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miércoles, mayo 8, 2024

GENEALOGÍA DEL RACISMO. por Raúl Prada Alcoreza

GENEALOGÍA DEL RACISMO

Raúl Prada Alcoreza  <www. horizontesnomadas.blogspot.com>

Immanuel Wallerstein y Etienne Balibar compartieron una serie de ensayos sobre los tópicos del ámbito de relaciones entre raza, nación y clase, ensayos que se agruparon en un libro que lleva el título que hace a la conjunción de esos conceptos, raza, nación y clase[1]. En el libro se trabajan ensayos que tratan de responder a preguntas, hipótesis y problemáticas sobre el ámbito saturado de relaciones cambiantes, de acuerdo a los contextos históricos, entre los conceptos en cuestión. Una pregunta es: ¿Existe el neo-racismo? Otra cuestión es las relaciones entre universalismo, racismo y sexismo, entendidas como tensiones ideológicas del capitalismo. Otro problema tratado es la relación entre racismo y nacionalismo. También se trabaja históricamente la construcción de los pueblos, desde la relación entre racismo, nacionalismo y etnicidad. En la contingencia de la discusión, se analiza la forma nación, desde la perspectiva de su historia e ideología. De una manera más concreta se evalúa la unidad doméstica y la formación de la fuerza de trabajo en la economía-mundo capitalista. Así mismo el conflicto de clases en la economía-mundo capitalista. Retomando la mirada teórica, se retoma la discusión de la relación de Marx y la historia, esta vez trabajada desde la problemática de la polarización.

Otro tema teórico recuperado de las polémicas es la formación de la burguesía, su concepto y realidad. También se plantean transformaciones en las mismas condiciones de la controversia, se dan lugar mutaciones  en el tiempo social y político, como cuando aparece la pregunta de si pasamos ¿de la lucha de clases a la lucha sin clases? También hay trabajos que retoman investigaciones empíricas, más descriptivas, para abordarlas en el análisis teórico; el tema es el conflicto social en África negra independiente, analizado desde el nuevo examen de los conceptos de raza y grupos de status. En el conjunto de los ensayos, aparece uno sugerente sobre el “racismo de clase”, otro sobre la problemática del racismo y su vinculación con la crisis. Estos son los ensayos que comparten y conforman un libro rico en la polémica, la actualidad y la reflexión sobre los temas candentes puestos en mesa. Retomando los ensayos, optamos por concentrarnos en una perspectiva del abordaje; cómo de alguna manera trabajamos con las temáticas afrontadas por Immanuel Wallerstein[2]. Ahora lo haremos con los ensayos trabajados por Etienne Balibar.

Dos son las preguntas que se hace Etienne Balibar: ¿Cuál es la especificidad del racismo contemporáneo?, y ¿cómo puede relacionarse con la división de clases en el capitalismo y con las contradicciones del Estado-nación? Se trabaja el ámbito saturado de relaciones entre raza, nación y clase, y a la zaga, por abajo o por encima tribus, etnias, pueblos, estados, grupos, comunidades, clanes, castas, capas, segmentos y las gentes. A la pregunta de si ¿existe un neoracismo?, contesta: De hecho, no hay racismo sin teorías. Sería completamente inútil preguntarse si las teorías racistas proceden de las élites o de las masas, de las clases dominantes o de las clases dominadas. Por el contrario, es evidente que están racionalizadas por los intelectuales[3]. Empero, también dice que, la propia categoría de masa (o de popular) no es neutra, está en comunicación directa con la lógica de naturalización y de racialización de lo social[4].  La hipótesis es que, contemporáneamente,  se avanza hacia un racismo diferencial, que consiste paradójicamente en incorporar en su seno al antirracismo e incluso al humanismo

¿De qué se trata? Etienne Balibar dice que se produce una desestabilización de las defensas del antirracismo tradicional, en la medida en que su argumentación viene a contrapelo e incluso se vuelve contra él (lo que Taguieff llama oportunamente el efecto de retorsión  del racismo diferencialista). Se acepta inmediatamente que las razas no constituyen unidades biológicas delimitables; que, de hecho, no hay razas humanas. También se puede aceptar que el comportamiento de los individuos y sus “aptitudes” no se explican a través de la sangre o incluso de los genes, sino por su pertenencia a culturas históricas[5].

