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domingo, mayo 5, 2024

MUDANDO HACIA LO OTRO DEL MUNDO. por Natalia Sierra

 MUDANDO HACIA LO OTRO DEL MUNDO 

La esperanza hace del fin un “fin”[i]

Natalia Sierra

 

Introducción

 

La Modernidad parece haber quedado fatalmente enredada y atrapada en las redes de la economía capitalistas. Crisis del sistema financiero, crisis del sistema productivo, crisis del Estado Nacional, crisis de las instituciones sociales, crisis ambiental, crisis de la ética, crisis y más crisis que no pueden ser sino la evidencia clara de que la contradicción, articuladora de la Modernidad capitalista, ha estallado. El desarrollo de la civilización en su promesa de emancipación humana acabó, hacia adelante solo promete muerte y destrucción.

Como ya el marxismo lo pensó, la razón instrumental compañera de fórmula de la lógica de acumulación capitalista, ha provocado el trastrocamiento de las fuerzas productivas, creadoras de mundo, en fuerzas destructivas. Apocalíptica transformación que hoy nos ha colocado en el umbral desde el cual ya podemos observar la extinción del proyecto humano, de no ser capaces de parar este desenfreno.

Atrapados en la peor trampa civilizatoria que hemos armado, enredados en el laberinto mercantil, dominados y sometidos por el capital, que un mal día inventamos, nosotros humanos demasiado humanos, asistimos a la última encrucijada de nuestras historias. Como ya muchos teóricos lo han señalado, vivimos tiempos de desintegración cultural y social, y su consecuente entrada en la barbarie; o peor aún, como ya se avizora, en el definitivo salvajismo (Mires, 2005: 304)

En estas circunstancias, caracterizadas por la inminente amenaza del fin de lo social, el dilema, lamentablemente, ya no se sitúa entre el Capitalismo y el Comunismo, sino entre la catástrofe humana y una posible alternativa social, de la cual, a diferencia de la época anterior, no hay todavía ninguna proyección. Vivimos tiempos apocalípticos (Zizek; 2009) en los cuales y por los cuales, aunque la necedad humana se niegue a aceptar, el capitalismo no puede continuar, a riesgo de que acabemos en una situación irreversible para la vida de la especie, al menos como hasta ahora la conocemos.

El capitalismo no puede dar respuestas humanas a esta crisis social, pues ha sido él, en su normal y efectivo desenvolvimiento, el que ha conducido a la humanidad a este callejón sin salida. No es su mal funcionamiento el que ha puesto en riesgo de muerte a la cultura y al medio ambiente que la soporta; todo lo contrario, hemos llegado a esta grave situación debido al eficaz desarrollo del modelo de acumulación. “El sistema social objetivo” produce la necesidad de la acumulación de capital. La codicia es un comportamiento inherente a la economía capitalista, no es ni un problema moral ni psicológico.” (Zizek; 2011)

Basta poner un poco de atención en la lógica del desarrollo de la economía capitalista, para darnos cuenta como, en su expansión, la acumulación de capital ha ido destruyendo sistemáticamente su marco de legalidad y legitimidad. Esto explica la autodestrucción del capitalismo en tanto que supuesta totalidad social. La idea expuesta, en lenguaje lacaniano[ii], sería la siguiente: el humanismo moderno (Imaginario) cubría la estructura económica capitalista (Simbólico). El campo uno era el tejido imaginario (jurídico-político) que daba un “rostro humano” a la estructura simbólica (económica) campo dos Articulación que hacía suponer que la Modernidad capitalista era una identidad social absoluta, sobre la base de reprimir el antagonismo: trabajo-capital hoy también capital.-vida. Sin embargo, el capital (Real) en su expansión ha carcomido el tejido imaginario (humanismo), dejando ver la pura estructura simbólica capitalista, carente de todo sentido humano. Estructura que en ausencia de tejido imaginario deja ver lo Real-capital en su contradicción fundamental, por donde su supuesta identidad se abisma.

La desmedida búsqueda de usura y acumulación ha rebasado los límites impuestos a la economía formal por el Estado Nacional. Ampliándose de esta forma la economía mafiosa capitalista que desborda y violenta las regulaciones de la democracia liberal. Situación que conduce: por un lado, al re-surgimiento y fortalecimiento de formas económicas criminales, como son las mafias de todo tipo de tráfico ilegal; y, por otro lado, a la restitución de formas de gobierno de corte autoritario e incluso fascistoide, necesarias para asegurar la actual recomposición del capital mundial.

