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MUCHEDUMBRE: A PROPÓSITO DEL DOCUMENTAL SOBRE EL 30S

MUCHEDUMBRE: A PROPÓSITO DEL DOCUMENTAL SOBRE EL 30S

Luis Ángel Saavedra

(Publicado primero el 09 de junio del 2011)

El pasado domingo, 5 de junio, la televisión pública transmitió el documental “Muchedumbre 30S” que, de forma dramáticas sirvió para consolidar algunas teorías sobre los hechos del 30 de septiembre del 2010, los que han sido catalogados como conspiración, intento de golpe de Estado, revuelta policial, intento de magnicidio, sublevación, entre otros conceptos. El documental también hizo  y extrañar algunos pasajes que pueden dar más pistas sobre lo acontecido, como los pronunciamientos militares a lo largo de este día.

La conspiración

No puede refutarse la existencia de una serie de elementos que configuran una conspiración, incluyendo la presencia en el escenario del 30S de personajes vinculados a la oposición política, como Sociedad Patriótica en el Regimiento Quito, Partido Social Cristiano y Sociedad Patriótica en el canal de televisión pública, y toda la oposición junta en la Asamblea Nacional y luego en un hotel de la capital. Evidentemente Fidel Araujo no sólo estaba de paso por el sector de la Mariana de Jesús, ni tampoco la diputada alterna social cristiana estaba solo pidiendo respeto a la libertad de expresión durante el asalto a la televisión pública.

Un hecho poco conocido es el que el día anterior al 30S, en el Ministerio del Interior se hayan sorprendido de que todo el personal de inteligencia no haya acudido a laborar; pero solo se sorprendieron y no pudieron esbozar teorías sobre lo que estaba ocurriendo, pese que ya tenían informes sobre el descontento policial y la circulación de pasquines incitando a la revuelta.

La Policía Nacional había mostrado molestias desde muchos meses atrás, pues fue muy desprestigiada por la serie de violaciones a los derechos humanos que fueron develadas por la Comisión de la Verdad, luego por la visita, en julio del 2010, del Relator Especial de Naciones Unidas para las Ejecuciones Extrajudiciales, Philip Alston, quien ahondó más el descontento entre las filas policiales, pues en su informe la Policía también fue inculpada de ejecuciones extrajudiciales, desapariciones y negligencia para investigar un sinnúmero de asesinatos a los que consideraba como “ajuste de cuentas”.

En verdad, la protesta había sido planificada desde inicios de septiembre y es increíble que nadie en el gobierno, ni los miembros de inteligencia policial o militar habían advertido de las molestias generadas al interior de la tropa policial, más aún, nadie había advertido que ciertos líderes policiales estaban dialogando con miembros de la oposición al gobierno. O al contrario, los cuerpos de inteligencia minimizaron, o ocultaron deliberadamente, estos antecedentes del 30S.

Cuando los oficiales medios y la tropa empezaron a romper la cadena de mando con sus superiores, a los que acusaban de no haberlos defendido frente a las acusaciones generadas; entonces ya no solo la inconformidad era evidente, sino que ya se había propiciado un buen escenario para la conspiración; la Ley de Servicio Público sólo fue la gota que derramó el vaso.

De la situación al interior de las Fuerzas Armadas apenas se conoce la punta de su ovillo: la sublevación de un sector de la tropa de la Fuerza Aérea acantonada en la Base Aérea de Quito. Se argumenta que esta sublevación estaba planificada de antemano, pues las pancartas que se exhibieron en la protesta estaban perfectamente elaboradas y no eran improvisadas. Es lógico aceptar que en este sector también habían indicios de una conspiración y que la sublevación en el aeropuerto de Quito no fue una acción espontanea en respaldo a la tropa policial, aún cuando a favor de esta tesis  se puede decir que el tipo de pancartas exhibidas, con los materiales a disposición, como un plotter, lona y palos, se pueden elaborar en menos de media hora.

