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jueves, noviembre 21, 2024

ELECCIONES 2021| ¿Quién quiere ser Presidente?

La Línea de FuegoPor Milagros Aguirre* / Informe del CEP

Ni la pandemia ni la crisis económica han sido obstáculo para quienes quieren gobernar este pequeño país del sur de América durante los próximos cuatro años. Las aspiraciones presidenciales son un disparate: 12 candidaturas admitidas y tres en trámite hasta la fecha de este informe. La campaña para las elecciones de febrero de 2021 será en condiciones peculiares: sin tarima ni multitudes o grandes concentraciones por la emergencia sanitaria y en un escenario de descontento social, corrupción y hastío, caldo de cultivo para la demagogia y el populismo. Todo indica que las redes sociales serán el caballo de la batalla en estas elecciones y que los candidatos echarán mano de ejércitos de trolls, las noticias falsas, cadenas de desprestigio y descalificación, memes y cadenas de mensajes por whatsapp. Se prevé mucha campaña sucia y menos debate de ideas y propuestas para sacar adelante al país.

Desde que empezó el período de calificación de candidaturas, además de la indiferencia colectiva, la función electoral, en Ecuador llamado Consejo Nacional Electoral, ha estado, además, cuestionado y dividido. Dos de sus miembros reclaman constantemente estar al margen de los debates y decisiones, incluida la planificación presupuestaria del proceso. La presidenta del organismo, Diana Atamaint (PK), ha quedado varias veces contra la pared por sus filias políticas y sus controvertidas decisiones.

En el abanico político aparecen demasiados candidatos sin remotas posibilidades de llegar en la carrera, motivados tal vez por el ego, por alimentar sus hojas de vida y por darse a conocer esperando, tal vez, un cargo público al final de la contienda. Demasiadas diferencias entre quienes pudieran hacer alianzas y pocas ganas de sacrificar intereses particulares por el bien común. Y, por supuesto, el pueblo ecuatoriano costeando el capricho de tantos aspirantes en tiempos de profunda crisis económica: 114 millones de dólares costará el proceso electoral (la misma cifra que el gobierno esperaba recuperar por los casos de corrupción) y el Fondo de Promoción Electoral aprobado es de 20 millones, que será destinado a la publicidad de cada uno de los candidatos. Para bioseguridad en el proceso se han destinado dos millones de dólares y esa cifra ha sido uno de los motivos de polémica dentro del Consejo Nacional Electoral.

Las elecciones seccionales, llevadas a cabo antes de la pandemia (marzo 2019) tuvieron un presupuesto de 119,74 millones de dólares. Ya entonces, Luis Verdesoto, uno de los integrantes del Consejo Nacional Electoral advertía que en el Ecuador el costo del voto es uno de los más altos de Latinoamérica. Si el promedio del gasto por votante en América Latina es 5, 20; en Ecuador es 10 dólares. “Hay una adicción al gasto”, dice Verdesoto en una entrevista en diario El Telégrafo y parece que esa adicción continúa con la pandemia, en tiempos en los que se debería llamar a la austeridad.

El panorama ideológico también es confuso en esta contienda. Los candidatos de la derecha no se identifican como tales: Guillermo Lasso dice ser un liberal cristiano; Paúl Carrasco se define como “nacionalista que cree en la democracia para la convivencia”, Gerson Almeida, que es pastor evangélico, se define como el candidato del “pragmatismo ético”.

Los candidatos ubicados a la izquierda se identifican como progresistas (Andrés Arauz y Ximena Peña), socialdemócrata independiente (Isidro Romero Carbo, dirigente deportivo), socialdemócrata (Xavier Hervas, de la Izquierda Democrática), izquierda del ala de la comunitariedad (Yaku Pérez). Dicen ubicarse al centro César Montúfar (uno de los mayores fiscalizadores del gobierno de Correa), Guillermo Celi y Esteban Quirola, mientras que Lucio Gutiérrez (ex militar y Presidente de la República quien no pudo terminar su mandato) y Gustavo Larrea (ex ministro de Gobierno de Correa) se autodefinen como de centro izquierda.

Esta mixtura ideológica tiene hoy en día cerca de 300 tiendas electorales legalizadas entre toda clase de partidos y movimientos creados para amparar tanto a políticos tradicionales que se cambian de camiseta como a improvisados personajes, algunos de ellos identificados con la farándula e incluso las mafias y la delincuencia. Ya se vio en las elecciones seccionales de marzo de 2019, donde agrupaciones con los más insólitos nombres (desdeRenace Atahualpa hasta, Ahora, Orden, Respeto y Amor) participaban para las alcaldías, sin más filiación ideológica que la del ansia de gobernar.