La democracia liberal ya no es necesaria para llevar adelante la profundización de la colonización capitalista. La actual reproducción del capital no necesita esconderse detrás de un “rostro humano”, no necesita encubrir su voracidad; su cinismo le autoriza usar, instrumentalizar o violar derechos humanos; usar cualquier tipo de estrategias legales e ilegales en función de su interés. Invade, destruye y reconstruye territorios según  su conveniencia; inventa guerras, expulsa pueblos, genera desastres sociales y ecológicos sin pudor alguno. Destruye el mundo que algún día construyó para convertirlo en un escenario de guerra, violencia, desintegración, muerte y putrefacción. Desde hace algún tiempo ha empezado a desmantelar las sociedades que le vieron nacer, crecer, hipertrofiarse y desquiciarse.

No hay duda, el capitalismo ha enloquecido y en su desenfrenada expansión va disociando, desintegrando, “llevando a la llamada sociedad al vacío negro de la anomia.” (Mires, 2005: 298). Ha llegado a la forma más obscena de su existencia.

En este contexto el peligro mayor es que el ser humano deje de ser el sujeto de su historia y se convierta en un resto biológico destruido, sujeto amedrentado, aislado, abandonado al movimiento económico, del cual podría no escapar. Sin sujeto o sujetos de la historia, la Modernidad Capitalista y su enferma obsesión acumulativa conducirán a la humanidad a su destrucción. A no ser que logremos parar esta locura suicida, el daño será irreversible.

 Desatar los vínculos

No es pues todavía el momento de dejarse emborrachar por la televisión mientras esperamos el fin. Todavía nos queda mucho por hacer juntos. (Martini; 2004: 30)

 En este escenario, urge romper todo vínculo que ata lo humano al capitalismo; romper el flujo de colonización por el cual lo humano está sometido al circuito de la reproducción de capital. Emanciparnos del coloniaje mercantil que ha reemplazado a la sociedad por un circuito de mercados unidos gracias al poder del capital transnacional y sus políticas autoritarias.

Desconectarse del capitalismo no es una tarea fácil, ante todo por el estado de terror en el que se intenta encarcelar la voluntad y libertad humana. Miedo a abandonar una historia, una civilización, que aunque agonizante se ha impuesto como única. Miedo a salir de esta historia sin que otra nos acoja, miedo de aproximarnos al umbral que nos empuje hacia una  otra aventura humana. Miedo de un porvenir no dicho, de un porvenir aún no dibujado. Este es el desafío que la humanidad enfrenta de manera apremiante, salir de esta historia sin tierra prometida.

 Perder el Miedo

 El proceso de desocialización que hunde al individuo en la soledad, sin amor (erotismo), sin alianza (socialidad), sin discurso (política), lo condena a padecer el miedo. Sentimiento que paraliza al espíritu en un peligroso conformismo que deja al capitalismo avanzar hacia la catástrofe humana y ambiental. De allí que sea urgente perder el miedo y arriesgarse a enfrentarlo, en la perspectiva de recuperar el erotismo, la sociedad y la política.

La primera exigencia es asumir, sin duda alguna, que el capitalismo no puede redimirse de ninguna manera, no puede ser la cura para sí mismo (Zizek; 2001), trampa en la que no es posible caer de ninguna manera y por ninguna circunstancia. No tenemos tiempo para la ingenuidad, menos para la estupidez, de pensar que el capitalismo que ha provocado esta catastrófica situación va a dar las soluciones para salvarnos. No es con más capitalismo que vamos a tratar de revertir la grave situación que hoy enfrentamos.

Perder el miedo a pensar más allá de los límites políticos, ideológicos y éticos impuestos por el capitalismo, que dicho sea de paso sus propios mentores no los toman en serio. Imaginar más allá del mercado, la acumulación y la propiedad privada. Imaginar lo inimaginable dentro de este marco civilizatorio, ya enfermo terminal. Condición de esto es renunciar de forma radical a las reformas, los reciclajes, los rostros humanos del capitalismo, tan de moda hoy en América latina. Justo cuando el capitalismo ya no necesita maquillajes.

Entender que la Modernidad Capitalista es una eventualidad histórica, una más entre otros ensayos civilizatorios por donde ha caminado la historia humana, por lo tanto transitoria y no absoluta. Un proyecto humano ya obsoleto que nada tiene ya para darnos, a no ser destrucción y muerte.

Rebasar el marco de veracidad

Superado el miedo hay que trascender y romper el régimen de verdad (Foucault; 2007: 35) abierto e impuesto por la Modernidad Capitalista, cuyo fundamento, pienso, es la ley del valor. Régimen de verdad que, como dice el filósofo citado, no es una ilusión, sino un conjunto de prácticas que se inscriben en lo real, y que desde ahí configuran una realidad social determinada.