El gobierno asegura que la fecha del 30S fue escogida porque el Vicepresidente de la República y el Presidente del Congreso Nacional estaban fuera de la ciudad, incluso se impidió su arribo al aeropuerto con el afán de, una vez capturado el Presidente, no pueda existir el orden de sucesión constitucional. Este detalle es interesante porque implica que la conspiración estaba consumada y solo se esperaba el momento preciso para echar a rodar toda esta maquinaria; sin embargo nos queda una pregunta: ¿la aprobación de la nueva ley de servicio público es coincidente con los planes de conspiración o realmente solo fue el detonante de una sublevación policial?

Por otra parte, habíamos afirmado que “Muchedumbre 30S” tiene un vacío, y este vacío es fundamental y debe ser analizado minuciosamente: ¿Qué pasó al interior de las Fuerzas Armadas? ¿Cómo reaccionaron sus mandos? ¿Estaba permeada por la conspiración?

Pongamos en el tapete algunos interrogantes que tienen que ver con el análisis de la cadena de pronunciamientos de la cúpula de las Fuerzas Armadas a lo largo del 30S, algo que no consta en el documental, salvo una sola intervención.

Uno de los principales puntos de análisis debería ser la hora del primer pronunciamiento, éste es alrededor de dos horas después de conocerse los incidentes del Regimiento Quito, y en realidad es tardío, pues lo deseable es que los organismos armados reafirmen con toda nitidez y oportunidad su subordinación al poder civil.

Lo tarde del primer pronunciamiento indicaría que al interior de las Fuerzas Armadas hubo tensiones, lo que explica a su vez la insubordinación de la tropa en la Base Aérea de Quito, y que habían sectores que estaban participando de una conspiración para derrocar al Presidente; entonces la cúpula de las Fuerzas Armadas debía garantizar primero su cohesión internan antes de pronunciarse, pero al mismo tiempo, su silencio  estaba enviando un mensaje: no todos estamos con el Presidente.

El fraccionamiento de las Fuerzas Armadas también explica la advertencia del mensaje militar: “que se considere la situación de la tropa”; no hablan de la tropa policial, hablan de una tropa en términos generales.

Todos estos elementos hacen innegable la existencia de una conspiración previa para derrocar al Presidente, no es necesario analizar los porqué de esta conspiración, pues la derecha tradicional no está conforme con haber perdido ciertos privilegios y con la emergencia de nuevos frentes de una derecha económica que si puede hacer negocios con el Estado al margen de cualquier ideología.

El secuestro

La existencia de una conspiración no necesariamente significa que ésta esté perfectamente estructurada y lista para aplicarse al momento que se presente el detonante adecuado, como pudo ser la aprobación de la nueva ley de servicio público que detonó la sublevación policial, cansada también de haber sido, y con razón, cuestionada fuertemente durante este gobierno.

En este caso, la conspiración para derrocar al Presidente parece no haber estado lista y la sublevación policial apresuró los acontecimientos, de ahí que se intentó que ésta se convierta en el foco de un levantamiento que, junto a focos de conspiración ya acordados, puedan contagiar al resto de los órganos armados que aún no eran parte de este acuerdo y así se logre consolidar un levantamiento, o un caos social, que conduzca al derrocamiento del Presidente.

Correa también parece haber desconocido el escenario que se había formado en las última semanas (recordemos que en el Ministerio del Interior nadie interpretó el por qué de la ausencia de los agentes de inteligencia de sus puestos de trabajo en el día anterior) y creyó que podía solucionar el conflicto de manera personal, por eso acudió al Regimiento Quito, foco de la protesta policial, para querer dialogar con policías enardecidos y armados. En ocasiones anteriores Correa ya había dado muestra de su ímpetu para querer solucionar los conflictos de forma personal.

No es seguro que los conspiradores, considerando el carácter del Presidente, esperaban que éste concurriese al regimiento Quito, pues podrían haber preparado de mejor manera el secuestro del Presidente y ser más efectivos en sus sistemas de presión. Es probable que los conspiradores no esperaban este acto del Presidente; pero, lo más seguro es que los conspiradores, al no estar delineada la totalidad de la conspiración, debieron ir inventando la hoja de ruta, en donde el secuestro del Presidente se les presentó como una brillante oportunidad para conseguir sus objetivos, más no como un acto planificado con anterioridad.

