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domingo, mayo 5, 2024

La era pos ideológica y la Realpolitk, ideologías cínicas de la derecha mundial

Natalia Sierra

El capitalismo contemporáneo se reproduce como sistema hegemónico gracias a dos formas ideológicas. Una hace referencia a la altisonante declaración del fin de las idolologías y la entrada de la era pos-ideológica, y otra tiene que ver con la llamada Realpolitik. Entender la actual reproducción del sistema exige, por lo tanto, la comprensión de estos tipos ideológicos, propósito de este texto. 

La era pos- ideológica

Desde el derrumbe del llamado Socialismo Real y el término de la Guerra Fría, la ideología conservadora de la derecha mundial lanza su ofensiva de dos maneras. Por una parte, impone la idea de que el mundo globalizado es profundamente diverso y que es políticamente correcto tolerar la diferencia; y, por otro lado, la idea de que el mundo ha entrado en la era posideológica, cuya característica  fundamental es el fin de las ideologías políticas y su confrontación. Está claro que la estrategia denunciada es parte de una ofensiva político-ideológica de la derecha mundial, que busca invisibilizar las contradicciones articuladoras del sistema capitalista, principalmente la contradicción de clases. En la globalización capitalista, la diferencia de clases es encubierta por la diversidad mercantil, espacio donde lo diferente pierde su fuerza, su antagonismo, en nombre de la tolerancia liberal. Ya no hay clases ni enemigo, hay estilos de vida, opciones políticas y, cuando más, adversarios políticos dentro del juego de la democracia burguesa.

No es difícil entender quien sale ganando con todo este presupuesto ideológico, más aún si se toma en cuenta que la globalización capitalista conlleva la materialización total de la ideología mercantil. El encubrimiento del antagonismo de clases no ayuda en modo alguno a la clase explotada, pues naturaliza las condiciones de explotación; los explotados asumen su condición como absolutamente normal, como un destino que con suerte podrá cambiarse de manera individual. Los explotados se acostumbran a esperar un golpe de suerte que cambie su precaria situación vital, mientras tanto siguen ejecutando de forma automática las órdenes del sistema, sin siquiera querer entenderlas. Así, el poder hegemónico construye al “…sujeto puro imposible de la Ideología, al ideal de un sujeto en quien la ideología dominante funcionará enteramente.”[1]

Invisibilizado el antagonismo de clase, el sujeto se sumerge en un océano de posibilidades mercantiles que ideológicamente las asume como opciones de su libertad individual. Opta por su sexualidad, por su carrera, por su estilo de vida, por una línea política, por un candidato, etc.,  opciones que lo convierten en un comprador de su propia vida, ya que en la sociedad globalizada todo se resuelve y se hace posible dentro de la relación mercantil. En ese inmenso mercado global no hay enemigos de clase, solo sujetos diferentes con sus “propias” elecciones, con sus “propias” posibilidades, con sus “propias” ideas a ser toleradas. Todo se relativiza y el sujeto entra en la levedad y estupidez de su existencia, al final con tanta diferencia liviana todo termina siendo lo mismo, todo flota en el espacio de las ofertas mercantiles, incluido él. En este espacio amorfo, por supuesto, no existen ideologías en disputa, ya que se ha impuesto el grado cero de la ideología, su absoluta materialización como una máquina sin sentido.

En este contexto, los ventrílocuos del aparato político-ideológico dominante repiten como cajas de resonancia el discurso que confirma el estado ideológico impuesto desde el derrumbe del Socialismo Real. Sin entender lo que dicen repiten una y otra vez  que es necesario ubicarse en los nuevos tiempos, que ya paso la época de las ideologías de derecha e izquierda, que esas religiones ya no existen, que ahora es la época de apostar todos por las nación. Lo que parecen no comprender estos sujetos “pos ideológicos” que apuestan por el progreso de la nación es que: ”… la referencia a la Nación es la forma suprema de ideología bajo el disfraz de anti-o no ideología.”[2] Justifican su postura ideológica, que ni siquiera saben que la tienen, apelando al gran objetivo nacional y acusando toda postura política que recupera el antagonismo de clases y las luchas ideológicas como un burdo maniqueísmo. Dicen que los grandes desafíos del presente no se resuelven dividiendo al mundo entre buenos y malos, entre la derecha y la izquierda. De esta manera pretenden ocultar el antagonismo de clases  reduciéndolo a una moral chata, que nada tiene que ver con las luchas ideológicas articuladas a la contradicción de clase.

Hablan hasta el cansancio de la necesidad de asumir una mirada no ideológica e incluso no política, sino una mirada técnica de la sociedad y sus problemas. Con esto intentan mostrarse como participantes amables extra-ideológicos[3] de la vida social, preocupados por la situación nacional más allá de sus propios intereses de clase.  Lo que quizás ellos mismos no saben es que su supuesta posición no ideológica expresa la ideología en su estado más puro. La ideología que ya no funciona como ideas que disputan su reconocimiento como verdad, sino el hacer tecnocrático que practican y defienden como extra-ideológico.

