Por Tomás Rodríguez León*
El tiempo, dijo el filósofo, es “imagen móvil de la eternidad inmóvil”, nos somete en sus manecillas a revisar el movimiento según el antes y el después. Problema de un etéreo fugitivo que nos despierta sobrevivientes en el augurio existencial que consuela diciendo que, a fin de cuentas. el tiempo pasa. Sin haber llegado al fin de una peste mundial, todos llegamos a la sentencia 2020: el año terrible.