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domingo, mayo 5, 2024

Los neocolonialistas tienen rostro indígena

Por Atawallpa Oviedo Freire*

Con estupor y vergüenza el mundo se enteró de cómo el gobierno y la iglesia católica del Canadá procedieron a raptar a niños indígenas u originarios de ese país, quitándolos de sus familias y trasladándolos a centros de civilización, evangelización y educación occidentales. Los niños raptados fueron prohibidos de hablar en sus lenguas maternas, de practicar sus espiritualidades, de vestirse a su usanza, de llevar el pelo largo, en fin, de practicar sus formas culturales propias y milenarias.

Por su parte, los niños del resto de las poblaciones indígenas del continente de Amerisque (nombre ancestral y propio de América) se mantuvieron junto a sus padres, también esclavizados y acorralados, pero en sus antiguos territorios, transformados en haciendas de los invasores, en donde a lo máximo les adoctrinaban en la religión católica y les imponían cierto tipo de vestimenta.

Hasta hace 60 años los pueblos originarios en la llamada Latinoamérica seguían manteniendo en su gran mayoría sus formas naturales o propias, es decir, seguían practicando su milenaria cultura, costumbres, idioma, medicinas, espiritualidad, etc. Lo que quiere decir que hasta ese momento habían sido colonizados hasta un cierto nivel, incluso habiendo muchos que no hablaban castellano y que eran aquellos que se mantenían bien alejados de los centros poblados.

Las élites hacendarias prefirieron mantenerlos fuera de sus escuelas, de sus iglesias y de toda su vida civilizada, esto es, de su forma eurocentrada o domesticada de concebir y de vivir la vida; mientras las élites del Canadá prefirieron a la fuerza eurocentrarles, o en sus palabras “civilizarles”, que es el término que suelen utilizar y visto como una categoría de supuesta superioridad sobre otros sistemas y concepciones de vida.

Desde el año 1840, alrededor de 150.000 niños del Canadá fueron obligados a perder u olvidar su cultura en una forma violenta. Aunque ellos no lo veían así, sino que era el culturizarse, pues lo suyo propio era muy bajo o apenas una cultura primitiva y no desarrollada como la europea.

¿Quiénes les convencieron? Los autodenominados defensores de los indígenas, esto es, los comunistas y los “curas rojos”, quienes buscaban instruirlos en el marxismo y en el “evangelio de los pobres”. Posturas eurocéntricas de izquierda definidas y comprendidas por ellos como emancipadoras y liberadoras, pero que resultaron todo lo contrario. Irónica y paradójicamente, el eurocentrismo de izquierda en su mesianismo y paternalismo, provocará la desculturización de casi todos los pobladores indígenas en estos últimos 60 años.

La reforma agraria que se produce en gran parte del continente conlleva el fin del sistema de haciendas, pero al mismo tiempo es el inicio del mayor y más certero proceso de colonización. Son las izquierdas las que se proponen educarlos en los conocimientos occidentales, pues consideraban que sus propios conocimientos no eran suficientes ni valiosos para un tipo de vida superior ni para hacer una revolución socialista.

En definitiva, nada de lo que ellos habían sido milenariamente servía para nada ni debía mantenerlo sino modificarlo, pues consideraban que sus creencias y sistemas de vida eran atrasados, primitivos, mágicos, anticientíficos, etc. Es decir, tanto derechas como izquierdas creían por igual que todo lo indígena representaba un problema o un conflicto para los tipos de sociedad que ellos aspiraban a construir en América. Es más, lo llamaron así: el “problema indígena”.

Entonces, la lucha de las izquierdas por supuestamente educarlos y liberarlos, es el proceso acelerado y de mayor envergadura de eurocentrización o de civilización producido en 500 años de colonialismo. Actualmente, sobrevive muy poco de las formas y de los saberes milenarios, hoy la inmensa mayoría de los pueblos y nacionalidades originarias están folclorizadas, dogmatizadas, evangelizadas.

Unos más otros menos, es la única diferencia entre ellos. Tanto es así, que son cada vez menos los que hablan idiomas nativos, practican medicinas y espiritualidades propias, y ante todo que piensen y sientan desde sus epistemologías milenarias.

Los indígenas del campo se sienten muy alejados de los indígenas citadinos y de los profesionales. Si eso pasa entre ellos, cómo se sentirán los indígenas de los llamados pueblos en aislamiento voluntario con los demás indígenas civilizados. Seguramente, el verlos cómo han quedado los civilizados les ha afirmado en no querer tener ningún contacto con eso que llaman la civilización, y que implica la pérdida de su condición de pueblos naturales, integrales, cósmicos, para convertirse en grupos domesticados, desadaptados, miopes, salvajes.

En una época ciertos pueblos indígenas fueron obligados a ir a los centros de eurocentrización y de cristianización, hoy los progenitores les envían voluntariamente a sus hijos a las escuelas colonizadoras e iglesias dogmatizadoras, públicas y privadas, para que estas instituciones procedan a adoctrinarles o eurocentrarles. Y no solo eso, sino que ahora ellos mismos prohíben a sus hijos que aprendan y hablen sus idiomas ancestrales, por lo que éstos se encuentran en peligro de extinción. Como también sus medicinas, espiritualidades, sistemas de organización y de gobierno, etc., que están en proceso de desaparición, pero ya no solo por obra del colonialismo externo sino, también y principalmente, por el colonialismo interno o el colonialismo asimilado por las poblaciones originarias.

