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LA ESTETIZACIÓN DE LA VIDA (I) Por: Napoléon Saltos Galarza*  

28-09-2017

 (1) ESTETIZACIÓN DE LA POLÍTICA. 

Vamos a fingir que somos un Estado con una Constitución.

(Cabrujas, 1987)

Walter Benjamín señala que, con el arribo de la  reproductibilidad técnica, podemos llegar a la politización del arte, reproducir los objetos de arte sin necesidad de rendirles culto. Se derriba el arte aurático, se rompe el cerco de la irrepetibilidad, y se puede abrir la puerta a una comunicación estética para las masas. La técnica abre “la interacción concertada entre la humanidad y la naturaleza” (Benjamin, 1982).

Empero esta posibilidad para la humanidad tiene un destino perverso en la apropiación del capitalismo: la estetización de la política. Las potencialidades que abre la capacidad técnica para experimentar, modificar, recrear lo que se presentaba como intocable-sagrado, se cierran en la apropiación por el poder del capital para restablecer un nuevo culto y contemplación al poder impuesto. Se crea una delegación ritual-religiosa hacia el Estado y hacia figuras sacralizadas-carismáticas. Con ello se expropia la capacidad de que la humanidad establezca una nueva forma de relación con la naturaleza y con los otros. La técnica se orienta al dominio de la naturaleza y al control de la sociedad.

El proceso profundo es desligar la experiencia de la conciencia y generar procesos reactivos, comportamientos que se accionan desde la fuerza del inconsciente sin referentes de identidad autónoma. La operación técnica opera sobre la modificación del objeto para producir shocks automáticos de sensibilidad, que no pasan por la conciencia, producen identidades delegadas, con significados preestablecidos. La construcción de la hegemonía implica producir significantes vacíos, para volver a llenarlos con significados dirigidos desde el poder (Laclau & Chantal, 1987). El marketing, la publicidad electoral, la mercadotecnia trastrocan los objetos, los encuadran en mensajes dirigidos desde afuera de los sujetos.

La Estetización de la política local. 

La estetización de la política se expresa en la reducción a la repetición de ritos electorales y espectáculos del poder, sometidos a la lógica de la publicidad y el marketing. La democracia vaciada de su contenido material, la participación y la conciencia de las masas organizadas, suplantado por la propaganda y el control de la población. La seducción-espectáculo y el control-atemorizamiento se complementan en la institucionalización del Estado de seguridad y propaganda. El Estado absorbe la vida de la sociedad, el líder es el sujeto, el aparato amplificado, omnipresente; la masa es eso, masa, que merece el favor desde arriba, ser conducida por el líder y sus expertos, e informada de la bondad de las decisiones.

Correa en una sabatina.
Foto: La República

En el período correista, el signo de este rito de cuerpo presente fueron las sabatinas, organizadas como ceremonias en torno a la palabra taumatúrgica del líder. La clave estaba en cortar cualquier duda sobre la honestidad y la transparencia; los disidentes, denunciadores, profetas del desastre, eran perseguidos implacablemente. No se podía romper la imagen del cambio ejemplar ni la imagen de la eficiencia.  A pesar de la crisis, no se podía mencionar la palabra crisis, era de malagüero.

Para exorcizar las dudas locales había que invocar las certificaciones y alabanzas internacionales, los doctorados honoris causa, los encuentros y cumbres regionales, mundiales; o crear ritos solemnes, el cambio de guardia, los gabinetes itinerantes, las caravanas con carros de seguridad, guardias de seguridad, operativos de seguridad, para no poner en riesgo la majestad del poder. Y ante la magnificencia del poder y la majestad de la autoridad, la indefensión y la fragilidad del ciudadano, seguro sólo en la aquiescencia del poder y expulsado del paraíso al primer conato de insubordinación.

La ritualidad judeo-cristiana sigue siendo el modelo, el profeta, aunque ahora se sustenta en la tecnología, la amplificación virtual. La taumaturgia de la palabra y de la ley. El espectáculo y el secreto prestan solemnidad a los juegos del poder y al reparto. El actor central se cree el hacedor y no puede reconocer el tinglado en el que operan las fuerzas invisibles. El Estado mágico hace  desaparecer las transnacionales, los grupos de poder, las clases dominantes. Allí está la fórmula: pasar del mercado-libre del neoliberalismo al capital-libre de la revolución ciudadana, una modernización del capital y del Estado que los purifica de los estorbos oligárquicos, de los bloqueos de la movilización social, y de los discursos patrióticos.

