro asesinado, arrastrado y quemado, y su revolución ahogada en la componenda entre liberales y conservadores, y dando lugar, enseguida al reino de la plutocracia?

  2. ¡Basta de Infantilismo Político!
    ¡Basta de Romanticismo revolucionario e intelectual!
    Hasta cuando las masas despertaran sus consciencias y verán el engaño, el sueño ilusorio en el que nos encontramos, o al que nos han sometido.
    No necesitamos Correas, no necesitamos cadenas.
    Necesitamos Libertad…
    Necesitamos Conocimiento liberador y radical.

  3. BUEN ARTICULO. EL ÀRBOL QUE APARECE EN LA ÙLTIMA DE LAS ESCENAS CORRESPONDE AL “LECHERO” (una especie de euphorbia latizi-Euprorbiaceae) en la cima del Pucara rey loma. Es un àrbol tremendamente solitario, de hecho es ùnico en el sitio.La colina tiene una situacion estrategica por que es un mirador del lago San Pablo, del valle de Otavalo y del taita Imbabura.En lo religioso “el lechero” guarda significados: En tiempos de sequía, aquí se reza para que llueva sobre los sembríos y se llevan ofrendas, incluso se puede dejar una monedita en el agujero que se ha formado en el tronco del àrbol. Tal vez el candidato escogio el sitio por la sequia electoral que al parecer se le avecina y fue dejando al menos una monedita como ofrenda de buena suerte.

  4. Mario Hunda no ha hecho mas que describir el perfil de un verdadero LIDER, y creo importante recordarle que los lideres se forjan con el apoyo popular, entonces, ¿acaso el papel protagónico no radica definitivamente en el pueblo?, o es que para entender al pueblo como sujeto autónomo debemos entenderlo como uno que definitivamente no puede ver sus sueños y aspiraciones reflejadas en un PROCESO liderado por un personaje, que aunque para muchos sea una figura hasta maligna, es un líder que se atrevió a hace historia!.
    Lejos de querer analizar la composición gráfica del sopt de la bicicleta, (que le ha llevado mas de medio artículo a Mario) yo me atrevo a apoyar como parte de un pueblo pensante, que no necesariamente por entenderse como correista esta cegado por nada, que muchas veces puede ser crítico, pero JAMAS INJUSTO con los logros que ve en su patria!

    • Gracias por su comentario y por la discusión que plantea, similar por su contenido al comentario de Jaime Barahona (por lo tanto, me permito remitirle al díalogo con él). Sólo añadiría: no, en este tipo de regímenes (o de movimientos) el papel protagónico no radica en el pueblo: el apoyo popular no es indicio suficiente (Hitler tuvo apoyo popular, y Mussolini también, igual que los organizadores del asesinato de Alfaro, y seguro que esos pueblos también vieron reflejados sus sueños y aspiraciones en esos líderes que, entre paréntesis sea dicho, también “se atrevieron a hacer historia”, y creo que usted convendrá conmigo en que alguna diferencia hay entre todos estos procesos señalados). El asunto es que, si el pueblo “se ve reflejado” en otro, eso sólo significa que no es él mismo, es decir, que no es el sujeto, sino ese otro. Es el dilema de siempre de las democracias representativas (y, en esto, el caudillismo no es más que una exacerbación de la lógica de la democracia representativa), dilema que ya había sido señalado por Rousseau: él decía que el pueblo inglés cree ser libre porque de tanto en tanto elige a sus representantes, y no se da cuenta de que, en el mismo momento de hacerlo vuelve a ser esclavo. Porque la democracia representativa anula, justamente, la soberanía popular. Yo creo, como usted, que los procesos deben analizarse en conjunto: y eso me permite ver que, junto a las mejoras en condiciones de vida y carreteras, siguen estando presentes leyes y modos de hacer del neoliberalismo; que, junto a la atención de algunas demandas no atendidas por el neoliberalismo, se niega el papel de sujetos protagónicos a quienes encarnan esas demandas; que, junto al reconocimiento de la participación en la ley, se reduce la participación a “socialización” (son palabras de Correa). Y que hay persecusión a los movimientos y organizaciones autónomos, y que, para perseguirlos, se utiliza una legislación (la del terrorismo y el sabotaje) que fue hecha por las dictaduras militares a instancias de los estados Unidos. Y el gobierno es todo ese conjunto, no puedo dejar de lado ninguna de esas partes, si es que quiero comprenderlo. Por último, le dediqué ese espacio a la composición gráfica del spot porque me parece, como pongo en el artículo, que refleja el alma del correísmo. .