En el documental al que nos estamos refiriendo se asegura que la guardia personal del Presidente había sido neutralizada, pero las imágenes dicen otra cosa, presentan a una guardia presidencial desorientada, sin capacidad de respuesta efectiva, llevando al Presidente de un lugar a otro, hasta finalmente llevarlo al hospital de la policía.

El momento en que el Presidente es golpeado y está bajo los efectos de los gases lacrimógenos, su cuerpo de seguridad comete un error increíble, pues en lugar de sacarlo del foco de conflicto, optaron por llevarlo a la institución hospitalaria de la misma policía y el mismo lugar de los hechos, esto permitió el secuestro del Presidente y también dio pie a las afirmaciones de que el Presidente no fue secuestrado, sino que fue al hospital por su propia voluntad.

La respuesta profesional que debe dar un cuerpo de seguridad para proteger a la persona a su cargo, en el escenario que el Presidente debió vivir en el Regimiento Quito, muchas veces debe ir por encima de los deseos de su protegido, en este caso, la respuesta acertada del cuerpo de seguridad del Presidente debió ser el sacarlo de todo el complejo policial. Hay alternativas de asistencia médica cerca al complejo policial de la Mariana de Jesús.

La crónica del documental que da cuenta de la llegada de patrulleros y motocicletas policiales de ninguna manera justifica el error cometido por el cuerpo de seguridad del Presidente, pues esta llegada se produce mientras la guardia presidencial camina errante al interior del Regimiento Quito, arrastrando consigo al Presidente; este error entregó en bandeja de plata el cuerpo del Presidente a los conspiradores y a los policías sublevados, desencadenando a su vez los nuevos acontecimientos de la tarde y noche del 30S.

En contraposición a las acciones del cuerpo de seguridad del Presidente, el documental presenta el testimonio de Fernando Alvarado, cuyo cuerpo de seguridad si actuó profesionalmente, pues lo sacó del foco del conflicto, pese a que Alvarado deseaba llegar donde el Presidente.

La configuración del delito de secuestro al menso se configura con el encierro (pérdida de libertad) y el pedido de rescate para liberación del detenido; y en este caso existen los dos elementos:  el primero, pese a ser propiciado, en primera instancia, por su guardia personal, constituye el encierro, pues el Presidente estaba encerrado en un edificio rodeado por policías, quienes incluso estaban al interior de las instalaciones del hospital policial; el segundo elemento es el rescate que se pide a cambio de su libertad, este rescate no necesariamente debe ser dinero, pues puede ser también la exigencia de determinadas acciones; en este caso, se exigía al Presidente la firma de un acuerdo de amnistía a los policías sublevados y la revocatoria de la ley de servicio público.

Debemos afirmar entonces que el Presidente efectivamente estuvo secuestrado y que hasta este momento las cartas eran favorables a los conspiradores.

El rescate

En una sublevación de un órgano armado existe un punto de inflexión, un punto de “no retorno”, y muchos de los policías insubordinados en el 30S cruzaron ese umbral y empezaron a jugarse “al todo o nada”

El secuestro del Presidente animó a los conspiradores, pero también desató la euforia entre los policías, una euforia que los llevó a plantear incluso el asesinato del Presidente, tal como se escucha en las transmisiones de la policía, así, una conspiración no acabada se encaminaba hacia el magnicidio, y no pocos conspiradores debieron estar frotándose las manos con esta posibilidad.

Es en este punto en el que entran en juego dos actores, las movilizaciones de respaldo al Presidente y la decisión de las Fuerzas Armadas de mantener el orden constitucional y obedecer la cadena de mando, reconociendo al Presidente Correa como su Comandante en Jefe.