Esta realidad social “…forma un dispositivo de saber-poder que marca efectivamente en lo real lo inexistente (relaciones sociales mercantilizadas)[iii] y lo somete en forma legítima a la división entre lo verdadero y lo falso.” (Foucault; 2007: 37) Siguiendo esta línea argumentativa se entiende que “…la estructura de las mercancía y el capital, no consiste en una esfera empírica limitada, sino que en una especie de sociotrascendental a priori, la matriz que genera la totalidad de las relaciones sociales y políticas.” (Zizek, 2006: 93). Es de esta totalidad social, cuya forma determinante es la  economía capitalista, de la que inaplazablemente hay que salir.

Rebasar el régimen de verdad capitalista implica necesariamente interrumpir los flujos que lo mantienen vigente. Interrumpir el flujo de la especulación financiera, interrumpir el flujo de la destructiva producción industrial, interrumpir el flujo mercantil, interrumpir el flujo irracional del consumo mercantil, interrumpir el flujo devastador del extractivismo, interrumpir el flujo de la información dominante, interrumpir el flujo de capital, interrumpir el flujo de la explotación del trabajo asalariado; en otras palabras interrumpir el flujo de la económico capitalista y todo lo que él articula.

Hay que ir más allá del marco de los derechos burgueses; más allá del imaginario de la democracia liberal y sus coordenadas políticas; más allá de la moral burguesa; más allá del Estado Nacional, que valga aclarar ya está bastante enfermo; tan enfermo que está siendo asistido por todo tipo de instituciones para-burguesas y para-estatales que ayudan a hacer el trabajo más sucio, de lo que ya se hacía. Solo para citar un ejemplo de esta depredación en nuestro continente hay que mirar la tragedia que ocurre en México y Colombia.

Esta inmensa tarea ética y revolucionara pasa por romper con el flujo simbólico que nos liga subjetiva y políticamente al capitalismo. Solo libres del mandato simbólico y político del capital podremos poner en paréntesis a la estructura económica capitalista y liquidar sus relaciones de explotación y opresión. “Esta puesta entre paréntesis no es solo epistemológica, concierne a lo que Marx llamaba la ‘abstracción real’: la abstracción del poder y las relaciones económica en la realidad misma del proceso democrático, etcétera.” (Zizek; 2001: 94)

Este es el único acto ético que lleva la resistencia hacia la lucha. Esto es lo que hoy, más que nunca, debemos hacer. Sabemos que no es fácil, sabemos que no se puede hacer de un momento a otro, pero sabemos también que si no empezamos ¡ya! no quedará tiempo.

 Alianza para la salida

 Romper las conexiones simbólicas que encadenan a la humanidad a la historia capitalista, condición necesaria para liberarnos de las ataduras materiales y emprender el éxodo definitivo, demanda de una gran voluntad. La primera tarea es recuperarnos en nuestros vínculos políticos, es decir recuperarnos en nuestros comunes intereses, deseos, expectativas. Esto exige pensar nuestro ser-juntos, pues más allá de la disociación que ha provocado la lógica mercantil, es más que cierto que nosotros somos juntos.

….nosotros existimos indisociables de nuestra sociedad, si se entiende por ello no nuestras organizaciones ni nuestras instituciones, sino nuestra sociación, la cual es mucho más que una asociación y algo muy distinto de ella (un contrato, una convención, un agrupamiento, un colectivo o una colección), es una condición coexistente que nos es coesencial. (Esposito; 2007:13)

 Esta proximidad de acción recíproca nos vincula en la necesidad de buscar el camino de salida para abandonar esta historia que se autodestruye. Es esta necesidad la que nos junta en nuestra disyunción, es decir la que nos expone a unos frente a otros en nuestra “indigencia”, así como en nuestra “potencia”, de un yo que solo existe y puede reconocerse en los otros, con quienes se hace nos-otros.

Solo con el cum que “nos pone los unos frente a los otros, nos entrega los unos frente a los otros, nos arriesga los unos frente a los otros…”, (Esposito, 2007, 16) es posible entregarnos a la experiencia de la libertad. No la libertad del liberalismo, del libre mercado, sino la libertad de salir de esa “libertad”. Libertad de violar la libertad de la ley del valor y entrar en otro orden de sentido. Libertad para emprender la construcción de otro mundo.

 Hazaña humana para liberarnos

Solo una forma de salir del infierno: respirando (Hopeenhayn; 1999 :11)

Fernando Mires, citando a Taylor, dice: “…en el periodo que hoy vivimos se puede constatar una pérdida de lo que él llamaba  ‘dimensión heroica de la vida’” (Mires; 2006: 291). Es exactamente esa falta de épica política el problema más complejo que enfrentamos. Hasta hace algunas décadas, aún los sueños, las “utopías”, las ideas (ideales) fuertes dotaban de sentido pleno nuestros actos. Por ellos estábamos dispuestos a seguir caminando, a seguir tejiendo mundo.