El neocolonizador ya no es solo el llamado “blanco mestizo”, sino que ahora también tiene forma de “indio” o de “indígena”. El profesor y el cura ya no solo es el criollo, sino que hoy es el propio indígena convertido, quien que se encarga de hacer lo que hacían a la fuerza las monjas y curas del Canadá con los niños indígenas.

Actualmente, resulta difícil hablar de poblaciones indígenas, en el sentido de que funcionen dentro de las epistemologías milenarias, puesto que hoy queda muy poco de esas prácticas y ya casi nada en la mentalidad o conciencia de la mayoría de sus pobladores. Incluso, genéticamente hablando ya no existen indígenas puros, hoy casi todos son “mestizos”.

Es más, algunos elementos de lo que hoy vemos como indígena les fueron impuestos en la colonia, por ejemplo, las vestimentas que hoy algunos llevan orgullosamente, y que casi todos ellos creen que son precolombinas, pero les fueron impuestas en la colonia. Muchos curanderos utilizan el huevo y la vela para hacer sus limpias energéticas, sin saber que estos elementos fueron introducidos por las curanderas españolas. En la nueva constitución boliviana, el MAS de Evo Morales introdujo tres principios católicos, bajo el artificio de que son andinos: “no robar, no mentir, no ser ocioso”. Solo por dar unos pocos ejemplos.

En 60 años se produjo la colonización más exacerbada e intensa que la producida en 440 años de colonialismo. Los pobladores que vivieron la represión brutal en la primera etapa de la invasión y conquista por parte de las monarquías europeas, no fueron brutalmente colonizados o eurocentrados como en estos últimos años lo han sido las actuales

Incluso, los primeros “conquistadores” contrajeron matrimonio con algunas mujeres de las poblaciones originarias pues el racismo era incipiente, pero ahora es al extremo y ningún criollo llamado “mestizo” o “blanco” se casa con una mujer u hombre indígena, pues lo considera un descenso o una pérdida de nivel. Es más, desde el lado de los “indígenas”, algunos que han alcanzado cierto nivel profesional o económico se visten y se presentan como “mestizos”, prefiriendo casarse con mujeres un poco más “blanquitas” para “mejorar la raza”. Por otra parte, no olvidemos que indígenas con un cierto nivel económico tienen ahora de empleadas domésticas, peones y servidumbre en general, a indígenas pobres.

El más rapaz colonizador de estos últimos años fue el autodenominado político de izquierda, sí, aunque suene como un absurdo ni ellos se hayan propuesto aquello. Por 440 años el colonizador monárquico y conservador le adoctrinó a lo máximo religiosamente, pero los “salvadores de los indígenas” se encargaron de hacer lo que no habían hecho los colonizadores de derecha.

Estos últimos, al principio renegaron de la idea de que vayan a las escuelas y a otros espacios de los civilizados o eurocentrados, pues lo veían como un peligro para mantener el establishment, ya que pensaban que un indio que sabría leer y escribir se convertiría en un subversivo e insurgente contra su poderío. Pero luego observaron que no era así, una vez “disciplinados” se convertían en sus aliados y hasta en gendarmes contra los “indios” rebeldes, es decir, contra los que resistían el colonialismo esclavista y la eurocentrización.

Con ello aumentaron más los “felipillos” y las “malinches”, como aquellos que en la época de la invasión inicial que sirvieron de traductores o de mensajeros de los conquistadores, es decir, que aprendieron el castellano, los dogmas católicos y demás creencias eurocéntricas, y terminaron convirtiéndose en adalides de las teorías e intereses del conquistador, y a su vez en verdugos de su propio pueblo. Los felipillos y las malinches han ido aumentando paulatinamente, y hoy son miles los que cumplen ese mismo papel, son los neo-neocolonizadores con rostro indígena.

Felipillos/La Línea de Fuego

Las élites tomaron conciencia de que resultaba más fácil controlarlos y hacerlos producir, si eran adoctrinados en sus creencias que tenerlos encerrados en las haciendas. Un indio educado, es decir, convertido, era alguien que pasaba a su bando y se convertía en un puente y hasta en enseñante de los todavía no-eurocentrados. Proceso paulatino y cada vez más acelerado que se fue dando, hasta llegar al punto en que ahora todos los indígenas se adoctrinan voluntariamente, acuden gustosamente a las escuelas e iglesias para ser eurocentrados. Todavía más, están convencidos de que ahora son libres, de que se auto determinan, de que se han superado, de que se han educado, y de que ya no son esclavos como lo fueron sus antepasados en las haciendas. Tal como han sido convencidos por los revolucionarios salvadores de los indígenas con su discurso dizque liberacionista.

Las élites ya no deben forzarlos a eurocentrase (civilizarse) como en el caso de Canadá, hoy ellos están persuadidos de que es necesario y liberador enviar a sus hijos a los centros de civilización, llamados pomposamente escuelas de educación y de profesionalización, sin que se den cuenta que son los espacios para el adoctrinamiento y la enajenación. Centros de castración intelectual que hacen lo mismo con todos los niños latinoamericanos, quedando todos eurocentrados, es decir, domesticados.

