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EL VILLANO: El periodismo de la antipatía debilita la propuesta de la oposición. Por Ivan Ulchur

Estimados lectores, no es la política de Lalineadefuego reproducir notas ya publicadas en otras revistas ecuatorianas. Pero como con toda regla, hay excepciones. En este caso publicamos una nota que nos parece de suma relevancia para el contexto político actual. 

Edición #271

05 Septiembre 2016

Según algunos periodistas, Rafael Correa quiere ver el mundo arder como el Guasón de Batman o Lex Luthor de Superman. La imagen queda clara: desde un oscuro salón en Carondelet, los líderes del correísmo planean nuevas formas de hacerle daño al país, riendo a carcajadas con cada una de sus macabras ideas.  Por ejemplo: después del terremoto de abril de 2016, —cuando todavía no se sabía el número de víctimas— en el portal 4pelagatos se cuestionó al sistema de comunicación del gobierno: Correa tenía la culpa de las muertes porque el sistema anterior hubiera funcionado mejor. Desde esta óptica, el Presidente es un genio manipulador por un lado y por otro, un tonto que no entiende nada. Lo mismo pasa con los correistas, definidos a rajatabla como los ignorantes, tontos o malvados ecuatorianos que en algún momento cayeron ante Correa, el Villano.

En este discurso obsesivo y maniqueo todavía se ve estancada gran parte de la oposición. En respuesta al revanchismo del gobierno, ha nacido en el Ecuador el periodismo de la antipatía, reduciendo un fenómeno complejo a una caricatura simplista y sacada de todo contexto histórico o estructural. Lo suyo es, sin la menor duda, personal. Esto tiene un efecto muy práctico y real en la creación de una propuesta alternativa: Como la culpa de todo la tiene Alianza País, sacarlos del poder es más importante que crear una plataforma o forjar un movimiento. Como dijo Cristina Vera Mendiu, en el intento ahora incluso se está victimizando a la institución militar para “plantear la disputa entre Correa y sus subalternos castrenses como una pelea entre iguales, cuando no lo es.” El discurso maniqueo del periodismo de la antipatía es, por sobre todo, contraproducente. 

En su nota sobre la última sabatina, Martín Pallares dijo que Correa está loco. Molesto por el estilo insultador del Presidente, Pallares recurrió a la misma abundancia de adjetivos para argumentar que los psiquiatras ecuatorianos deben explicar “los desórdenes emocionales y los traumas psicológicos que sufre Rafael Correa”. ¿Por qué? Por la arrogancia y vanidad con la que el presidente “hincha el belfo” y porque, como “los cavernícolas de película de bajo presupuesto”, descarta a quienes piensan distinto. ¿No hay algo paradójico en atacar las diatribas insultadoras y burlonas de Correa haciendo exactamente lo mismo?

Hay que tener cuidado de que pelear nuestras causas no nos termine por convertir en lo que combatimos. ¿Qué pasó con el rol crítico de ciertos periodistas? Parece que existe, pero solo cuando se trata de Correa,  el Villano. Si se trata de alguien o algo más es porque ahora se parecen a él. Es decir, Correa es el referente inmediato y absoluto del mal, la mediocridad y el odio en el país. Es curioso: es el mismo argumento de Correa sobre sus opositores. Para su cobertura sobre la Solución Vial Guayasamín en Quito, por ejemplo, Roberto Aguilar decía del alcalde de Quito Mauricio Rodas que tendía a “una compulsión verborrágica similar a la de Rafael Correa” y sobre la posible alianza de la “Unidad” para las elecciones del 2017,  se acusó de “indeseables” a Ramiro González y Mauricio Rodas — figuras que todavía no han utilizados absolutos para referirse al Villano.

