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sábado, abril 27, 2024

El huracán Melchor

La Línea de FuegoPor Natalia Enríquez*


Tapa y contratapa: Fernanda Melchor (Veracruz, México, 1982). Ha publicado Falsa Liebre (2013) novela, y Aquí no es Miami (2013) crónicas. 


“Un grupo de niños encuentra un cadáver flotando en las aguas turbias de un canal de riego cercano a la ranchería de La Matosa. Es el cuerpo de la Bruja, una mujer que heredó dicho oficio de su madre fallecida, y a quienes los pobladores de esa zona rural respetaban y temían”.

Un novelón. Temporada de huracanes es una experiencia de lectura redonda donde nada queda suelto, ni está gratuitamente escrito; y que, además, se inscribe en la literatura de la región escrita por mujeres de nueva generación.

Los temas que atraviesan esta novela, sin ser nombrados ni expuestos de manera prejuiciosa, pasan desde la violencia y la feminidad, hasta la homofobia y el incesto. Sin duda, temas que perfilan esa cartografía de la realidad social actual, también muy de la región y que se está revelando a través del puño y letra femeninos.

La Línea de Fuego
Fernanda Melchor, Premio Internacional de Literatura 2019 por Temporada de Huracanes.

El huracán es ella, la autora, con 36 años de edad fue seleccionada por la revista La Tempestad, como la escritora emergente en el panorama literario mexicano del año 2013, se ganó el financiamiento del Fondo Nacional para la Cultura y la Artes. En 2015, fue seleccionada como una de las escritoras menores de 40 años más destacadas de su país. Como buena periodista empezó este libro basada en una noticia de crónica roja que leyó en un periódico local. Escrito con una mirada y postura imponentes reveladas incluso en el semblante que muestra en sus fotos de las entrevistas que le hacen en todos los idiomas.

El ritmo incesante y potente con el que empieza y termina la novela, no es fácil de conseguir, desde la página uno, se sabe en qué te has metido, en mexicano se cuece una historia que se cuenta sin respiro, sin rescollos, que no permite más que la envoltura de uno mismo en cada personaje complejo y su circunstancia. Así cada página, la 10 la 100 la 200; cada personaje si La Bruja o El Luismi o Norma trepidan y se integran alrededor de un meollo tan sencillo como el amor y la muerte; y desde luego, con los matices de un ovillo de polvo en un pueblo cualquiera y que los personajes no logran sacudirse. Habladurías, supersticiones, asesinatos, placebos, miseria humana y material, y miles de infinitos espasmos de fatalidad y felicidad. Una historia que puede suceder o está sucediendo en cualquier ciudad de Latinoamérica, pero que solo la visión de Melchor, ha construido con tanta propiedad.

“Y Norma se mordía los labios, se mordía la lengua para no responderle a su madre, pues hubiera preferido arrancársela de cuajo antes que contarle la verdad, antes que confesarle lo que ella y Pepe hacían ahí mero en su propia cama, porque Norma estaba convencida de que eso destruiría a su madre, aunque tal vez lo que realmente la aterraba era la posibilidad de que no le creyera. ¿Qué tal que Norma le contaba la verdad y Pepe la convencía de que todo era mentira? ¿O qué tal que sí le creía pero que de todos modos prefería quedarse con él y correrla a ella, mandarla sin miramientos a la chingada?”

–Fernanda Melchor

Fernanda Melchor ha pensado en el lector y mucho, no te deja ir ni a por un vaso de agua sino solamente hasta cambiar de capítulo y eso lleva unas cuantas docenas de páginas. Luego, de verdad necesitas agua para pasar la crudeza de la trama, los episodios tan cotidianos y naturalizados de la violencia, agua para despejar de la garganta las escenas de sangre seca seguidas de absoluto silencio, o bien para tomar aire y regresar a sumergirte en ese ambiente de asfixia y sopor previo a la tormenta; y, cuando finalmente estalla en la última página, Fernanda Melchor al fin te libera para ser otro. Te sacude, te gana de largo. Has ganado y te han ganado, es una novela de ida y vuelta. Un novelón porque no sales de ella indemne, sino conmovida. 


*Natalia Enríquez es comunicadora social, máster en Estudios de la Cultura – Políticas Culturales. Es madre de un niño de 6 años, tiene un gato negro y ama la literatura, tanto que piensa que su vida es una ficción. 

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