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domingo, mayo 5, 2024

CACEROLAS Y DERECHOS. HISTORIAS COMUNES EN LATINOAMERICA. por Eloy Alfaro.

Reflexiones a propósito de la lucha estudiantil en Chile

CACEROLAS Y DERECHOS. HISTORIAS COMUNES EN LATINOAMERICA

Por: Eloy Alfaro.

1.   Lo anterior y lo actual se entrecruzan

La voz firme de una digna estudiante, luchadora por la educación como un derecho, que llevaba 33 días en huelga de hambre en Chile, recorre América y el mundo. Recorre la tierra de Sandino, Alfaro, la de Martí, Artigas y el Ché. Recorre fuerte, interpelando al Poder de una podrida Democracia que nació engendrada por la dictadura Chilena. Esa voz y esa lucha nos dicen que no hay que callar, que no está de acuerdo con ningún poder contrario a la voluntad del pueblo. También esas palabras y esa voz, nos dicen que, nada producto de una dictadura que se levanta sobre 40 mil muertos, perseguidos o torturados puedes ser bueno. Lo que está pasando ahora en Chile, es producto de ello, de esa dictadura y de los concertadores.

Es interesante como a lo largo de la historia de América latina, el caceroleo, las asambleas populares (que evidencian una democracia directa), las huelgas de hambre, las tomas de lugares de interés público y sobre todo la masiva presencia del pueblo en la calle, son parte de las manera como nuestros pueblos deciden hacer escuchar su voz, de indignación, molestia, de justicia.

Allá por 1895 al calor de la revolución liberal liderada por Eloy Alfaro, en Guayaquil los pobladores ocupaban la ciudad durante la noche para ejercer su propia visión de democracia. En otros sectores de la ciudad, en asamblea popular, unos decidían, ir hasta la casa de quienes tenían el Poder y manifestarse ahí. Con ello dejaban claro que en aquella casa vivía un vecino indeseable, pues con sus acciones políticas actuaba a favor de unos y en contra de la mayoría.

A inicios del siglo XXI en Argentina, cuando el pueblo se manifestaba en medio de la peor crisis económica producto del modelo neoliberal, a esta acción le llamaron “Scrache” y consistía en poner en evidencia a los torturadores y aquellos que trabajaron con ellos durante las dictaduras, con ello quedaba claro que esa persona resultaba indeseable en la ciudad o el barrio, o el restaurante donde come o en el parque donde pasea. En el 2005 en Quito durante las noches de abril, acompañados de cacerolas, pitos, tambores y música “incomodábamos” el descanso de los corruptos en el Poder, íbamos hasta su casa, al amanecer todo el barrio quedaba pintado indicando la dirección exacta de los corruptos (sean políticos o no). Con ello, antes como ahora, se lograba romper el cerco de impunidad del que les rodea el Poder, fuera del congreso, en su casa, en el barrio, eran uno más.

A partir de la lucha por una educación digna, la sociedad chilena pasa de observar como el movimiento estudiantil se convierte en un movimiento social, a ser parte íntegra de las demandas que están ahí, represadas desde “la vuelta a la democracia”. El temor a volver a otra dictadura, en muchos casos impedía que los sectores sociales se movilicen por conseguir aquello que a la concertación democrática le quedó grande. Ahora una generación nueva que no tiene el peso histórico (el pinochetazo encima), pero que tampoco lo desconoce, toma las plazas, las calles, las alamedas y enfrenta a la misma represión (aquella que sirvió a los generales, también sirvió a la concertación) y lo hace de tal forma que para la falsa democracia, esto aparece como una irrupción y para la ciudadanía en general como una esperanza a la cual hay que sumarse.

Mirando desde los Andes, si no se hace así, con irrupción, con contundencia, interpelando al poder y sobre todo sin permiso. No nos oyen. No nos ven. Así lo han hecho los pueblos indígenas, los pueblos con hambre. Así lo hicieron los zapatistas en la gran revolución a inicios del siglo XX, los barbudos en la sierra maestra en el 59, los indígenas en los 90 y los forajidos en el 2005 en Ecuador, los piqueteros en la Argentina del 2001. Y ahora los estudiantes en Chile.