Los líderes y candidatos ecuatorianos lo que han demostrado hasta ahora es ser profundamente populistas. Aunque ahora, para la carrera presidencial 2021 todo indica que, luego de pasar por el tamiz de los electores, quedarán tres candidatutas con más posibilidades: Lasso, a la derecha y a la izquierda Pérez (movimiento indígena) y Arauz en el llamado progresismo (correísmo). Las encuestas, por el momento, no preven sorpresas ni “outsiders”: el país parece seguir dividido en correístas y quienes no lo son y ahora, además, entre indigenistas y quienes no lo son. Las fuerzas sociales parece que empujarán en ese sentido y que, en lugar de tener algún gobierno de conciliación y reconstrucción luego de la atroz pandemia y sus efectos, tendremos enfrentamientos contínuos.

“En el abanico político aparecen demasiados candidatos sin remotas posibilidades de llegar en la carrera, motivados tal vez por el ego, por alimentar sus hojas de vida y por darse a conocer esperando, tal vez, un cargo público al final de la contienda”.

Correa quiere volver como sea

Con la consigna de “Recuperar la Patria”, el ex presidente Rafael Correa quiere regresar a Carondelet. Como no pudo ser candidato a Presidente por los juicios que enfrenta en su contra, escogió un delfín: un joven economista llamado Andrés Arauz, ex ministro de Talento Humano del gobierno de Correa. Sin partido, pues Alianza País ya no es ni la sombra del movimiento que fue entre 2006 y 2016, el correísmo se hizo de otro partido: Alianza Correísta Unión por la Esperanza, UNES. La candidatura de Arauz ha tenido varios tropiezos: primero, no se admitió que el propio Correa sea su compañero de fórmula. El quiso inscribirse desde Bélgica y una ley, promulgada durante su propio gobierno, le negó esa posibilidad. Al ser declarado culpable en el juicio que se sigue a él y a funcionarios de su gobierno y a empresarios involucrados en un complejo entramado de corrupción, su aspiración quedó postergada. Entonces quiso candidatizar a su hermana Pierina como compañera de fórmula de Arauz para así mantener el apellido Correa en la papeleta. Finalmente se designó como binomio de Arauz a Carlos Rabascall, ahora en entredicho acusado de tener dinero en paraísos fiscales.

La candidatura del binomio Arauz-Rabascall aún no está oficializada y ha tenido muchos tropiezos (desde la acusación de presentar cédula falsa del candidato hasta la descalificación del binomio propuesto en un inicio), pero el ex Presidente ya ha hablado en varios medios de su intención: Arauz se encargaría de tramitar el indulto y allanar el camino para su retorno, de convocar a otra Asamblea Constituyente en la que Correa participaría y luego, convocaría a nuevas elecciones. Recuperar la patria es la consigna y, pese a los juicios pendientes, a la sentencia de ocho años de prisión en su contra y a la orden de Interpol, Correa insiste en volver al sillón presidencial.

Entre las ofertas de Arauz y de Correa retomar la obra pública, característica de su gobierno, parece fundamental. Ambos han dado declaraciones acerca de continuar con el proyecto de la Refinería del Pacífico, paradójicamente, en un momento en el que el mundo camina hacia dejar los combustibles fósiles y en donde las empresas petroleras valen cada vez menos.

A su favor, Arauz tiene a Correa y, en el imaginario popular, la idea instalada de que todo tiempo pasado, fue mejor: la bonanza petrolera y con ella, la enorme obra pública -aunque con cuestionados sobreprecios- parecen suficientes para sus seguidores.

Guillermo Lasso, el banquero

El candidato de CREO logró sumar apoyos con la consigna de la unidad para salir de la herencia dejada por la Revolución Ciudadana para estas elecciones. El Partido Social Cristiano declinó su candidatura y decidió no participar en la contienda. Lo mismo hizo el multimillonario Álvaro Noboa, candidato cinco veces (1998, 2002, 2006, 2009 y 2013) al sillón presidencial y muy cerca de conseguirlo. Incluso Fabricio Correa, hermano del ex Presidente dejó de lado su aspiración presidencial.