La historia en el Ecuador nos ha enseñado que las Fuerzas Armadas, que antes constitucionalmente se denominaban “garantes de la democracia”, han sido quienes han decidido quien ejerce las funciones de presidente, al reconocerlo o desconocerlo. Podemos recordar la historia reciente, durante los derrocamientos de Abdala Bucaram, Jamil Mahuad y Lucio Gutiérrez. En estos derrocamientos, son los militares quienes han decidido quienes continúan en el poder, luego el Congreso Nacional ha intentado dar visos de legalidad a la decisión militar.

El pronunciamiento militar que marca la dirección del conflicto, al reconocer la cadena de mando, se produce a eso de las dos de la tarde y desbarata los planes de los conspiradores, quienes empiezan a ponerse a buen recaudo y a exigir amnistías para los sublevados.

Se retoman las actividades en el aeropuerto de Quito y paralelamente los comandos provinciales de la policía también empiezan a reconocer la cadena de mando. Había destacamentos policiales, como el de Lago Agrio, que estaban rodeados por simpatizantes del Presidente, y no pocas voces proponían incendiar el destacamento policial. El caos generado en Guayaquil por los saqueos obliga a este comando provincial a deponer su actitud y volver a sus funciones. La sublevación policial se reduce entonces a su foco inicial: el Regimiento Quito.

Por su parte, el equipo de gobierno empieza a movilizarse al igual que las personas que deseaban defender la democracia y el orden constitucional, gran parte de esta multitud defendía al Presidente, pero otro sector defendía el orden constitucional. Era necesario entonces unificar el objetivo de la movilización social y de eso se encargó el Canciller Ricardo Patiño con su llamado: “vamos a rescatar a nuestro presidente”.

El llamado de Patiño rompe con esquemas básicos del Estado, pues es el Estado el ente encargado de regular los conflictos a su interior, a través del accionar de sus instituciones, incluyendo el accionar de los órganos armados. El incitar a la población a enfrentarse a un órgano armado sublevado constituye una violación a un derecho básico de las personas, como es la vida y la integridad física.

Las más fuertes confrontaciones de la policía con la sociedad civil se da luego de la arenga de Patiño y con policías que habían ya cruzado el umbral del no retorno de la sublevación y estaban dispuestos a mantener su posición a cualquier precio.

A partir de las dos de la tarde se configura un nuevo escenario político, esta vez favorable al Presidente y al orden constitucional, basado en los siguientes elementos:

El apoyo militar y el reconocimiento de la cadena de mando, liderada por el Presidente como Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas

  1. La sublevación policial reducida a un solo sector
  2. Una movilización social de respaldo

A estos elementos se suma uno nuevo que lo devela el propio Presidente en el documental que nos lleva a este análisis, y es el ingreso de un cuerpo de policía élite, como es Grupo de Intervención y Rescate, GIR.

El Presidente narra que la gente del GIR debieron afirmar que iban al hospital policial para matarlo y que por eso los policías sublevados permitieron el ingreso este escuadrón, incluso en el documental es clara una voz que dice “déjenlos pasar, son compañeros”; pero este escuadrón, una vez adentro, dio la vuelta y develó su verdadero interés: proteger al Presidente. Es evidente en las imágenes ver la sorpresa de los policías al empezar a ser desalojados por miembros del GIR.

Con cuatro ases en este complejo juego político, y asegurada su protección por el GIR y su propio cuerpo de seguridad, surge una pregunta: ¿por qué no se negoció con los sublevados para lograr una salida sin la violencia que se vivió en horas de la noche?

Algunos compañeros periodistas que estuvieron al interior del hospital policial dan cuenta que efectivamente habían policías dispuestos a asesinar al Presidente mezclados con aquellos que deseaban terminar con el secuestro del presidente y los que estaban ahí para protegerlo: la calle de honor para la salida del Presidente podría convertirse en una trampa, por eso falla el primer intento de su salida. Si la situación estaba tan compleja, se hace más apremiante la necesidad de negociar.  Entonces insistimos en nuestra pregunta: ¿por qué no se negoció?