¿Qué es lo que ocurre en el paso del racismo tradicional al racismo diferencial contemporáneo? De hecho asistimos a un desplazamiento general de la problemática. De la teoría de razas o de la lucha de razas en la historia humana, tanto si se asienta sobre bases biológicas como psicológicas, pasamos a una teoría de las relaciones étnicas (o de racerelations) en la sociedad, que naturaliza, no la pertenencia racial, sino el comportamiento racista. El racismo diferencialista es desde el punto de vista lógico, un meta-racismo o lo que podríamos llamar un racismo de segunda categoría, que se presenta como si hubiera aprendido del conflicto entre racismo y antirracismo, como una teoría políticamente operativa, de las causas de la agresividad social[6]. Por lo tanto, se puede concluir que la idea de un racismo sin raza no es tan revolucionario como se pudiera imaginar, el racismo se solapa, se mimetiza en el desplazamiento de una clasificación diferencial, esmerada en el detalle de la diferencia cultural. Se trata de un paso de la teoría de razas a un racismo diferenciador, que no es otra cosa que el paso de un racismo, centrado en la distinción biológica, a un racismo, centrado en la distinción cultural.

Etienne Balibar también trabaja la relación entre racismo y nacionalismo. Dice que parte de los historiadores argumentan que el racismo se desprende y desarrollo en el campo del nacionalismo, campo omnipresente en la modernidad. De este modo, el nacionalismo sería, si no lo única causa del racismo, en cualquier caso la condición determinante para su aparición[7]. Dicho de otro modo, las explicaciones económicas o psicológicas sólo serían pertinentes en la medida que iluminaran presupuestos o efectos provocados por el nacionalismo[8]. Esta interpretación confirma que el racismo no tiene nada que ver con la existencia de razas biológicamente objetivas, dejando de lado el equívoco de las explicaciones culturalistas, que, de una y otra manera, tienden a convertir el racismo en una especie de elemento invariable de la naturaleza humana[9]. Sin embargo, no hay que creer que se establece una relación causal entre nacionalismo y racismo; la interpretación no implica que el racismo sea una consecuencia inevitable del nacionalismo, tampoco que el nacionalismo sea históricamente imposible sin la existencia del racismo abierto o latente. En este contexto de la discusión hay que distinguir el racismo como discurso teórico y el racismo como fenómeno de masa, aunque ambos fenómenos se hallen conectados y se retroalimenten.

Según el autor tenemos tres modelos de racismo heredados del pasado: el antisemitismo nazi, la segregación de los afroamericanos en Estados Unidos, percibida como una larga secuela de esclavitud, y el racismo imperialista de las conquistas y dominaciones coloniales. La reflexión teórica sobre estos modelos heredados ha producido una serie de diferenciaciones analíticas, ligadas a la defensa de la democracia, de los derechos humanos y de los derechos civiles; también la liberación nacional ha producido una serie de diferenciaciones, vinculada a la búsqueda de las causas de los efectos de la racialización imperialista y colonial. La primera diferenciación tiene que ver con la distinción entre racismo teórico, doctrinal, y racismo espontáneo, lo que tiene que ver propiamente con el prejuicio. También nos encontramos con la diferenciación entre un racismo interior, contra la población considerada minoritaria, y un racismo exterior, que es una forma extrema de xenofobia. También podemos caracterizar a determinadas posiciones como autorreferenciales, que tienen que ver con los portadores de los prejuicios, quienes ejercen la violencia física o simbólica, en contraposición de un racismo heterorreferencial, en el que se asimila a las víctimas del racismo.

El análisis político diferencia también entre un racismo institucional y un racismo sociológico. De alguna manera esta distinción se yuxtapone a la diferencia entre un racismo teórico y un racismo espontáneo. Esto podemos explicar del siguiente modo: de todas maneras siempre hay recurrencia a alguna doctrina para justificar el ejercicio del racismo, esto pasa efectivamente cuando median instituciones que segregan; la situación mencionada se distingue de lo que llamamos racismo sociológico, que supone una dimensión dinámica que va más allá de los prejuicios propiamente dichos, enfocándose en los problemas que plantean los movimientos colectivos de carácter racista. Sin embargo no podemos olvidar que todo racismo histórico es al mismo tiempo institucional y sociológico[10].  También se puede dar una combinación de modelos de racismo que terminan desarrollando otras formas de racismo; desde esta perspectiva podemos distinguir entre un racismo de exterminio, excluyente, de un racismo de opresión, incluyente[11].