Al parecer hoy no estamos solo huérfanos de mundo, sino incluso huérfanos de deseo de mundo. La colonización productiva-mercantil de la energía deseante ha enfermado nuestras ganas de crear mundo, en y por el deseo. Nada parece convocarnos, congregarnos y consagrarnos, no hay ideas, ideales, promesas que nos llamen más allá de esta continuidad decadente de la historia capitalista.

Es urgente entonces recuperar esa dimensión heroica de la vida, y liberarnos de la cínica comedia mercantil; recuperar el deseo y liberarnos del vano placer consumista.

Es preciso abandonar este mundo, alejarse más allá de sus orillas, para poder aportarle preciosas especies exóticas y desconocidas. En esta apertura, en este asir los extremos, en esta exploración de los confines, reside la radicalidad de Fourier, una radicalidad que no consiste tanto en penetrar hasta la raíz misma de las cosas, cuanto en desarraigarse y llevarlas hasta el extremo de lo posible. (Subirats; 1975: 13)

Abandono que será posible en tanto seamos capaces de reconstruir el relato emancipador, que nos ubique en el tiempo pleno, “’tiempo–ahora’, que como modelo del mesiánico resume en una abreviatura enorme la historia de toda la humanidad.” (Benjamín; 1973) Tiempo fuera de la historia, tiempo de la rebelión, tiempo de la plenitud libidinal deseante y subversiva.

Abandono que será posible si somos capaces de ubicarnos en el espacio correcto, allí donde las relaciones mercantiles se suspenden y abren el vacío necesario para una nueva aproximación humana, que nos posibilite “…producir realmente otro mundo y otro tipo humano que el existente.” (Subirats; 1975: 15)

Ser en el tiempo-ahora de la promesa, es decir ser trascendente; estar en el espacio correcto, es decir ser inmanente. Ser en el tiempo trascendente de la promesa es estar en el lugar correcto (inmanencia) desde donde nos proyectamos como promesa que trasciende la continuidad de la historia. Es este movimiento de paralaje en el cual la promesa (trascendencia) coincide con el lugar desde el cual la vivimos (inmanencia), lugar en el  cual habita. La promesa está, es, entonces, el lugar mismo de su enunciación, de su habitación.

Ser justo cuando y donde se suspende el tiempo y el espacio de la relación dada y se abre la ausencia de la misma que es ya deseo. Entonces, abandonar el capitalismo exige ser en el tiempo-deseo y estar en el espacio-deseo que despierta la posibilidad de la libertad.

En esta línea argumentativa, la primera tarea será restaurar o desenterrar las potencialidades emancipadoras utópicas de todas las épocas y de todos los pueblos, potencialidades y pueblos que fueron traicionadas y olvidados en la concreción de la civilización capitalista. (Zizek; 2006:113)

En esta tarea es necesario recuperar el lado proscrito de la Historia Moderna. Las voces silenciadas y olvidadas, los pueblos negados y oprimidos, la feminidad reprimida y sometida, las prácticas humanas encubiertas. Parafraseando a (Foucault; 1980: 128) hay que provocar la insurrección de los saberes sometidos, aquellos que han estado “…sepultados, enmascarados en coherencias funcionales o en sistematizaciones formales.” (Foucault; 1980: 128). De los saberes “…calificados como incompetentes, o, insuficientemente elaborados: saberes ingenuos, inferiores jerárquicamente al nivel del conocimiento o de la cientificidad exigida.” (Foucault; 1980: 129).

Recuperar esa gran riqueza que emergió en el seno de las luchas que los pueblos realizaron por mundos más justos. Recuperarla y defenderla de la refuncionalización que hoy se quiere hacer de ese saber histórico de nuestra lucha, como en el caso de Ecuador ya está sucediendo con el Estado Plurinacional y el Sumak Kawsay. Una vez más se quiere silenciar nuestras voces, nuestros saberes, tratando de vaciarlos de todo su contenido político y subversivo, en base a formalizaciones que le quitan “…su carne y su sangre, su repercusión en el orden de la sensibilidad y el deseo.” (Subirats; 1975: 15). Despojados de su cualidad fundamental, los saberes pierden su anclaje en la imaginación y fantasía que los hace pensamientos de la emancipación y la promesa. Por esta razón no hay que permitir que se los vuelva inscribir en el discurso y la jerarquía del poder.

Pueblos en aislamiento, pueblos libres.

 Recuperados en nuestras alianzas humanas, recuperados en nuestros saberes, intentemos abrir un nuevo comienzo. Un comenzar, sin origen, sin verdades absolutas que nos autoliquiden; si algo hay que aprender de la historia es que la Verdad -con mayúsculas- es una “…especie de error que tiene para sí misma el poder de no poder ser refutada…” (Foucault; 1980: 11) ni alterada, ni cambiada. Error que al cerrar el espacio del azar, la imaginación y la fantasía, podría llevarnos a repetir la trampa que, lamentablemente, hizo fracasar la apuesta del Socialismo Real.