20 años después del primer levantamiento indígena en Ecuador, vemos que si no se irrumpía, si no se perdía el respeto al poder, si no se tomaban las calles, no tendríamos lo que hemos logrado hasta ahora. Es cierto que perdimos en muchas cosas, pudo ser peor y pudo ser mejor. No fue fácil, este proceso no estuvo exento de sangre, de dolor, de muerte y persecución. Por ello fue necesaria la cacerola, así como fue útil la molotov (o algo más pesado). En momentos fueron fundamentales los líderes, así como fue necesarísimo que en otros, no los haya. A ratos actuábamos solos con nuestras banderas, en otras, todas las luchas convergían multicolores. En ocasiones era importante mostrarnos, en otras la capucha nos protegía. Pero siempre fue necesario actuar en función de un colectivo.

Mirando retrospectivamente, lo importante es que después de estos procesos, la sociedad ya no es la misma, algo la atraviesa y cambia. La sociedad se llena de identidad, de energía, de derechos (los reconoce y los hace suyos), se politiza, pasa de ser actor a ser sujeto. Esta fuerza obliga al estatus-quo a mejorar o al menos a cambiar (algunos ni así entienden y siguen igual). Es decir que estos procesos siendo fundamentales, no son totalmente revolucionarios. Digo no totalmente revolucionarios, pues en su ser tiene una esencia revolucionaria que la da masivamente el pueblo, pero en su concreción son procesos reivindicativos; pues su límite es conseguir el objetivo que persiguen, es lograr la reivindicación que persiguen.

2. Apreciaciones críticas desde lo vivido.

A continuación algunos elementos, desde una mirada auto critica de lo vivido en Ecuador, que pueden aportar en los debates y luchas de sentido que ahora se dan en torno a las demandas estudiantiles en Chile.

1. El Estado: En América latina heredamos una forma de Estado que nos ha llevado a un marcado sometimiento a las élites que lo gobiernan. Este sometimiento viene desde los orígenes del Estado Moderno (modernidad), establecido para sustituir a la monarquía, a través de mecanismos de elección de los líderes, que al estar condicionado a conseguir mayoría de votos, generó que quienes puedan “comprarlos” con tentadoras promesas, consigan el Poder. De ahí que se han diseñado maquinarias electorales para el efecto.

En muchos casos vivimos el espejismo de la democracia de las urnas. En donde depositamos nuestra confianza o descontento a favor o en contra del candidato que tiene los millones para financiar la campaña y llegar al Poder. Visto así el Estado es un instrumento de clase, es decir, es el medio por el cual una clase –la que tiene el poder- se perpetúa en el dominio, a través de la ilusión periódica de cambio. Es tal la capacidad de las elites en el poder, que han llevado a que la mayoría de procesos terminen retomando el proyecto conservador y legitimador impuesto por las élites. La buena educación (calidad), acceso a la información y conocimiento de los electores, ha sido la falencia de la cual se ha valido las élites en el Poder para perpetuarse.

En el Ecuador cuando la izquierda se somete a los encantos del Poder; cuando los obreros, los campesinos, los excluidos organizados en sectores de izquierda apuntan en llegar al Estado como el eje de la disputa por la transformación; entonces se confunde el estar ahí, llenado plazas y calles respondiendo a la convocatoria del líder o en el Estado, con la transformación/acto revolucionario y – por tanto –también se confunde al enemigo y la orientación de los cambios. El Estado no es la transformación, es la herramienta para lograrlo…

el Estado moderno cualquiera que sea su forma, es una máquina esencialmente capitalista. Y cuantas más fuerzas productivas asuma en propiedad tanto más se convertirá en capitalista. Los obreros siguen siendo obreros asalariados, proletarios… cuando ya no exista ninguna clase social a la que haya que mantener sometida; cuando desaparezcan junto con la dominación de clase, junto con la lucha por la existencia individual, engendrada por la maquinaria capitalista; no habrá ya nada que redimir, ni hará falta por tanto esa fuerza especial de represión que es el estado. La intervención del estado en las relaciones sociales se hará superflua en un campo tras otro de la vida social y cesará por sí mismo. El estado no será “abolido”, se extingue” (Engels).

