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REBELIÓN FEMINISTA: Estoy sexualmente indignada en contra del Plan Familia. por Margarita Aguinaga Barragán

13 marzo 2015

 

¿Qué tan justo es no tener hijos porque el mercado laboral y la fuerza de la pobreza, nos impulsó a miles de mujeres a trabajar fuera del hogar y seguir trabajando dentro del hogar? Pues obligarnos por fuerza de pobreza, de exceso de trabajo, con un incremento de la carga global de trabajo brutal a vender nuestra capacidad productiva ni siquiera en un mercado laboral que respetaba los derechos humanos de las mujeres trabajadoras, no es la forma adecuada, planificada y responsable de vivir la sexualidad y la vida reproductiva.

Que la alienación nos impida ver aquello y nos haga sentir el juego del espejismo de la libertad sexual, no significa que sea así.  En ese camino quedamos encadenadas a las regulaciones del mercado laboral y eso tiene un impacto en el tiempo que nos cobra factura, sobre todo a las mujeres, como ya estamos experimentando actualmente.

Sabemos acaso que el mercado laboral capitalista ha regulado no solo nuestros gustos sexuales o nuestra cuerpo físico, sino también nuestra capacidad de reproducir hijos?.  Pues sí, al menos en la época neoliberal, el mejor dispositivo intrauterino para no tener hijos era la exigencia a las mujeres de sostener la reproducción de la vida de nuestras familias por el incremento de la doble o la triple carga de trabajo. Las largas horas de trabajo, se convirtieron en las PAE, en las píldoras anticonceptivas, en la postinol que muchas veces el estado en ese tiempo y ahora, nos prohíben acceder.  Sin embargo, las instituciones decían y siguen diciendo que el único método de control de la natalidad es la abstinencia sexual.

Es mucha hipocresía la que vivimos en nuestra sociedad.

Pero si hemos sido forzadas a salir de nuestras casas, a cambiar roles dentro de la familia, a modificar y bronquearnos con los maridos machistas, los amantes o nuestros “celosos” padres para poder asumir la disminución de hijos dentro de nuestros hogares, porque la economía así lo exigía.

Además, es innegable que en tiempos neoliberales, el enfoque de género, también no acercó a las mujeres al liberalismo sexual. Quién de nosotras no tuvo que interrumpir un embarazo, no tuvo que hacer planificación reproductiva o abortar para poder seguir siendo trabajadora y mujer.  Lo mismo sigue pasando ahora y será peor, porque hemos entrado ya en una fase del capitalismo en que trabajaremos como nunca y seremos tan pobres como siempre. Porque un modelo de desarrollo que se basa en la explotación del trabajo para su crecimiento solo puede traer como consecuencia, más enriquecimiento y más desigualdad para la población, pero también menos derechos a decidir conscientemente y por medio del acceso a los derechos sexuales y reproductivos que vida sexual queremos experimentar.

Para dar un ejemplo gráfico: 2 + 2 es igual a 4, también 1 + 3 es igual a cuatro.  En tiempos neoliberales, las mujeres tuvimos que largarnos a la informalidad, a trabajar en proyectos sociales sin seguridad social y de autosubsistencia a los que se les llamaba de economía social y solidaria y nos tocaba regular nuestra capacidad reproductiva.  Pero “diferente” ahora, hemos tenido que nuevamente largarnos al mercado de trabajo, y tener un trabajo con salario precario con un seguro social inseguro y parcializado a ciertas capas sociales, en que más del 50% de la población sigue el sector del trabajo de la economía “informal”.  Pero ya, hay más mujeres en el campo de lo salarial y del subempleo que en el desempleo, pero pregúntenos qué hacemos para mantener esos trabajos. En el plano reproductivo, vamos a disminuir mucho más nuestras posibilidades de tener hijos. La mayoría trabajamos en calidad de explotadas, producimos como nunca pero igual nuestros derechos laborales no se respetan. Acaso no es lo mismo de otra forma lo que estamos viviendo con la revolución ciudadana.

Algo similar pasa con nuestra sexualidad.

Nuestra capacidad reproductiva y nuestra sexualidad, sigue siendo regulada por factores externos a las mujeres y a los hombres. ¿Qué factores externos?: el mercado, la industria, el estado, la iglesia, otras mujeres con cierto poder, la familia, un presidente machista, etc.