Un comienzo sin origen es posible como proyecto de pueblos libres. Libres de ideas rígidas, libres de esquemas y fórmulas terminadas; libres para sorprendernos, para imaginar; libres en nuestros azares. Libres de las verdades últimas e inalterables, de modelos sociales cosificados. Libres de mundo para poder situarnos en el umbral del acontecimiento y apostar por un mundo otro.

Esta sitiada cualidad de la existencia humana ha sido secretamente guardada en el corazón de nuestros pueblos. Pueblos, cuya articulación asimétrica al capital mundial impidió, en buena hora, la integración plena a la lógica capitalista. Pueblos mal llamados “de la periferia”, “tercer mundistas”, “subdesarrollados”; pueblos  obligados a entra a la historia moderna en condiciones de exclusión funcional. Sin embargo, pueblos que por esta misma lejanía hoy tenemos mayor posibilidad de salir de este atolladero civilizatorio, siempre y cuando poseamos la sabiduría necesaria para aprovechar esta distancia, y trascender los lazos que nos amarran al capital. Romper el vínculo que nos ata a la historia occidental capitalista y emprender el éxodo hacia lo otro del mundo.

Somos nosotros, pueblos y nacionalidades indígenas que hemos sostenido la vida dentro de la comunidad agrario-campesina, los que hoy más que nunca tenemos la sabiduría para soltar las amarras que nos ligan a esta historia que se desmorona en catástrofe humana. Sabiduría nacida en nuestro tejer mundo al margen, en nuestro lejano caminar respecto del centro mercantil capitalista; sabiduría aprendida en nuestras lejanas y distintas maneras de habitar, que no son museos de historia cultural y menos natural, como se las quiere configurar. Si que son proyectos de vida, comunidades de vida que emergieron y se desplegaron en la resistencia y la lucha que hemos librado en contra de la colonización capitalista.

Nuestras tantas historias de lucha han formado las comunidades, distintas así como alternas, donde hemos desplegado la vida. Comunidades que se fueron haciendo de bronca, de indignación, de deseo, de erotismo, de tristezas, alegrías y miedos, de resistencias cotidianas, de abuelos y abuelas, de granos de maíz, de pequeños y grandes relatos, de sueños y ensueños, de persecución, cárcel, tortura y muerte, de derrotas y victorias.  Inmensa experiencia que nos ha permitido, en cierta forma, desprendernos del mundo capitalista, a un espacio que está en un más acá y un más allá de la realidad mercantil.

Experiencia humana que a veces nos coloca en:

(…) un estadio previo a la configuración de la relación sujeto-objeto en un espacio espeso, ambiguo, difuso y sombrío, que no es más que una otra cara de la realidad, un reflejo lejano que, continuamente, el mundo y su economía ocultan tras los velos de una realidad plena e iluminada. (Garay; 2008: 1)

Formas de vida alternas que han sido negadas por la Modernidad, sitiadas por la democracia liberal, embestidas por el capital transnacional y sus atroces demandas. Sin embargo, ellas se han mantenido siendo la posibilidad de sobrevivir con dignidad a la lógica salvaje de la razón capitalista.

Es en su seno donde hemos ido tejiendo nuestro ser-juntos, nuestras proximidades y lejanías. Es en el seno de su oscuridad donde nos hemos recogido y protegido del ojo vigilante del panóptico. Nuestro rincón del mundo desde el cual nos abrimos y escondemos del Mundo Moderno, inventando y reinventado nuestro singular modo de habitar.

Comunidades de vida donde hemos podido producir, reproducir y desplegar nuestra vida en “…un tipo de relación social fundamental, material, de contenido” (Dussel; 1999: 5.) Comunidades de vida tejidas en los rincones geográficos y simbólicos más lejanos de la sociedad.

Comunidades clandestinas donde hemos podido producir y reproducir la vida y, sin embargo, no son parte de una otra civilización, no tienen total existencia positiva. Existen en relación de conflicto y negociación con la sociedad capitalista, existen la mayoría de las veces como negación de la sociedad. Su existencia radica en su ser-resistiendo, en su deseo de emancipación, en su promesa, en lo que aún no-es, ahí reside su libertad. La libertad no es entonces, estar fuera de la sociedad capitalista, sino el deseo de ese afuera.

Las comunidades de vida alterna no son una forma de vida situada al frente de la sociedad capitalista, sino que se presentan a distinto nivel: a) como una falla en el orden simbólico-social del mundo capitalista, nunca dada en su positividad y b) como posibilidad que in-siste, que busca ser en aquello que es como promesa.