Y eso lo han hecho en todo el mundo los civilizadores europeos y occidentales en general, de la misma manera como hicieron con ellos los romanos cuando les domesticaron en las teorías dogmáticas y antinaturales de los griegos platónicos y de todo el helenismo de esa época. Impusieron a la civilización como lo más alto que había producido el pensamiento humano en todas las épocas de su existencia sobre la Tierra, logrando con ese argumento de civilizarse, el de antropomorfizar a Europa, y luego ellos al resto del mundo. Y ahora nos encontramos cuestionando y desarmando todos esos dogmas racionalistas o logocéntricos, causantes y responsables de la crisis ambiental y del caos social en todo el planeta. Y con ello demostrando la falacia y eufemismo de lo que es en esencia la civilización.

Todos los intelectuales del mundo han sido civilizados o eurocentrados, y repiten el mismo axioma de que la civilización es lo más grande que ha producido la humanidad, y remachan en coro que ni antes hubo, ni después habrá, algo más grande que la civilización. Y más bien promueven nuevos y más proyectos civilizatorios como propuestas de mejoramiento o de elevación, en una visión linealista y superacionista de la vida.

Todavía no han caído en cuenta que la posibilidad de desaparición de la especie humana por el cambio climático no es producto del neoliberalismo, ni siquiera de la modernidad o del capitalismo, sino que todas ellas solo son ramas del tronco que es la civilización y de sus raíces que son el patriarcado y el esclavismo. Siendo en estas raíces, cuando hace unos 5.000 años se dio por primera vez un giro ontoepistémico en toda la historia de la humanidad, al producirse la desacralización de la madre tierra y el surgimiento de las religiones monoteístas, antropocéntricas e idolátricas. Las que serán las primeras expresiones o semillas de lo que ahora está cosechando la humanidad y todo el planeta.

La domesticación y evangelización de los indígenas americanos es la continuación del proceso colonizador greco-romano en su afán de conquistar todo el planeta, y ahora de otros lugares de fuera de la Tierra. El proceso de civilización o de rompimiento con la Madre Tierra y todo el Cosmos Sagrado, –eso es en esencia la civilización–, se produjo ampliamente con todos los europeos, a excepción de unos pocos pueblos indígenas que sobreviven hasta la actualidad, como los lapones. Pero en el caso de Amerisque, ahora también llamado Abya Yala, por el racismo naciente evitaron por 440 años profundizar el adoctrinamiento civilizatorio a otros niveles y planos, máximo aceptaron que los mestizos se “culturalicen”, es decir, se eurocentricen. Y fue hace tan solo 60 años en que se empezó con una eurocentrización completa o total de las poblaciones originarias de Amerisque, a diferencia de Europa en que lo hicieron desde un principio con todos, pues no había ningún racismo de por medio.

Antes de que los pueblos indígenas sean “salvados por las izquierdas” eran obligados a trabajar en las haciendas con mínimas compensaciones, y los hacendados debían tener capataces, como también a la policía y a los militares bajo su control para evitar que escapen o para castigarlos cuando no cumplían con sus tareas asignadas. Las tropas de las fuerzas represivas estaban al principio compuestas por mestizos en su gran mayoría y hoy por indígenas convertidos y que lo ven a aquello como un progreso y hasta un privilegio, y que son los que se encargan de reprimir brutalmente a sus hermanos indígenas.

Hoy cada uno vende su fuerza de trabajo en forma voluntaria, y se entrega a trabajar y a esforzarse mucho más, en tiempo y vitalidad, si quiere tener más dinero para alcanzar a satisfacer medianamente sus necesidades. E igual está convencido de que vive en un sistema de libre competencia, de libre comercio, de libre organización, de libre tránsito, de libre albedrío, etc. El colonialismo está completo, ahora cada uno se coloniza a sí mismo. Del colonialismo externo al colonialismo interno y de ahí al autocolonialismo, la fase última y perfecta en la domesticación integral.

En la primera etapa los colonizadores fueron los “blancos”, llamados así por la racialización eurocéntrica, luego se integraron los llamados “mestizos” y, finalmente, se han incorporado los denominados “indígenas” o “indios”, quienes se encargan de colonizar o eurocentrar a quienes han sido poco civilizados o a quienes todavía falta eurocentrarles más, tanto por la derecha como por la izquierda.

En estos últimos 30 años ha surgido una pequeña élite de profesionales, de políticos e intelectuales de extracción indígena, quienes se encargan de reproducir las teorías coloniales de derecha e izquierda. Y se disputan entre ellos los espacios indígenas que quedan para penetrar con los dogmas asimilados, para reproducir los esquemas eurocéntricos del capitalismo o del socialismo, respectivamente.

Y a los pocos que resisten al colonialismo de derecha e izquierda, los indígenas eurocentrados les combaten y les enfrentan duramente, pues para ellos éstas no son posiciones colonizadoras sino desarrolladoras o emancipadoras, respectivamente. Especialmente, ahora existe una gran disputa y confrontación entre los indígenas marxistas con los indígenas autonomistas.

El colonialismo ya no necesita de esclavizadores, hacendados, capataces, verdugos, policías, hoy cada uno se esfuerza y hace méritos por colonizarse más, por competir en quien maneja mejor los conocimientos eurocéntricos y por ocupar los espacios en las instituciones neocoloniales con los llamados “blancos” y mestizos”. En otras palabras, muchos “indígenas” se esfuerzan por conocer y dominar las profesiones liberales, y, por otro lado, por tomar posesión de los puestos que ofrece el mercado, es decir, por introducirse en las instituciones surgidas en la colonia y en la república, disputando el mercado burgués y capitalista.