Guillermo Lasso resulta blanco fácil para sus opositores: es dueño de un banco y el adjetivo “banquero” repele a las clases populares, sobre todo, cuando se piensa en el feriado bancario ocurrido en 1999, la gran debacle económica del país, en donde el gobierno acudió al salvataje de bancos quebrados. Sus opositores —y el correísmo en particular— se han encargado de repetir una y otra vez que es uno de los culpables de tamaña desgracia. Lasso se ha empeñado en demostrar que no tuvo nada que ver con ello y que su banco, el Banco de Guayaquil no fue parte de ningún salvataje. Lasso fue gobernador del Guayas en 1998 por un período de un año y Súper Ministro de Economía durante un mes, en el gobierno de Jamil Mahuad. Sus aspiraciones presidenciales iniciaron en 2006 aunque no fue candidato sino hasta el 2013, donde obtuvo el 22,68% de los votos válidos. En 2017 participó en las elecciones presidenciales y tuvo el 48.84% de los votos contra el 51,16% de Lenín Moreno, entonces del partido oficialista, Alianza País.

Lasso ha participado de las filas de la oposición a Correa desde 2011 con más vigor.

De acuerdo a las encuestas, Lasso aparece con muchas opciones de llegar a la segunda vuelta en la carrera hacia la presidencia, a pesar de que sus atributos de empresario exitoso pueden jugar en su contra, como su pertenencia a las élites guayaquileñas, su posición de banquero o su falta de carisma y, más recientemente, su cercanía con el gobierno de Lenín Moreno una vez que este rompió con el correísmo y se volvió su enemigo.

Las consignas de Lasso han sido llamados contínuos a la unidad y su oferta, aumentar la productividad y generar empleo en el país. “Sé cómo hacerlo”, repite el candidato, haciendo referencia a sus orígenes humildes y al trabajo de emprendedor exitoso.

Otra de sus propuestas se centra en mejorar el sistema de salud, para lo cual Lasso escogió a un médico, Alfredo Borrero, como compañero de fórmula, haciéndose eco de las deficiencias del sistema sanitario en el Ecuador de la pandemia.

Pese a declarar en medios que no pondría sus creencias por sobre el interés público, Lasso se ha pronunciado varias veces contrario a la despenalización del aborto en caso de violación, un problema considerado de salud pública con cifras escalofriantes de embarazos de niñas adolescentes. El Comité de Naciones Unidas para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer (CEDAW) recomendó de manera expresa al Estado ecuatoriano a que “despenalice el aborto en casos de violación, incesto y malformaciones graves del feto, de conformidad con la recomendación general número 24 de 1999 sobre la mujer y la salud”. Esa posición del candidato, más allá de sus filiaciones religiosas, le resta votos de un importante sector de la población: las mujeres y el movimiento feminista cuyas consignas han sido muy claras al respecto.

“Pese a declarar en medios que no pondría sus creencias por sobre el interés público, Lasso se ha pronunciado varias veces contrario a la despenalización del aborto en caso de violación, un problema considerado de salud pública con cifras escalofriantes de embarazos de niñas adolescentes”.

Yaku Pérez, ¿conciliador?

Luego de octubre de 2019, fecha en la que el movimiento indígena demostró su fuerza y su capacidad de convocatoria en el paro nacional, surgen varios nombres para ir, por primera vez en la historia del país, con un líder indígena aspirando a la presidencia. Entre los protagonistas de octubre aparecen Jaime Vargas, actual presidente de la CONAIE; Leonidas Iza, del Movimiento Indígena de Cotopaxi y, Yaku Pérez, hasta hace poco prefecto del Azuay. Iza y Vargas, considerados más radicales e incluso identificados por el gobierno y los medios como “comunistas”, tenían aspiraciones presidenciales, sin embargo, Pachakutik, el partido que nace como brazo político del movimiento indígena y en el que hay fuerte presencia de otros actores no indígenas, optó por lanzar a Pérez a la Presidencia para llevar a cabo el plan de gobierno presentado desde el llamado Parlamento de los Pueblos, llamado “Minka por la vida”.

En su hoja de vida está su posición en defensa del agua y contra la minería en la provincia del Azuay, el haber sido presidente de ECUARUNARI y también el haber sido opositor de Correa. Él y su pareja, la periodista Manuela Picq franco-brasileña, fueron rostro visible de la represión en una manifestación en 2015. A Manuela Picq incluso el quitaron la visa y tuvo que salir del país. De su historia se ha hecho un documental.

Pérez aparece bien punteado en las encuestas aunque, a medida que pasan los días de la campaña, es también protagonista de polémicas y discusiones que van desde el cuestionamiento a su nombre —antes utilizaba su nombre hispano, Carlos, y hoy utiliza su nombre kichwa, Yaku, que significa agua— hasta sus aficiones por la música “gringa” (toca el saxofón) o al yoga. A su favor juegan su militancia ambientalista y la defensa del agua y, en su contra, que maneja su propia agenda, incluso dentro del movimiento indígena. También pesa el racismo y los prejuicios de “intolerancia, secesión o separatismo” existentes, profundizados por algunos sectores sociales luego del paro nacional de octubre de 2019. La violencia de entonces se le endilga y responsabiliza directamente al movimiento indígena. Paredes y barreras difíciles de romper a la hora de ejercer su derecho de participación política.