Sancionan el pensamiento utópico como ingenuo e ilusorio y apelan al realismo del mercado global, a la economía capitalista, como si fuese una realidad absoluta e indiscutible.

Este discurso parece acentuarse en la época actual, todos los populismos de derecha e incluso los que se autodenominan de izquierda usan el discurso del fin de las ideologías, en un intento de llegar al Estado, mostrándose políticamente sensatos.  Esta supuesta coherencia política supone el abandono de posturas ideológicas inútiles cuando se trata de gobernar por el bien de toda la nación y mejorar la vida de todos sus habitantes sin distinciones ideológicas. Lo que no saben, o lo saben e igual no lo toman en cuenta, es que la promesa de mejores tiempos para todos dentro del marco del capitalismo es imposible.  Lo que no saben o se hacen los que no saben es que sin un compromiso ético-político radical de romper el marco capitalista no hay promesa.

En esta aparente superación de las ideologías, lo que se intenta liquidar es la ideología de izquierda, pues la otra ya está estructurando la realidad capitalista. Esto quiere decir que se busca cancelar la ideología de la emancipación, de la transformación social, aquella que imagina un mundo distinto por fuera de las coordenadas del capital. La trampa del discurso del fin de las ideologías radica en creer equivocadamente que éstas son un velo  que encubre la realidad y no las ilusiones que la articula o que podrían desarticularla.

En el caso específico de la sociedad capitalista, es necesario saber que ésta se organiza en torno a la ilusión del intercambio equivalente. Ilusión, ésta, que instituye y constituye el orden social capitalista. De esta forma, todo aquel que proclame el fin de las ideologías y asuma la realidad social libre de velos encubridores o falsas conciencias, está aceptando plenamente la ilusión capitalista de la ley del valor. En este sentido, todas las acciones que este sujeto, supuesto no ideológico, lleve adelante  serán confirmaciones rituales de la ilusión burguesa. Muerto el sujeto ideológico se alza el nuevo sujeto protagonista, aparentemente, no ideológico: por un lado, el tecnócrata y, por el otro, el político cínico de la Realpolitik.

El primero, sujeto tecnócrata, dice abordar la sociedad como un sistema dado, el cual hay que describirlo, explicarlo y reproducirlo instrumentalmente. La sociedad aparece de esta forma como algo rígidamente objetivo, idealización petrificante que establece una distancia metafísica entre el sujeto tecnócrata y la sociedad.  Al interior de esta relación enajenante el sujeto pierde toda posibilidad de transformar el orden social, con lo cual se establece la confirmación del mismo. El poder tecnocrático tiene como eje articulador la ilusión ideológica que concibe el gobierno como un asunto de administración técnica del Estado y no de manejo político del mismo. Esta manera de ejercer el poder es propia de la sociedad tecnológica que se va imponiendo en el planeta desde el siglo pasado. En el caso de América latina, y particularmente del Ecuador, la lógica social y política discutida se   implementa a partir del regreso a la democracia, tanto en su época neoliberal cuanto en su época pos-neoliberal. La presencia activa del sujeto tecnócrata, se estableció con los gobiernos neoliberales y se ha ratificado en algunos de los llamados gobiernos progresistas, particularmente en el gobierno de Alianza País.  

La sociedad tecnológica y la administración técnica del Estado son expresiones de la  ideología capitalista en su estado más puro, en razón de que ambos sistemas se organizan y operan en torno a la ilusión de la razón mercantil. Ideología, ésta, que sostiene que la sociedad tecnológica ha eliminado la ideología, con lo cual intenta extraer el núcleo sintomático de la sociedad, es decir aquello que por una parte la configura y por otra la des configura. Este núcleo sintomático que se quiere extirpar no es otro que la ley del valor, operación que busca otorgarle existencia ontológica y no histórica a la forma-mercancía. Encubierto el núcleo sintomático, la sociedad tecnológica capitalista aparece como posideológica, es decir, como necesaria y no como una contingente construcción humana. De hecho, la sociedad tecnológica implica la supuesta eliminación de los intereses políticos de clase, en función de una reproducción mecánica del sistema aparentemente autónomo de decisiones político-ideológicas. De esta manera, se opera el tranquilo y exitoso funcionamiento de la lógica mercantil sobre la estupidez de los sujetos.[4]             

La ideología de izquierda, por su parte, es la ilusión que articula la existencia de individuos, movimientos y organizaciones críticos al orden capitalista. En razón de esto la ideología de izquierda es una utopía, lo que no quiere decir simplemente una idea de un mundo distinto, sino la ilusión que organiza una práctica política contra-sistémica. La ideología de izquierda es ilusión de un futuro distinto y por lo mismo destotalizadora de la ideología dominante que reproduce el orden vigente. La ideología de izquierda abre el tiempo del devenir humano en la construcción permanente de su mundo, siempre en busca de la apuesta común, del destino común que haga menos ingrata la travesía de la vida.    