Cuando los obreros, los campesinos, los excluidos desvían su lucha por la transformación, hacia la reivindicación y el control del Estado como fin, a lo único que se puede llegar es a endosar nuestras luchas, a encargarlas, a dejar que el Estado pelee y transforme, en lugar de hacerlo nosotros mismos. Así el Estado toma una condición anestésica, es decir que nos mantiene en la idea y posibilidad de llegar al paraíso, pero solo la idea. La ilusión de cambio a través del Estado, se convierte en un narcótico que nos obliga a perder el control del rumbo de las transformaciones. Nos convertimos en tutelados y no en tuteladores de él (así no hay poder popular), perdemos voz propia, y alguien – el gobierno o quien lo dirige – se convierte el ventrílocuo que mantiene nuestra capacidad perdida, la de hablar por nosotros mismos y en dueño de nuestros actos y del futuro. Así, este Estado inmoviliza, dispersa e individualiza a la sociedad.

De Sousa Santos tiene un planteamiento que ejemplifica exactamente el momento que vive el Ecuador, él dice que “la sociedad ha conocido dos paradigmas de transformación social: la revolución y el reformismo. Para el reformismo, paradigma que acabó imponiéndose, la sociedad es la entidad problemática, el objeto de la reforma, y el estado, la solución del problema, el sujeto de reforma”. En el caso ecuatoriano, importantes sectores de la izquierda ligados a movimientos ciudadanos, de izquierda, académicos y un buen número de intelectuales, entendieron erróneamente que los planteamientos reformistas del proyecto del actual presidente eran planteamientos revolucionarios. Por eso en su acción se ve al Estado como el fin y no como el medio. Ese es su límite. Se entendió que la falta de Estado era el problema, cuando el problema era realmente la falta de revolución, que aún sigue faltando.

En definitiva como dicen unos graffitis quiteños “nuestros sueños no caben en sus urnas”, “la lucha nos da lo que las urnas nos quitan”.

2. La Política y la cultura

Las luchas que se han dado en el continente en las últimas décadas, están cargadas de sentidos nuevos. Es decir se desmarcan de aquellas que desde los 60 buscaban cambios radicales con protagonismos ideológicos desde uno o varios partidos rojos. En la actualidad las luchas tienen otros matices y por ello justamente se debe tomar en cuenta la diversidad de las mismas y su pertinencia. Los sentidos que están en juego tienen que ver entre otros con los siguientes aspectos: El lucro versus el bien común, es decir una crítica profunda a un modelo de mercado, que no puede ni debe regular las relaciones sociales. A lo largo y ancho del planeta los pueblos (Grecia, España, Inglaterra, países árabes) se han levantado en contra del modelo de mercado que pretende regular todo, incluso las relaciones sociales y la cultura. Este modelo colapsó, se hundió por su propio peso y demostró que la acumulación no genera redistribución como era la predica neoliberal, sino que la acumulación única y exclusivamente genera más acumulación. Es por ello que las líneas de pobreza entre ricos y pobres se ampliaron. Los pobres son más pobres y los ricos, más ricos.

Este modelo fracasó por ello ahora los estudiantes interpelan el Poder y los pueblos movilizados en el mundo proponen nuevos sentidos. El punto acá es discutir ¿qué? después de esto. En el Ecuador al momento de discutir la nueva constitución en el 2007 planteábamos la salida del modelo neoliberal. Nunca llegamos a un acuerdo de a donde salir y bueno….

Nueva forma de hacer política.