  5. Querido Mario, te conozco y respeto tu calidad de intelectual de izquierda. Saludo también tu postura crítica. En esta ocasión, no obstante, objeto la falta de originalidad de tu análisis, pues lo único que me has dejado en claro es que la propaganda política de Correa sigue el mismo guión de toda propaganda -leninista, goebbeliana, aritstotélica?- desde que ésta existe. Seguramente en ciertas ocasiones eso dice mucho de la postura polítca del candidato… aunque sospecho que en ésta ni siquiera es así. Creo más bien que a la maquinaria propagandística del candidato ya se le acabaron los argumentos y los discursos innovadores; cosa muy grave si pensamos que acaso los publicistas no están en sintonía con lo que quieren vender.
    Pero yo no confundo el discurso con la totalidad del quehacer político. Así que continuaré observando los procesos desencadenados a partir de las decisiones de esta administración, sus interesantes beneficios históricos, sus enormes costos, por supuesto y, cómo no, el estilo de la administración y sus -en ocasiones- aberrantes errores. El análisis de mensajes y de discursos es una de las herramientas, pero no es evidencia contundente de cosa alguna.
    Por cierto, creo que Daniel Prieto Castillo estará totalmente satisfecho de tu aplicación de su metodología de análisis, lo mismo que yo: observo un ejercicio pulcro y estéticamente bien logrado, concuerdo en ello con un comentario anterior. Pero aporta poco a la comprensión de esta coyuntura… casi lo mismo que los Alvarado y su escasez de ideas.
    Con un fuerte abrazo.

    • Hola, Sigo Akí (disculpa si no utilizo tu nombre, pero el pseudónimo no me suena conocido), gracias por tu comentario crítico. Como hay partes de tu argumentación que en cierto sentido coinciden con los de Jaime Barahona y de LF.R, te remito a las respuestas que dejé en sus comentarios. La verdad, no pretendía hacer algo “original”, pero tampoco hacer un análisis exclusivamente de la publicidad. Si tomo ese spot como punto de arranque para el artículo es porque creo que no se trata solamente de publicidad (de marketing,digamos), sino porque refleja “el alma del correísmo”. Esa relación entre líder- masas (o líder-pueblo, o líder-ciudadanos, como se prefiera) no está presente sólo en la publicidad: es sacado de las palabras de Correa (por ejemplo, cada vez que, en las sabatinas, se ha referido al papel del líder); ahora, claro, si por algún motivo Correa nos ha estado engañando seis años sobre ese punto, entonces el análisis tendría que ser distinto. Y ese punto, que me parece central, es parte componente “de la totalidad del quehacer político”, que es lo que a mí también me interesa (lee, por favor, esa parte en la respuesta a LF). Pero entonces no puede dejar de verse que incluye también la criminalización de la lucha social y de las organizaciones que no comulgan con el régimen (y, por lo que muestra el caso reciente de la Fenocin, afecta incluso a las que no están en oposición). De modo que no pretendo hacer un análisis de las herramientas publicitarias (lo que, como dices, podría ser interesante pero aportar poco): el centro es el contenido del proyecto. Retribuyo el abrazo.

  6. Cuánto análisis para un spot publicitario que al final es uno de los mejor hechos porque llega a la gente. Deberían ocupar mejor su tiempo.

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