Después de la ausencia física del líder, el carisma tenderá a reforzar su forma religiosa, con citas de su sabiduría, y con preces y rogativas de sus devotos, para invocar la protección.[1]

La novedad en el cambio de mando es la variación del espectáculo. Desgastada la forma autoritaria abierta, es necesario instaurar nuevos ritos amigables, para asegurar la reproducción del modelo. El nuevo camino ensayado es la licuefacción de la política, para evitar su rostro conflictivo, el llamado a que todos pongamos el hombro para enfrentar la crisis, y la aplicación de ajustes gradualistas, para contener el descontento social.

La política ya no tiene necesidad de ocultar el funcionamiento del sistema instaurado. El recambio llega en el momento oportuno, el tiempo del trabajo obscuro se ha cumplido, ahora hay que pasar a la normalización. El nuevo gobierno puede hablar de crisis, para trasladar la responsabilidad-culpa al otro. El juego sistémico se perfecciona. En la economía, el castigo a los corruptos viables puede legitimar los negocios regularizados.

Los acreedores pueden estar tranquilos, una vez sinceradas las cifras, saben que habrá 10 mil millones de dólares anuales para cumplir las obligaciones de la deuda, más que el presupuesto de salud, seguridad, educación juntos. La lucha contra la corrupción es el nuevo rito, el nuevo velo, para centrar las miradas en las preces, mientras el capital-libre sigue su camino, la ruta de las alianzas público-privadas.

Diálogo con empresarios extranjeros promoviendo la inversión. 
Foto: El Telégrafo

 

En la política, se traza un circuito cerrado, el poder y la oposición dentro de un mismo espacio, las fracciones y pugnas dentro de Alianza País, los twitazos entre el presidente y el antecesor, mientras son desarticuladas las oposiciones externas, la oligárquica o la social.

En el espectáculo de la disputa, el nuevo presidente puede llegar a entregar la cabeza del virrey cuando necesite un trofeo para seguir adelante en la normalización, con una política de ajustes graduales, ofertas pospuestas y pequeñas donaciones. No se trata de un cambio de rumbo, sino de corrección del timón y cambio de timonel.

Correa es acorralado en la representación y el discurso, pero triunfa en el modelo instaurado: el presupuesto del 2017  y la proforma del de 2018, presentados por el nuevo  Presidente, no modifica, sino que amplifica el modelo heredado. Siguen las mismas cuentas. Como dice el twitter de Fausto Herrera, exministro de finanzas de Correa, las cifras estaban allí, sólo ha cambiado la forma de nombrarlas.

La nueva liturgia entona nuevos cánticos. Hay un antecedente inmediato en la retórica del Presidente José Mujica de Uruguay, el llamado a la hermandad, a la paz, a la trascendencia, al perfeccionamiento individual. Letra de Paolo Cohelo y música de Ricardo Arjona. El discurso motivacional está ahora solemnizado por el sillón y la banda presidencial. Ya no podemos reírnos por las bromas. Un llamado abstracto a la realización personal y a la participación de todos, el rito sacrificial para superar la culpa de los otros, y con ello, la disolución de las fronteras de la izquierda y la derecha, la modificación de los límites para permitir la entrada de los antiguos excluidos.

El resultado es automático, después de diez años de autoritarismo y exclusión, el llamado al diálogo y la entrada a la puerta del Palacio producen una sensación de alivio, elevan la aceptación del Presidente Moreno al 80%, quedan olvidados los cuestionamientos del triunfo estrecho y dudoso; es tiempo de las manos extendidas. Lenin Moreno ha absorbido los cuestionamientos de la oposición al anterior Gobierno; CREO y su candidato se han diluido, y con ello el régimen ha creado su propia oposición.