La ilusión de izquierda saca a los sujetos de la alienación producida por el grado cero de la ideología capitalista, es decir, los sujetos dejan de experimentar la sociedad tecnológica como genuina, transparente y sincera  y pueden identificar la coerción que se ha naturalizado en dicho orden social. Esta percepción crítica libera al sujeto de su sometimiento voluntario a la coerción tecnológica, en la medida en que su sumisión aparece como tal, y no como el cumplimiento de su deseo, como su auto realización personal. Es decir, el sujeto se da cuenta de que esta cediendo al deseo de la gran maquinaria mercantil y renunciando a su existencia emancipada, en razón de que el mismo ha dejado de estar estructurado por la ilusión mercantil y se da el chance de estructurar su existencia en una otra ilusión menos deshumanizante.

Una nueva ilusión establece otras limitaciones al sujeto distintas a las coerciones mercantiles, de esta manera el sujeto alcanza su ser racional en otro orden social que empieza a constituirse, en el cual es ciertamente libre. No la libertad de venderse, sino la libertad de establecer nuevas coordenadas espacio-temporales (autocontrol) que le permitan ser-en-comunidad. Un ejercicio de libertad que pasa por suspender en su estructuración psíquica-subjetiva el compromiso con el interés del capital, encubierto en el cálculo utilitario de la satisfacción individual. La libertad por la que el individuo ya no está obligado “…a probarse a sí mismo en el mercado, como  sujeto económico libre, la desaparición de esta clase de libertad seria el mejor logro de la civilización.”[5], la desaparición de esta clase de libertad es el mejor logro de la ilusión ideológica de la izquierda.

La libertad que estructura la ideología de izquierda es la libertar de imaginar e inventar otro mundo, de ser capaz de salir de las coordenadas del capitalismo y emprender la construcción de una nueva manera de ser por fuera de las ilusiones ideológicas de la burguesía. Colocarse más allá de la ilusión del progreso, del desarrollo, del crecimiento económico, de la ganancia, del consumo compulsivo, de la industrialización a escala destructiva, del Estado nacional, del individualismo, del liberalismo y neoliberalismo económico, de la democracia liberal, salir en definitiva del campo ideológico articulado por la ley del valor, en otras palabras, romper con la ilusión de que no es posible otra forma de propiedad que la privada.   

La ideología de izquierda abre el espacio de la utopía, que no quiere decir quimera, sino lo posible de ser realizado. La imaginación de un mundo por-venir que es capaz de articular una manera de ser distinta, relaciones sociales distintas, acuerdos sociales distintos, instituciones distintas, otra manera de ser y estar con la naturaleza. La utopía de izquierda   abre ese espacio subjetivo liberado del reino del facto técnico capitalista, por donde el individuo en comunidad ejerce la soberanía sobre su destino. Esto significa que el individuo en comunidad recupera el control efectivo de su sociedad, tanto a nivel político, como económico e ideológico. Deja así de ser un instrumento del Estado, una pieza del aparato industrial, un átomo de la masa. 

La ideología de izquierda supone, en este sentido, un compromiso ético con la existencia humana y no humana, que implica la producción de una ilusión, de una ficción simbólica que sea capaz por un lado de intervenir en la realidad social capitalista y aniquilarle y por otro lado de inscribir en lo real un nuevo orden social mas humano.  Por el contrario, la ideología del fin de las ideologías o en palabras de Marcuse: 

…la unificación de los opuestos, pesa sobre las posibilidades del cambio social en el sentido abarca aquellos estratos sobre cuyas espaldas progresa el sistema, esto es las clases cuya existencia supuso en oro tiempo la oposición al sistema.[6]   

 

Realpolitik

La otra estrategia ideológica que la derecha utiliza para para la reproducción del orden social es la llamada Realpolitik, o política real, cuya lógica interna implica la alianza entre la dignidad de la Ley y su transgresión obscena.[7]  Por una parte se encuentra la defensa a ultranza de la Ley y el orden social y por otra el ejercicio de su violación para sostenerla. Esta paradoja revela el cinismo estructural que hoy domina la forma de hacer política de la burguesía mundial y/o de sus funcionarios. En los tiempos que corren, de desgaste de las formas simbólicas del capitalismo, por efecto de su propia expansión, la mejor manera de sostener el sistema no es defendiendo esas formas simbólicas desgastadas, sino completándolas con la obscena Realpoliltik  de la manipulación cruel, del engaño, del enfrentamiento.[8]  

No hay duda de que la estructura jurídico-política e ideológica capitalista, es decir, el derecho positivo, la democracia liberal y todas sus expresiones e instituciones ideológicas han sido fuertemente golpeadas, debilitadas y deslegitimadas por la agresiva expansión de la ley del valor. Esta situación se observa con facilidad en hechos como los acontecidos en la intervención militar norteamericana a Irak en complicidad con la ONU, o en los fraudes perpetrados por el capital financiero en perjuicio de millones de personas. Hechos éstos que muestran el fondo sucio del sistema, la discordia oculta que es lo único que puede sostener la armonía.[9]  Otra práctica de la Realpolitik usada por el poder imperial es la  violación de los derechos humanos en nombre de los derechos humanos, política que se ejecutó, de manera cínica, en Libia.