Atravesar la fantasía, atravesar el mar

 Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. No había nada dotado de existencia. (Popol Vuh)

 Enfrentado y superado el miedo, recuperados en nuestras relaciones, en nuestras confianzas, en nuestras prácticas de resistencia, ya es posible comenzar a desprenderse de la historia capitalista. Desconectarnos del capitalismo y abrir el éxodo al más acá y más allá de la realidad, al estadio previo al acontecimiento, a ese: “…espacio espeso, ambiguo, difuso y sombrío, que no es más que una otra cara de la realidad, un reflejo lejano que, continuamente, el mundo y su economía ocultan tras los velos de una realidad plena e iluminada.” (Garay; 2008: 1) “Dar el salto dialéctico bajo el cielo despejado de la historia” (Cfr. Benjamín, 1973: 9.) Justo al punto donde no-fue, punto del aún-no, en el cual se resume y se abre la fuerza de la redención, exigida por todas las generaciones que precedieron a la nuestra (Cfr. Benjamín, 1973: 9.)

Abrirnos y entregarnos a la inmensidad del mar, el desierto o el páramo, sumergirnos en su silencio, en su abismo, ante el cual el pensamiento iluminista, iluminado por la luz capitalista, retrocedió horrorizado, barrándolo, apresándolo mediante la violenta ley del valor. (Cfr. Esposito, 2007, 153)

Abrirnos al mar abierto del por-venir, abierto de abismo, del cual venimos y al cual eternamente nos dirigimos, en tanto que apertura del ser. Abrirnos al comienzo donde no hay presencia, sino ausencia, desaparecimiento, dispersión y azar. Al comienzo como: “lugar de la falta, la carencia: laguna ausente, censura vértigo, antes que sitio, patria raíz.” (Cfr. Esposito, 2007, 175) Al comienzo, tierra extranjera, no fundada, entonces mar, desierto, páramo.

Mar, inmensidad del eterno movimiento y la absoluta pasividad, lugar del eterno retorno, lugar del desarraigo en el cual perdemos la habitación, el mundo, y el dominio sobre nuestro destino, para navegar lejos de nosotros mismos. (Cfr. Esposito, 2007, 177). Lejos de nuestras certezas ya gastadas, lejos del mundo que ya no nos sirve, lejos de nuestros obsoletos inventos civilizatorios.

Solamente había inmovilidad y silencio en la obscuridad, en la noche. (Popol Vuh)

La metáfora europea del mar bien podría coincidir con al metáfora del cielo, de la noche, de la obscuridad de los Mayas. Las dos hablan de la heterogeneidad, misma que expresa a la vez el absoluto movimiento y la absoluta pasividad; el absoluto ruido y el absoluto silencio. Lugar sin orden, en el cual es posible vagabundear en la ausencia de modelos, de fórmulas rígidas traídas del mundo que va quedando atrás.

Navegando sin amarras

La metáfora del mar es la inmensidad que invita al vagabundo a navegar sin brújula, a aventurar, pues será en su propio movimiento a través del cual irá encontrando las nuevas cartografías. No se admiten en esta travesía mundos anticipados, menos aún terminados, mundos con dueños, con amos, con nombre propio, pues solo a falta de esto podrá surgir la apuesta y el nombre común. Es en el munus originario que lo infinito de la travesía encontrara su propia finitud, la finitud de nuestra existencia en común. (Cfr. Esposito, 2007, 179)

Esta idea coincide con lo expuesto por Slavoj Zizek en el debate que sostuvo con otros filósofos, en relación a su interpretación sobre la metáfora del bote, con cual finaliza la película Children of Men de Alfonso Cuarón:

Lo que me gusta es la solución de bote. ¿Cuál es la definición de bote?: No tiene raíces, carece de raíces, flota por ahí. Es esta solución la que debemos aceptar, que no tenemos raíces. Para mí este es el significado de esta maravillosa metáfora. El bote es la solución en el sentido que uno acepte no tener raíces, el flotar libremente, no confiar en nada. No es el regreso a la tierra. Renovarse significa cortar raíces. (Zizek; 2001)

Una travesía sin delante ni detrás, sin futuro ni pasado, sin raíces que nos condenen a la repetición compulsiva de lo ya gastado. Solo el presente, el tiempo del aquí y ahora, tiempo del olvido del origen, nunca existente; libres para flotar sin anclas que detengan nuestra partida, que es ya comienzo. Perdidos de las verdades que cosifican el comienzo, flotando en nuestro deseo.