Durante la década del 2000 en Bolivia, Argentina y Ecuador se oyó el grito “Que se vayan todos” refiriéndose a todos los actores políticos del momento, sean de izquierda, partidos, gobierno, congreso, o cualquiera que tenga que ver con la situación. Los pueblos se cansaron de esa política y de los políticos y por ello abandonaron sus cargos varios presidentes en poco tiempo. Entonces el grito que se vayan todos tiene un sentido de génesis, de inicio, originario, pues ya los políticos y la política fracasaron. Entonces que se vayan todos para iniciar todo nuevamente es ahora la posibilidad de darle un nuevo sentido a la política.

No cabe por tanto, entre los ciudadanos, el que manda y los que obedecen, es por ello que uno de los gritos era “no somos seguidores, somos pesadores”, es así que la movilización se alimentaba de auto convocados y auto convocadas y no de masas movilizadas. Con eso rechazábamos la política verticalista y ensayábamos nuevas formas de organización más horizontales. Retomamos la política desde otra manera, politizamos al entorno social, nos organizamos. La practicábamos al aire libre, en la calle o la plaza; no en lugares cerrados, oscuros y con acuerdos bajo la mesa.

Con este tipo de movilizaciones demostrábamos que ellos ya fracasaron, su propio modelo de política los llevó a la derrota. Durante el modelo neoliberal, la política se desprestigió tanto que la mayoría de la población decidió alejarse de ella, pues se veía recluida a un escenario el congreso o el senado y a unos actores que eran los únicos que hacían política. De esa manera el modelo consiguió que la gran mayoría de la población se auto excluya de uno de los aspectos propios de la humanidad y de cualquier sociedad, que es el hacer política. Renunciamos por sanidad de inmiscuirnos en esa forma de hacer política y al hacerlo les dejamos la vía libre.

La Utopía, no es como la ve Piñera, algo imposible, irrealizable. De entrada justifica su negación al cambio al decir que la educación pública y sin costo es una “Utopía”. La forma de entender la Utopía por parte de los longevos políticos chilenos, la pone como un sueño imposible. Pero más bien es todo lo contrario.

Como lo entienden los pueblos es distinto, pues la Utopía, el sueño, el futuro, son el pasado irresuelto. Aquello que no tenemos, que no lo conseguimos, el ideal. Eso es la Utopía. Peleamos por un futuro porque no lo tenemos. La felicidad sería entonces conseguir esa Utopía, conseguir aquello que desde el pasado no ha sido resuelto. Aquello en lo que el Estado fracasó. Ese pasado está vivo, está presente, es por ello que mantiene a centenares de miles de estudiantes, obreros, maestros y padres de familia en las calles chilenas, es un pasado muy presente el que nos lleva a movilizarnos a luchar y a encender la molotov. Es la posibilidad de la felicidad y no su imposibilidad lo que nos lleva a movilizarnos. Por eso mismo es indetenible, por eso mismo la huelga de hambre, por eso mismo el reclamo.

Nuestro continente está plagado de historias y pasados irresueltos. Por eso mismo, la Utopía se vuelve algo cotidiano, posible, es el oxigeno que permite avanzar.

3. Otras lecturas a lo que pasa en Chile, posibilidades y desafíos: Constitución, Mapuches, modelo alternativo.

Pelear por la educación como un derecho, va más allá de una consigna o una demanda, es sobre todo la posibilidad de reflexionar y tomar conciencia del rol del estado, de sus instituciones y de las personas o ciudadanos en un país. Cuando un individuo pelea por su derecho es un indicador de humanidad, pero cuando un individuo pelea por el derecho de los demás, es un indicador de civilización. Por ello, se requiere ser muy bruto para decir que “nada en esta vida es gratis”. Eso es pensar desde la edad de piedra o desde el más profundo mercantilismo (que es casi lo mismo). Es incluso negar los desarrollados de la humanidad que se cristalizaron en la modernidad. Modernidad que dio nacimiento al estado tal como lo conocemos.