Uno de los mayores retos de la oposición es forjar una alternativa al discurso violento de Correa. Aunque no es lo mismo que las diatribas insultadoras sean hechas por periodistas a que las haga el Presidente, esta forma de periodismo perpetúa la dinámica política polarizadora que pretenden combatir. No tienen los poderes institucionales que tiene Correa, por supuesto, pero tienen el status, el talento y la audiencia para replantear el tipo de intercambio político en sectores clave del Ecuador. En ese sentido, tienen mucho más poder para generar un diálogo distinto y constructivo. No obstante, han decidido no hacerlo.  Su empeño obsesivo en dividir al Ecuador entre correístas y anticorreístas le hace juego, por un lado, al estilo del Presidente y, por otro, insulta a quienes se vieron visibilizados y se sintieron identificados con el proyecto político de Correa. Parecería que la motivación, experiencia y reacciones de la mayoría de ecuatorianos que votó por Correa es irrelevante en la discusión. Hay una supremacía moral e intelectual, al punto de que el portal 4pelagatos dijo que si incluía a intelectuales o activistas “excorreistas” entre sus columnistas es de hecho para pedir explicaciones. Esta forma de hacer periodismo donde todo está mal porque proviene del Villano y sus secuaces niega la muy compleja década de correísmo. Sobre todo, nos privará de poder responder una pregunta esencial: por qué fue durante tanto tiempo tan popular Rafael Correa y su gobierno.

Guillaume Long es un canciller de a perro, Fander Falconí tiene una mente retorcida por criticar Pokemon Go, y Gabriela Rivadeneira es anticuada y farsante. Ahora hasta el machismo curuchupa y homofóbico de ciertos estudiantes del colegio Mejía está inspirado en Correa, el Villano. En Alianza País, liga de villanos de Hollywood, les falta usar un traje de Spandex con emblemas macabros y su propia música temática. Son malos, muy malos, el gobierno más bravo del hemisferio, o una dictadura según Jeanette Hinostroza. “Malo, feo, enemigo, caca”, como diría el grupo humorístico argentino Les Luthiers. Paradójicamente, el retrato del villano hollywoodense es cada vez menos unidimensional que los perfiles que nos presentan a diario los periodistas de la antipatía: En The Dark Knight, la locura del Guasón se confunde con su lucidez maníaca sobre las hipocresías ideológicas de la justicia de Ciudad Gótica y en Maleficent, la malvada antagonista de la Bella Durmiente quiere vengarse porque fue violada dormida por el amor de su vida. Ahora hasta en Hollywood los personajes más abyectos tienen una historia más compleja que la de un simple villano frotándose las manos en una esquina, haciendo el mal por el mal.

Retratar al oficialismo utilizando los mismos artilugios con los que Correa retrata a sus opositores puede ser divertido y catártico. Pero no contribuye a que superemos la dinámica de gallitos con egos heridos que caracteriza a nuestra política. En efecto, cada vez más el periodismo en el Ecuador parece el desahogo de los mismos machos alfas con verdades únicas e incuestionables. Sin un discurso diferente en la práctica al de Correa, entonces, las alternativas siguen estancadas en los absolutos entre la derecha conservadora o la continuación de un oficialismo caduco. No hay propuestas porque seguimos obstinados en que los otros son los malos, siempre. No criticamos sus argumentos, sino que vilipendiamos sus motivaciones. Así el diálogo seguirá imposible.

Fuente: http://gkillcity.com/articulos/el-mirador-politico/el-villano

Fotografía de chrisjtse bajo licencia CC BY-NC-ND 2.0

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PENSAMIENTO CRÍTICO
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2 COMENTARIOS

  1. “Según la “banalidad del mal”, no importa que Correa sea o no “un villano de historieta”, los resultados serán EXACTAMENTE IGUALES.

    No importa que la realidad constantemente refute sus ideas (x.ej., luego del terremoto, subiendo los impuestos, RECAUDÓ MENOS). Jamás aceptará que se equivocó.

    Siempre que creemos que “la situación no puede empeorar, la gente reaccionará”, la realidad se pone PEOR y ni aún así la gente reacciona. Ej.: chavismo. Y aún si reaccionan, la represión recrudece (ej. Cuba).

    Lamentablemente las malas ideas del gobierno son compartidas por una gran parte del electorado, y ahí sí “ya nada”.

    Cita de: Ciro Andrade
    http://gkillcity.com/articulos/el-mirador-politico/el-villano

  2. La mayoría de términos despectivos para referirse los actuales gobernantes los está utilizando una gran parte de la población. Algunos periodistas los reproducen y en gran medida aciertan. Correa los utiliza para distraer y evitar que los ciudadanos analicen los efectos y causas de su desgobierno .

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