Algunos hasta pretenden ser más eurocentrados que los propios europeos o que los criollos descendientes de los conquistadores, y por el contrario, hoy existen unos pocos “mestizos” y “blancos” que se interesan en aprender y manejar los conocimientos y actividades de raigambre indígena u originaria, más que sus propios descendientes.  La mayoría de los que han rescatado y revalorizado a los saberes indígenas han sido intelectuales e investigadores “mestizos”, como también estudiosos sensibles venidos desde el mismo occidente.

Las izquierdas paternalistas y apegado al prebendalismo creyeron que había que luchar porque los pueblos indígenas se alfabeticen y accedan a las escuelas para que se eduquen. Pero jamás se preguntaron: para que se eduquen en qué, para que se formen en qué, para que se especialicen en qué. En una primera etapa vieron como necesario que se alfabeticen para que sepan leer y escribir, y puedan saber qué es lo que les hacían firmar los hacendados u otros personajes.

Y luego vieron como necesario de que entren a los centros de formación educativa occidental, pues para ellos las epistemologías y ontologías milenarias no existían o eran primitivas o básicas. En términos marxistas representaban parte del atraso de las fuerzas productivas, y era necesario de que dejen de ser campesinos, es decir, indígenas para que pasen a ser proletarios, y se conviertan en miembros de la supuesta clase más avanzada de la humanidad. Hoy esto se ve como ridículo.

Hace pocos años, recién algunos se dieron cuenta de que en los centros de educación estaban siendo occidentalizados o eurocentrados en forma voluntaria y propusieron una educación intercultural bilingüe, pero que hasta ahora no ha funcionado o no ha tenido un resultado descolonizador o deseurocentrizador. La mayoría de indígenas y de intelectuales de izquierda que los apoyan, en última instancia siguen partiendo de las mismas lógicas eurocéntricas para la institucionalización de este sistema educativo intercultural, como también de las hermenéuticas, pensum, metodologías y pedagogías occidentales.

Los profesionales indígenas formados en los centros coloniales o eurocentrados, cargan una gran influencia civilizatoria y no saben cómo recrear otros centros de formación acorde con las ontologías, epistemologías, hermenéuticas y pedagogías milenarias de los pueblos originarios, como fue el caso en los Andes con los centros de estudios como los llamados Yachay Wasi, Inti Wasi, Amawta Wasi, de los que se sabe que existieron y en donde se formaban en las tareas y las formas de administración del inmenso Tawantinsuyu en la época de los incas.

Los poquísimos analfabetos y, por ende poco civilizados que sobreviven actualmente, es decir, que no han accedido a las escuelas colonizadoras e iglesias alienadoras, son los últimos referentes de las culturas indígenas, convirtiéndose en los últimos tesoros supervivientes que quedan. Pero lamentablemente nadie les da importancia, ni siquiera sus propios hijos, y muchos de ellos han muerto lamentándose de que no han podido transmitir a nadie todo lo que sabían.

Casi nadie se interesa por aprender esos conocimientos, por lo que se sigue avanzando en el proceso de extinción paulatina de las culturas milenarias. Casi todos los indígenas creen que esos son conocimientos inservibles o improductivos, pues, como dicen en relación a los idiomas, es mejor aprender inglés y tener una profesión liberal para obtener más dinero y salir de la pobreza. Pero este salir de la pobreza económica es a la par terminar con la riqueza cultural de sus ancestros.

Los curas de la teología de la liberación, también influenciados por la izquierda y el marxismo, creyeron que había que luchar para crear una iglesia para y por los indígenas. Por lo que volvemos a la pregunta anterior: una iglesia indígena para que se espiritualicen en qué, para que se adoctrinen en qué, para que se teologicen en qué. A ninguno de los “curas rojos” les interesó promover las espiritualidades originarias, pues también las consideraban paganas o animistas o fetichistas y hasta brujería.

En definitiva, nadie les ha valorizado a las poblaciones indígenas en sus propias concepciones sino tan solo en su condición de pobres, y a los cuales había que “liberarlos” en la tierra y “llevarlos” al cielo junto al señor dios eurocéntrico. Ninguno de ellos se dio cuenta que los estaban colonizando, sino que creían que los estaban salvando de la pobreza económica y también de la pobreza espiritual como consideraban a las espiritualidades indígenas. Y en general a toda su cultura, pues para la izquierda la cultura verdadera o la mejor cultura de toda la humanidad era (y es) la europea.

El Cristo indio o negro o pobre, solo fue el instrumento sutil para lograr su conversión, para que dejen sus creencias calificadas de idolátricas. Cuando fue al revés, los idólatras eran los que adoraban a un libro, a una madera en forma de cruz y a un señor al que le habían matado los romanos y los judíos en tierras lejanas.

A los grupos conservadores y de derecha jamás se les ocurrió hacer algo así, pero sí a los asistencialistas benefactores de los pobres, habiendo actualmente muchos “indígenas” que son más creyentes que muchos “blancos” y “mestizos”, algunos de los cuales son ateos o practican el chamanismo de origen indígena, incluso, algunos «indígenas» los acusan de que esas son prácticas diabólicas o satánicas. Los sacerdotes ya no son solo “blancos” o “mestizos” sino además “indígenas”, los propios “indígenas” colonizando a sus demás hermanos o terminando la colonización iniciada por los conquistadores monárquicos. Quién lo creyera.