En el ejercicio de la Realpolitik se viola los propios principios que sostienen el orden liberal para contrarrestar el desgaste de la institucionalidad burguesa y mantener el orden capitalista. Se viola las libertades liberales como la libertad de información, caso WikiLeaks, para sostener la libertad mercantil promovida por los poderes políticos, se violan los derechos humanos para sostener los derechos mercantiles del gran capital. Son formas en que se contrarresta la transgresión radical del orden capitalista, es decir la revolución, con su transgresión inherente, “con el crimen cometido en secreto para salvaguardar el Orden” [10]

La Realpolitik tiene su último desarrollo cuando se inauguran las intervenciones militares del Estado norteamericano y sus aliados en contra del avance de la protesta social mundial y en contra de gobiernos que ya no se subordinan a sus demandas económicas y políticas. En este tipo de intervenciones militares antiterroristas se usan las formas más crueles del terrorismo del Estado imperial para sostener el orden mundial capitalista. De hecho, cuando se lanzó la política norteamericana en contra del terrorismo, ésta ya contenía como su núcleo central el terrorismo, no solo el legal del Estado sino, y sobre todo, el terrorismo ilegal de los aparatos paraestatales que funcionan en coordinación con el primero. Esta obscena alianza se muestra en personajes como Saddam Husein, Noriega, Osama Bin Laden, etc., que como se conoce en su momento fueron abiertamente aliados de la política norteamericana y  luego se convirtieron en chivos expiatorios útiles para cumplir los propósitos de expansión del capital.

En su último desarrollo la Realpolitik se consolida como ideología del orden con el nuevo giro: “la trasgresión es, cada vez más, objeto de goce directo por parte de la propia Ley.”[11] Este desplazamiento es el que domina, cada vez más, la política del Estado liberal, es decir, la trasgresión de la Ley por quien se supone tiene que hacerla respetar. Dicha violación se la hace en nombre de un pragmatismo ciego hecho de decisiones ya tomadas por la maquinaria estatal. La frase “va porque va”, tan usada por los gobiernos actuales, revela la voluntad irracional de sostener el poder sin consideraciones éticas, propias de la Realpolitik. Así, se ejecutan todos los proyectos del gran capital: utilización destructiva de los bienes naturales, explotación criminal del trabajador, intervenciones militares, persecuciones políticas, asesinatos, criminalización de la protesta social, fraudes, traiciones, corrupción, violencia sistemática, etc. En otras palabras, todas las prácticas que sostienen la reproducción del capital.

Tal cual como lo muestra Hollywood, la Ley tiene su contraparte obscena, que hoy es la que domina. En un lúcido análisis de la última película de Batman, Slavoj Zizek, muestra como la Ley, representada en el Estado y sus funcionarios, tiene una contraparte obscena representada por los héroes enmascarados. Es en este tipo de ficción ideológica donde uno puede rastrear el desarrollo de la Realpolik que domina la actual política del poder mundial.  La trayectoria de los “héroes” enmascarados de Hollywood, específicamente de Batman, muestra la trayectoria de la ideología cínica de la Realpolitik, que no es otra cosa que el itinerario de la alianza entre la dignidad de la Ley y su obscena transgresión. Para entender este planteamiento  es pertinente describir dicho recorrido

Los héroes norteamericanos, tanto los reales como los ficticios, han tenido la trayectoria que plantea Zizek:

En el primer momento, el héroe “permanece dentro de las limitaciones de un orden liberal: el sistema puede ser defendido con métodos moralmente aceptables”[12], en otras palabras están funcionando únicamente los aparatos represivos del Estado. Claro está que estos aparatos estatales (Fuerzas Armadas y Policía) ya son el exceso obsceno del régimen político de la democracia liberal. Un exceso que, sin embargo, está contenido en la Ley. Este primer momento esta representado en personajes de ficción como el Agente 007 o Rambo, quienes defienden el orden como miembros del aparato estatal, y enmarcados en la Ley.      

En el segundo momento, para sostener el orden, el héroe ignora la verdad y basa su acción en una mentira-máscara, lo que supone romper la institucionalidad con el fin de defender el sistema. Se produce aquí lo que puede entenderse como la “ayuda” del héroe a los aparatos represivos del Estado que ya no pueden con sus métodos “legales” sostener el orden. En este momento, el héroe actúa en nombre de la Ley sin legitimidad, es decir, no es parte del Estado lo cual, sin embargo, no implica que viole la Ley. Ejemplos de este tipo de héroe son Superman o el mismo Batman de la primera película, ambos están fuera del Estado pero prestan su ayuda para defender el sistema sin transgredir la Ley. De hecho, estos héroes cumplen la Ley mucho más que el mismo Estado.  (  