Los candidatos que van detrás

Pocas figuras destacan entre los demás aspirantes al sillón presidencial. César Montúfar, que ha sido uno de los mayores fiscalizadores del correato, va solo, cargando el lema de la honestidad en la bicicleta en la que recorre el país, con poca prensa y poca simpatía.

Al candidato de la Izquierda Democrática, que era uno de los partidos tradicionales y que perdió fuerza y se mimetizó con el correísmo, no lo conoce nadie, pero hará currículo cuando termine la campaña.

El gobierno de Moreno oficialmente no tiene candidato aunque su partido sí: Ximena Peña va por Alianza País. También tienen candidato sus cogobernantes, los ex Ruptura, ahora llamados Construye (a dónde pertenecen su ministra de gobierno —María Paula Romo y su secretario, Juan Sebastián Roldán). Ellos han puesto a Juan Fernando Velasco, reconocido cantante y cuestionado Ministro de Cultura, a buscar votos, en una movida política que no se entiende. También va Gustavo Larrea, de Democracia Sí, político astuto que también participó con los gobiernos de Bucaram, Correa y Moreno. Su jugada tampoco se entiende, pero, por lo pronto, queda claro que tanto candidato solo divide electores y cuestan más al país.

Las ofertas en los planes de gobierno

Salir de la crisis económica, generar empleo, la reactivación de la economía, atraer inversiones, mejorar los sistemas de salud, mejorar la producción, luchar contra la corrupción y contra la impunidad, todos esos parecen ser lugares comunes en las propuestas de candidatos de las llamadas derechas, de quienes se dicen de centro y de las izquierdas. Los que se llaman progresistas insisten en recuperar un camino que estuvo trazado: el de la revolución ciudadana, que comprende un Estado fuerte, un partido único y combatir a quienes, según ellos, acabaron con eso.

Una sociedad incrédula, golpeada por la crisis y por la pandemia, harta de la corrupción y llena de demandas, además de una juventud indiferente y un país dividido en posiciones aparentemente irreconciliables, es la que irá a las urnas en febrero del 2021, casi caminando a tientas hacia el futuro.

Los planes de gobierno tienen estilo y sello propio: el documento de Pachakutik y los movimientos sociales se basa en la chacana indígena (aire, fuego, tierra y agua) y, entre las propuestas a debatir está la renta básica universal. mientras que el presentado por el correísmo se divide en 11 “justicias” (por la vida, por la democracia, ecológica, decolonial, entre otras). El documento de Guillermo Lasso habla de una sociedad próspera y tiene tres ejes: social, con prioridad en salud; económico, con el trabajo como prioridad e institucional, con temas como la independencia de la justicia encabezando su planteamiento.

Asambleístas y parlamentarios como moscas en la miel

180 candidatos para cinco curules en Azuay… todo indica que, así como en las elecciones seccionales, salieron candidatos de bajo de las piedras, las elecciones para asambleístas parecen un botín para toda clase de aspirantes: políticos, comunicadores, deportistas, gente de farándula e incluso delincuentes (la familia Bucaram, Daniel Salcedo, Daniel Mendoza —gentes, todas ellas, que están siendo procesadas por actos de corrupción en insumos médicos y manejo de hospitales públicos a cambio de favores legislativos en plena emergencia sanitaria por el covid-19— están entre los nombres que suenan y que se han hecho famosos por sacar provecho del Estado para engrosar sus cuentas corrientes en el exterior, sus mansiones y apartamentos en Miami o Panamá), aspirarán a ser parte de las papeletas electorales.

Parece increíble que, un país que está tan complicado y empobrecido, sea, todavía, un buen pastel para tanto aspirante a las curules legislativas y al sillón presidencial.

180 candidatos para cinco curules en Azuay… todo indica que, así como en las elecciones seccionales, salieron candidatos de bajo de las piedras, las elecciones para asambleístas parecen un botín para toda clase de aspirantes.


*Milagros Aguirre es periodista y editora. Inició su carrera en los diarios Hoy y El Comercio de Quito. Ha colaborado con varias revistas del país. Es directora de la Fundación Alejandro Labaka con sede en Coca, provincia de Orellana, Ecuador.


La Línea de FuegoEl presente documento es un Informe de coyuntura elaborado por el Centro Ecuménico de Proyectos (CEP), octubre 2020.

La Línea de FuegoFotografía: CNE.

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