“Que el mar no tenga dirección, lógica, significa que el origen se ha sumergido en un abismo tan profundo que solo puede mostrarse en el movimiento de su retirada.” (Esposito, 2007, 180). Abismo donde se rompen las viejas pertenecías a un grupo, a una sangre, a una tradición, a una identidad, a una supuesta coherencia que ya hace tiempo dejo de aproximarnos. La travesía en la inmensidad del mar que es en si misma ya comienzo es innombrable, no atrapable en un supuesto origen pleno de sentido.

Todo comienzo es la proliferación de sucesos a través de los cuales (gracias a los que, contra los que) se han formado la idea de origen. (Cfr. Foucault; 1979: 13). Idea que “…pretende remontar el tiempo para establecer una gran continuidad por encima de la dispersión del olvido.” (Foucault; 1979: 13). La gran continuidad de los vencedores que escriben la historia, sobre el silenciamiento de los vencidos.

El olvido de la dispersión nos conduce a pensar y hacer la historia como etapas de una evolución metafísica, sea esta natural o espiritual. Una historia con un principio y un fin ya anticipado, “una fórmula dibujada desde el comienzo” (Foucault; 1979: 13), que termina destruyendo toda capacidad humana de imaginar e inventar en camino otras posibilidades. Fecunda imaginación que nos evitaría la auto condena a un destino fatal, dado supuestamente por alguna entidad supra humana, llámese Razón o Dios, que al final no es más que un recurso de los dominadores. La metáfora del mar o del bote lanzado al mar sin amarras suprime todo aquello que “…se asemeje a la evolución de una especie o al destino de un pueblo.” (Cfr.Foucault; 1979: 13)

Las actuales circunstancias catastróficas por las que atraviesa la humanidad, nos obligan a ser radicales para atrevernos a cortar las raíces, ese es el único acto ético-político que quizás nos abra otra oportunidad…

No intentemos controlar la cadena de causalidad, no intentemos controlar el acontecimiento, es necesario derrotar el miedo que nos lleva a querer controlar nuestro propio caminar, en base a auto imponernos una verdad, la Verdad que, de tan absoluta, termina por coartar la libertad. Hay que aceptar que: “en la raíz de lo que conocemos y de lo que somos no está en absoluto la verdad ni el ser, sino la exterioridad del accidente.” (Foucault; 1979: 13)

La travesía sin amarras, curiosamente no funda, sino remueve lo que se percibe como inmóvil, absoluto y eterno. Fragmenta lo que se pensaba unido y abre la posibilidad de lo plural, de lo heterogéneo que dice que no hay continuidad, que no hay destino, que no hay civilización eterna, que no hay pensamiento ni realidad conforme consigo mismo, que no existe la eternidad del capital. Que nuestra infinitud está en sabernos finitos, que nuestra seguridad está en sabernos frágiles, que nuestras certezas están en nuestra azarosa existencia, que nuestro destino está en nuestro deseo de ir construyéndolo.

Un punto vacío en la oscuridad

 La medusa no puede aterrorizarnos  porque el “abismo” es solo el infinito cum de nuestra finitud  (Cfr. Esposito, 2007, 155)

Navegar sin amarras, siendo indigentes arrojados a la inmensidad de las aguas y la inmensidad del cielo, ahí, solo ahí el nomos [iv] prescripción escondida en el destino sin destino del ser, es capaz de sustentarnos y vincularnos en esta travesía. Munus que es en la ley lo que está más allá de ella, de su dimensión racional. El Don más esencial que el establecimiento de la ley, acompañamiento que encierra el movimiento de dar, recibir y devolver. Vínculo donde encontramos la verdad; no verdad de nuestro ser en el mundo, nuestra habitación, nuestra estancia primigenia que nos saca de la orfandad, otorgándonos la experiencia de lo estable. Experiencia de destino, que no es otra cosa que la donación de sentido entre los que son vinculados por el munus y hacen comunidad (cum-munus).

Llegó aquí entonces la palabra, vinieron juntos Tepeu y Gucumatz, en la obscuridad, en la noche, y hablaron entre sí Tepeu y Gucumatz. Hablaron, pues, consultando entre sí y meditando; se pusieron de acuerdo, juntaron sus palabras y su pensamiento. (Popol Vuh)

El don es primigeniamente un coloquio, la dimensión de la palabra y la escucha, dimensión del discurso que es una manera de sublimar la guerra. Coloquio, discurso, que ha sido clausurado en el individuo monológicamente constituido por el capitalismo. Proceso que nos ha regresado al estado de guerra no sublimada, por la cual el ser humano del siglo XXI se está autodestruyendo.

El don da cuenta de los intercambios que vehiculizan de otra manera la guerra, es otra manera de matar, por ejemplo el Indio Tlingit dice “matar la propiedad”, haciendo de ella un don o destruyéndola (Karsenti; 2009: 41). No afirmarla haciendo de ella un valor de intercambio mercantil posible en su privatización y acumulación.

