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viernes, mayo 3, 2024

CUITAS HISTÓRICAS. Por Ileana Almeida*

Cambia el tiempo y cambia también la manera de  asumir la memoria. Las cosas que se consideraban olvidadas pueden volverse existentes y significativas. Hoy, por fin, adquieren valor histórico las voces de las mujeres incas que estuvieron cercanas al  Inca Atahualpa. El descubrimiento de La Crónica Suma y Narración de los Incas (1545) de Juan de Betanzos en Palma de Mallorca en 1987, permite “escuchar” a la Coya Kusi Rimay.

Por su altísima posición social había sido destinada por Wayna Capaq,  el poderoso inca en funciones,  a ser la piwi warmi (esposa principal) de su hijo Atahualpa con el  que se casó, siendo casi una niña,  en regia ceremonia en el palacio de Caranque. Al cabo de poco tiempo, tuvo que enfrentar el horror de la ejecución del Inca ordenada por Francisco Pizarro. Pasaron los años y fue el propio Pizarro, que se creía sucesor de los incas, el que reclamó a la bella coya para sí.

Luego del asesinato de Pizarro, Kusi Rimay encontró al cronista, su tercer esposo,  quien narra una historia que a ratos adquiere el estilo familiar, casi íntimo, de  las  cuitas que la coya le hiciera: “Llegado que fue Guayna Capac a la ciudad del Cusco… halló a su hijo Atahualpa (el cual había nacido en su ausencia) que era ya grandecito. “…hizo traer a su hijo el cual era tan lindo niño que se alegró mucho de lo ver”. Nos enteramos además en la crónica que Atahualpa nació en el Cusco, que era primo de Kusi Rimay, que vino de jovencito a Quito, y que era hijo de una noble palla cusqueña y que, por lo tanto, podía pretender a la masca paycha (la borla real).

Hay otro ejemplo que hace que el pretérito no pase aún. Se sabe, por las propias palabras del cronista  Montesinos, que para escribir sus Memorias Antiguas tomó como fuente de información “un manuscrito quiteño”. La consecuencia de esta aceptación fue encender la polémica sobre quién es el verdadero autor del manuscrito.

Todo apunta a señalar al clérigo Diego Lobato de Sosa, hijo de Juan Lobato de Sosa, conquistador español, que por sus méritos en la pacificación de la población indígena recibió varias  recompensas, entre estas la concesión de la palla del Cuzco Yurak Palla, otra de las esposas de Atahualpa. Vivía la pareja en  la casa de Lobato, en las calles Cuenca y Chile en Quito. De esta esta unión nació Diego, que se sabe  era muy apegado a las historias que le contaba su madre en quechua.

Al igual que Kusi Rimay, Yurak Palla, habla en el manuscrito sobre un  Atahualpa real y familiar. El  “nombre de Atau Huallpa,  “lo hubo del ama que le dio leche,  era esta de  Atau, un pueblo junto al Cuzco, … quiere decir Atau, virtud o fuerza, y Huallpa,  benigno y manso” …”Wayna Kapac llegó a Carangue, vio a su hijo Atahualpa ya de buena edad, mozo de altos pensamientos y disposición gallarda.” Llegamos a saber, entonces, de primera mano, que Atahualpa se quedó a mando de los territorios norteños, cuando Wayna Capac iba a Cusco.

*Filológa

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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