Desde hace unos pocos años se practican ciertos rituales al inicio de alguna actividad o encuentro de los movimientos indígenas o de sus partidos políticos, pero en el fondo son actos muy formales. Mas es un saludo a la bandera, en comparación o en relación a la importancia que le dan a una misa católica o cristiana. Más creen en el cura que en el chamán. Más creen en el médico alópata que en el médico ancestral. Más creen en la democracia que en su “comuncracia”, etc. Tanto es así, que se bautizan y se casan por la iglesia católica, y si alguien hace un matrimonio indígena es secundario al católico. Cuando se muere alguien le hacen un ritual católico y muy rara vez un ritual indígena de despedida. Si esto pasa entre los dirigentes y demás miembros prominentes del movimiento indígena, qué podemos contar o decir de los demás.

Incluso, los pocos que practican algo de las espiritualidades y medicinas milenarias, introducen en sus actividades una serie de parafernalias y elementos cristianos. Fenómeno éste, al que los intelectuales eurocéntricos de derecha e izquierda suelen calificar de sincretismo o de mestizaje o de hibridación; cuando lo que eso refleja son los niveles de colonialismo asimilado por los pobladores indígenas.

Lasso bastón de mando/La Línea de Fuego
El presidente electo, Guillermo Lasso, recibió el bastón de mando del pueblo puruha (Ambato). FOTO: Presidencia de la República

Los teóricos eurocéntricos observan este fenómeno como que esto fuera el resultado de un encuentro amigable y en igualdad de condiciones entre dos pueblos y culturas, sin que puedan darse cuenta que el colonialismo se ha ido abriendo paso a diferentes niveles y ritmos en las poblaciones originarias.

Para los pensadores eurocéntricos, que son la casi totalidad de los intelectuales, toda forma de combinación de prácticas provenientes de pueblos totalmente dispares es mestizaje, y hasta son resaltados como hechos positivos. De este supuesto sincretismo, ya solo hay un paso más para un eurocentrismo completo, como sucede con quienes ya viven varias generaciones en las ciudades.

Todo lo que se ha ido digiriendo o enraizando de lo colonial o eurocéntrico, no es sincretismo o diálogo de saberes o interculturalidad, es colonialismo interno o la asimilación paulatina que han ido haciendo de la domesticación civilizatoria.

Desde sectores de la izquierda, algunos intelectuales han propuesto la interculturalidad y el diálogo de saberes, en la búsqueda de defender o de reimpulsar lo propio, todos con muy buenas intenciones, como los defensores de la escolaridad y los “curas rojos”, pero en la práctica han sido mecanismos para seguir profundizando el colonialismo.

Todo proyecto, especialmente estatista, como la educación intercultural, la medicina indígena, introducidas en el Estado colonial y neocolonial, fortifican más el colonialismo que ayudar a un resurgimiento y florecimiento de las culturas milenarias. Aquellos que se han mantenido alejados del Estado y de la sociedad oficial, son los que mejor han conservado los saberes ancestrales, y que evidentemente son los más perseguidos y combatidos, incluso por los indígenas burocratizados y asimilados en la izquierda.

El surgimiento de los partidos políticos indígenas y la participación en las elecciones en la democracia eurocéntrica, produjeron muchas expectativas pero han resultado otro fracaso y otra desilusión. Hoy los pueblos originarios están más divididos e ideologizados que nunca. Hasta hace 60 años eran un solo grupo, y hoy están divididos en una serie de partidos políticos, como lo están en varias sectas religiosas y en otro tipo de creencias y actividades.

Y tal como en los ejemplos señalados anteriormente, cuando no tenían derecho al voto en la democracia ni eran miembros de los partidos políticos, estaban más unidos y eran más fuertes, especialmente culturalmente. Pero luego, aparentemente mejor organizados sindical y políticamente, pero más divididos, fragmentados y en confrontaciones bizantinas, lo que ha facilitado más la colonización en donde todavía faltaba.

Muchos indígenas han sido atraídos por partidos de derecha y populistas, aun cuando se cree que su militancia natural es la izquierda, pero esta es otra trampa en la que han caído, pues la izquierda defiende el dogma de la lucha de clases y busca que los indígenas pasen a ampliar la masa de la izquierda y que actúen tan solo como un brazalete indigenista, pues no les interesa ni defienden las filosofías indígenas, por el contrario, las consideran contrarrevolucionarias y hasta retrorrevolucionarias. Además, de que consideran que no hay filosofías indígenas, sino que son simples cosmovisiones o pensamientos mágicos, esto es, que no son científicas, pues solamente lo es el materialismo histórico y el dialéctico. Empero, hoy la ciencia cuántica les ha hecho trizas a estas teorías, y la cuántica tiene mucha relación con la racionalidad indígena.

Las izquierdas siempre les habían dicho a los pueblos indígenas que son sus aliados y compañeros, y ellos lo habían creído, pero cuando llegaron los progresistas a ser gobierno y los enfrentaron, encarcelaron, cooptaron y dividieron, incluso, mucho más fuerte de lo que lo había hecho la propia derecha, se dieron cuenta algunos de ellos que la izquierda era tan solo el otro lado de la misma moneda eurocéntrica.

La derecha les mantenía arrinconados, pero se mantenían unidos y culturalmente fuertes, la izquierda en su paternalismo y mesianismo les sacó del rincón, pero para que pasen a ser la retaguardia de ellos, jamás la vanguardia, pues los mejores y más claros revolucionarios eran los marxistas y los leninistas. La derecha jamás logró dividirlos, pero la izquierda con su dogma de “defensor de los pobres” les fragmentó y dogmatizó como nadie lo había hecho antes. La izquierda, sin que se lo proponga o lo imagine, resultó mucho más perniciosa que la derecha.