El don expresa una “guerra de propiedad”, expresión: “… no de una búsqueda guiada por el interés u orientada hacia la ganancia, ya que se trata menos de acumular riquezas que de gastarlas –gastarlas, precisamente, dándolas, y a veces, de manera más radical destruyéndolas públicamente.” (Karsenti; 2009: 41) Una rivalidad que no desune, sino que une, que perpetúa el vínculo social. Una rivalidad que abre la verdad, “…pues ésta solo se encuentra allí donde los hombres no se consideran aisladamente: ella (…) tiene cabida solo pasando de uno a otro.” (Esposito, 2007, 195). De aquí que, la comunidad sea la verdad de la existencia humana, en tanto la existencia es común desde su nacimiento, ella se hace solo en el pasaje de uno a otro, en el intercambio, en el Don.

Así, este cum munus, este con, que es acompañamiento, vínculo, soporte, perdido en el individualismo narcisista del capitalismo, es el brillo de la oscuridad, la luz del abismo. La luz del ser de la comunidad, en tanto la comunidad es el: “ser ahí mismo en su constitución singularmente plural” (Cfr. Esposito, 2007, 155)

Es así: “La comunidad que no pertenece a nuestro pasado ni a nuestro futuro, sino a lo que ahora somos” (Cfr. Esposito, 2007, 155), lo que va a asegurar que no naufraguemos en el inmenso mar que estamos obligados a atravesar, en la perspectiva de construir el otro mundo posible. Otro mundo que ya siempre es el mundo que compartimos entre nosotros, mundo que es al mismo tiempo nuestro nacimiento y nuestro por-venir.

La comunidad es la experiencia del no saber y el no saber solo puede ser saber del otro (Cfr. Esposito, 2007, 193) con el cual nos acompañamos, nos-otros. El otro al cual no es posible conocerlo, atraparlo, negarlo en el conocimiento. En este sentido el no saber del saber del otro mantiene abierta la apertura, la desgarradura que somos y en la que es posible el don, el munus.

Es la experiencia interior y exterior de la herida en y de nuestra existencia, el encuentro que nos depara esta travesía. Ahí sabremos si somos capaces de aceptar esa herida, aceptar esta contrahecha existencia humana, o volver a caer en el gran engaño de la Astucia de la Razón. Ahí sabremos  con qué tipo de vida pretendemos comprometernos.

 REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

Benjamín, Walter, Tesis de la Filosofía de la Historia, Ed. Taurus, Madrid, 1973

 

Dussel Enrique, Sobre el sujeto y la intersubjetividad: el agente histórico como actor de los movimientos sociales. Revista Pasos # 84, Ed. DEI, Costa Rica, 1999, p. 5.

 

Ecco, Humberto, Martini Carlo, ¿En qué creen los que no creen? Un diálogo sobre la ética, Ed. Temas, Madrid, 2004.

 

Espósito, Roberto, Communitas, Origen y destino de la Comunidad, Ed. Amorrrortu, Buenos aires, 2007.

 

Foucault, Michel, La Microfísica del Poder, Ed. La Piqueta, Madrid, 1979.

 

Garay Canales,  Sol Marina, Levinas, Arte como Sombra de la Realidad. Mallarmé, Exterioridad que abre el entretiempo, Universidad Autónoma de Madrid, 2008

 

Subirats, Eduardo, Utopía y Subversión, Ed. Anagrama, Barcelos, 1975.

 

Zizek Slavoj, ¿Qué significa hoy ser revolucionario?  2009 http://www.youtube.com/watch?v=3PCGrzwjrPc

 

Zizek, Slavoj, Vivir en el fin de los tiempos, 2011 http://www.youtube.com/watch?v=TMTSYYoUelI&NR=1

 

Zizek Salajov, Visión de Paralaje, Ed. Fondo de Cultura Económica, Argentina 2006.

Zizek, Slavoj, Jaque al Neoliberalismo, Una mirada no convencional al modelo económico, la globalización y las fallas del mercado; 2011

http://mamvas.blogspot.com/2011/01/slavoj-zizek-y-la-posibilidad-de-la.html


[i]               Frase recogida del texto ¿En qué creen los que no creen? Diálogos entre Umberto Eco y Carlo María Martini.

[ii] Tomamos para esta explicación la tesis de Jacques Lacan de los tres registros psíquicos, a saber: Lo Real, lo simbólico y lo imaginario.

[iii]              El paréntesis es de este trabajo.

[iv]  Ley, no jurídica, que descansa en los avatares humanos, en su historia y situaciones vitales concretas y contingentes. Prescripción que nos aproxima en nuestras lejanías, nos hace ser-junto, en nuestro hacer-común.

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