Una negociación para resolver un conflicto no implica el olvido de las responsabilidades ni una amnistía automática, implica una búsqueda de elementos que permitan, primero, reducir la tensión y desarticular aquellos elementos que podrían aportar a un escalonamiento del conflicto; luego implica el analizar las posiciones de las partes y llegar a un acuerdo, ojo, estamos hablando de una cuerdo, no de un “borrón y cuenta nueva”

Las negociaciones en un conflicto de esta naturaleza pueden llevar tiempo, pero fortalecen a sus actores, pues los muestra como capaces de llegar a consensos en el peor de los escenarios. En una solución negociada existen réditos políticos para todos los implicados en el conflicto.

Hay que resaltar además que entrada la noche, el escenario de una posible negociación ya se debía dar únicamente con un grupo de policías sublevados, pues quienes llevaron adelante la conspiración que no cuajó comprendieron su derrota tras el pronunciamiento militar y al no surtir ningún efecto mediático su última y desesperada acción: la toma del canal de televisión pública.

El mensaje

Los golpes de Estado son exitosos luego de algunas intentonas fracasadas, ésta es otra de las enseñanzas que nos da la historia latinoamericana de golpes de Estado; entonces, si este intento de golpe de Estado fracasó, había que curarse por lo sano y enviar un mensaje, fuerte y claro como acostumbra decir la diplomacia gringa, para quienes deseen insistir en nuevas conspiraciones para derrocar al Presidente.

El mensaje fue entendido: no habrá diálogo, la solución será militar, y a cualquier costo.

Como ya lo habíamos afirmado, el documental calla sobre las fricciones militares antes de su pronunciamiento de la tarde, no menciona los preparativos del rescate, iniciados inmediatamente después del último pronunciamiento militar, y solo nos lleva al momento del ataque militar, aclarando que ya en este momento los medios de comunicación televisivo se desconectaron de la señal del canal público que había mantenido una señal exclusiva y había obligado a todos los demás medios a enlazarse a su señal.

¿Por qué se dejó que los canales de televisión hagan sus propias coberturas del ataque militar? ¿Acaso esto permitía una mejor cobertura, con múltiples cámaras y desde diversos ángulos de visión?

Surgen una serie de preguntas sobre lo mediático del ataque militar y los canales, siempre ávidos de exclusivas, parecen que cayeron en una trampa: difundir el mensaje gubernamental: no habrá diálogo, la solución será militar, y a cualquier costo.

Con este documental volvieron las imágenes de lo sucedido en Dayuma, en donde también se dio el mensaje de lo que vendría después si se insiste en la protesta social, y efectivamente, después de Dayuma vino Mollecturo, en Azuay.

Entonces el mensaje presidencial para futuros conspiradores está claro y fuerte, transmitido en horario “Triple A” para toda Latinoamérica. Quien no haya entendido el mensaje, que se atenga a las consecuencias

Las investigaciones y los juicios

Investigaciones y juicios han tenido una dirección: fortalecer la imagen presidencial en base a la formulación de cargos por intento de magnicidio y que no van al meollo de lo sucedido el 30S, de ahí que los jueces, ante la falta de pruebas de la fiscalía que demuestre este intento de magnicidio ha debido dejar libres de uno en uno a los policías implicados, y a otros que pudieron no estar implicados pero que estaban presos, en tanto sectores gubernamentales se rasgan las vestiduras argumentando que para los jueces no existe el 30S.

Pero el 30S existe, o existió, y tiene 5 muertos en Quito, 5 en Guayaquil y más de 300 heridos según el propio documental; y si existió, existen responsables, pero esas responsabilidades empiezan a diluirse porque a un gobierno le interesa más su imagen que el buscar la verdad.

Hay responsables de la sublevación policial, hay responsables de una conspiración en marcha, pero también hay responsables por los errores de tipo político y logístico que dieron cuerpo al enfrentamiento armado entre policías y militares, con costos que no queremos volverlos a tener.

* Analista en geopolítica. Presidente de INREDH: La Fundación Regional de Asesoría en Derechos Humanos

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