Eso es igual de violento que si una mujer adolescente se queda embarazada por no saber de métodos anticonceptivos, como que una mujer no se embarace o disminuya la cantidad de hijos porque debe mantener sola un hogar y deba regular espontáneamente a la fuerza su capacidad reproductiva,  es igual de violento que una adolescente o una mujer adulta, no se embarace porque se reprime sus deseos todos los días y tiene que negarse a saber qué es la sexualidad, qué es el deseo sexual, cómo se lo vive y cómo se utiliza, como se limita o cómo avanza sin temores, porque a nombre de la religión no sabías que existe otra forma de hacer la sexualidad.

Todo esto para mi es violencia sexual.  Es violencia sexual que designen los límites de tu cuerpo desde la moral y la religión, y desde la economía y la crisis te obliguen a parir o a no parir hijos, según la doctrina personal de una presidente o de una funcionaria.

Es violencia el que en medio de la regulación laboral de la reproducción de la vida, implique dejar hijos solos sin guardería o encargados a la abuela o  a la vecina, que tiene problemas similares a los tuyos, y que regreses de trabajar y tus hijas o hijos hayan sido violadas por algún familiar. Es violencia que nos hayan impuesto a las mujeres la prioridad económica y la aceptación del abuso o la violación o el embarazo adolescente por falta de apropiación de tu deseo, por sobre nuestra satisfacción integral de vida.  Eso hizo el neoliberalismo con nosotras y eso mismo vuelve a hacer este gobierno.

Claro, sin embargo, se sigue hablando de que las mujeres debemos respetar la ley de dios y tener hijos, se sigue diciendo que la solución es que la familia vaya a una cuantas charlitas de educación para padres y cumpla unas metas e indicadores de un plan que nadie nos consultó ni siquiera que debía y cómo se debía planificar nuestra capacidad sexual y  reproductiva.

De la misma forma, es muy simple, ocultar la doble moral de la economía capitalista que al forzar la salida de mujeres al mercado laboral incluso reformó las relaciones patriarcales dentro de la familia, y nos incluyó a las mujeres en relaciones patriarcales basadas en el liberalismo sexual desde la imposición del trabajo para el mercado financiero.  De la misma forma, el liberalismo productivista que tenemos hoy, es mucho más exigente con las mujeres, porque para poder trabajar debes tener un título como sea, debes acceder a estudios en medio de trabajos exigidos por el nivel de rendimiento, por el producto que debes entregar, por el sofocamiento de tus espacios libres, de tu sexualidad y de la participación política, para mantener hogares y bajar al mínimo nivel la satisfacción sexual, el encuentro familiar y el deseo de compartir la vida con los hijos o con quien sea que lo hacías antes.

¿Acaso eso no es violencia?

No se diga aún más cuando en la época en que las mujeres hemos bajado muchísimo la capacidad reproductiva, en la ciudad,  y en el campo se refleja la misma tendencia, pero con una cierta relentitud, nos impongan un Plan Familia para regular el  cuerpo de las mujeres adolescentes con los mismos métodos precarios, perversos y malignos de la Iglesia, en la boca del estado ni siquiera aplicando el liberalismo sexual en su forma de libertad máxima y sin restricciones del deseo como pasa en sociedad capitalistas del norte.  O sea, es lo más retrogrado que he visto en este gobierno.

Lo cierto es que el cuerpo de las mujeres está siendo re controlado por todas las instancias, por la iglesia, por el estado, por el mercado, por la educación, por todo el mundo.

Por eso pienso que el liberalismo sexual mercantil emparentado y haciendo pareja con el conservadurismo religioso es el fundamentalismo de la revolución ciudadana y traerá como consecuencia más violencia.

El Plan Familia, no va resolver el problema de embarazo de las adolescentes, menos la situación reproductiva de violencia que vivimos las mujeres y los hombres.  El plan Familia es una dedicatoria en contra de las mujeres. El Plan familia, nuevamente va a repetir los roles en los cuales los hombres decidan sobre su sexualidad y la de todas las mujeres, porque aparte de culpar a las mujeres y asignar nuevamente el lugar de infantiles y estúpidas frente a su capacidad de decidir en torno a su propia sexualidad, se nos educa por medio de un Plan Familia, para aceptar que no somos capaces de elegir acerca de nuestra sexualidad desde que somos pequeñas.