Los indígenas que han llegado a ser presidente, diputados, alcaldes, o cualquier dignidad dentro del estado neocolonial, en su gran mayoría no han logrado nada trascendente y más bien han terminado atrapados en los torbellinos de la democracia partidista, electorera, publicitaria. En un principio las organizaciones indígenas generaron muchas expectativas e ilusiones, hoy los partidos y movimientos políticos son parte del desencanto que generan todos los tipos de partidos políticos y de la democracia en general.

La introducción del Buen Vivir / Vivir Bien en las constituciones de Ecuador y Bolivia también generaron muchos sueños y utopías. La ilusión de que se abría un camino para construir otros Estados y otros países, pero todo ha quedado como letra muerta, especialmente en el Ecuador. Ahora los progresistas ya ni siquiera mencionan el Buen Vivir, con ello demostrándose que solo fue un aprovechamiento novelero y que luego que pasó la fiebre del poder todo quedó en el baúl de los recuerdos, en otra de las modas de la izquierda.

En Bolivia, David Choquehuanca está actualmente intentando enaltecerlo y profundizarlo, pero no tiene el apoyo de los evistas y lineristas. Todo lo que sucedió anteriormente en el denominado “proceso de cambio” del evismo fue tan solo una manipulación de lo indígena para alzarse con el poder, pues siguieron manteniendo las mismas prácticas extractivistas, a pretexto de que había que construir las bases para el socialismo, es decir, no eran las bases para reconstruir u profundizar el Buen Vivir. Este último fue tan solo visto como un modelo de desarrollo que abriría el camino para construir el capitalismo de izquierda o socialismo, y el que dizque sentaría las bases para la construcción de un tal comunismo.

Algo que el propio Marx pocos años antes de morir se dio cuenta que no era obligatorio construir el capitalismo proletario ni pasar por el socialismo, sino fortificar el milenario sistema de comunas que había en Europa y en todo el mundo. El problema es que hasta ahora no se han enterado, y si se enteraron no saben que hacer con aquello.

Una vez más, en Bolivia y Ecuador, los pueblos indígenas fueron tan solo mano de obra, los que debían abrir el sendero para el proyecto experimental de la izquierda occidentalizada, y sus ideas trasnochadas del socialismo comunitario[1] de García Linera en Bolivia o el tal biosocialismo republicano de René Ramírez en Ecuador. Pero, los cuales ahora quedaron tan solo como estampilla en los delirios de la retórica progresista.

Los socialistas del siglo XXI creyeron y siguen en Bolivia creyendo, que el Vivir Bien significa una serie de políticas estatistas, en donde el papá Estado debe entregar una cadena de bonos, para dizque mejorar la situación de pobreza, es decir, para que dejen de estar en la miseria y pasen a la pobreza, nada más. Eso fue todo, bonos para aumentar la dependencia, para profundizar el asistencialismo, y en última instancia para consolidar la caridad. Los pueblos ya no solo tienden la mano a los ricos y a la iglesia, sino que ahora también al Estado salvador.

Mientras tanto, la autonomía, la autodeterminación, la autosuficiencia, el autosostenimiento, la autosustentabilidad, siguen esperando que los de abajo y los de afuera del sistema rompan con la dependencia en su conjunto, lo que incluye el Estado. La izquierda sigue sin entender que el momento para interpelar y desmarcarse del Estado es ahora, hay que comenzar su debilitamiento y no cuando llegue en cientos de años el tal comunismo inventado por el treintañero Marx, y que en su vejez se dio cuenta que por ahí no iba el cambio. Y, por el contrario, de lo que se trata es de fortalecer los procesos milenarios autonómicos, para ir haciendo contrapeso a lo existente e ir recreando otro mundo.

Y este mismo peligro puede pasar actualmente en Chile, en donde algunos mapuches impulsan la introducción del kume mogen (buen vivir) en la nueva constitución chilena. Surgen varias preguntas: estarán ellos conscientes de que todo lo que entra al Estado, en última instancia todo queda burocratizado, instrumentalizado, cosificado, y que a la final no pasa nada.

La experiencia enseña que el Estado todo lo que absorbe, lo integra posteriormente como proyecto de amague para introducirse en las poblaciones indígenas a través de parafernalias benefactoras, pero que es la forma para que todos caigan en su red colonizadora, tal como las trampas que ponen los cazadores a los animales.

Tal como ocurrió con el discurso rimbombante del desarrollo, del crecimiento y del progreso, en la que muchos cayeron en las redes neoliberales y en las estalinistas (ahora disfrazados de progresistas). Neoliberales y marxistas les ofrecían el salvador desarrollo y se inventaron el desarrollo humano, el desarrollo con identidad, el desarrollo comunitario, etc. Cuando el problema era el desarrollo en sí mismo, el desarrollo era para unos pocos y el subdesarrollo para la inmensa mayoría. El desarrollo neoliberal concentró la riqueza en unos pocos y el desarrollo progresista concentró además en el Estado, pero a la final todos dependientes, mucho más dependientes que antes de ese tal desarrollo.

¿Por qué ambos hablan de desarrollo?

Porque los dos provienen del eurocentrismo. Y así es en todo, su diferencia es solamente de clase, pues en todo lo demás comparten plenamente.