Piñera trata de justificar su postura en contra de una educación sin lucro, afirmando que nada es gratis. El derecho humano, sea a la educación, a la salud, a la vida, al aire o al agua, etc. no pueden, no deben tener precio o ser medidos desde la lógica de mercado. En tanto que existimos los seres humanos y nuestro entorno, tenemos el derecho a existir y a ser tratados como tales en dignidad, sin importar nuestra condición social. El Estado en ese caso es el garante de asegurar esa condición, para eso está, sino…. Es por ello que, en términos de derechos, nada puede ser considerado gratis o sin costo. Simplemente ¡Es!. Así de simple. Si los gobernantes no pueden lidiar con eso, no deben ser gobernantes.

El problema en nuestro continente y el de Chile también, es que en muchos casos las constituciones de los estados reflejan la lógica mercantil que se sobre pone a la defensa de la vida. Por ello no es utópico pensarse la necesidad de “modernizar” la constitución. Creo que la fuerza de los hechos deben llevar al pueblo chileno a pensarse, no solo en un plebiscito sobre el tema educación, sino avanzar a la constituyente, desde donde se pueda pensar en un país diferente y desde donde se asuma todos los problemas. Pero para que ello sea posible la movilización social es importante, debe ser de carácter permanente (con foros, debates, tomas, marchas, capuchas, etc).

Es importante también discutir en todos los espacios, temas cruciales que en muchos casos se dejan de lado, como el tipo de Estado que se quiere, si se sale del neoliberalismo a donde se va?, cuál va a ser el eje de acumulación alternativo?, cual es el régimen de propiedad que queremos, qué democracia queremos? etc. Preguntas profundas pero que marcan el destino. Respuestas que deben surgir del pueblo. Si el pueblo no las piensa, otros (los mismos) las pensaran y responderán y no habremos cambiado nada.

Es importante una nueva constitución por múltiples motivos, uno de esos es dejar de ser herederos de una dictadura, es decir desmarcar el destino de un país, su democracia y sus instituciones de los rezagos autoritarios y de mercado. Darle nuevos sentidos al país y a la sociedad.

Una nueva constitución que no resuelva la visión torpe de un estado que aísla, excluye, desconoce, niega territorios y vida a Los pueblos Mapuches no es ni mínimamente aceptable. Las luchas de los pueblos originarios son la condensación de las luchas del resto de pueblos y organizaciones. No es posible pensarse un país con una sola Nación o con una sola cultura monolítica (estos son rezagos de la dictadura). Es urgente construirse con la pluralidad, con diversidades que alimentan y no con singularidades que clasifican. Actualmente es impensable una Nación o un país que niegue la interculturalidad.

Los mega proyectos extractivos que cruzan toda América (minería, represas, petróleo, etc), son la expresión del modelo de explotación que queremos cambiar. Por ello es urgente pensar en modelos de acumulación que no sacrifiquen a la naturaleza como mecanismo para desarrollo. Pero además es necesario diseñar el rol de la naturaleza en el país que queremos y soñamos. El entorno no puede, no debe estar fuera de nuestras preocupaciones. Tampoco puede entenderse que al árbol, al agua, los bosques o el mar se los incluya dentro de lógicas de intercambio mercantil, pues la naturaleza en un nuevo modelo de desarrollo, debe ser el eje de vida, pero no para el mercado. Es decir es urgente des marcarse de las propuestas neoliberales que miran a la naturaleza como medio de venta de carbono o cualquier otra propuesta comercial.

4. A manera de cierre.

Algunas reflexiones producto del caceroleo vivido en el Ecuador así como de las victorias y derrotas vividas por la izquierda…

Es urgente repensar el Poder: Estábamos acostumbrados a luchar sin tener el poder, por eso que, cuando éste se presenta no sabemos qué hacer con él. En la calle tenemos el Poder, ahí caceroleamos, ahí debatimos y ejercemos, no en lugares cerrados. El Poder requiere el claustro para gobernar. La derecha en eso no vacila y aprovecha todos los resquicios para entrar y quedarse, para ejercer aquello en que la izquierda patalea.