En el tercer momento, el héroe encuentra un rival en su función ordenadora dentro del mismo sistema institucional, es decir hay alguien dentro del propio Estado quien va a asumir el papel de héroe, pero transgrediendo la Ley, siendo el exceso ilegal del Estado. Este es el papel que cumple Harvey Dent en The Dark Knight  (la tercera película de Batman) “…el “Caballero blanco”, el agresivo nuevo fiscal de distrito, una especie de vigilante oficial cuyo fanática batalla contra la delincuencia le lleva a matar a gente inocente y a su propia destrucción.”[13] Este tipo de “héroes” han actuado en la vida real, es el caso de dictadores como Pinochet o de gobernantes democráticamente elegidos como Bush o Uribe, quienes desde el mismo Estado defienden el sistema transgrediendo el orden jurídico burgués. Basta recordar los genocidios cometidos por estos “héroes estatales” en nombre de la paz y el orden social. El Estado genera su propio exceso ilegal, su propio vigilante, mucho más violento que los héroes para estatales, directamente violando la Ley.[14]

En el último momento, frente a la amenaza radical de la insurrección popular, el héroe  vuelve a estar por fuera del Estado y asume él mismo la transgresión de la ley como única forma de mantener el orden y defender el sistema.  Frente a la lucha de clases todo está permitido para defender al sistema cuando nos encontramos lidiando no sólo con gangsters maniáticos, sino que con un levantamiento popular.[15] Es el héroe que defiende la Ley por fuera de la Ley, es decir transgrediéndola, usando todas las prácticas prohibidas por la Ley para asegurar la Ley. Esta figura recuerda a todos los aparatos paraestatales usados en Latinoamérica por el poder, desde los grupos para paramilitares hasta los carteles de la mafia, cuyo papel es crear terror en la población para desplazarla y usurpar las riquezas de los territorios y asegurar, de esta manera, los canales de circulación de capital. 

Hasta aquí el itinerario de héroe cínico de la Realpolitik. Ahora bien, lo interesante es la observación que plantea Zizek en su análisis de la última película de la saga Batman.  Después de salvar ciudad Gótica, Batman, representante de la gran burguesía financiera, se jubila y se retira a disfrutar tranquilamente su fortuna. Una fortuna que es producto de la expropiación y explotación de la riqueza social, una fortuna que es justamente lo que el héroe defiende cuando defiende la Ley y el orden capitalista, esto indica que el héroe no es ni tan bueno ni tan sacrificado por el pueblo, sino que está defendiendo sus intereses de clase, más allá de la Ley o trasgrediendo su propia Ley.  Lo que no hay que olvidar es que la riqueza del superhéroe [16]proviene de la fabricación de armas y la especulación en el mercado de valores, que es la razón por la que los juegos bursátiles de Bane pueden destruir su imperio –traficante de armas y especulador, ese es el verdadero secreto bajo la máscara de Batman. Esta ficción hollywoodense se hizo real, entre tantos otros hechos, en la invasión militar a Medio Oriente, cuando la armada norteamericana, “héroes de la paz”, masacraba a un pueblo por defender los negocios de su gran burguesía traficante y especuladora. ¿Acaso Bush no es el gran negociante de armas y petróleos? ¿Acaso Bush no es un Batman?, ahora retirado disfrutando de su fortuna. Como bien dice Umberto Eco, no se sabe si Hollywood es la copia de la sociedad norteamericana o ésta es la copia de Hollywood.

Como se puede observar el desarrollo de la Realpolitik ha culminado en el ejercicio cínico y la manipulación ciega del poder para proteger el sistema. Maniobras engañosas, mentiras, chantajes, amenazas, fraudes, todo vale cuando se trata de sostener el capitalismo. Una de las maniobras más cínicas que ha usado la Realpolitik norteamericana, junto a sus aliados, es el disfraz del humanitarismo, “el bombardeo humanitario”,  “la guerra contra el terror”. Desde la intervención militar a Vietnam el Estado norteamericano viene transgrediendo su propio derecho internacional, hasta prácticamente desconocerlo en la invasión a Irak.

En conclusión, la Realpolitik es la forma cínica del ejercicio de la política que se presenta como la alternativa obligada cuando se trata de resolver los problemas nacionales.  La desideologización de la política por su visión pragmática conlleva cualquier tipo de práctica  ilegal para sostener el sistema.

La Realpolitik ejercicio político del gobierno de la Revolución Ciudadana

Más allá de las auto-declaradas diferencias ideológicas entre la derecha que gobierna y la que no, ambas comparten plenamente la ideología cínica de la Real Politik. Cada grupo por su lado intentando atacar a su adversario político, al tiempo que justificando su política económica, asume la ideología de la política real. Argumento, éste, que en rigor no es para deslegitimar a su adversario de la otra derecha, sino para deslegitimar la ideología de izquierda. Basta recordar los términos que el gobierno de la Revolución Ciudadana ha usado en contra de las organizaciones y grupos sociales que se oponen a su proyecto económico: “izquierda infantil”, “ecologista románticos” “anarquistas”, “fundamentalistas”, “izquierda boba”, etc. 