El Plan Familia va a reproducir nuevamente el esquema patriarcal, pues imponer la manera  como un sujeto o una sujeta subordinada a un presidente viven su sexualidad es una forma de autoritarismos y de patriarcado, basado en una planificación estatal opresora y misógena en contra de las mujeres.

Deberé decir, que esto no ha provocado el feminismo, en tal caso no el feminismo trasgresor.  La responsabilidad que hemos tenido las feministas,  el psicoanálisis, la gente que vive su sexualidad lo menos violenta posible, es hablar y exponer de lo privado a lo público y vice versa, lo que está pasando con la sexualidad, con el deseo de las mujeres y de los hombres y tratar de aprender a girar hacia otras prácticas de autonomía y reciprocidad corporal.

La responsabilidad que nos da el feminismo es aprender por nosotras mismas a experimentar con responsabilidad nuestros propios deseos, a cuidarnos el cuerpo, a no contraer sida, a vivir la sexualidad cuidando tu cuerpo porque es tu vida.  Lo que el feminismo ha hecho es enseñarnos a no juzgarnos por sentir placer. A reconocer que somos sujetas sexuadas casi toda nuestra vida pero en proceso y sin linealidades, y a reconocer que sobre todo las mujeres tenemos capacidad de aprender a decidir cuándo y cuántos hijos tener, cómo y cuándo nos relacionamos con los hombres u otras mujeres, respetando nuestros aprendizajes sexuales.

¿Acaso no pesa siglos de opresión en contra de las mujeres? 

Desde nuestras experiencias de vida las mujeres feministas y no feministas que aprendimos a hablar acerca de nuestros deseos, hemos tenido que aprender a diferenciar entre el liberalismo sexual, el conservadurismo, y la libertad que nos acerca a la soberanía del cuerpo. Eso ha sido sin duda, en las conversas con la vecina, en las reuniones entre mujeres y con hombres, en talleres de formación, en el acceso a la experiencia responsable, en los errores, en los chistes y en los aciertos diversos que nos ha hecho de a poco sabias en relación al deseo sexual.

¿Acaso no pesa siglos de opresión en contra de las mujeres? El aprendizaje, el descubrimiento sexual y erótico de las mujeres no va darse jamás sin errores y de un solo.  Más aún, si el objetivo es no repetir las fórmulas del liberalismo y de la masculinización machista de la sexualidad, el tiempo de camino se vuelve más complejo.

Si las mujeres pudiéramos sostener el hilo histórico, la capacidad de decidir por nosotras mismas, desde que somos concebidas, cuando somos niñas, cuando estamos en la adolescencia, cuando somos jóvenes, adultas y sabias mayores, construyendo un proceso de continuidad de reflexión y apropiación de nuestros cuerpos, de ejercicio de nuestra sexualidad dialogada decidida con y sin los hombres, en que los métodos anticonceptivos o el acceso al aborto por opción, solo fueran una parte de esa fortaleza social, las adolescentes seguro no se embarazarían y por último si alguna lo hiciera, no sería moralizada, sino sostenida por ese hilo de continuidad entre las mujeres y los hombres, que acogen, que permiten volver al cuerpo, a la sexualidad sin culpas, al deseo, y recobrar nuestra capacidad de acción que transforme la vida desde nosotras en cultura para el mundo y la vivencia de una sexualidad sin violencia ni imposiciones institucionales.

De todas formas, es evidente frente al panorama estatal, que las mujeres de todas las edades, seguirán resolviendo su capacidad reproductiva en medio de una profundización de la violencia, y haciendo poco caso a un Plan Familia que no entiende su realidad. Así como también habrá otro segmento de la población que seguiremos decidiendo aprender del cuerpo, del acceso a la soberanía del cuerpo a resolver nuestras experiencias sexuales, eróticas y maternales por sobre cualquier Plan Familia.  Pienso que seguimos autoconvocad@s a la rebelión feminista en contra del estado y su moralismo religioso.

Estoy sexualmente indignada en contra del Plan Familia.

 

 

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