No sabemos cómo van a hacer los constitucionalistas mapuches para que el Buen Vivir no quede como otro elemento folclórico indigenista dentro de la constitución. No conocemos si han estudiado los casos boliviano y ecuatoriano, para no repetir los mismos errores y que a la final todo quede como meras utopías irreales. O para que luego se burlen del Buen Vivir, como ha pasado especialmente en el Ecuador en donde quedó muy desprestigiado en la población en general, luego de la puesta en escena del mamotreto del buen vivir correísta.

Y algo parecido ha pasado con los famosos “derechos de la naturaleza”. Lindas palabras, pero en la Bolivia progresista del MAS siguen los incendios y todo tipo de ataques a la madre tierra o a la llamada naturaleza como dicen los eurocéntricos. Solo se llenan la boca con los derechos de la madre tierra, y con los ministerios de descolonización y otros entes burocráticos, que básicamente sirven para darles una “peguita” y contentarles a ciertos dirigentes.

Los derechos de la naturaleza/La Línea de Fuego
Los derechos de la naturaleza están consagrados en la Constitución.

Ni siquiera han sido capaces de limpiar las quebradas y otros lugares llenos de basura y escombros alrededor de la ciudad de La Paz, o de limpiar el sucio lago Titicaca. Tuvo que llegar un joven francés, quién motivó a los jóvenes paceños para hacer una limpieza general de ciertos lugares. Ya podemos imaginar en todo lo demás.

Los campos, ríos, quebradas, por donde habitan las poblaciones indígenas en todo el continente americano están llenos de basura, no solo porque no pasan los recogedores de basura, sino porque a sus habitantes ya no les importa ver la suciedad, se han acostumbrado a ella y no hacen nada por remediarla. Ni el “gobierno indígena” de Bolivia, ni los alcaldes indígenas que han habido en varios lugares de Latinoamérica, han tomado en serio esta situación. Es deplorable, como muchos indígenas que son tildados como “defensores de la madre tierra”, la ensucian y la maltratan de múltiples maneras.

La pachamama ahora es otro fetiche más en Bolivia, otra virgen de las tantas que actualmente adoran los convertidos indígenas. La pachamama ya no es la tierra o la naturaleza en sí misma, sino una deidad a la que le piden mediante rituales y fiestas que les ayude a encontrar minas de metales preciosos para enriquecerse rápidamente. En la práctica, resulta que le piden a la deidad pachamama que les ayude a destruir las montañas y demás sitios naturales para su lucro personal.

Algunos de ellos han logrado hacerse ricos y luego organizan fiestas de agradecimiento con misa católica, y son miembros de fraternidades cristianas con las que participan en los desfiles de Jesús del Gran Poder, en donde bailan bien enjoyados y tienen guardaespaldas indígenas para que los cuiden. Se hacen construir grandes “cholets” (edificios), en los que por afuera tienen ciertos símbolos andinos, pero por adentro abundan los lujos de la modernidad occidental. Y a eso le llaman sincretismo, cuando es la asimilación paulatina del colonialismo, y en que posteriormente a sus descendientes ya solo les quedará la cara indígena y nada más.

En Bolivia, ciertos intelectuales autodenominados indianistas-kataristas ensalzan a estos nuevos ricos indígenas para que se hagan más ricos, y aspiran que en un futuro soñado estos llamados “qamiris” desplacen a los “qh´aras” o blancos dueños de los bancos y demás empresas. En su quimera idílica, creen que una vez que los aymaras ricos tomen el control de las empresas de Bolivia, ellos se encargarán de resolver las injusticias a todos los aymara y crearán un estado indígena. Lo irónico de todo esto, es que los “qamiris” ya no se reconocen como indígenas sino como mestizos, y aspiran a seguir blanqueándose de distintas maneras.

En el “gobierno indígena” de Evo Morales las ciudades bolivianas crecieron en gran magnitud, como consecuencia se produjo un despoblamiento del campo y paralelamente con ello la desarticulación de las comunidades. Hasta antes del ascenso de Morales, el sistema de comunidades hacía de Bolivia el país que más y mejor había conservado el modo de vida milenario en ayllus.

Sobre la base de este sistema habían logrado sobrevivir a la invasión monárquica y conservar de mejor manera su cultura. Pero en el “gobierno indígena” el sistema comunitario se resquebrajó ampliamente, tanto es así que han aumentado los que ahora se auto identificaban como “mestizos” según el último censo y en comparación al anterior en alrededor del 10 %.

La ciudad de El Alto se volvió un inmenso tugurio con un gran hacinamiento poblacional, en la que muchos comunarios llegaron atraídos por el desarrollo y el progreso que les ofrecía el “gobierno indígena”. En vez de fortalecer el campo y el sistema de ayllus, de mejorar la infraestructura para que se queden ahí y fortalezcan esa forma de vida, se dejaron impresionar por el cuento que les ofrecía “el leninista de cabecera” de García Linera, de que había que construir el proletariado boliviano para poder construir su socialismo idealizado. De que había que aliarse con los agroindustriales para que desarrollen las fuerzas productivas, es decir, para que aumenten las empresas y se vaya formando el proletariado, para así salir del “problema indio” y del “atraso histórico” en que se encontraban los pueblos indígenas, y que para ellos era la causa de que Bolivia sea la más atrasada de América del Sur.