Todos estos descalificativos sirven, por una parte, para deslegitimar la posición de la izquierda y, por otra, para legitimar el proyecto de la derecha gobernante. Descalificativos que buscan establecer, por oposición negativa, una identidad política de la derecha en el gobierno supuestamente fundada en la “madurez”, la “sensatez”, la “racionalidad”, en definitiva el pragmatismo de la Realpolitik. Con la adscripción a la política real creen haber supera las distorsiones ideológicas de la izquierda “romántica”, lo cual lo asumen como un signo de madurez política. En una de sus últimas declaraciones, el presidente Correa en relación al artículo de la Constitución que prohíben los transgénicos en el país, sostuvo, con todo el pragmatismo cínico de la política real: “Cometimos un error en la Constitución” y dijo no haber tenido “la entereza” para oponerse a esa cláusula, impulsada, según él, por “el ecologismo infantil”.[17] Es por declaraciones como éstas, y por políticas estatales coherentes con las mismas, que varios representantes del poder económico del país, al referirse al Presidente, han afirmado que es un joven inquieto pero pragmático, que muestra madurez política en sus decisiones económicas, lo cual por supuesto aplauden.

La defensa que el Gobierno hace de sus políticas económicas funcionales de la reproducción capitalista en la región y, específicamente, del modelo neo-extractivista que esta impulsando, se basa en la justificación de que gobierna en función de necesidades prácticas, de intereses inmediatos y concretos del país. Con esto queda, creen, superadas posturas éticas infantiles o románticas de lo que llaman la izquierda trasnochada, sobre todo creen haber superado la ideología. En esto se adelanto Lucio Gutiérrez cuando dijo que no es de derecha ni de izquierda.

Así, a nombre de los intereses de la nación, la obscena Realpolitik les permite conservar el orden social capitalistas sobre la base de la manipulación cruel del deseo de cambio de la población, del engaño, del enfrentamiento, de la humillación, del fraude y la traición.  La lógica aplicada por este tipo de política es: “Reducir la oposición a la mera promoción y debate de alternativas dentro del statu quo. En ese respecto, parece de poca importancia que la creciente satisfacción de las necesidades se lleve a cavo por medio de sistemas autoritarios y no autoritarios.” [18] El gobierno de la Revolución Ciudadana es un claro ejemplo de un sistema que está implementando ciertas medidas de redistribución del ingreso de manera autoritaria.  

Esta forma autoritaria de gobernar establece para su propósito una inmediata identificación entre razón y hecho, verdad y verdad establecida, esencia y existencia, la cosa y su función[19] que conduce a lo que podría llamarse un pragmatismo del lenguaje. Dicha estrategia se muestra en los discursos gubernamentales sobre la explotación minera, en los que este hecho, movido por claros intereses económicos capitalistas, se presenta como algo racional que interesa a toda la población ecuatoriana. O cuando la verdad establecida por el gobierno sobre la “necesidad de las renuncias obligatorias” aparece como  la verdad inapelable.  Esta identificación funcional del lenguaje entre los intereses particulares de la burguesía con los intereses universales del país contribuye a rechazar los elementos críticos de la palabra social. Este lenguaje de las cosas hechas pronto se convierte en el cliché dentro de la Realpolitik, como por ejemplo aquello de: Ahí, como dicen los expertos y los experimentados, no solo caben las palabras y las letras, sino las acciones.[20]  Como si las acciones no estuvieran atravesadas por concepciones ideológicas y políticas que expresan intereses particulares.

La política real justifica cualquier acción para defender el orden social capitalista en la supuesta “necesidad de tomar decisiones de Estado” que la Revolución Ciudadana justifica sus acciones antipopulares en la defensa de una Revolución que nunca existió. Doble cinismo de la Realpolitik con el que se ha intentado contra argumentar los reclamos de la sociedad frente a políticas estatales que afectan sus intereses, como es el caso de la renuncia obligatoria que expulsó a miles de empleados públicos.  Es interesante observar como esta expresión renuncias obligatorias cuya evidente paradoja, (pues una renuncia se supone que es voluntaria y no obligatoria) muestra, sin embargo, un mecanismo por el cual la contradicción se convierte en constante del habla y la publicidad política.[21] Un constante propio de la lógica lingüística de la manipulación de la Realpolitik, basta recordar aquello del capitalismo con rostro humano o aquello de la minería limpia, para entender como la política real puede hacer a un lado la lógica básica y jugar con la destrucción de la sociedad y del medio ambiente.  De esta manera, el interés del capital se identifica con el interés humano, el interés de las transnacionales mineras con el cuidado del medio ambiente, el interés del Estado con el interés de los trabajadores despedidos, el interés particular con el interés general.  La contradicción que estructura la sociedad capitalista y que al estallar cuestionaría el sistema se oculta en la contradicción manipuladora del lenguaje de la Realpolitik,  “una caricatura realista de la dialéctica.”[22]     