Un respiro catártico después de años de exclusión y condena. Ya se puede hablar mal del Presidente, sobre todo del anterior. Empieza a aparecer la sonrisa en el sitio del miedo, aunque las redes de inteligencia y vigilancia siguen intactas. Hasta el nuevo Presidente se queja de las cámaras ocultas. Los grilletes electrónicos siguen en los tobillos de los perseguidos políticos. En medio de amnistías a cuenta gotas, para tranquilizar a los pueblos indios y la organizaciones sociales, siguen las órdenes de prisión contra los denunciantes, continúa operando la maquinaria de una justicia vinculada.

Hay un nuevo consenso, la lucha contra la corrupción. Ya se puede denunciar a los corruptos, aunque la red de controles aún sigue funcionando para una defensa activa. Y, sobre todo, con ello nos olvidamos de los beneficiarios en los diez años transcurridos, los de adentro y de afuera, que ya se aprestan a reubicarse en las sillas cercanas al nuevo representante del poder; al fin y al cabo se ha proclamado el protagonismo de la empresa privada en la segunda fase del proceso.

El paso de la fase correista de acumulación por desposesión desde arriba, desde la intervención autoritaria del Estado, con una corrupción estructural, a la fase leninista de normalización del funcionamiento del capital y de la democracia liberal, puede ser una oportunidad para los sectores y organizaciones populares.

 

En la caverna de abajo se renuevan las sombras y los fantasmas, regresa la estrategia del mal menor bajo el argumento del gobierno en disputa y la política pragmática de obtener concesiones a tiempo. El reto será saber si desde abajo los movimientos sociales, los pueblos indígenas, los ecologistas infantiles, las mujeres salvajes, los defensores de los derechos humanos y de la naturaleza, aprovechan-aprovechamos la inflexión para abrir un diálogo abajo y reacondicionar-reorganizar las fuerzas para el segundo momento, cuando las respuestas a la crisis reconocida transparenten la política oficial, la explicitación del programa de austeridad ante la crisis, que trasladará los costos hacia los sectores medios y populares.

En lo inmediato hay un acuerdo en torno a la salida mágica de la consulta para desmontar la red correista, como si el problema del autoritarismo fuera únicamente el líder autoritario. Y en el horizonte la oferta de la normalización de la democracia liberal, con poderes autónomos, con libertad de expresión controlada por los medios privados, con organismos de control que vigilen la corrupción. Un cauce estrecho para una esperanza de cambio profundo, para un problema que es estructural. La crítica correista llama a la Asamblea Constituyente, para restablecer el tiempo electoral, con la amenaza del retorno.

Quizás la oportunidad no sea más que la sensación de que el tiempo cerrado en torno a la figura definitiva de Correa, ha empezado a mostrar grietas por las cuales pueden escucharse otras voces. Y entonces nos propongamos probar si es posible romper el juego de espejos, el juego binario que deja en offside las voces autónomas. A lo mejor empezamos a aprender cómo dejar fuera de juego no sólo a los intérpretes y representantes, tanto los planes del gran ausente como los cálculos del gran arreglador, sino a los funcionamientos sistémicos del capital, el mercado, el Estado, el patriarcalismo. Aunque a lo mejor ya sabemos algo de ese camino, pero no nos atrevemos a ver nuestro poder, el poder de la comunidad, de la solidaridad, de la palabra propia.

[1] La caricatura de este manejo-instrumentalización de la técnica se presentó en la pretensión del exsecretario de Comunicación de ponerle letra al homenaje de despedida al líder ausente, en un acróstico que hará época. Con ello, no sólo se vació la política, sino también se disolvió el arte.

Bibliografía

Benjamin, W. (1982). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. En W. Benjamin, Discursos interrumpidos (págs. I, 17-59). Madrid: Taurus.

Cabrujas, J. I. (1987). El Estado del disimulo. Entrevista. Revista Estado & Reforma.

Horkheimer, M., & Adorno, T. (1998). Dialéctica de la Ilustración. Madrid: Editorial TROTTA.

Laclau, E., & Chantal, M. (1987). Hegemonía y estrategia socialista. Madrid: Siglo XXI.

 

*Sociólogo. Master en Ciencia Política. Profesor de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Central.

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