Por todo ello, también asusta lo que pudiera hacer Pedro Castillo en Perú, quién tiene mucha influencia sindicalista y católica, y el sindicalismo es todo lo contrario a lo comunitario. Si bien el sindicalismo ha sido un elemento para enfrentar a la derecha, pero al mismo tiempo también ha servido para destruir el sistema de organización comunitaria. Es decir, el sindicato como movimiento vertical, centralista y burocrático, en reemplazo de la comunidad como un sistema horizontal, participativo, y dinámico. Dicho de otra forma, la potencialización del sindicato como forma de organización, de acción y de vida, en reemplazo de la comunidad como modelo de vida sincrónica con la madre tierra y el cosmos en general.

Una vez más demostramos cómo la izquierda ha sido la mejor aliada del colonialismo o del eurocentrismo, mucho más que la derecha. Resulta paradójico, pero en una sociedad desigual el mayor enemigo está en casa, como es el caso de la cantidad de niñas abusadas por sus familiares, no son gente extraña la que más viola a las niñas, sino que son gente de su propio círculo. Eso pasa en un mundo desarmónico, en donde a mayor desigualdad mayores son los conflictos y deficiencias de vida y viceversa.

Mientras más hacia la izquierda, sindicalizados, urbanizados, proletarizados se vuelven las poblaciones indígenas, más se alejan de sus milenarias filosofías y racionalidades, convencidos de que están luchando por un mejor mundo cuando van destruyendo el que existe. Y paradójicamente otros grupos los ponen de guía y de ejemplo para un cambio real y profundo, como en las modernas ecoaldeas, las cooperativas integrales, y todas las formas autonómicas en marcha.

Lo indígena ha devenido en folclore, muy pocos la ven como una episteme o una forma de conocimiento y de vida. Creen que lo indígena es un poncho o las alpargatas, las que ni siquiera son indígenas sino que fueron traídas por los invasores monárquicos y la iglesia. Creen que lo indígena es una cara morena, pero que algunos neo neocolonizadores se aprovechan de ello para presentarse como indígenas, cuando es solo una máscara pues en el fondo su pensamiento es eurocéntrico: católico, liberal, positivista, marxista, etc.

Diablada Píllaro/La Línea de Fuego

Las izquierdas no han aprendido nada de los zapatistas, más bien los critican y algunos hasta les dicen que son contrarevolucionarios y otros los acusan y los sentencian como idealistas y románticos. Solo falta que digan, lo que andan diciendo de los decoloniales, de que “sus teorías contrarevolucionarias se formaron en las universidades gringas”. Si bien, nosotros hemos criticado a los decoloniales, el dislate de los estalinistas ahora disfrazados de progresistas, solo refleja su atrevido eurocentrismo de izquierda.

Han pasado más de 100 años del fracaso de la vía socialista y hasta ahora no se dan cuenta, como Marx ya lo hizo –como hemos señalado varias veces- de que la vía alterna es la comunitaria, la más vieja y la más experimentada, que tiene por lo menos 300.000 años desde que existe el llamado homo sapiens. Pero ellos prefieren seguir experimentando con sistemas que nacen desde su ego dictatorial, desde su cabeza melodramática, que de la experiencia acumulada de toda la humanidad.

En definitiva, lo indígena debe ser revalorizado o resignificado, no solo porque representa una carga racista, sino porque ahora es una carga desacreditada, pues algunos de ellos también son corruptos, ladrones, oportunistas. Hasta hace 60 años casi no habían delincuentes indígenas, algunos de los que llegaron convencidos del milagro que ofrecía la ciudad, terminaron desencantados y dedicándose a robar para poder subsistir, para no tener que regresar al campo donde el trabajo es fuerte y poco remunerado.

Sin embargo de todo lo anotado, los pocos INDÍGENAS (con letra mayúscula) que quedan, son una luz de esperanza. Estos indígenas incivilizados y anti-eurocéntricos, pero, que hoy son de todos los colores de piel y que son aquellos enraizados en la madre tierra, son los guías para otro mundo. Los que se han reconocido como hijos de la tierra y no como matricidas de ella van floreciendo día a día, están sembrando y poco a poco dando frutos. Aunque quizás, ya no cabría ni valdría utilizar la palabra indígena, sino hablar de ecoaldeistas o biocomunarios o mutualistas.

Por tanto, no toda persona o proyecto que se dice revolucionario o emancipador o libertario o de apoyo, es lo que dice ser. La mayoría de personas son inconscientes y creen de buena fe que están actuando en ese propósito; pero hay quienes saben que esa es una forma ideal de colonización y la aprovechan sutilmente para abrirse paso sobre argumentos de solidaridad o cualquier otro pretexto.

En general, todo lo que proviene o surge desde el eurocentrismo es colonizador, pues esa es su esencia o surgió con ese propósito, de ahí que en el propio occidente su referente es todo lo de afuera Pero muchos no saben que mucho de lo llamado indígena es tan solo un maquillaje y en el fondo es más eurocentrismo.

Todo esto nos lleva a la conclusión, aprendizaje y reacción, de que la salida no viene de las teorías de la izquierda, sino que la vía es alterna a las eurocéntricas, que el camino son los proyectos autonómicos, milenarios, ancestrales. Que los cambios no vendrán desde el Estado ni desde arriba ni por la izquierda, sino que están viniendo desde abajo y desde afuera a lo delimitado por los eurocéntricos de derecha e izquierda.

“La introducción del Buen Vivir / Vivir Bien en las constituciones de Ecuador y Bolivia generaron muchos sueños y utopías. La ilusión de que se abría un camino para construir otros Estados y otros países, pero todo ha quedado como letra muerta, especialmente en el Ecuador”.


*Atawallpa Oviedo Freire es escritor, periodista y filósofo nacido en Ecuador.

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