Contemplando este mapa conceptual de diferenciaciones relativas a las formas de racismo, Etienne Balibar concluye que: Estas distinciones no sirven tanto para clasificar tipos de comportamiento o de estructuras idealmente  puros como para identificar trayectorias históricas. Su pertinencia relativa nos conduce a la sensata conclusión de que no existe un racismo invariable, sino unos racismos que forman un espectro abierto de situaciones[12]. Al mismo tiempo el autor advierte que: una configuración racista determinada no tiene fronteras fijas, es un momento de evolución que sus potencialidades latentes y también las circunstancias históricas, las relaciones de fuerza en la formación social, se desplazaran a lo largo del espectro de los racismos posibles[13].

Lo anterior nos sirve como para tener una mirada dinámica y en desplazamiento, que pueda seguir la mutación, la transformación y la transvaloración de las formas diferenciales de racismo. Hay que tener en cuenta, como dice Balibar, que el racismo es en sí mismo una historia singular, con sus puntos de retroceso, sus fases subterráneas, y sus explosiones[14].

La genealogía del racismo en Bolivia ciertamente no se ha detenido en el modelo imperialista y colonial; se ha desplegado desprendiéndose y convirtiéndose  en un colonialismo interno, convirtiendo a las mayorías poblacionales en minorías políticas y a estas minorías en materia de un racismo interno, que puede ser tomado también como opresivo. A lo largo de la historia republicana se ha desplegado también un racismo institucional, que se diferencia de las propias dinámicas de las prácticas racistas de la gente. La historia del racismo en Bolivia no se ha detenido en los aspectos y características de un racismo biológico, centrado en las características y clasificaciones somáticas; ciertamente se ha avanzado a las formas del racismo cultural, con todas las distinciones y diferenciaciones relativas a los comportamientos, conductas y aptitudes leídas por estas formas de racismo. Las formas del racismo no sólo son diversas, sino que han mutado, en la medida que se han vivido distintos proyectos de modernización, conducidas por las distintas reformas estatales, borbónicas, liberales, nacionalistas y neoliberales. Un racismo demarcador, que estableció el dualismo entre dos sociedades históricamente distintas, la hispánica y la indígena, queda como modelo, como matriz, de las otras formas de racismo que han de venir sedimentándose; racismo incluyente y domesticador, que busca normalizar a la población, arraigada a sus costumbres, persiguiendo a través de la reforma educativa condicionar e incorporar otros comportamientos, adecuados a la sociedad que pretende ser moderna.

El nacionalismo, en cambio, ha de buscar a través del proyecto de mestización, subsumir la herencia nativa a una síntesis biológica y cultural. Es otro proyecto de modernización, mas bien incluyente. Podemos considerar al nacionalismo como movimiento que despliega mecanismos institucionales, políticos y legislativos, de inclusión nacional, mediante procedimientos democráticos, de construcción de la individuación a través de la reforma agraria y la reforma educativa. La ideología del nacionalismo revolucionario se puede considerar, desde la evaluación de la genealogía del racismo en Bolivia, como una dialéctica racista, que sintetiza las razas en el proyecto político, social y cultural del nacionalismo, es decir el mestizaje. En este proyecto desaparece del discurso la clasificación racial, como ocurría y ocurre en el discurso de la oligarquía minero-latifundista, empero, como dijimos más arriba no abandona el campo del racismo, sino que desarrolla un racismo sin razas, un racismo de clasificación culturalista y sociológica, encaminada a la incorporación, a la inclusión, de lo indígena al proyecto nacional de capitalismo de Estado.

Los discursos socialistas no dejan el campo extenso y dilatado del racismo; en la medida que exigen un proyecto de modernización, por la vía del modelo occidental obrerista, descalifican los proyectos alternativos propios de las sociedades, pueblos y naciones indígenas. La discusión actual entre comunitaristas y socialistas ilustra fehacientemente sobre esta situación. El discurso neoliberal va tratar de implementar políticas públicas bilingües y multiculturales, en la perspectiva también de la incorporación a un proceso que raya en el multiculturalismo liberal, sin lograr desplazarse del todo a este nuevo terreno. De lo que se trataba es de subordinar la pluralidad cultural y lingüística a las leyes del mercado. La tercera reforma educativa y la ley de participación popular se encaminaron en esta dirección. Ahora bien, recorriendo estos decursos y temporalidades heterogéneas de la genealogía del racismo en Bolivia, analizando el presente a través de una mirada retrospectiva del pasado, debemos preguntarnos si bajo las condiciones del Estado plurinacional comunitario y autonómico se termina saliendo del campo extenso y dilatado del racimo. Esta pregunta es crucial sobre todo para evaluar los alcances del proceso de descolonización.