Los burócratas de la Revolución Ciudadana usa al socialismo como argumento para defender la reproducción del sistema capitalista, esa parece ser la máxima expresión del cinismo de la política real. Como dice Marcuse: “Orwel predijo hace mucho que la posibilidad de que un partido político que trabaja para la defensa y el crecimiento del capitalismo fuera llamado ‘socialista’, un gobierno despótico, ‘democrático’ y una elección dirigida ‘libre’, llegaría a ser una forma lingüística –-y política-  familiar.” [23]  ¿Acaso esta predicción no se está cumpliendo con el gobierno de la Revolución Ciudadana?  La puesta en práctica de este tipo cínico de manipulación discursiva logra inmunizarse contra la expresión de protesta social y la negación del sistema. Que difícil le resulta hoy a la  izquierda  encontrar las palabras y el discurso adecuado cuando el gobierno que administra el Estado capitalista admite que la avanzada del capitalismo se la hace en nombre del socialismo, que el desastre de la explotación minera es limpio, que las renuncias son obligatorias, que la derecha es decente, que la foto del Che Guevara es prueba de conspiración terrorista contra el Estado gobernado por un gobierno de ”izquierda”,  etc. “Al exhibir sus contradicciones como la clave de la verdad, este universo del discurso se cierra contra cualquier otro discurso que no se desarrolle en sus propios términos.”[24]

La manipulación lingüística de la política real del gobierno de la Revolución Ciudadana ha asimilado los conceptos y las imágenes propios de la izquierda y de los movimientos sociales a su discurso y, sobre todo, a su proyecto político articulado a la defensa del sistema. Esta maniobra favorece la detención de las contradicciones sociales en una especie de tolerancia implícita en la unidad represiva del lenguaje de la realpolitik, es decir, el significado del mensaje que se envía en estas aparentes paradojas del lenguaje –renuncia obligatoria– llega al pueblo sesgado y resumido y éste lo recibe en la forma en que es ofrecido: una renuncia que es obligatoria y que no puede ser de otra manera.  Este mecanismo autoritario usado por toda la publicidad política del gobierno, tan infinitamente repetido, busca fijar en la mente del pueblo de manera hipnótica ideas difíciles de rebatir por la contracción de la posibilidad connotativa, es decir de dar significados distintos.       

No hay que olvidar que desde que llegó el gobierno de la Revolución Ciudadana a administrar el Estado puso en marcha, como parte de su “revolución”, la “mejor” estrategia de marketing de publicidad política nunca antes conocida en el País.  Un bombardeo de “imágenes fijas que se imponen a sí mismas con su abrumadora y petrificada concreción”[25] “la revolución ciudadana esta en marcha”  “La revolución avanza”, “la patria ya es de todos”.  Este método publicitario intenta construir una imagen que se fije en la mente del receptor (pueblo) y en el producto (Revolución Ciudadana), con lo cual se busca garantizar el consumo automático del objeto vendido. Un lenguaje que impone imágenes dificulta el desarrollo y la expresión de conceptos, esto es de un pensamiento abstracto desde donde se pueda volver a establecer otro tipo de relaciones distintas a la planteada por el discurso del poder. Aparece así, el concepto revolución, reducido a la ciudadanía y ésta a la imagen del presidente, cuyas iniciales de su nombre “coinciden”  con las iniciales de la Revolución Ciudadana. 

A esto se suma que los mensajes políticos toman la forma sugestiva de órdenes, son evocativas más que demostrativas[26] Muestra de esta lógica publicitaria son las dictámenes presidenciales en torno al tema de la exploración minera, cuando dice: “Compañeros seamos sensatos”, “No tiene sentido oponerse”,  “los enfrentamientos son inútiles,” “no caigamos en esos absurdos”, “Si a la minería con responsabilidad ambiental”, “la gente no quiere el progreso si no atender a sus fundamentalismos mentales”[27], “seamos inteligentes responsables”, etc. Obsérvese como todos estos enunciados son prescripciones, es decir, mandatos y no argumentos que manipulan e imponen la identificación inmediata entre la persona que recibe el mensaje y el precepto del mismo. En definitiva  El lenguaje cerrado de la publicidad política no demuestra o explica: comunica decisiones fallos órdenes (…) establece lo que es correcto y lo equivocado sin permitir dudas.[28]   Es el discurso usado por los nuevos líderes totalitarios populistas en América latina sean éstos tecnócratas o  políticos cínicos y como es conocido “…el líder totalitario populista es una personalidad torcida que, por medio de su agresividad, muestra su pasado traumático personal, la falta de amor paternal genuino y el apoyo en su niñez.”[29]

El impacto que este tipo de publicidad política tiene en la psique del pueblo intenta convertirlo en consumidor del proyecto de la Revolución Ciudadana, un consumidor carente de todo procesamiento crítico del mensaje político.