Desde el marxismo latinoamericano se construyó la idea de luchar por la toma del Poder hasta conseguir una sociedad justa. ¿No será que se construye una sociedad justa sin él de por medio?

Por ello ahora es urgente repensar el ejercicio del Poder sin que se lo reproduzca, sin que se lo postergue en el tiempo. Que no sea indefinido. Sino que se lo posea para dispersarlo. Para crear un mundo nuevo y no para reproducirlo. Un poder para actuar de manera distinta, no como lo hacen aquellos que combatimos. Por otro lado, después de todo lo vivido, queda claro que No se lo toma para ejercerlo, sino para acabar con él. El ejercicio del poder es para construir una sociedad sin Poderes exclusivos de unos, frente a otros, sino para el Poder Popular, sin jerarquías.

Esto es paradójico y a la vez fatal desde el punto de vista de la democracia occidental basada en un poder central, férreo y centralizador, pero es una manera de parar el tren del progreso, que se nutre de quienes lo detentan para que lo conduzcan, y reproduzcan, que son quienes además siempre han pertenecido a un sector social con privilegios. Las jerarquías que ponen a unos sobre otros son el principio de la maquinaria capitalista, y eso hay que combatir. Tener el poder debe ser también para romper las jerarquías que humillan, que dominan. Actuando de

esta manera, la Democracia como tal (como aquella conocida desde la modernidad) estaría en peligro.

Pero de lo que se trata es precisamente cuestionar esa matriz capitalista que se impuso en la modernidad, para pensar una distinta, es decir también soñar en una modernidad posible y no sólo desde esta modernidad imposible por la jerarquización que domina. El capitalismo hizo que creyéramos que la división del trabajo era posible solamente con la idea de un superior sobre otro inferior. Es decir se impuso la idea de dominado dominador, sobre aquella idea de trabajo complementario y solidario.

Esto también debe llevarnos a pensar en la forma Partido como criterio de organización y su rol en la jerarquización, en la conducción de proceso de cambio, en la sociedad futura y sobre todo en la sociedad presente. Queda por delante hacer la revolución, por ello es necesario preguntarnos sobre las formas de dirección adecuadas. Sobre esto el debate está por hacerse.

Es urgente repensar las formas, las prácticas y la orientación de la lucha, crear nuevas estéticas de lucha, diversas, múltiples, territoriales, gremiales, no necesariamente dependientes de una acción en pro de la toma del poder, ni de la línea única definida por un Buró. Debemos establecer espacios liberados de acción y construcción de esa sociedad futura, aquí y ahora que esos espacios se conviertan en referentes del cambio. Pero que no se conviertan en sociedades hippies al estilo de los años 60: hay que politizar el vivir comunitario, convertirlo en referente anti sistémico con ocupación de territorios, con fuerza de trabajo pensante, con autodefensa y sistemas de formación del hombre y la mujer nuevos, para la sociedad que queremos, con formas distintas de relaciones sociales, con espacios que no reproduzcan el régimen de propiedad del capital, sino que cree otros distintos.

Hasta ahora, el creer en el advenimiento futuro utópico de los cambios ha significado el postergarlos, y con ello también la llegada del hombre y mujer nuevos ha sido postergada. Construirlos ahora debe ser la orientación que guíe la lucha de la izquierda futura. Para empezar, poblemos nuestro país de comunidades liberadas, libertarias y liberadoras, y desde ahí disputemos sociedad, sentidos, pensamiento al capital, hasta derrotarlo.

Pero habrá que estar preparados para defenderlas y también para ampliarlas. Algo así es impensable sin autodefensa. Mientras tanto, no dejemos de ocupar la calle, las plazas, el colegio, la universidad y – por qué no – de apedrear el congreso, los bancos y a quienes los defienden.