Volviendo al libro de Raza, nación y clase, de Immanuel Wallerstein y Etienne Balibar, vemos que se dan yuxtaposiciones, intersecciones, cruces y entrelazamientos complejos entre nacionalismos y racismos, en un contexto altamente diferenciado de condicionamientos e isomorfismos mutuos. La comunidad imaginada de la nación ha buscado borrar la condición plurinacional de una formación histórico social abigarrada y barroca, conformada sobre la matriz de los pueblos indígenas. El pasar a la condición plurinacional del Estado, de otra forma de Estado, parece apuntar a escapar del campo gravitacional del colonialismo interno y de la colonialidad; el pasar a la condición comunitaria del Estado, parece apuntar a salir de los espacios de atracción de los racismos sociológicos; el pasar a la condición de un pluralismo autonómico, que contiene a la autonomía indígena, con su autogobierno, libre determinación, gestiones propias y normas y procedimientos propias, parece apuntar a escapar del campo gravitacional del racismo institucional.

¿Será posible? Esto depende de la profundidad y de los alcances de las transformaciones estructurales, institucionales, económicas, sociales, políticas y culturales que se den en la transición del proceso de cambio, depende de los actos fundacionales del nuevo Estado. En la medida que el Estado plurinacional quede atrapado en una retórica discursiva que no es acompañada por transformaciones institucionales y la revolución cultural, que reitere la forma del Estado-nación, seguramente el proceso se ha de mantenerse en el campo gravitacional reciclado del colonialismo y del campo gravitacional del racismo diferencial. Lo mismo pasa con la condición comunitaria del Estado y la condición autonómica del Estado. Si no se da una construcción efectiva del nuevo mapa institucional, en el sentido del pluralismo institucional, administrativo, normativo, económicos, social, cultural y lingüístico, seguramente nos mantendremos en las formas de un racismo inclusivo, de un racismo cultural y de un racismo sociológico. En la medida que no demos cabida a la participación abierta de las distintas formas autonómicas, seguramente nos mantendremos en un racismo perdurable institucional y centralista.

Algo parecido y dramático pasa con el nuevo modelo económico; en la medida que no se abran espacios de realización efectivos a los emprendimientos sociales alternativos y a la economía comunitaria, no saldremos de lo que llamaremos un racismo diferencial económico. Las tareas de la descolonización tienen que concentrarse en estos aspectos complejos y diferenciales de las formas económicas subsumidas  y articuladas a la económica-mundo capitalista. La descolonización no puede ser solamente un discurso retórico y de catarsis, pues este estallido emocional no resuelve los problemas materiales de la descolonización, tampoco los problemas subjetivos de la descolonización, menos los problemas epistemológicos de la descolonización.


[1] Immanuel Wallerstein, Etienne Balivar: Raza, nación y clase. Madrid 1991; IEPALA.

[2]  En Crisis y cambio. Umbrales y horizontes de la descolonización. de Raúl Prada Alcoreza. La Paz 2010; Comuna, Muela del Diablo.

[3] Ob. Cit.: Pág. 33.

[4] Ibídem: Pág. 35.

[5] Ibídem: Pág. 37.

[6] Ibídem: Pág.40.

[7] Ibídem: Pág. 63.

[8] Ibídem: Pág. 64.

[9] Ibídem: Pág. 64.

[10] Ibídem: Págs. 65-66.

[11] Ibídem: Pág. 67.

[12] Ibídem: Pág. 67.

[13] Ibídem: Pág. 67.

[14] Ibídem: Pág. 68.


Raúl Prada Alcoreza
Comuna

La Paz-Bolivia

lalineadefuego
lalineadefuego
PENSAMIENTO CRÍTICO
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1 COMENTARIO

  1. Estimado Raùl, agradecerè me proporciones telf y/o correo tuyos, para comunicarme. Han sido vanos los intentos para hacerlo.
    Me interesa el tema RACISMO, desde la perspectiva criminològica (visiòn sociopolìtica, obviamente).
    70996422 mi nùmero de telf,
    acolanzi@gmail.com
    mi correo
    un abrazo

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