Ética radical del compromiso

Frente a esta ofensiva ideológica de la derecha mundial y la que gobierna en el Ecuador no hay otra alternativa que asumir el compromiso ético radical por la transformación social.  Justamente porque para la ideología de la Realpolitik y el fin de las ideologías “el compromiso ético radical es percibido como ridículamente fuera de tiempo”[30],  la izquierda debe asumirlo como condición fundamental de su tiempo de lucha política. En la época actual dominada por el sujeto cínico de la Realpolítik  resulta ser la ética  ‘la más oscura y atrevida de las conspiraciones’y  el sujeto ético aquel que efectivamente amenaza el orden existente.[31]

La izquierda no tiene otra elección que dar un salto de Fe que la coloque por fuera de las coordenadas del sentido común y la pragmática capitalista, por fuera del marco de la Realpolitik y su cinismo estructural.  Asumir la gran causa y ser  responsable con su deseo de otro mundo, que es el único camino para redimir el potencial emancipatorio. Hay que volver a creer en la causa perdida[32] del comunismo, no del real ensayado por el bloque del Este, sino el utópico, el que nos hace caminar e imaginar mundos posibles donde objetivar otra manera de ser humanos.

 

 


[1] Zizek, Slavoj, De Joyce-el síntoma al síntoma del poder,  1997, http://www.geocities.ws/zizekencastellano/artJoyce.html

 

[2] Ibíd.

[3] Cfr. Ibíd.

[4] Cfr. Zizek, Slajov, De Joyce-el síntoma al síntoma del poder,  1997. http://www.geocities.ws/zizekencastellano/artJoyce.html

[5] Marcuse, Herbert El hombre Unidimensional, Ed. Seix Barral, S.A. Barcelona, 1971,

Pág. 24.

[6] Marcuse, Herbert, El Hombre Unidimensional, Ed. Seix Barral, S.A. Barcelona, 1971,

pág. 41.

[7] Zizek, Salvoj, En defensa de las causas perdidas, Ed. Akal, España, 2011, pág. 33.

[8] Cfr. Ibíd. Pág. 36.

[9] Cfr. Ibíd.

[10] Idíd.

[11] Idíd.

[12] Ibíd.

[13] Ibíd.

[14] Cfr. Ibíd.

[15] Ibíd.

[18] Marcuse, Herbert, El Hombre Unidimensional, Ed. Seix Barral, S.A. Barcelona, 1971,

pág. 24.

[19] Cfr. Ibíd. 105.

[20] Pérez Orlando, Bienvenido Alberto a la política real, El telégrafo

[21] Cfr.Marcuse, Herbert, El Hombre Unidimensional, Ed. Seix Barral, S.A. Barcelona, 1971,

pág.  109.

[22] Ibíd. pág. 110.

[23] Ibíd. pág. 109.

[24] Ibíd. pág. 110.

[25] Ibíd. pág. 111.

[26] Ibíd.

[27] Correa Rafael,  “Sí a la minería con total responsabilidad ambiental y social”,

     http://www.youtube.com/watch?v=ttbz6EyFQ7M&feature=related

[28] Marcuse, Herbert, El Hombre Unidimensional, Ed. Seix Barral, S.A. Barcelona, 1971.

[29] Zizek, Slajov, De Joyce-el síntoma al síntoma del poder,  1997. http://www.geocities.ws/zizekencastellano/artJoyce.html

[30] Ibíd.

[31] Ibíd.

[32] Cfr. Zizek, Salvoj, En defensa de las causas perdidas, Ed. Akal, España, 2011.

lalineadefuego
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PENSAMIENTO CRÍTICO
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1 COMENTARIO

  1. El artículo es demasiado exhaustivo, se hace difícil sintetizar sobre todos los aspectos. Lo peor de la Realpolitik en los gobiernos populistas latinoamericanos, es el engaño, la trampa en la cual cae la izquierda, ya que los gobiernos se han apropiado de su lenguaje. Efectivamente, ocurre aquello de que los sindicatos no representan a la clase trabajadora, sino al gobierno. (ocurre en Argentina, en donde hay una tradición gremialista desde el peronismo, pero se trata de un “sindicalismo empresarial” en donde los dirigentes de la CGT oficialista están enquistados desde los años ’90, y muchos de ellos desde la dictadura militar. Llegan al extremo de denunciar a los propios afilados) Además cunde la pusilanimidad de creer que debemos optar por “el mal menor”. Que a cambio del populismo, sólo se cierne un gobierno abiertamente neoliberal “globalitarismo”, parafraseando a Paul Virilio, clausurando la idea de construcción de una alternativa. En el ambiebnte “progre” se habla de “posdemocracia”, no sé a ciencia cierta qué designa esta palabra. Lo cierto es que cunde una idea generalizada; “no hay democracia sin corrupción”. Si bien es cierto que podemos encontrar en la historia pocos ejemplos de gobiernos realmente honestos, transparentes, nuestra lucha debería ser la de exigir el cumplimiento de la honestidad y del bien común, (y no del crecimiento de la fortuna de los funcionarios) .
    Por otra parte, propongámonos la defensa de los principios democráticos a los gobiernos que juraron sustentarlos. .Y la lucha por defender la libertad de pensamiento frente al adoctrinamiento; la cultura del trabajo, frente a las prebendas de los planes sociales que se destinan a los partidarios y que excluyen a quienes no lo son.
    Propiciemos, anta tanta confusión debida a los simulacros y tergiversación verbal, la profundización del debate, y la creación de un genuino pensamiento político.

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