Pero no dejemos, más bien retomemos con urgencia la formación política, la formación en derechos, la formación en realidad nacional, la conciencia de la identidad; no dejemos por fuera la educación popular, la formación de colectivos, organizaciones y comunas. Con esto lo que buscamos es tener pueblos inteligentes y con pensamiento crítico como garantía de un real cambio. Sólo ese pensamiento crítico nos garantizará llegar a tener un real Poder Popular.

Es urgente repensar el sujeto o sujetos para el cambio y el rol nuestro con él, en él y desde él… sujeto diverso además. Esto debe llevarnos a pensar también en las formas de lucha de ese sujeto en torno a la realidad que se enfrenta. Lo que queda claro es que al menos por un tiempo los sujetos en lucha serán muchos, dispersos y diversos, con reivindicaciones y con ideas de revolución. Pero todos buscando afectar al sistema, desde distintos ángulos, todos buscando espacios de acción desde donde asumir la lucha radical, revolucionaria. Lo importante de esto es que, sin importar la no unidad de los sujetos en la lucha, que éstos compartan ideas, como estar claros en el lugar y la imagen del enemigo, y en como efectivamente combatirlo.

La ventaja desde nuestro lado es que el enemigo no ha cambiado, ha perfeccionado sus acciones, pero es el mismo, está visible y ubicable. El capital sigue en los espacios que ha conseguido torpedeando las acciones de cambio. Desde las cámaras de producción, los medios de comunicación, la banca, la iglesia, algunos sectores del estado y la asamblea. Lo qué es más complejo combatir es, sin duda, la idea de la institucionalización de los cambios y de quienes pelean por ellos. Pero ese es otro tema.

En ese mismo contexto de definir un sujeto o sujetos para el cambio. Es urgente No pelear por la igualdad en tanto que uniformización de las personas, sino por la diferencia en tanto que reconocimiento de la libertad del individuo y la colectividad, que crece con autodeterminación. El problema de la lucha por la igualdad radica en que quienes tienen el Poder definen lo que es ser igual, o los criterios de aquello conocido como igualdad. Así la Europa de las luces defendía la libertad, la igualdad y fraternidad, mientras mantenía colonias esclavizadoras y civilizatorias en el todo el mundo; para mantener esos principios lindos en su patria, necesitaba del esclavismo del otro. O algunos regímenes “progresistas” y otros retardatarios buscaban que “todos y todas sean iguales” a ellos o a ser igual a un formato de igualdad importado. Por ello la idea de igualdad no debe ser el principal eje de la acción de la lucha de izquierda, sino la libertad y la diferencia.

Es fundamental ampliar las luchas con nuevos contenidos, por ello ubicar de mejor manera la variable ecológica como eje para cualquier transformación y lucha de sentidos es indispensable en los actuales momentos. Las luchas que sociedades de Latino América y otras naciones del mundo han emprendido, para enfrentar a multinacionales que buscan la extracción de recursos naturales, son una muestra del potencial que tiene este tipo de luchas, que en muchos aspectos ha sido asumido por poblaciones sin ninguna relación con sectores de izquierda.

En los actuales momentos, estas luchas ponen en cuestión el patrón de desarrollo de las sociedades capitalistas, basado en el progreso a través de la extracción masiva e imparable de energéticos, que se encuentran en los países del Tercer Mundo y el nuestro no es la excepción. El cuestionamiento viene en el sentido de encontrar nuevos modelos de desarrollo, nuevas formas de vida humana en este planeta, que recreen la convivencia pacífica entre personas y el entorno. Un modelo de vida que no implique que otros pueblos o sociedad vean sacrificadas sus

posibilidades futuras, en beneficio de las nuestras, sino más bien que implique un crecimiento conjunto.

En términos marxistas, para que esto sea posible se requiere de la izquierda y de todos quienes soñamos en una modernidad no capitalista de diseñar, analizar, encontrar, generar, buscar un nuevo eje de acumulación, que no se base en la extracción de energía (petróleo, gas, minería) que deteriora el mundo. Un eje de acumulación que permita una convivencia armoniosa entre sociedad y entorno, pero que no reproduzca modelos de desarrollo nefastos. Ahí está el reto. Lo otro es seguir con el discurso socialista, de armonía, de desarrollo limpio, pero en la misma matriz energética. En este sentido es urgente construir un discurso alternativo al Desarrollo Sustentable o Sostenible, que es el caballo del Troya por medio del cual las modernizadas estrategias capitalistas acceden a lugares nunca antes pensados.

Así proyectos de desarrollo sustentable con empresarialización de las relaciones comunitarias se instalan en comunidades amazónicas, que poco contacto tenían con el mundo exterior. Sin embargo, ahora bajo el discurso de desarrollo sostenible, de comercio justo, de buen vivir con la naturaleza, combinan turismo con relaciones jerárquicas de dominación, como gerente, subgerente, empleados, etc., poniendo en riesgo así la milenaria organización comunitaria.

¿Y la revolución qué?

Después de todo lo recorrido, está claro que la idea de revolución no puede, ni debe continuar con los mismos significados; hay que dotarle de nuevos, mayores, potentes contenidos y sentidos. Deben ser anti sistémicos. Es decir parar el tren, darle la vuelta. Redimir el mundo, pues sin revolución el mundo es un mundo sin salvación. Por tanto lo que queda es una labor mesiánica, que aparece imposible pero no lo es, es como pelearse contra los molinos de viento una vez que hayamos destruido a los gigantes. Pero hay que hacerlo. A qué nos referimos.

Hay que devolver a la noción de sociedad sin clases su rostro auténticamente mesiánico y esto se hace en el interés mismo de la política revolucionaria del proletariado. Al pensamiento no le corresponde solamente el movimiento de las ideas, sino también su detención” dice Walter Benjamin…! es claro que la lucha deber seguir siendo una sociedad sin clases, pues sólo así es posible la redención, mientras esa diferenciación social exista, no hay alternativa. De igual manera es urgente un pensamiento que no se base en los parámetros que mantienen las sociedades clasistas, sino más bien que genere nuevos basados en las realidades colectivas. El fundamento de este pensamiento deber ser lo colectivo, solo así se garantizará que permanezca y especialmente sea irruptor. Si el pensamiento sigue siendo construcción exclusivamente individual, se mantendrá la matriz originaria de la sociedad clasista individual donde uno o una es triunfador/a y el resto perdedores. Eso no niega que haya pensamiento o pensadores individuales, sino que éstos deben ser resultado de la colectividad pensante, la matriz de aquello pensado por éstos debe ser colectiva, es decir que pierde razón fuera de ese campo.

La revolución debe buscar un triunfo, pero este no puede, no debe ser para convertirse en vencedor, no puede ser para dominar, incluso no puede ser para tomar el poder y asirse de él… “Quien quiera que domina es siempre heredero de todos los vencedores. En consecuencia entrar en entropía con el vencedor siempre beneficia al que domina… todos los que están ahora, han alcanzado la victoria participan de este cortejo triunfal en el que los amos de hoy marchan sobre los cadáveres de los vencidos”. La revolución no es para que otros (en nombre del pueblo) reproduzcan aquello que detestábamos en quienes nos dominaban.

La revolución es para destruir las bases, el sostén del tren del progreso que corre, no es para buscarlo, es para cambiar de rumbo. Es por tanto un instrumento que poda y así permite resurgir una sociedad transformada. La revolución es para acabar con los instrumentos, sociales, políticos, técnicos y económicos usados para mantener control, dominio, terror, manipulación; de eso se trata. Acabar con los instrumentos de Poder, de terror, de control y con el progreso es precondición básica para tener el futuro deseado. Es la posibilidad única de salvarse, todo lo demás es reformismo.

Agosto 2011

 

lalineadefuego
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PENSAMIENTO CRÍTICO
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